jueves, 29 de febrero de 2024

Van desapareciendo nuestros pueblos


Armas de Almudévar    Armas de Azara

El día veintidós de Diciembre del pasado año de dos  mil seis, el escritor  de Puyarruego, que siempre manifiesta sus sentimientos y pensamientos aragoneses, le firmó su libro “José un hombre de los Pirineos”, a mi hijo Ignacio. Este lo leyó emocionado y me lo regaló. Yo también lo leí. Había leído otros libros suyos y en su obra “ Bardaxí” sobre “cinco siglos de historia de la pequeña nobleza aragonesa”, encontré como escribe sobre la familia Azara de Barbuñales, emparentada con los Azara de Siétamo, antepasados míos.”En Siétamo, no lejos de Barbuñales, alzaba sus muros de arenisca dorada el palacio de los condes de Aranda, amigos de la casa de Azara. Un tío de María Ana era canónigo de la catedral de Huesca. Cuando ( Azara) iba a visitarlo pasaba por Siétamo. Se detenía en el palacio de los condes. Admiraba los salones. Allí había libros y estampas, telas exóticas y muebles hermosos: todo el lujo tranquilo y claro, confortable y pulcro que promovían los ilustrados del siglo como ambiente donde desarrollar tertulias razonables, conversaciones interesantes y debates acerca de la felicidad del género humano conseguida por medio del desarrollo de la inteligencia y de la riqueza”. Esas palabras me impresionaron porque en mi casa quedan algunos muebles de los Aranda y unos bellos mosaicos, que mi padre recogió entre las ruinas del palacio. Aquellas piezas quizá fueran fabricadas en Valencia, donde el Conde de Aranda tenía unos talleres de mosáicos, donde a sus obreros les introdujo, en aquellos viejos tiempos una especie de seguridad social.
Una hija de la casa Azara de Siétamo se casó con un Almudévar Altabás, que bajó de Barluenga y originario este segundo apellido de Grañén, siendo parientes de los Azara y los Bardají  y María Ana Azara, la única hermana de los Azara de Barbuñales se había casado con Bardají. de Puyarruego. Todos aquellos eran gente noble, ya que Almudévar era infanzón como los Azaras y además uno de sus  antepasados fue Bayle en la recientemente conquistada Villa de Almudévar y otro fue Señor de Aniés, junto a San Román de Morrano. Escribe Vicén Dó Río en su obra “Linajes de Aragón”.Miguel Almudévar Guiral de Sieso,”celebraría matrimonio con Doña Paciencia de Aniés,heredera de este Señorío, pasado todos los derechos y posesiones a los Almudévar”. Es que estoy pasando de la alta nobleza de un aragonés, conde  y marqués,  y apellidado Abarca, a la  infanzonía aragonesa de José Castillón Peiret, que excepto su período de servicio militar, pasó toda su vida trabajando en la aldea de la Mula; se llamaba José Castillón Peiret y Severino Pallaruelo en su obra “Bardají”, dice que todos los altoaragoneses eran infanzones. En el año 1360 ”El rey Pedro IV de Aragón firmó el día 28 de Abril en Zaragoza, un privilegio reconociendo la infanzonía de todos los vecinos de Puyarruego”, con los de Sin, Muro de Bellós y Coscojuela de Sobrarbe”.
Severino Pallaruelo describe la historia de la familia Bardají y de todos sus vecinos, desde que tuvieron su residencia en Puyarruego con su capilla de San Victorián. Escribe del antiquísimo origen del Monasterio  del mismo Santo, que vino a las laderas de la Peña Montañesa por los años cuatrocientos y pico, donde había un convento, que habían fundado los visigodos. Pasaron después a Graus, donde en su casa estaba “el salón …. presidido por el busto del Azara presumido (como lo llamaba una descendiente suya), mientras caía el ocaso suave del estío ribagorzano”. Severino en su obra no habla mal de nadie pues sólo cuenta lo que ha visto en sus investigaciones  y que nos hace pensar en la dureza de la vida  de aquellas pobres gentes, en la crueldad de aquellos que convertían los sacrificios de la misa en sacrificios por  los que el pueblo tenía que empeñarse. Y corre la historia y vemos como pasan los franceses que se mean en las pilas de agua bendita, de los carlistas y por fin de la guerra civil del año 1936, en que se oía decir: “ni esa mujer es tuya, ni aquella mía, todas son de todos” y destruyeron  el Palacio de los Aranda en Siétamo.
Pero Severino siempre se ha acordado de la Peña Montañesa y del Monasterio de San Victorián y muy cerca de ambos encontró a José Castillón Peiret, al que ha conocido profundamente en la aldea de La Mula, donde, ahora, vive sola una hermana suya. La vida de José recuerda la de aquellos infanzones de Sin, Muro de Bellós y Coscojuela de Sobrarbe, cuando escribe Severino: ”En la Mula, en la vida diaria de José, permanecen vivos y en pie de igualdad todos los sentidos, se mantienen en la misma jerarquía del vocabulario que durante muchos siglos rigió la vida de nuestros antepasados. Los términos elementales ocupan el lugar primordial”. Efectivamente los vecinos de los tres pueblos tenían que aportar los alimentos  en una comida que celebraban juntos,  a saber “los de Cosculluela  hayan de proveer el vino necesario y los del Muro de Vellós y Puyarruego el pan y los del lugar de Sin la carne”.”Al obscurecer, cuando ya no quedaba pan, ni carne, ni vino recordaban el motivo de la reunión. Entonces…alguno de los reunidos sacaba el pergamino del viejo privilegio del Rey Pedro y después de leerlo en voz alta preguntaba a los demás si renovaban los acuerdos de hermandad”.
