martes, 23 de febrero de 2010

El paso del tiempo por la Fuente del Ángel

El día ocho de enero de 2010 me encontré a mi amigo Manuel Bescós Royán, en el parque, debajo de donde antes manaba la Fuente del Ángel. Hemos conversado de aquellas veces en que también nos encontrábamos caminando por el camino que comunicaba aquella fuente con Huesca y a ésta con otros que conducían, uno a Obras Públicas, otro a la Torre de Casaus y a la Torre de Bescós, donde vivía Manolo con sus padres y con sus numerosos hermanos, pues eran unos diez. Todos eran rubios o "royencos", palabra aragonesa equivalente a la castellana. Su madre tenía el apellido occitano de Royán, que se derriba del color rubiáceo de su familia. El padre de los hermanos Bescós, tenía la misma procedencia que María Cruz Bescós, escritora de una gran cultura e hija de Silvio Kosty, realmente llamado Manuel Bescós Almudévar, pues su padre ingeniero nacido en Santa Cilia de Panzano, se casó con una Almudévar, hermana de mi abuelo Manuel Almudévar Vallés, de Siétamo. Manuel Bescós estaba poco informado del origen de su apellido, ya que su padre era huérfano desde los seis o siete años de su edad y fue la misma María Cruz Bescós la que le informó de que ella era su tía y le prometió que le daría el hermoso hogar de mármol, con cuyas brasas calentaba el piso. Murió, pero no le dio nada, lo llevó en alguna ocasión a tomar un café a su casa, frente a esos enormes árboles plataneros, que todavía se elevan hacia arriba, por la protesta que levantó María Cruz Bescós, cuando el Ayuntamiento los iba a talar. A mí tampoco me dio nada, pero José Enrique Palacio de Pertusa, acordándose de mi parentesco con la autora me entregó un libro de María Cruz, que le habían dado, cuando su autora murió. Cuando salías de Barrio Nuevo, por el Instituto de Higiene, ya se había acabado la ciudad, pues todo eran campos y por encima del Parque, siguiendo un camino llegabas a una depresión del terreno, donde se encontraba la Fuente del Ángel. Allí, durante la Guerra Civil, acudí yo alguna vez, acompañado por una familia que vivía frente a las Capuchinas, a buscar agua para beber, porque el suministro, estaba cortado. Cuando iba yo a ver a mis tíos a la Torre de Casaus, una vez pasada la vía del ferrocarril, a veces me encontraba con Manolo que iba a la ciudad, desde la Torre de Bescós, donde vivía. En esas caminatas, nos dábamos cuenta de que se iban construyendo nuevos edificios, como por ejemplo el de la Seguridad Social, donde en cierta ocasión, dijeron que habían encontrado una mina de mercurio. Parece ser que se trataba de algún aparato, quizá algún termómetro romano, que se rompió y allí quedó el mercurio. Pero no sólo quedaron restos romanos, sino que un peón, al que yo conocí, encontró muchas monedas medievales, que me parece recordar que eran de los moros. Estuvo el pobre hombre en la cárcel, pero al fin le pagaron alguna cantidad, que le correspondía por haber encontrado tal tesoro. Manolo después de más de cincuenta años, me recordó lo del mercurio y yo le recordé lo de las monedas. Manolo es pariente de Casa Claraco, cuyo dueño labrador oscense es un gran devoto de la Virgen de Jara, a la que dejó un campo para acoger a los oscenses cuando van de romería. ¡Cuántos años sin hablar de Huesca y qué alegría nos ha producido, la conversación de hoy! ¡Qué gran oscense de casta, el Manolo Bescós!

