José Mairal Ferrando, se considera a sí mismo como el último molinero de esta Provincia de Huesca. Yo no sé si quedará en toda ella alguno más, pero, cuando uno se acuerda del Molino de Pertusa, del molino de Quinzano y de tantos otros, le resulta fácil acordarse de distintos molineros, que en su vida conociera. Yo me acuerdo de ver a José Mairal Ferrando, de molinero durante catorce años en Los Molinos de Sipán. En el río Gustizalema, que baja a través de la Sierra de Guara, desde Nocito, debajo de Vadiello, donde se asentaba un pueblo con dicho nombre, ahora convertido en un pantano, que suministra agua a Huesca capital, hay un pueblo encantador, que muele olivas y muele cereales, y que lo llaman, Los Molinos de Sipán. Allí, a orillas del Guatizalema, vive la viuda de José María Calvo “de Los Molinos”, Doña Aurora, con cerca de cien años de edad, amante y amada por sus hijas, y con recuerdos del pasado, como el de su esposo José María, conservador de los Molinos y de la gran figura humana su hijo. Le quedan nubes oscuras, es decir de lo que pasó para la Guerra de mil novecientos treinta y seis, de la que conoció entre otros muchos, a Fillat de Santolaria, padre de los “zapateretes” de la Plaza de San Lorenzo, que fue asesinado durante la Guerra Civil. En los siglos pasados, en medio de aquellas aguas, que convertían las olivas en aceite y los trigos en harinas, que parecían cantar, a la Naturaleza, bajando de las alturas, con sus músicas frescas, unas veces alegres y otras tristes. Nació cerca de Los Molinos, en el pueblo de La Almunia del Romeral, y se casó al lado de las aguas del río, pasando por el Molino. Yo, personalmente, acudía a su Molino a buscar el aceite, resultado de la molienda de unas olivas que le llevé, y Aurora, ponía todo su interés en servirme un aceite, suave, pacificador y brillante.
Además del Molino de Aceite,
estaba muy cerca de él, el Molino de Harinas
y ambos molían en aquel lugar, a
orillas del río Guatizalema. El Molino
aceitero, todavía funciona, bajo la dirección del Alcalde de Loporzano, Jesús Escario Gracia, natural de Aguas, con
cuyo padre tenía yo, una gran amistad.
Pero en el Molino de Harinas, conocí a su
molinero, que me dijo: ”Yo, José Mairal
Ferrando , me considero como último molinero de la Provincia de Huesca. Mi
origen, procede del Molino de Alquézar y por tanto yo soy molinero, mi padre
molinero, mi abuelo molinero, mi bisabuelo molinero y sus antecesores eran
también molineros”. Añade que nació en el Molino de Almuniente, el día diez de
Agosto, de mil novecientos
veintiueve, de modo que va a
cumplir dos días antes de la Fiesta de San Lorenzo, ochenta y cuatro años. De Almuniente pasó a moler
al Molino de Nueno, pero acabó por hacerlo en Los Molinos de Sipán, donde
trabajó hasta el año de mil novecientos cincuenta y nueve, después de pasar
catorce años y con esta fecha se convirtió en el último molinero, según se
considera él mismo. Yo lo conocía porque frecuentaba aquellas carreteras, unas
veces por ir a buscar aceite y otras porque las recorría, como Veterinario.
Ahora nos vemos con frecuencia, porque vive en la capital de la Provincia, al
lado de donde vivo con mi familia.
José Mairal Ferrando, se considera a sí mismo
como un Molinero de cereales, pero sin embargo, recuerda la Almazara de los
Molinos de Sipán, que permite gozar de las cualidades organolépticas tan notables y tan agradables, como las tajadas de pan, empapadas de aceite
puro. De esta agradable bocado me acuerdo de haber gozado de él, en Quinzano,
en el Molino de mi contrapariente Juan Lino y de sus socios, que siendo yo
veterinario de Bolea, me quisieron obsequiar.
No se acuerda sólo el Molinero de
Los Molinos de Sipán, de su buen trabajo, moliendo trigo con unas piedras
circulares, importadas de Francia, sino que recuerda a San Martín, al que
todavía ama como Patrón de los molineros. Me dice que este santo, al
encontrarse a un pobre, helado de frío, partió su propia capa, para vestirlo con media de ella y abrigarse a
sí mismo, con la otra mitad. Recuerda la fiesta que celebraban el día del santo
y me dice, que encima de Vadiello, se encuentra, camino de Nocito, una Ermita
de San Martín. San Martín partía su capa para repartir calor entre los que lo
necesitaban y José Ferrando se ponía a partir los granos de trigo, hasta convertirlos en harina, para que los seres
humanos no pasaran hambre.
Desde la Hoya de Huesca se
divisan las dos enormes alpargatas de piedra que dicen eran las de San Martín.
Cuentan que cuando bajaba por los montes de la Sierra de Guara, huyendo de los
gigantes de la Montaña, que ocultaban a los hombres del Somontano las diversas
artes de la Agricultura, se cayó San Martín y se le llenaron las alpargatas de
granos de trigo. Con esa semilla, empezaron los somontaneses a sembrar trigo, para obtener el pan de cada
día. Más tarde San Martín fue copiando las diversas herramientas para el
cultivo y aprovechamiento de sus productos. José María Mairal Ferrando y sus
antepasados, se especializaron en hacer moler a las piedras, en las orillas de los ríos, y de la misma
forma que algún día algún hombre empezó a moler, ahora se ha quedado ese José María María Mairal Ferrando, declarandose “el último molinero”.
Y esta vida molinera no se pudo
escapar de las canciones que cantaban en
los molinos los molineros y que esperaban las molineras. Wilhein Müller escribió “La bella molinera”, que
nos hace leer y escuchar unas veinte
canciones que nos hacen sentir el optimismo alegre hasta la desesperación. Eso
nos ocurre cuando pensando en el amor, vemos como el molinero espera a la
molinera, unas veces nos conduce a la alegría, otras a la desesperación, pero
siempre animados por la Naturaleza, como en Sipán, donde en Casa Arnal,
derribada por la Guerra Civil, se contempla un escudo, que parece no ser de armas, sino de paz,
porque en él , están representadas en piedra un “arna” o colmena, de donde
salen unas abejas que reparten el polen por las plantas herbáceas y los árboles
frutales.
El “último molinero” sabía y sabe
algunas de estas canciones, como la siguiente, que me escribió en la hoja de
una libreta y que así dice: “No vayas, niña al Molino y no pienses en moler,
porque te puede pasar, que con el trigo que lleves, todo lo puedes perder.
Perderás trigo y dinero y tu virtud, escaldada quedará por el Molino. Es mejor
que ser soltera, salir casada del
templo”.
Cuando paso por el río, me parece
que el conductor de sus aguas, me está confiando las bellezas de la vida
molinera, con las orillas del agua, que son la Naturaleza.
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