Igual que los de Cosculluela y Puyarruego cenaban al pie del hogar, José cenaba “sentado en la cadiera, cerca del fuego, el olor del humo y el crepitar de la llama”. Acompañado por perros y gatos “la obscuridad envuelve la casa perdida en los montes olvidados. Las estrellas están en el cielo. El humo asciende. La luna mira, con ojos de plata, los precipicios de la Peña  que se alza sobre la aldea. Y José, José de La Mula, cena sentado cerca del fuego”. Si, en la vida de José “permanecen vivos y en pie de igualdad todos los sentidos, como “fuego, ganado, casa, humo, noche, brasa, pan, agua” Y estos términos los expresaba José otras veces en su “fabla” aragonesa, que por desgracia va desapareciendo, ya que ahora es difícil poder escuchar a las gentes “fablar” o hablar en esa “fabla “ o lengua, que conmovía el corazón. A los habitantes de los pueblos les decían que hablar en “fabla “ era “hablar mal o charrar  basto” y éstos no han defendido el “conservar las formas puras y evitar el mestizaje lingüístico”, es decir su castellanización. ¡Cómo las iba a defender José, que vivía junto con su hermana, en medio de una inmensa soledad!, ya que unos doscientos pueblos y aldeas de Sobrarbe y Ribagorza han desaparecido. “Ahora sólo habla los martes”, porque como no escucha o “ascuita o trucar d’as astrals en os troncos d’os arbols”, ni  cada día la voz de los leñadores ni contempla subir el humo de los cuidadores de las colmenas, siente la necesidad de buscar algún lugar donde hablar con otros hombres y ese lugar es el pueblos de Ainsa, en que cada martes se celebra un mercado. Iba a dicho mercado pero no sólo a comprar sino a hablar con viejos conocidos, con los que había cortado bosques o les había vendido cañablas o miel. No podía aguantar esa soledad de su casa en la que no se escuchaba ni un “sacre”.
Severino Pallaruelo, examina su tarea etnográfica en la vida de José en el medio de la Peña Montañesa, en que se encuentran su propio pueblo Puyarruego,  el Monasterio de San Victorián y la aldea de la Mula y estudia los resultados de las obras de Violant y Simorra, de Andolz y de otros franceses o alemanes, de los que dice: “Entre el colorido vivo y cambiante de la realidad y los tonos ajados del viejo escenario de un teatro anacrónico, los etnógrafos suelen  optar por los segundos”.
Pero el libro de Severino Pallaruelo no es una obra de teatro anacrónico, sino que “todo es como la poesía o como la literatura en general: inútil pero necesario”. Es que Severino habló mucho con José, como dice cuando escribe: “habla de cualquier tema,  mezcla los relatos de viejos acontecimientos con las descripciones de trabajos, de paisajes y de sentimientos propios y ajenos”. La lengua en la que José se expresaba era la misma de Severino de Puyarruego: el aragonés.
Los “sentimientos propios y ajenos” llegaron a los corazones de los lectores de “José”,como me dice el catalán Antonio Segales Alegre,que ha vivido muchos años en Siétamo y en el Paraguay, cuando en una carta de 2006,me escribe “Con la lectura de la obra de Ignacio Almudévar “Retablos del Altoaragón” y la de Severino Pallaruelo, titulada “Bardaxí”, aseguro que se puede llegar a tener la pretensión de conocer bien, lo que ha sido y es todavía, la vida del Somontano y del Alto Aragón, con sus gentes de carácter firme y noble, con personalidad modelada por su entorno”. Conoció la obra de Severino porque es un consejero de una Asociación sobre  Don Nicolás de Azara
Mi hijo Ignacio Almudévar Bercero, ha viajado a la aldea de La Mula a recordar a José y a ver si podía conocer a su hermana, a la que tanto quería, porque no se vendía las ovejas, a pesar del cansancio que le producían, porque le entusiasmaban a ella. Al preguntarle si la había visto,  me contestó: su hermana se camufla  con el paisaje porque desaparece como los lagartos, como si estuviese mimetizada con la tierra y con las plantas. Ignacio guarda no sólo la poesía de La Mula, sino también una cuchara de madera, trabajada por José y numerosas fotografías que saca cuando sube al lugar donde nació ese aragonés ejemplar, al que Severino Pallaruelo ha dedicado un gran libro.
Cuando vea a Severino, le preguntaré por la querida y solitaria hermana de José.