sábado, 13 de febrero de 2010

Concepción Guarga de Ola

Cuando voy al pueblo de Ola, que está situado muy cerca de Siétamo, a la derecha de la carretera que baja desde Siétamo hasta Caspe, veo una noble casa, toda de piedra y que está datada en mil seiscientos ochenta y cinco. Se trata de Casa Guarga de Ola, a la que tantas veces me he mirado, para recordar a los Guarga de Ola, entre los que se hallaba mi tía Concepción, del mismo apellido. Este apellido tiene unos orígenes antiquísimos, pues es el nombre de un río que nace en la Sierra de Gallardón y desemboca cerca de Caldearenas, en el río Gallego.¿Quién se acuerda de los habitantes de tal Sierra?, como ¿quién recuerda a los Guarga de la casa del mismo nombre?.Sin embargo yo tengo presentes en mi memoria a los Guarga de Ola, porque Concepción Guarga fue pariente mía. ¿Quien se acuerda de los Guarga?, pues son los mismos Guargas , que todavía están en este mundo y luchan por la conservación de su apellido.
Pero no sólo tenemos que pensar en el futuro, sino también estudiar el pasado y antes de llamarse la casa de Concepción, casa Guarga, se llamó Casa Aysa y este nombre se cambió no por abandono de los Aysas , sino porque en una de sus generaciones tuvo como heredera a una mujer, que se casó con un Guarga. Esta familia levantó la casa en una de cuyas fachadas pone la fecha de 1685 y creó una casa de los Aysa, que en lengua vasco ibérica quiere decir “buen pasar o bienestar” .
Manuel Almudévar Cavero de Siétamo tuvo cinco hijos, a saber cuatro hermanas y un hermano, llamado José María, que se casó con una hija de Casa Sipán de Siétamo y tuvieron una hija, a la que llamaron Pilar y de apellidos Almudévar Sipán, A esta Pilar la conocí yo en mi casa de Siétamo, porque frecuentaba nuestro hogar, donde recuerdo como en cierta ocasión se cayó muy cerca del fuego, pero no se hizo nada. Se reía con su pañoleta atada sobre su cabeza y con largas sayas. Este hecho ocurrió antes de la Guerra Civil, cuando yo tenía unos cinco años. Vivía ya viuda en la casa de su padre José María Almudévar en Siétamo, pero iba por Lalueza donde tenía familia y ayudaba a sus primas a resolver sus faenas domésticas. Se casó con un Narbona y tuvo un hijo que se llamaba José María Narbona Almudévar. Este se casó con una mujer de casa Guarga de Ola, es decir con mi tía Concepción y tuvo un hijo llamado José María Narbona Guarga, que estudiaba en el Seminario y que murió en la Guerra Civil, sin que nunca se supiera donde fue enterrado y una hija, llamada Pilar Narbona Guarga, que se casó con un catalán, hombre simpático y trabajador, que se llamaba Chaume Vilaseca.
Esta casa ha tenido varios propietarios, siendo el primero con el apellido Aysa, del que figura el escudo en su fachada con cuatro cuarteles en uno de los cuales hay tres angelicos, en otro un castillo, luego las cuatro barras de Aragón y por fin un brazo con una llave en su mano. Es curioso ver como casi todos los altoaragoneses somos más o menos parientes, porque en la Infanzonía de mi apellido sale en la letra G, Miguel Joseph Almudévar de Sieso, que se casó el año 1706, con Ana de Aysa. Este escudo, que preside la fachada de casa Guarga es el mismo que se encuentra en la fachada de la casa Aysa de Huesca, con una diferencia, que consiste en que en el escudo de Ola, se descuelgan dos rasgos esculpidos que representan “ramas bastardas del Rey de Aragón”.
Después casa Aysa pasó a llamarse casa Guarga, porque, como he escrito antes, no les nació ningún hombre, sino una hija, que se casó con un Guarga. Siguió gobernando la casa la sangre de los Aysa, aunque sin ese apellido, sino el de Guarga.

