Estando acomodado en un Hotel de
Comarruga, cuando salía de la habitación para usar el ascensor, me fijaba, cada vez que pasaba por delante del mismo, en
contemplar apoyadas en la pared e implantadas en un recipiente, diez cañas
gigantes. Llamaban la atención por su tamaño y por el brillo de su color negro
y brillante. Son vegetales, que tanto en Africa, como en España, son cañas de
bambú, que llaman la atención por su
tamaño. Pero en aquella ocasión me enteré de que golpeándolas con los dedos, lanzan
sonidos musicales. Yo conocía aquellas cañas musicales, que usaban los
indígenas de Africa, unas veces como lanzas,
con las que se defendían y cazaban los indígenas de Africa, pero ignoraba que sus estructuras, fueran capaces de producir sonidos musicales.
Pero, un día cualquiera, al salir
de la habitación del Hotel, me ha llamado la atención la escena entre una señora,
que me daba la espalda, frente a las diez cañas de bambú, a las
que siempre había observado silenciosas, pero que ahora hacían sonar desde
ellas notas musicales, porque la citada señora, que no me veía por estar de
espaldas a mí, estaba golpeando con sus dedos, unas veces elevados hacia arriba de las cañas y otras
que los bajaba en las mismas cañas, que hacían sonar una música africana.
Se dio al fin cuenta de mi
observadora presencia y se llevó una inesperada sorpresa. Admirado de su amor al arte musical, después
de saludarla, le pregunté cómo se llamaba y me contesto que Natividad,
precioso nombre, que precede a su noble
apellido de Prieto.
Conservatorio Fracassi , Buenos Aires. |
Ese nombre se adapta muy bien a
la música, confesándome que, que en
Buenos Aires, en el “Conservatorio
FRACASSI”, fue durante algún tiempo profesora de Música. Su rostro alegre y sus
dulces palabras, confirmaban su pasado musical, pues sentía la belleza de los
sonidos en aquel adorno de cañas de
bambú, en la escalera del Hotel.
Al confirmarme la naturaleza
africana de estas cañas de bambú, que en su vida vegetal aspiran por un lado ,
a la defensa de las vidas humanas, convertidas
en lanzas y por otro lado Natividad
me estaba demostrando, su
capacidad de producir música tañendo esas cañas de bambú. Recibí una lección, sobre la armonía entre Natividad, hermosa
mujer y las cañas de bambú, que estaban instaladas en el rellano de la escalera
de un Hotel, para alegrar la vida de los humanos, de una forma tan espontánea,
Su condición de profesora de
música, detuvo mis pasos en el rellano
de la escalera, al contemplar esas cañas de bambú, africanas y se puso
espontáneamente, a dar un concierto
musical. Ella, no sé si era argentina,
lo que explica su curiosidad por todos los instrumentos, fundados en la cañas, incluso las africanas, al recordar los instrumentos musicales, fabricados
también con cañas, que alegran la vida
de los sudamericanos. Aquellas ornamentales cañas de bambú, le recordaron
aquellas flautas sudamericanas, fabricadas también con cañas que suenan, por ejemplo, en Argentina.
Estaba la señora Natividad, buscando
sonidos musicales en aquellas enormes cañas de bambú y estaba haciendo lo mismo que toda la
humanidad ha hecho desde hace ya muchos siglos.
No sé si aquellas cañas de bambú
eran flautas u otros instrumentos musicales. Pero las flautas tienen una
antigüedad, la mayor que se conoce,
porque en Alemania queda una flauta de
hueso de unos 43.000 años. Desde
entonces se han seguido construyendo flautas, que en ocasiones eran simplemente
silbatos, unas de hueso y
las había de madera, de cerámica y de
caña. Dicen que la estructura más
habitual es un tubo de una sola pieza, cilíndrico
o ligeramente cónico con embocadura, ventana, con la ranura
en la cabeza, con siete orificios para los dedos (el último doble) y otro para
el pulgar.
Nos saludamos la señora Natividad
y yo mismo y ella marchó a seguir su viaje por
el mundo, sin abandonar su placer por la música.
Pero no me abandonó la curiosidad
por la música, porque me vino a buscar al Hotel, el Maestro Jubilado Don Manuel
Puerto y con nuestras esposas paseando por el pueblo de El Vendrell, nos
sentamos en un banco en una pequeña Plaza, presidida por la estatua de Pau Casals, que estaba representado sentado en otro banco,
haciendo sonar un violoncello, que estaba mudo, pero que imponía en los
corazones sonidos admirables.
Había pasado de la música primitiva de las
cañas del Hotel a la divina música de Pau Casals. Entonces nos pusimos con Manolo
Puerto a dialogar de nuestra experiencia musical. Y me explicaba como en las
vallas, usadas en las obras, había visto, en ciertas ocasiones, como ciertos individuos
impulsados por la necesidad, que sentían de
escuchar la música, hacían agujeros en los tubos férreos y soplando por
uno de ellos, hacían sonar la música. Pero no sólo se acordaba de esos
instrumentos musicales rudimentarios, sino que
de niño, en una fiesta, en la que no se podía escuchar música, por falta
de instrumentos musicales, un hombre que necesitaba oírla, cogió un embudo
normal y se ponía en su boca la parte más estrecha y soplaba. Con la palma de una de sus manos, regulaba
el paso del aire por su parte más ancha,
tapándolo o abriéndolo y aquel soplar y resoplar, se convertía en alegre música. Me explicó que
con unos modernos bastones, en que en la parte de apoyo de los codos,
continuada con la parte en que apoyaba la mano,
hacían algún agujero para dar paso al aire y al soplar, sonaba la
música. El profesor Manuel Puerto, al hablar de la música producida por las cañas,
se acordó de que en el pasado mes de Agosto,en la Plaza de delante del CIBOLIS,
donde se encuentra la Escuela de Música del Vendrell, contempló un individuo,
que hacía sonar cualquier instrumento, que encontrara. Por ejemplo, cogía un
tubo de plástico, que se usaba para instalaciones eléctricas, le abría unos cortes, para que corriera el
aire, soplaba y hacía pasar el aire por el tubo y hacía sonar música.
No sólo en El Vendrell, sino
incluso en mi pueblo de Siétamo, al lado de Huesca, los niños hacíamos flautas
con cañas, para hacer sonar la música, que si no brotaba armoniosa, la
ayudábamos a sonar bien, lanzándola con
nuestra garganta, a través de nuestra boca.
Allí cerca está la escultura de
Pau Casals, que empezó de niño a sonar la música, con un pequeño violín, que el mismo creó con una pequeña calabaza,
que lo ha hecho sentar en el banco musical de El Vendrell. Su música suena por
todo el mundo. Pero siento que los visitantes oscenses, no puedan escuchar
además del catalán, el castellano y ¿por qué no la fabla aragonesa?. De todas
formas,escuchando aquella música casi divina,se entiende todo lo que pasa con
las lenguas humanas.
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