miércoles, 28 de febrero de 2024

Música.-



Cuando cantaban antes en el Monasterio de Montearagón.

Para todo hay que tener cualidades. Yo, de pequeño estudié música y fracasé. Pido perdón, ¿a quien? a mí mismo, porque pensando correctamente, yo no tenía cualidades para cantar ni para tocar armonios ni pianos. Sin embargo escuchar música me produce un gozo infinito. Ahora se escuchan muchos discos, pero de música popular, ¡qué poca!.

Me acuerdo de oír el canto llano gregoriano, que ha volado, cuando la humanidad más necesidad tiene de escucharlo, aunque sólo fuese para compensar los ruidos y "ruideras" que produce la música moderna y los artefactos industriales.

Quedan rincones monásticos a los que sería necesario ir a pasar algunos días, sobre todo a los ejecutivos para que no se les produjese el infarto y para luchar contra las agonías que lleve consigo el "mundanal ruido".¡Oh, si estuviese vivo el monasterio de Montearagón con sus antiguos frailes agustinos!.Se podría subir a escucharlos y de paso echar un traguito del licor, parecido al "benedictine" que ellos fabricaban. Conocía a unos muchachos que se compraron un "casette" de Solesmes, para escucharlo, en tanto fumaban "codetes". Hasta a los drogadictos les gusta el gregoriano. Este canto da un cambio al canto popular. Sus frailes cantaban unidos, todos igual, no subía la voz de uno de ellos más alta que otra voz: "un fraile, dos frailes, tres frailes en un coro, hacen la misma voz que un fraile sólo".