Después vino el apellido Guarga . No sé cuantos años hace del cambio de apellido, porque el vecino de esta casa, llamado Fernando Catevilla murió hará unos tres años (estamos en el año 2008) y siempre había conocido que tal casa estaba habitada por los Guarga, hasta que pasó a llamarse Casa España, cuyo dueño fue el señor Salanova, amigo mío. Ahora la ha comprado un señor de Huesca, que la ha arreglado y ha respetado su antiguo estilo. Ahora es propiedad dicha casa del señor oscense Lafarga, que hace que llamen a la famosa casa, la de Lafarga. No importa este cambio de nombre pues Lafarga ha reconstruido toda la casa con gran gusto y con cariño, con lo que ha conseguido que casa Aysa, siga siendo la casa del “bienestar” en nuestra primitiva lengua vasco-ibérica”, a pesar de que faltan unas enormes y bellas puertas, que se llevaron cuando la casa estuvo vacía, antes de comprarla el señor Lafarga.
Se encuentra dicha casa con su fachada mirando al Oeste, en un callejón estrecho y al otro lado de la casa se encuentra un viejo cementerio, donde sólo se conservan dos cruces que presidían otras dos tumbas. Una de ellas tiene tallada una calavera, con dos huesos cruzados debajo de ella y la otra, debajo de la cruz está representado un ciervo; en medio ha desaparecido la piedra o el mármol en que estaba escrito el nombre del difunto, pero debajo aparecen dos letras, una la L mayúscula y otra, me parece que la R, también mayúscula y entre ellas está tallado un arado de aquellos en que se enganchaban las caballerías una al lado de la otra, con un largo madero en medio. Es curioso que ese arado aparecía ya en tumbas ibéricas y tal vez fuese la tradición que llevaba a los picapedreros a seguir poniendo como algo sagrado un arado, que el hombre utilizó durante siglos para trabajar la tierra. En una casa próxima, llamada Casa Baylo, se conservan las armas de Lalaguna, que según dijo el señor Fernando Catevilla, era el que estaba enterrado debajo de la sepultura citada. Ese arado parece ser que manifestaba la fe y la dedicación de aquellos caballeros a la agricultura. Por la cara Norte de la casa se levanta de una altura notable una pared, con una puerta falsa de hierro y dentro de tal puerta se encuentra un antiguo corral, hoy día convertido en un jardín que recuerda los jardines de un antiguo convento, que en lugar de tener un claustro tiene una alta “tiña” o cubierto de elevados pilares de piedra.

Forma esa sección Norte de la casa, un ángulo recto con su fachada y en el punto donde tiene el vértice dicho ángulo se encuentran dos arcos de piedra, de los que uno mira al Norte y otro al Oeste. En ese cubierto se halla un abrevadero de piedra y al otro lado una entrada al cubo donde se preparaba la cosecha de vino y encima de él, pone Año 1685. Estas dos fechas, la de casa de Sieso y la de casa Otal, nos recuerdan el cambio de vida que ocurrió en nuestras tierras de Aragón, porque en 1613, fueron expulsados de ella, los moriscos, todos ellos de religión musulmana, pero casi todos ellos de sangre celtibérica. En Ola y en Olivito vivían muchos de ellos y todavía se puede ver el recuerdo que dejaron en la fuente, donde se conserva un arco de herradura, creado por los moros, que demuestra su presencia. En la fachada principal lucía con orgullo un balcón de hierro forjado, que desapareció cuando casa España todavía no se había convertido en la actual casa del oscense Lafarga, que no tuvo nada que ver con la desaparición del balcón. En escaso pedazo de pueblo se hallan restos arquitectónicos, porque además de los del cementerio y de casa Guarga, se encuentra un edificio, hoy bodega de Otal de Ola, que era la casa donde se partían los diezmos y primicias. Detrás de la pared Sur del cementerio, se halla la iglesia parroquial, en la que se venera a San Urbez, santo aragonés del siglo octavo, que estuvo de pastor en Ola y que hizo manar una fuente en su Señorío. Los libros no dicen nada de la relación de dicho santo con el pueblo de Ola.
Me acuerdo de Concepción Guarga, que era una señora de una dignidad enorme y siempre la conocí vestida de luto y con su mantilla con un libro de misa o de devociones, cogido con su mano, iba a misa a la parroquia. Se veía que había nacido en una casa, que estaba delante de un cementerio y con un corral, que a mí, ahora, me parece un jardín conventual. He hablado del parentesco entre los altoaragoneses y con esta idea, me encontré en un despacho de Abogado a una bella joven abogada, que se parecía a Concepción Guarga y efectivamente eran semejantes, porque además de su digno aspecto, me dijo que se llamaba Guarga y que su origen estaba en Casa Guarga de Ola. Resulta curioso o digno de meditación el ver a la joven con un elegante ropaje de color negro, como si fuera de luto, pero que producía, no tristeza ni lágrimas, sino una alegría espiritual, ligada a nuestra tierra.

