Érmita de Liesa. |
Siempre, en mi vida, me han
llamado la atención esos refugios miserables, donde los pobres van a dormir.
Ahora, ya acuden menos mendigos, pero en
tiempos en que todavía se conservaba en Siétamo, la Caseta de los Pobres, era
casi diario el paso de los mismos. Esta Caseta, se encontraba en un lado de la antigua
Vía Romana, y hoy es una cabañera o paso de ganados, que partiendo de Huesca,
llegaba a Alquézar. Era un edificio de una planta, con paredes de piedra y como
techo, tenía una bóveda también de piedras de sillería, que para evitar la
entrada del agua de lluvia, estaba cubierta con tierra arcillosa o “buralenca”,
que se conservó durante muchos años. Por el sur tenía un portal pero sin
puerta, y además no poseía ventanas. Muchas veces en mi vida me asomaba por el
portal hacia adentro, pero nunca me atreví a penetrar en ella, por la
proliferación de parásitos. Recuerdo que algunas veces, había por el suelo
paja, que algún viajero pobre, habría bajado de alguna era y la echaba para
dormir caliente y acomodarse un poco sobre ella. He pasado muchas veces por
delante de la Caseta de los Pobres, pero ahora ya no existe tal edificio, que
en otros tiempos alivió la pobre vida de las personas. Sencillamente ya no se da
tal obra humanitaria de aquellos tiempos pasados, porque un día, sin esperarlo
nadie, se hundió. Menos mal que ya no se acomodaba en ella ningún pobre, porque
en estos tiempos pasados, igual que a mí me producía melancolía entrar en la
Caseta, a los mismos pobres les parecía mejor, acostarse en los porches del
edificio del Ayuntamiento. Algunos peregrinos de Santiago de Compostela, se
quedaban en casa Almudévar, donde los acogía mi esposa Feli.
Un día me preguntó Vicén D´o Río,
que donde estaba el Lazareto de San Lázaro en la Villa de Siétamo. Yo,
ignorante de la historia diaria de los peregrinos y de los mendigos, que
pasaban por esa Via Romana, más tarde utilizada solamente para que por ella
bajasen los rebaños de la Montaña a la Tierra Baja, me puse a preguntar a todo
el mundo, pero no me supieron contestar. Al no encontrar una respuesta de las
personas mayores del pueblo, ya
desanimado, me encontré al señor Escartín y este me dijo que hacía ya más de
setenta y tantos años, estaba escrito el nombre de Lazareto de San Lazaro,
encima del portal de la Caseta de los Pobres. Este señor se ha muerto muy cerca
de los cien años de edad. Entonces pensé en el carácter oficial de dicha Caseta
de los Pobres o Lazareto de San Lázaro. Estaba al lado mismo de la Vía Romana,
que iba desde Huesca a Alquezar y casi a la entrada del Castillo-Palacio, donde
nació el Conde de Aranda. Estaba el Lazareto en la parte baja y el Castillo en
la parte más elevada del fin de la meseta que baja del Norte al Sur. La Via
Romana o camino que de Huesca iba a Alquézar, pasaba rozando con el Torreón del
Castillo –Palacio, que se supone tuvo su origen en tiempos de los árabes, o más
bien de los romanos. A pocos metros de
distancia, en la parte baja, estaba el Lazareto. Antiguamente la gente que
pasaba por esos caminos, se paraban en dicho Lazareto, donde eran
inspeccionados para comprobar si sufrían alguna enfermedad. Si la padecían,
quedaban recogidos en él. Varias enfermedades infecciosas podían sufrir los peregrinos
y mendigos, siendo frecuente la lepra. El cementerio estaba encima del
Lazareto, pero los enfermos que morían a causa de alguna peste, eran llevados y
enterrados en el Barranco de los Muertos, a cierta distancia y al lado de la
Via Romana, en el monte de Siétamo, antes de llegar al monte de Liesa. La gente
recuerda una peste que obligó a los habitantes de Siétamo a enterrarlos en
dicho Barranco.