Los cantantes de los lugares, en un entierro, cantaban como diablos el "Dies irae", mejor dicho como ángeles. Parecía que estabas escuchando "radio moros", pero pensando me pareció que lo que estaba escuchando era música mozárabe. Mi hermana María escuchó en Monreal unas canciones folklóricas sefarditas y me dijo que sonaban como cuando escuchaba a los señores Andrés de Lobateras y a Mariano Cabrero, hijos de Siétamo. ¡Qué sentimiento ponían en sus cantos!.Yo me puse una vez a cantar con ellos y Marianer de Cabrero me hizo callar porque yo no daba las notas improvisadas como los negros las dan en su música de Jazz. Hoy Mariano canta en la Coral oscense y yo soy un fracasado, no tengo perdón.

¡Hoy estudiamos la música y hay gente preparada para recibir esta música!.¡Por favor, haced un disco, un casette o lo que sea, en algún pueblo donde se cante así, si es que queda!.Yo no tengo perdón, ya lo he dicho, ¡pero mira que por decreto destruir la música que durante siglos ha cantado la gente!. El pueblo no entendió este destrozo, pero no he escuchado comentarios sobre la música destruida; el pueblo no subió más al coro de la iglesia y en paz.

Pero cuando a los santos (que mientras no se demuestre lo contrario, fueron muy cristianetes) los echaron de las iglesias, escuchas alguna "dijenda". Un mosen puesto al día, destruyó en la lonja de la iglesia un santo de yeso de poco valor artístico a fuerza de "mallazos". Un hombre que por ahí pasaba, dijo: ¡qué vueltas da el mundo!, mi padre las pasó canutas por hacer lo mismo. Y se marchó con su jada al hombro y con sus pensamientos.

Yo creo que aún se puede rescatar para la posteridad la música del pueblo. ¿Quien será  su salvador?. Creo que los aragoneses le deberán respeto, admiración y ¡ música celestial!.   

martes, 27 de febrero de 2024

Historia y Prehistoria, (¡por lo que he visto!) II



 Cuando baja uno por debajo de Ayera a la Carretera que va a Aguas,  a su derecha te encuentras con Bandaliés, pero para ir hasta Siétamo, a pocos metros más hacia el Este, se sigue una carretera que va a Arbaniés, de nombre vasco y con la base de una Cruz, de piedra,  pero que en el año de 1936, los “rojos” le quitaron la Cruz de hierro. Sólo permanecen elevados los Mallos de Vadiello y entregadas al interior de la Tierra las Cuevas de Vadiello y las próximas a la Ermita de San Esteban, entre el Santuario del Viñedo o Viñero. Allí han permanecido  hasta ahora, convirtiéndose en ruinas y en recuerdos de aquellos seres, tal vez divinos, desde los Mallos y las Cuevas, hasta La Piedra de cuatro metros de alta, con sus cuevas al lado. Los Mallos siguen estando elevados, porque en ellos se posan los buitres y suben las cabras, pero a la Piedra de los Moros entre Castilsabás y Ayera, parece que le está fallando su base. Antes de llegar a Arbaniés, nos encontramos con el río Guatizalema, que llena el Pantano de Vadiello, cuando salimos por la carretera que va a Aguas y al bajar hacia Arbaniés, Castejón y Siétamo, nos agrada escuchar su corriente de agua. En Arbaniés, la Historia ha dejado unas pinturas románicas en los muros de su bella iglesia y en una a casa de la entrada, sobre su puerta principal, se exhibe un lauburu o antiquísima Cruz. Al salir de Arbaniés se encuentra una ruina de una Ermita, que como las anteriores dejará de verse una pieza de mármol negro, donde están escritas frases relativas a algún hijo de Arbaniés. Se encuentran cruces o lauburus en muchos lugares del Mundo, como se encuentra esta de Arbaniés, otra de madera en Coscullano y varias en torres de Montes, más abajo. ¡Cómo se pasó de la Prehistoria a la Historia, con estas cruces de forma original, que muestran el paso de la Prehistoria a la Historia. Unas cruces vuelven sus extremos hacia la derecha, y otros, hacia la izquierda, como ahora esos lauburus, dirigen la dirección de las ideas políticas a la derecha y otros hacia la izquierda