Concepción Guarga Panzano nació el cinco de Abril del año mil ochocientos ochenta y ocho, en casa Guarga de Ola..Era hija de Don Miguel Guarga Mur y de su esposa Doña Concepción Panzano López.En la Escritura de división de un patrimonio entre los vecinos de Ola, ante el Notario Don José Delfín Piniés y Cambray, del seis de Octubre de 1898, “ponen primer lugar a Don Miguel Guarga Mur, su esposa doña Concepción Panzano López y su hijo Don Miguel Guarga Panzano,soltero”. Este Miguel Guarga Panzano era hermano de Concepción Guarga Panzano y otro hermano se llamaba Rafael, otra hermana fue María ,que se casó con Buisán, otra Ramona, casada con un maestro de apellido Nieto. Al hijo de Buisán lo conocí y tuve amistad con él. Siendo yo todavía un niño lo vi vestido de soldado de aviación y se trataba mucho con su prima Pilar.
En la escritura sale en tercer lugar, Doña Ramona Guarga Sieso, viuda de Don Manuel Guarga Mur, hermano de Miguel Guarga Mur, padre de Concepción y heredero de Casa Guarga.En décimo noveno lugar aparece Don Vicente Guarga Aisa, casado con Doña Pabla Fondevila Zamora. Este Don Vicente Guarga Aisa, procedía de Casa Aysa.