Pero esta Caseta de los Pobres,
no tuvo en su historia la única misión de acoger a los mendigos, porque durante
la Guerra Civil, se refugiaron en ella un gran número de, sobre todo, mujeres y
niños de Siétamo, para protegerse de los bombardeos de la aviación. Cinco
bombas cayeron alrededor de la Caseta, donde se refugiaban gran número de
gente, que la llenaba. Para poder respirar se ponían un palo entre los dientes,
para poder respirar. Allí estaban, Juana Periga de Santolaria, madre de José
Ferrando y de Concha , el padre de la señora Joaquina Latre, madre de Antonio y
esposa de Joaquín Bruis. También se encontraba en aquella masa de personas
Alejandra Piedrafita, hija de un caminero, llamado el señor Pedro. Se
encontraba en medio de ellos la gruesa señora Encarnación Lafarga, esposa de
José Mora, que después de la Guerra murió en Madrid. Estaba también la esposa
de Andrés Lobateras, Juliana Arnillas, que después de los bombareos se fueron a
Bespén. Debajo de la chimenea, se encontraba sentada la señora Juana Periga, y
por su abertura le caían restos de las explosiones de alrededor y la gente le
gritaba: ¡Señora Juana , quítese de ahí!.Ya quedan pocas personas que se
acuerden de dicho refugio, pero Joaquina Latre,esposa de Joaquín Bruis, se
acuerda de dichos momentos, como si hubieran ocurrido tan sólo unos días. No he
podido hallar la fecha en que esto ocurrió.
Sin dejar la Vía Romana, se
llega, dentro del mismo término municipal de Siétamo, al Cementerio del
Barranco, y poco espacio más hacia adelante, se alza el pueblo de Liesa, con
cuatro templos, uno el de San José ya desaparecido, y queda también la Ermita de Santa María del
Monte, totalmente decorada de pinturas románicas en sus muros y en su bóveda. La
imagen de Santa María del Monte, fue robada, no hace muchos años por un célebre
ladrón, que presumía de artista. Esta Ermita fue declarada Monumento Histórico
Artístico en 1931. En la Diputación Provincial de Huesca se conserva la Tabla
románica de San Vicente Mártir. ¿Por qué los de Siétamo enterraron a los
muertos causados por las pestes, cerca de Liesa?. Parece que toda la vigilancia
del camino o al menos de una parte de él, era dirigida por los Sanjuanistas de
Foces, según explicó Don Ricardo del Arco. Desde Siétamo, antes de llegar a
Liesa se encuentra al lado de la Vía Romana, la Ermita de Santa María del
Monte, en la que se encuentran dentro de su pequeñez, muestras de los estilos
románico y gótico. Los Sanjuanistas de Foces convirtieron en Lazareto y Hospital,
los alrededores de la Ermita, para atender a los peregrinos y caminantes por la
antigua Vía, que por el tercer miliar de Tierz, por el Quinto, por el Estrecho
Quinto, por el sexto y por el Séptimo o Sieteno de Siétamo, comunicaba Huesca
con Alquézar.
Este Lazareto de Siétamo, tan
cercano al Castillo-Palacio de los Barones de Siétamo, Marqueses de Torres y
luego Condes de Aranda, hace pensar en la vocación de los Sanjuanistas y de la
Nobleza en la salud del pueblo. Un Abarca de Bolea se casó con una hija
del Castro aragonés, dueño del Castillo
de Siétamo, dándole vida al Señor de Siétamo y Marqués de Torres de Montes, llamado
Martín de Bolea y Castro, que dominó la Villa de Siétamo, además de Puy de
Cinca el año de 1578. Este Martín Abarca, fue un gran escritor español, al que
admiró Baltasar Gracián y también Lope de Vega; entre sus obras destaca el
Libro de Orlando, que siguió con la materia de Orlando el Enamorado(1578) ,
además de Las lágrimas de San Pedro. También tradujo los relatos de los viajes
de Marco Polo (siglos XVI y XVII).Fue hermano de Ana Francisca Abarca de Bolea,
Abadesa de Casbas y escritora en aragonés y castellano. Estaba el Castillo-Palacio al lado de la
antigua Vía Romana, que iba a Alquézar y a unos doscientos metros, estaba el
Lazareto, que conocimos en Siétamo como Caseta de los Pobres. Martín Abarca de
Bolea, fue antecesor de Don Pablo Abarca de Bolea, Conde de Aranda, que tuvo
una gran amistad con los Azara de Barbuñales y de Siétamo, que influyó en el
nombramiento de Párroco de Puy de Cinca a Mosen Azara. En dicho pueblo todavía
se pueden ver las Armas de los Señores de Castro. Pero no sólo tuvieron
influencia los Abarca de Bolea y los Castros en este nombramiento, sino que al hermano de Mosen Azara, es decir a
Felipe de Azara, de Siétamo, los regidores del Santo y Real Hospital de
Zaragoza, lo nombraron “Questor”, para pedir limosna en el “actual Lugar” o
pueblo de Siétamo. Este nombramiento, lo hizo el Marqués de Cuylus, por mandato
de su Excelencia Manuel Guara, en 1718.Ese comportamiento del Gran Hospital de
Zaragoza, pone de manifiesto la inquietud que ya desde hace muchos años, tenían
los gobernantes de Aragón y el pueblo llano con la salud y la vejez de los aragoneses.