Se sigue por las orillas del río Guatizalema y hay restos de molinos en Castejón y en Siétamo, donde vuelven a aparecer ruinas de una grande y hermosa Fábrica de Harinas, que sigue las ruinas que en esta zona del Guatizalema, se van haciendo cada vez más acabadas. Mi hijo.se lamenta del estado de dicha fábrica y muestra dolor al contemplarla. Muy cerca de esta fábrica, fue fusilado el mosen de veintiún años de edad, nacido en Alquezar, que tal vez se llamara  Antonio Vilellas Juste, y del que no se puede saber la verdad de su muerte y de su corta vida. Quitaron la Cruz de la elevada piedra en la carretera de Bandaliés a Arbaniés, como en Siétamo hicieron desaparecer al Mosen Antonio Vilellas Juste.
Muy cerca de este punto en que fue fusilado Mosen Antonio, salimos por la carretera general N-240 a Velillas, pero al llegar, frente a la vía que conduce a Liesa, va uno por la derecha, viniendo de Huesca y pasando la autovía, se encuentra con la figura prehistórica de  Peña Mujer. Se encuentra esta imagen en el Monte de Velillas, en el camino de Torres de Montes y debajo de la elevada Ermita de San Bartolomé. En esta Ermita yo conozco a un aficionado a la Historia y a la Prehistoria, que encontró una moneda visigótica. La figura Peña Mujer, además de su forma natural, parece estar retocada por los fieles que a ella acudían. Como hemos visto en el Falo  y sus cuevas de Ayera, también los precristianos, mezclaban rituales que seguían las normas de fertilidad de la Naturaleza en animales y en seres humanos, como absorbidos por una magia simpática. En zonas próximas a la Peña Mujer, está como hemos visto “la Piedra de los Moros de Ayera”, más hacia el Norte  o la “Peña Mora en Angués”, hacia el Este.