martes, 9 de febrero de 2010

De la materia al espíritu o de la Guerra Civil al Monasterio de Sigena


















¡Con qué facilidad se hunden los hombres y mujeres en la materia y con qué facilidad se elevan sus almas y sus corazones al espíritu!. Y fuiste tú, amigo Eliseo, el que hoy, día uno de Febrero del 2010, el que, por un tiempo indefinido, transformó mi cuerpo material en un ser espiritual, todo gozoso de la armonía musical de aquellas voces, que cantaban en canto gregoriano : ¡Ave, María, gratia plena!, al mismo tiempo que mis ojos contemplaban la belleza arquitectónica de diversos aspectos del Monasterio de Sigena y de sus pinturas, de un colorido que me hacía ver el cielo. Hace unos días, “contemplando la Sierra, que nos guarda del frío del Norte, me di cuenta de todas las cimas, que en ella se suceden y que nos indican a los hombres que tenemos, no sólo la materia, sino también el espíritu, que muchas veces desconocemos y despreciamos”. Aquellas cumbres de la Sierra me aleccionaron para distinguir la materia del espíritu y me hicieron pensar en una cena que se celebró en el Restaurante “El Faro de Sepes”, situado en la Zona Industrial de Huesca. En aquel Restaurante, en una cena, se reunieron la materia y el espíritu, haciendo reflexionar a los comensales, sobre el placer que sentíamos los hombres y mujeres con la materia de un cerdo guisado, a través de aquellos platos que servían en las mesas, los camareros .Aquella cena se convocó para auxiliar a las personas recogidas por los Hermanos de la Cruz Blanca. Tenía la cena, por tanto, un sentido espiritual, como la que reunió Jesús a sus discípulos en la sagrada Mesa, el día de la última cena. Estaba representado el espíritu por los Hermanos de la Cruz Blanca, allí presentes, y que buscaban recoger la “materia necesaria” para mantener a aquellos hombres y mujeres, que acogen en sus residencias, después de ser despreciados por la sociedad. En aquella caritativa cena .el cocinero del “Faro de Sepes”, nos hizo experimentar el paso de la materia al espíritu, por medio de las tostadas de paté casero, las del tocinico salado, el lomo de cerdo con salsa de manzanas, de tal manera que al consumir las migas, me acordé de rezar:”El pan nuestro de cada día , dánosle hoy”. ¿Quién me iba a decir a mí, que las cumbres de la Sierra, apuntando al cielo, me iban a enseñar el espíritu, que los simples camareros, nos mostraron en aquella cena de un cerdo , pero ,desde luego, cena sagrada.
Hemos pasado de la materia al espíritu, pero en tu pueblo, Sigena, fueron los que destruyeron el Monasterio, los que quisieron tornar toda la Historia de Aragón del espíritu a la más execrable materia. Fueron tu padre y tu madre, las dos personas aragonesas y concretamente de Sigena, las que me abrieron los ojos para ver y aborrecer la revolución del mal. Tu padre fue un hombre de una enorme personalidad y tuvo en cuenta en su vida, así en Barcelona como en Huesca, de la materia y del espíritu, temas ambos de difícil concordancia, pues al ver tratar a un hombre sobre los trabajos manuales, piensa que ese hombre no cree en la otra vida. Pero yo vi en él a una persona que, aunque a veces pronunciara palabras fuertes, dentro de su corazón reinaba una gran sensibilidad. Estando en su casa, en la que guarda en piedra las armas de los Abarca de Bolea, encontradas por él, me aclaró lo que significaba un cuadro pintado por él mismo y que representa la corriente del Río Alcanadre que pasa por Sigena, arrastrando los “testículos “, del caballo de Roldán. ¡Cómo une la historia de la Osca capital con la de Sigena, donde se alza el Monasterio de la Virgen del Coro!. ¡Cómo da explicación al espíritu de los aragoneses por medio de los testículos materiales, arrastrados por las aguas del río, igual que los revolucionarios, por llamarlos de alguna forma, arrastraron el espíritu del pueblo y del Monasterio de Sigena, intentando convertirlos en asquerosas heces materiales!.
No es tan sólo mi testimonio el que tiene ideas del espíritu de Eliseo, sino que el año 1960, la última Priora del Monasterio, a saber Doña Presentación Ibars, escribía lo siguiente, refiriéndose a Eliseo y a Carmela, que la llevaron con la hermana Angelita , a Barcelona:”Fuisteis buenos, simpáticos y caritativos con estas dos religiosas que jamás podremos olvidar tanta atención y desvelo. Infinitas gracias por todo,el Señor os lo recompensará todo, ya que nosotras no podemos. Angelita hace suyo cuanto digo yo y os saluda con afecto. ¡Qué buenos sois!”.
Tu madre, Carmela, como escribo en mi artículo “Villanueva y el Monasterio de Sigena”, está identificada con dicho Monasterio de Sigena, no sólo con su obra, sino todavía más con su espíritu. Está todavía identificada, a sus ochenta y siete años, pues sufrió un gran dolor por las profanaciones que sufrió, tantas, que casi lo destrozaron por entero, durante la Guerra Civil.
Cuando las monjas se dieron cuenta de lo que podía pasar y por desgracia ocurrió, escondieron varias piezas litúrgicas, en un montón de trigo que estaba encerrado en un granero particular, en presencia de la niña Carmela. Pero cuando sacaban trigo, Carmela sufría, al considerar muy posible el encuentro de las joyas. ¡Cómo se acuerda del Monasterio!, porque entonces sólo tenía catorce años, pero todavía le parece que lo está viendo, tanto que se acuerda de que en cierta ocasión, llegó un mercader y le propuso a la Priora, doña Pilar Samitier que le vendiera la sillería de nogal, por la que le daría una gran cantidad de dinero y le pondría otra sillería nueva. Entonces la Priora, exclamó: yo no quiero tener remordimientos de conciencia por haber hecho desaparecer una sillería que deba tener tantos años como el propio Monaterio. En el día de la Virgen del Coro, en el mes de Abril, acompañadas por el sonido del armonio, acudían a cantar las niñas del Coro de Villanueva, entre las que se encontraba Carmela. La tiple, doña Aurora Riazuelo, esposa de don Julián Arribas, les enseñó la a cantar la misa de Perosi, para el día de San Juan. Al recordar dicha misa, exclamó doña Carmela: ¡era preciosa!, con varias voces, pues la primera voz era la de doña Aurora, la segunda la mía(es decir la de Carmela), la tercera formada por tres voces del Coro, de las cuales no me acuerdo en estos momentos de sus nombres y apellidos, aunque todavía las tengo en el corazón.
Al empezar a escribir este artículo, afirmo que fuiste tú, Eliseo, el que transformó mi cuerpo material en un ser espiritual, con aquel trabajo maravilloso que me mandaste por el Ordenador. Allí se escuchaban los sonidos tranquilos y místicos del canto gregoriano, interpretando el ¡Ave María, Gratia plena!, al tiempo que se veían surgir las imágenes del Monasterio y aquellas pinturas deliciosas, recogidas en el mismo Monasterio.
En el Restaurante El Faro de Sepes, el cocinero, convertía la carne material del cerdo en “bocatti de cardinali”, que nos llenaban de ilusión y con su placer, convertían nuestra materia en espíritus. Esa cena recuerda la Ultima Cena de Jesús, que convirtió a los judíos más o menso cultos, en apóstoles.
En Sigena, fue diferente, porque aquellos a los que algunos llamaron revolucionarios, no eran cultos, sino discípulos de unas teorías, partidarias de los diablos, que querían convertir el espíritu en materia. Por eso se ven aquellas fotografías de los cadáveres de las monjas milenarias, sacadas de sus sepulcros, con lo que profanaban la Historia, la vida y el espíritu del Monasterio.
Esa magnífica proyección de las distintas partes del Monasterio, resucitaron mi fe, igual que las cimas de la Sierra de Guara, que señalaban y todavía lo señalan, que el mundo es un compuesto de materia y de espíritu, como he podido comprobar en el comportamiento de tu padre Eladio, de tu madre Carmela, a la que he visto guisar un enorme pollo y la he imaginado cantando en el Coro de Villanueva de Sigena, a San Juan. Y en ti, Eladio, he comprobado tu amor a tus padres, a Villanueva de Sigena y a las monjas que conservaron la espiritualidad del Monasterio, desde 1188 hasta que los materialistas quisieron destrozar el espíritu de los hombres, en este caso aragoneses.
Entre tanto los acogedores de aquellos monstruos, siguen reteniendo multitud de obras de arte, procedentes del espiritual Monasterio de Villanueva de Sigena.