¿No estarían el Lazareto de Siétamo y el de Liesa con San Miguel de Foces
unidos en su defensa de la salud de los caminantes?. Los Sanjuanistas, según
Don Ricardo del Arco, mientras estuvieron en Foces, se ocupaban del cuidado y
de la defensa de la Vía Romana desde Huesca hasta Alquézar. En el siglo XIII el Obispo de Huesca Monseñor
Sola, fue Comendador del Hospital de Foces, en Ibieca. En este siglo XIII, ya
disponían de una hospedería de peregrinos y en Liesa, de un Hospital de Leprosos.
Artal de Foces en 1258, fue Procurador General de Valencia y dice el Padre
Huesca, que Artal dio “su castillo y Villa de Foces a los Caballeros
Sanjunistas para hacer un convento con comendador y trece frailes presbíteros”.
El citado Obispo de Huesca Don Domingo de Sola, hizo a Fray Juan de Mallio,
Comendador del Hospital de Foces. En el pueblo de Foces se alzaba un castillo
roquero, quizá de origen romano, para defender el Camino o Vía Romana, igual
que la defendía el primitivo Castillo de Siétamo, al lado mismo de dicha Vía Romana. Acababa dicha
Vía en Alquézar, donde en la roca más alta existen los restos del antiguo castillo o Castro, defensor de la Vía
Romana. Esta zona tenía una vida propia y se comunicaba por dicha vía. Ahora
con la carretera N-240, ha desaparecido la actividad entre Huesca y Alquézar,
por donde se hacía el comercio, el traslado de ganados y las peregrinaciones y
el paso de los mendigos.
En 1258 Artal de Foces fue
procurador General de Valencia e hizo coincidir la arquitectura de su Catedral
con la del Tempo de San Miguel de Foces. Si desde tan lejos tuvo influencia el
pueblo de Foces con su maravilloso templo sobre la Catedral de Valencia, ¿cómo
nos ha de extrañar que a lo largo de la ruta de la Vía Romana de Huesca a
Alquézar, influyeran las normas sobre la salud de aquel camino?. Los Templarios
cuidaban los caminos, pero al ser disueltos, se sustituyeron por otra Orden, la
De San Juan, que también tenían por misión defender los caminos. Con la
desaparición de los Sanjuanistas de Foces, por obra de un judío, el convento de
Foces quedó desierto, igual que su dependiente Casa de Ejercicios Sanitarios en
Santa María del Monte. ¿Entonces el Lazareto de Siétamo, dependió de los Castro
y más tarde de los Aranda y Castros, al estar tan próximo a su Castillo?.
Aquella zona entre Huesca y
Alquézar, unida por la Vía Romana, desapareció como si fueran muchas las
porciones de ella y en mi pueblo de Siétamo, nadie sabía ya que estaba
comunicado con Liesa, Ibieca, Bascués, Casbas de Huesca, Abiego de donde se
seguía a Rodellar para pastar el ganado, en terrenos de los Marqueses de Torres
de Montes y Barones de Siétamo, como lo condujo hace ya generaciones de Casa
Almudévar, José Almudévar y Altabás; éste era natural de Barluenga, que se casó
con Francisca Escabosa Azara, última mujer con el apellido Azara de Siétamo.
Pero siguiendo la Vía Romana se subía a Sieso, Adahuesca y Teviño y Alquézar, al
trazarse la carretera N-240, en lugar de subir a Alquézar por el Somontano, se
subía a los distintos pueblos verticalmente desde dicha Carretera General.
Han pasado por la Vía Romana, la
Iglesia, la Nobleza, por ejemplo con los
Señores de Foces, los Castro, los Templarios, los Sanjuanistas y los pobres uno
detrás de otros e el tiempo y en el caminar. En la Caseta de los Pobres o
Lazareto de Siétamo, cuidaban su salud con los reducidos medios antiguos y lo
mismo ocurría en el Hospital de Liesa, al lado de la Ermita de Santa María del
Monte y en Ibieca, junto a los Sanjuanistas del Convento de Santa María de
Foces y llegaban al lugar maravilloso de la Naturaleza, Alquézar, donde
consolaban a aquellos pobres, no siempre de cuerpo, las figuras de Santa Nunila
y Alodia.
Ya no queda en Siétamo la Caseta de los Pobres, pero todavía quedan
hombres de color oscuro, que, sin pedir, obtienen su alimento en los basureros
y van y vienen caminando, caminando a
Huesca capital. Pero no se acuerdan de los Lazaretos, ni de los Sanjuanistas ni
de aquellos que amaban al prójimo como a sí mismos. Gracias a Vicen D`o Río,
por haberme hecho recordar que la Caseta de los Pobres, era un Lazareto de San
Lázaro. Pero lo necesario es que nos acordemos de los pobres, en estos tiempos
en que ya debían de haber sido olvidados.
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