Por la Carreterra de Torres, se puede bajar no sólo a Torres, sino también a Pueyo de Fañanás y a Fañanás, pero todavía quedan caminos que ya no son transitados. Por ejemplo, desde Siétamo se puede ir a Torres de Montes por el Molino Viejo, se cruzaba el río Guatizalema, se subía hacia la Torre Cavero. Desde dicha Torre se veía Pueyo de Fañanás. En Fañanás, muy próximo a Pueyo, debajo de la iglesia, se encuentra un templo mucho más antiguo                            
El  camino que sube desde el río Guatizalema, hacia la Torre de Cavero, se llama Parizonal, porque allí se encontraba un pueblo desaparecido, llamado con el mismo nombre. Sube este valle desde el río Guatizalema a una meseta, en que se encuentra la Torre de Cavero. En este valle había una explotación de ovejas antiquísima.  Ahora pasa por Parizonal la autovía de Lérida a Huesca, que viene de Velillas y va a pasar el río Guatizalema, para acabar cerca de Ola. Ahora están paralizadas las obras de la autopista. Al ver Ola se acuerda uno de San  Urbez, que bajó desde el Monasterio de la Val de  Onsera, al lado del pueblo serrano de  San Julián. Este santo francés ya pertenece a la cultura, pero con una antigüedad, de unos trece siglos. En Ola se conserva en Casa de Otal, una losa de piedra donde dormía el santo e hizo manar una fuente en el Saso de Siétamo, para que no le faltara yerba y agua a su ganado.
Volviendo al Valle de Parizonal, que sube desde el río Guatizalema hasta la Torre de Cavero, donde se ve una pila de piedra excavada en una base de piedra, donde recogían los hombres prehistóricos agua para sus ganados. Estaba labrada en una solera de piedra arenisca y se cayó porque la base de aquella roca, era de tierra y se fue gastando por las lluvias y por el tiempo.
Encontramos en este valle de Parizonal, antes de llegar  a la meseta y cerca de la pila de piedra que he citado, hay arriba a tres pequeñas cuevas, y en el lado derecho subiendo hacia arriba, una cueva en la que se encerraría el ganado y que está rodeada por una pared de piedra. Al otro lado del camino se encuentran dos piedras elevadas, que se miran una a la otra y que yo querría saber, que nombre científico tendrán dicha piedras. Como en el Pantano de Vadiello y en Ayera, están las dos piedras elevadas y frente a ellas, una cueva. Esas tres pequeñas cuevas, que he citado y en la que se refugiaban los animales salvajes y los hombres, me las mostró Toñín de Bruis, que es conocedor de ellas y albañil.  La Cueva de mayor tamaño, está rodeada por una pared de piedras de arenisca. Yo la conozco desde hace ya muchos años y en su pared anterior, últimamente han escrito algún excursionista en ibero, su procedencia y al otro lado del Camino, como acabo de escribir hay dos piedras de más altura que un hombre, que se fijan la una en la otra y que como he dicho me gustaría saber si son parte de alguna pieza prehistórica.
¡Cuántos años hace que se encuentra esa cueva al lado del camino de Parizonal !. La hicieron los hombres primitivos, pero ha sido útil para que el año de 1936, muchos siglos después, fuera refugio en la Guerra Civil para algunos hijos de Siétamo,  en un lugar que se encuentra a unos dos kilómetros. Para la Guerra Civil de 1936, acudían por la noche, cuando atacaban los soldados y milicianos el pueblo de Siétamo, y en esa cueva se refugiaban Estebané Bescós, un poco retrasado mental, hermano de “Trabuco” o Antonio Bescós, que acabó la Guerra en Francia, pero que al fin, pudo volver a Siétamo, donde durante muchos años ejerció de sacristán con mosen Marcelino Playán de Antillón. En esta cueva dormía también Joaquina Larraz, casada con Joaquín Bruis y más tarde madre de Toñín de Bruis. Toñín de Bruis, es una persona inteligente, que estuvo estudiando en un Colegio del Opus Dei. Sabe de agricultor, de albañil y tiene un carácter, equilibrado y lleno de sentido común. Siempre ríe y nunca llora, porque es un hombre feliz y de una honradez a pruebas. Es curioso como esta cueva con sus elevadas piedras, se preparó para épocas anteriores a la Historia, pero lo que nos llama la atención a nosotros, que hace escasos años, tuvieran que defender sus vidas en dicha Cueva. Ha pasado la Prehistoria y en pleno siglo XXI, para la Guerra Civil se ha seguido matando los hombres. ¡Claro que con armas más modernas que las hachas de piedra!. Al llegar a la Torre de Cavero, cuyo dueño en otros tiempos vino de Berbegal, se ve una cueva no muy grande, en la que iban a fecundarse parejas humanas. Si, esa cueva en Pueyo de Fañanás, se encuentra al lado de la carretera que une Fañanás con Pueyo de Fañanás. Como otra pareja de Sasa del Abadiado, iba a las cuevas de Ayera, para fecundar a su esposa de Santolaria.