jueves, 4 de febrero de 2010

Arciprestazgo de Montearagón

Hace ya siglos que se desplazan los habitantes del pueblo de Siétamo, por la vía o camino, ahora convertida en Carretera Nacional-240, que viene desde Tarragona a Huesca. Los hombres, las mujeres y los niños la recorrían, unas veces andando y otras montados en asnos, en mulas o en caballos; también iban a veces subidos en carros o galeras, después en bicicleta o en moto y por fin en coches o autobuses. Cuando uno llega a la salida de Siétamo a la Carretera General, se presenta la Plana de Loporzano, a lo largo de varios kilómetros y allá ,en el horizonte aparece elevada la silueta del Castillo- Monasterio de Montearagón, que siempre resulta un atrayente objetivo para la mirada, al tiempo que hace recordar el pasado y pensar en el futuro. A pesar de ser una ruina, desde la carretera se contempla como un elevado monumento. A veces adopta aspectos misteriosos, como cuando la niebla cubre el monte, sobre el que se asienta el Castillo- Monasterio y éste, sin boiras, que lo oculten, da la impresión de ser una castillo etéreo. Desde el año 1835, en que se desamortizó Montearagón, iban desapareciendo las piedras que lo componían, al tiempo que también desaparecían generaciones humanas. Ahora, ya no desaparecen piedras, sino que las van colocando, aunque muy poco a poco. Sin embargo, se han seguido celebrando misas cada año, organizadas por pueblos del antiguo Arciprestazgo, como Loporzano y Quicena. Bastantes años después de la Guerra Civil, robaron la campana, que todavía colgaba en la torre de la iglesia. En Tierz encontraron un sello del Monasterio, en el que está representado San Juan Bautista. En Siétamo murió el monje y sacerdote, que tenía Perote por apellido, al que después de muchos años, veían algunos, como si se tratase de un santo, a través de una ventana de casa Lobaco. Al morir dejó a una señora de casa Ballarín, un relicario, del que dicen que contiene sangre de Cristo y que actualmente está en poder de una familia de Quicena. En mi casa guardaban, con respeto, unos simples tirantes del monje Perote. En Huesca se conserva el retablo de la iglesia y en San Pedro el Viejo, reposan los restos de Alfonso el Batallador, que estaban enterrados en Montearagón. Don Jesús Vallés Almudévar, sacerdote y doblemente pariente mío, me proporcionó un documento referido a Montearagón en 1789, que me aproxima a dicho Monasterio, porque en el contenido de dicho documento intervino mi antepasado José Almudévar Altabás. Sus hermanos fueron Judas Narciso el mayor, Miguel, que estaba casado en Torres de Barbués con Raimunda Corz, Antonio, que murió soltero, siendo negociante y que dejó asignada el arca de sus bienes a Montearagón; después viene Joaquín, que se casó en Blecua, donde todavía tiene descendientes y el citado hermano menor se llamaba José, que más tarde, se casó en Siétamo con Francisca Escabosa Azara y de los que venimos mis hermanos y yo. Cuando ocurrieron los hechos que narra el papel citado, Antonio Almudévar Altabás era soltero y moriría con unos cuarenta y tres años de edad. Vivía en casa Almudévar de Barluenga, en compañía de sus padres y hermanos y sus actividades se dirigían a los negocios, porque atendía las compras y ventas y los intereses de los préstamos. En el pueblo de Sasa del Abadiado, la influencia de dicho Abadiado era notable y él cuidaba sus intereses y parece ser que amaba al Monasterio, porque el Vicario de Sasa escribió lo siguiente:”Que es cierto que después de su muerte Don Antonio Almudevar y Altabás, en la misma casa de don Judas Narciso, dueño de ella, el día antes de morir le hizo al declarante, Don Antonio, de que inmediatamente que muriese se llevase un arca que el dicho difunto tenía con bienes propios y papeles de distintos asuntos” y que la dejaba en propiedad del Monasterio. ¡Cómo amaba Antonio Almudévar Altabás al Monasterio!, porque le dejó, aparte de los documentos, sus propias monedas de oro. Huesca tiene que devolver al Monasterio muchas cosas, pero yo no podré devolverle los tirantes, que dejó en mi casa el antiguo monje, Mosen Perote; se los llevaron.

