Bajando de Pamplona a Zaragoza y
a unos veinte kilómetros de aquella ciudad, se encuentra Tafalla. Antes de
llegar a su núcleo clásico, proliferan a
un lado y otro de la carretera los polígonos industriales. Se ha convertido la
ciudad, a pesar de su escasa distancia a Pamplona, en un núcleo industrial. Se
cruza en la ruta una Sierra poblada de
carrascas y al Norte de ella, desde donde se ve Pamplona, se alzan los restos
del Castillo de Tiebas, que lo quemaron las tropas del Duque de Alba, aproximadamente
en 1512.Estamos en una comarca de clima submediterráneo, como sus vecinas
aragonesas las Cinco Villas, y para contemplar dicha comarca y las que le
rodean, lo mejor es subir al Parque Eólico de la Sierra de Guerinda, donde se
encontraron restos de un molino harinero de viento, que está reconstruido y que
recuerda, a los de Almudévar, los restos de los suyos. A ver si esa
reconstrucción los anima a hacer lo mismo con alguno de ellos. Subiendo a la
cumbre del monte Guerinda, de 878 metros de altura, veremos si el día es claro,
media Navarra; hacia el Sur se contempla el elevado pueblo de Ujué, en la parte
más alta de la Sierra, y más abajo San Martín de Unx, donde, en sus bodegas, se
venden unos vinos excelentes y debajo de todo el paisaje, se encuentra el
piedemonte de Tafalla-Olite. Si alguno lleva prismáticos podrá ver detrás de
él, las Bárdenas y el Moncayo. Si observamos por el Norte divisaremos las tierras de Valdorba, la Peña
de Unzué y desplazando la mirada a la izquierda, la Sierra del Perdón y nos
conducirá los ojos a ver y recordar Montejurra.
Decidimos ir a Ujué, pueblo
elevado, con una iglesia-castillo con sus torres, que alberga una Colegiata. Es
impresionante observar media Navarra desde tal altura y detenerse a gozar de la
bella silueta del Castillo de Olite. Me recuerda nuestro Alquézar, con cantidad de
restaurantes, hoteles y bares y donde se da una gran oferta de almendras garrapiñadas,
debido a las grandes cosechas que de ellas cogen, en su clima submediterráneo. Soplaba
viento frío en tal lugar y decidimos bajar, lo que hicimos y al llegar al
empalme con la carretera de más circulación, pudimos marchar hacia Aragón, por
Sangüesa, que está a orillas del río del mismo nombre y en la frontera con Sos
del Rey Católico.
La madre del niño que llegaría a
ser Rey de Aragón y más tarde de España, Fernando, al casarse con Isabel, se
encontraba en la villa navarra y a punto de dar a luz, tuvo que ser llevada a
Sos del Rey Católico, con toda prisa, para que naciera en su Reino Don Fernando el Católico.
En Sangüesa, un pueblo lleno de arte arquitectónico, con industria y parece ser
que van a regar su monte, con el pantano de Itoiz, en tanto que Sos del Rey
Católico, después de haberse quedado despreciada de la capitalidad de las Cinco
Villas, se quedará de secano. ¿Cómo no se comunican estas villas más con
Navarra, para que en lugar de despoblarse, se instalen industrias?.
Pero no fuimos a Sangüesa, sino
que nos dirigimos a Tafalla, donde no soplaba aire frío, como lo hacía en Ujué,
y uno recibía la impresión de haber llegado a la capital de la comarca, por su
clasicismo y por su desarrollo industrial; éste lo contemplamos al bajar de
Pamplona, pero su clasicismo lo comprobamos al pasar por una gran Plaza, que
hay al lado de la carretera, un poco sobre ella y a la que se sube por unas
escaleras de unos pocos peldaños. Aparcamos y subimos por ellas y contemplamos
unos arcos o porches enormes y todos de piedra, presidido por esos arcos había
una calle cubierta con locales de comercio, bares y garitas donde vendían
obsequios para niños. Me llamó la atención un restaurante, en el que entré
cuando estaban preparando los distintos salones para celebrar alguna boda y su
dueña me atendió maravillosamente, ya que en lugar de despacharme, pues ella
misma dirigía la serie de operaciones que había que realizar, el ambiente del
restaurante era del de un museo de
categoría, porque en él estaban colgados cuadros religiosos antiguos con santos
y obispos, otros del siglo pasado de pianistas y compositores, que pendían de
la pared, sobre pianos de cola y sin cola y armonios; se veían esculturas, unas
de carácter sagrado y otras paganas. Al marcharme la felicité por poseer tal
mundo artístico, pero sobre todo por no cesar en el interés por su trabajo.
Dentro de la Plaza había un kiosco parecido al de Huesca y un monumento laico, casi
igual al que preside en la capital oscense el Cementerio de las Mártires, dedicado
al republicano don Manuel Abad, que fue fusilado en Huesca el día 30 de Octubre
de 1848,después de ser entregado por mi bisabuela doña Margarita Vallés, a las
tropas de Isabel II, con la condición de no ser fusilado. Con esta detención se
acabaron los privilegios de los Infanzones. Ahora descansa aquel republicano en
la ciudad donde nació, aunque otros dicen que vino al mundo en Siétamo. El
monumento de Tafalla, igual que el de las Mártires, enterradas en el Monasterio
de Leyre, sólo tenía escrita la fecha de 1845.
Fuera del cubierto de los arcos,
paseaba acompañado de varias elegantes
damas, un señor, vestido de negro con un
largo abrigo y, cosa extraña de no tratarse de Navarra, iba cubierto con una
enorme y elegante boina, lo que es difícil de ver fuera de esta zona, entre
otras razones porque más al Sur, ya en el Ebro, el cierzo las de tal tamaño las
pasearía por el aire. En el restaurante pude ver unos cuadros de gallardos militares carlistas, que
llevaban unas boinas iguales que las del señor que pasea por Tafalla, con la
diferencia de no ser negras, sino de algún colorido, preferentemente rojo. Parecía
un gran Patriarca, que daba la impresión de que habrían vivido siempre él y sus
antepasados, en una continúan preocupación por Tafalla. Al ver tal signo de
conservadurismo o de tradición, me acordé de otro hijo de la misma ciudad, también
hombre de gran tamaño corporal y sobre todo espiritual, que fue un progresista
entre los obispos españoles; se trataba de nuestro querido y ya difunto don
Javier Osés Flamarique, enterrado en la catedral de Huesca, donde a pesar del
paso del tiempo, todavía le ponen flores
delante de tumba de piedra. Al pensar en él, me acordé de sus hermanas, que
viven en tan clásica y próspera ciudad.
Es bueno que haya ideas que respeten
los tiempos pasados, en que se construyen molinos y hoy los reconstruyen. Por
eso también es bueno que haya gentes que se dediquen a crear industrias, para
que la población pueda vivir con dignidad y así parece ocurrir aquí, donde hay
celo por el bienestar de sus habitantes, pues no habiendo cine, la juventud se
aburre, y ante la petición de los jóvenes y de sus padres, se ha levantado una
Casa a la misma juventud, como alternativa a la calle, con la oportunidad de
poder asociarse para aglutinar toda clase de actividades.
Al pasar por Navarra, queda uno
impresionado por el número incalculable de “navarrerías”, que uno contempla y
escucha.
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