Cuando llega uno a la Torre de Cavero, mirando al Este, se ve la Peña Mujer.
Podíamos haber llegado al lugar donde se encuentra la Autovía y a su lado la Peña Mujer, por la carretera N-240, pero hemos llegado por el camino de Parizonal. No nos resulta perjudicial el acceso a esta carretera porque  desde la N-240, se accede a la Carretera de Torres de Montes. Pero nosotros hemos llegado desde el río Guatizalema, que pasa por Siétamo, por el Camino de Parizonal a las vaquerías de La Torre Cavero, a la carretera de Torres de Montes.
Siétamo y Torres de Montes “In Dei nomine, amén. Sea a todos manifiesto que yo el noble Don Pedro deCastro y Pinós, Señor de los Castillos y lugares de Siétamo, Olivito…y Torres de Montes…cedo, transporto y desamparo a Vos, la noble Señora doña Isabel de Castro y Pinós, fiya suya, los castillos y lugares de sus términos en el Reyno y dentro del Reyno de Aragón”. El Marqués de Torres de Montes fue también más tarde Conde de Aranda en Siétamo y se comunicaban ambos pueblos por el Camino de Parizonal y desde la proximidad de la Torre de Cavero, hay un camino por el que se puede bajar a Pueyo de Fañanás, donde se encuentra una cueva fecundante y al llegar a Torres de Montes, se da uno cuenta de cómo han sido destruídos el Castillo de Torres, como en el año de 1936, se destruyó el Castillo del Conde Aranda de Siétamo. Han desaparecido los grandes Castillos, pero en un lado de la carretera que viene de Pueyo, se encuentra una estrecha Cueva para la Fecundación Humana y en la misma carretera, cerca de la cueva anterior, se esconde otra Cueva, llamada Mazú, que recuerda un templo matrístico. En 1876, con tal vez la intención de hacer olvidar el paganismo, colocaron una Cruz en lo más alto del Tozal.  Acaso se colocara otra Cruz anterior a esta, pero no se sabe con seguridad. Cuando llegó la Guerra Civil en el año de 1936, los revolucionarios y destructores, tiraron esa Cruz, al suelo y los hijos de Torres, colocaron la Cruz, en la entrada de su Parroquia. En la prehistoria, se han ido destruyendo los Falos, las Cuevas, y luego durante la Historia, las espadas y los fusiles, mientras los humanos se convertían en huesos.
 Se ven hombres buenos, como el señor Fernando Laguarta, que subido en lo alto de la Cueva de Mazú, se lamentaba de que la hubiesen derribado, y tal vez inspirado por dicha diosa Mazú, que ”no paraba de mirar  los cascotes de piedra que por la fachada de la entrada de la Cueva se encontraban derribados y no sé, sí sería por inspiración de la diosa Mazú, levantó una piedra, que causó admiración en los asistentes.  Cuando vi aquella piedra, yo me quedé absorto ante ella, que tenía la forma de un elefante o más bien de un mamut, pero debajo de él, se ven unas letras o signos, tal vez los primeros de la lengua ibérica. Estaban en algún espacio, cubiertas de algas o de moho, pero no fui capaz de leerlas y de resolver su significado. 
No fueron los moros los creadores de cuevas ni las moras creadoras de fuentes, ríos o humedales.”Antes de los moros y las moras, llegaron a España otras religiones y la más antigua fue de tipo matriarcal, siendo sus dioses femeninos. Estas diosas miraban por la fertilidad de los humanos y de la tierra y vivían en cuevas o en ríos”. Entre unos setecientos o mil años anteriores a Cristo, llegaron los Celtas. Estos Celtas adoraban al Padre Sol, al contrario que las diosas más antiguas, que adoraban a la Madre Tierra,y miraban por la fertilidad de los humanos y de la tierra. Estaba viendo la Cueva Mazú, que me recordaba las Piedras Brujas,que se ven en Velillas,en Angüés,en Bespén y la cueva fecundante, más pequeña de Pueyo de Fañanás,cercana a la de Mazú.