Angélica sobre el tejado

A los hermanos Saura.
He estado en el Palacio de los Condes de Guara, más tarde convertido en Colegio de San Viator, al que acudíamos muchos niños oscenses, entre los que se encontraba el más tarde, gran creador de Cine, Carlos Saura. Me acuerdo de él porque por aquellos tejados, parecía que pasaban las musas para inspirar a los espíritus creadores. Me parece verlas volar y posarse en aquellos tejados, para descender sobre los cerebros y los corazones de los poetas, de los pintores, como Antonio y de los directores de películas, como Carlos. Eran aquellas musas como ángeles femeninos, que no podían descender de los tejados por las chimeneas a los salones de los cerebros, como dicen que por ellas baja Papá Noel. Descendían por las claraboyas e inspiraban a Antonio Saura, sus cuadros, con ideas que aterrizaban en una cabeza maravillosamente preparada, por falta de obstáculos, para los aterrizajes ideales.
Yo tengo dos tejas encontradas al reparar viejos tejados, con magníficos dibujos; uno representa un pájaro entre flores, y otro un bello ramo de ellas. Dicen que las levantaban, cuando alguien moría, para que el espíritu ascendiera por el espacio que dejaban al descubierto. Ese mismo hueco, es posible que lo aprovecharan las musas en alguna ocasión, para sugerir al pintor concavidades y convexidades, senos y cosenos en esas pinturas que hay que interpretar como si del planteamiento de un problema se tratara. En aquellos tejados, además de las pinturas mudéjares en madera, escondidas, pues no se veían, aparecían cumbreras horizontales, representando encubrimientos pictóricos. Caballones y canaletas inclinadas, formadas por tejas montando unas sobre otras y que vertían adulación y envidia. Y en las canaleras de zinc, sobre el tejado, se posaban cuervos y gorriones, a los que acechaban gatas enceladas, que a su vez, todos juntos, inspiraban a las musas. Si éstas no inspiraba no importaba, porque era Carlos el que hacía subir al tejado a la prima Angélica, capaz de inspirar a su atónito “partenaire” y de conmover con el son del viento, el vuelo de la picaraza, la visión de la torre de la Catedral, el tremolar del álamo temblón, la melodía de aquel lejano sonido del piano de su madre, acompañada por Marieta Pérez, el recuerdo del pasado y el arrullo de las palomas. Ese arrullo que hace acudir a la cumbre del tejado a los gatos, a las picarazas y al tiempo, que corre, como también corren las películas de Carlos, dejando en nosotros, que escuchamos y que vemos tal tejado y tales películas, un sabor agridulce de nostalgia y de inspiración, como lo dejaron las musas. Carlos dejó en mí, una emoción en mis recuerdos y en mi corazón, cuando en la Diputación Provincial de Huesca, me pidió, también por la emoción de sus recuerdos infantiles, en los que ambos juntos jugábamos, un texto de mi pluma, para representarlo en alguna de sus películas.

Amor y muerte

Cuando uno visita los cementerios, encuentra una reproducción de la que algunos llaman, en la vida, “lucha de clases” y es que esa lucha, camuflada y revestida por el amor de los vivos a los que mueren, está basada en el lujo que algunos dan a los panteones o monumentos funerarios de sus familiares o amigos. Lucha de clases, porque los que han destacado en su vida en el poder, en las riquezas o en diversos triunfos, como por ejemplo en el toreo, en la política, en el fútbol, en la literatura, en el arte o en alguna de las múltiples actividades, que en esta vida ejercen los hombres y mujeres, como el cine y tantas otras, pudieran ver a sus sucesores levantarles monumentos, como a seres queridos o admirados, en tanto que la gente sencilla se conformaba con “enterrar a los muertos”.
La gran señora, al morir su esposo, quiso llenar de gloria el recuerdo de su vida y dentro de la sala o capilla, en la que descansaba, encargó un cómodo y lujoso sofá, para acompañarlo en las larguísimas visitas, que su amor le pedía; en aquel sofá vivirían acompañados mutuamente y allí recordarían aquellos pasados tiempos, en que fueron felices, aunque ella no podía recordar aquellas ocasiones ocultas en que él amaba a otras bellas mujeres. Parecía a la señora que así echarían nuevos planes para seguir gozando de una vida, que sin embargo ya no les daría más oportunidades de amarse, aquí en el suelo. ¿Por qué la señora quería o soñaba seguir triunfando en este mundo?, ¿ por qué no se acordaba de aquella familia que había perdido a su padre, dejando a sus hijos pobres y necesitados?. Tal vez con los enormes gastos que hacía en su lucha contra la muerte, hubiera conseguido algún triunfo de aquellos niños en su educación, en su alimentación y en su felicidad. Varias veces pregunté a algún funerario si veía por allí a tan amante viuda y me contestaba, que no acudía al cementerio.
Hay, sin embargo, en unos una lucha por lo espiritual y en otros una lucha por la sensibilidad de los corazones. He visitado el cementerio de las Carmelitas de San Miguel y en él, en unos nichos, depositan, sin ataúd los cadáveres de las hermanas que mientras vivieron “desde el principio de la mañana hasta la noche, esperó su alma al Señor”. Por no lucirse ante nadie, ni siquiera ante sus hermanas, las que quedaron vivas en el Convento, rezan por ellas, pero no ponen en los nichos ni siquiera los nombres de las difuntas, porque el Señor ya las conoce.
Los corazones de los gitanos tienen una sensibilidad especial con sus difuntos, porque cuando uno llega a una tumba de un gitano, ve flores abundantes y adornos, como su retrato o la imagen de la “ Majarí” o de algún santo. Cuando, cualquier día va uno por la calle, se encuentra algún gitano que va al cementerio a ver a sus difuntos. En cierta ocasión, vi en el “fosal” un gran jardín de ramos de flores ante una tumba y frente a ella, sentado en el suelo estaba un gitano, con cara contristada y rodeado de muchos y muchas gitanicos y gitanicas, que le acompañaban. Quizá, para esta clase de hombres morenos, hubiera estado bien que tuvieran un sofá, en el que pasarían el rato acompañando a sus difuntos, mejor que para la gran señora, que después de comprado el sillón, no lo utilizó nunca.
En el cementerio de Las Mártires se levanta un monolito, en el que pone: ”Los republicanos del Alto Aragón, los de Egea de los Caballeros y de Sadaba …erigieron por suscripción pública este mausoleo en el año 1885, para perpetuar la ejemplar memoria de los martirizados héroes que aquí reposan”. Poco nos acordamos los oscenses de tales hechos, pero aquel pueblo del siglo XIX, quisieron perpetuar su memoria, sin orgullo pero con amor. Lo contrario pasó en nuestra Guerra Civil, en que unos y otros se mataban y si se enterraban, lo hacían en cualquier lugar y superficialmente, sin señalar quienes eran aquellos pobres difuntos, sin ponerles sus nombres, pero no por que creyeran en la otra vida, como las monjas, sino por odio o indiferencia
De todos modos, en el fondo daba igual que trataran de identificar a los difuntos, porque en cualquier lugar del monte, se encuentran calaveras y huesos de otros tiempos y de los que ya nadie se acuerda. Ya nos dice la Biblia : ”Memento homo, quia pulvis es et in pulverin reverteris”. Tal vez, entre otras razones por este recuerdo que Dios recomienda al hombre, ahora se practica la incineración. Es que para el Señor, no existe ni pasado ni futuro, todo está presente y todos pasaremos a un presente eterno, donde imperarán la paz y el amor.

El Instituto Ramón y Cajal, por los años cincuenta

Me he acordado del Instituto Ramón y Cajal de Huesca, al hablar con un amigo de mi hermano Jesús, con el que juntos estudiaban. He reflexion...