Los dioses masculinos procedentes de los Celtas, estaban en la Alto de las Montañas y escondían, tesoros que habían encontrado en sus huidas. En la Sierra de Guara, donde se encuentran los Mallos altísimos de Ligüerre y el pueblo de Isarre, escondían esas semillas de trigo, tesoros que habían conquistado en sus huidas. Con esas semillas crearon los hombres el cultivo de trigo, que convirtió a los hombres en agricultores.
Yo me quedé absorto ante aquella piedra misteriosa, documento encontrado en la “Catedral prehistórica”, pero que no sé interpretar. Me quedé envuelto en inquietantes preguntas sobre aquella lengua vasca que se habló en nuestra tierra, en la que permanecen tantas palabras, como Alerre, Biscarrués, Isarre, Isuarre, Javierre,Espierre,Ligüerre y tantas otras. Las pocas veces que veo a Fernando Laguarta, le doy recuerdos para la Cruz, que bajaron de la Cueva Mazú.
Para volver a Huesca desde Torres de Montes, se puede salir a la Carretera General-240, pasando cerca de la Mujer de Piedra, al lado de Velillas, se tuerce hacia Siétamo, Estrecho Quinto y carretera que sube a Vadiello y bajar por Tierz, hacia Huesca. Se puede también ir por la carretera secundaria, que va por Pueyo de Fañanás, Fañanás Alcalá del Obispo, Campo de Monflorite, para llegar a Huesca. Antes, se iba caminando por Siétamo para luego ir a Huesca.
Hay un dibujo triangular de la tierra, en que se asentó especialmente la población prehistórica del interfluvio o espacio entre dos ríos: el Flumen y el Alcanadre, con su base en la Sierra de Guara y su vértice en Piracés, que ya penetra en la ”Tierra Plana”.
Desde Siétamo, mirando al Sur, se contempla el Repetidor de Piracés, cuyas Antenas son visibles desde Gran Parte de la Hoya de Huesca, y que resultan como un buen punto de referencia. Cerca de este Repetidor, se encuentra el poblado de “El Portillo”, que pertenece a la Edad de Bronce, siendo aquella  zona  muy rica en imágenes arqueológicas. Desde donde se alzaba el Catillo del Conde de Aranda, se divisaba perfectamente el Repetidor de Piracés, y subiéndote en el coche se baja por Alcalá del Obiso, por Argavieso a Novales y luego sales a Albero Alto, debajo del cual se halla un Monumento arqueológico en ruinas de Piracés. Hay fuentes originales en Angüés, Ola, Blecua y Piracés. Parecen estar hechas en los siglos XI al XII, pero así como a la fuente de Ola se le colocó un arco árabe, no hay impedimento para haber sido creadas mucho tiempo anterior, sin ningún arco árabe. Se encuentran, no lejos de Piracés, las ruinas del “Portillo”, de la Edad de Bronce.
Entre Albero y Piracés se baja el nivel y en aquel descender de laderas, se encuentran curiosas obras prehistóricas. Para bajar a Piracés, se va, desde Huesca por la carretera de Sariñena, pero desde Siétamo, se baja por Ola, Alcalá del Obispo, Argavieso y Novales y en esta zona de Ola, Albero Alto, Novales y Piracés se encuentra algún resto romano, habiendo sido hasta que llegaron los romanos, un terreno de un periodo prehistórico, anterior al dominio de los iberos.
Son múltiples en esta zona, los restos de la Obras Prehistóricas, pues en la sencilla conversación con Ballarín de Velillas, me recordó, entre otros “La Piedra de Mediodía de Piracés” y “El Pozo”.
En aquella zona en declive, se contemplan multitud de obras, ya casi totalmente apagadas y uno se pregunta: ¿pasaron por aquí las ideas de aquellos primitivos hombres, para seguir gozando de la vida, pero se olvidaron de sus propias vidas, que ahora ya nadie recuerda?
¿Creen ustedes en la Creación del Hombre por un Ser Superior o creen que su evolución obedece a un deseo de… ¿Quién?.
Los hombres y es lo más admirable de ellos, son seres libres y pueden creer en el bien y en el Mal. El Bien y el Mal los enfrenta y luchan y van pasando por la vida.

lunes, 26 de febrero de 2024

Guerra civil en Siétamo

 

Siétamo es un municipio en la provincia de Huesca, que pertenece a la comarca de la Hoya, situado en la N-240 sobre una suave colina cerca del río Guatizalema. Su nombre hace mención sobre su distancia a la Osca Sertoriana (7 millas, en dirección este, o lo que es lo mismo unos 12 kilómetros) en la calzada que unía esta ciudad con Ilerda, la antigua Lérida.
 Es cuna de Pedro Pablo Abarca de Bolea y Ximénez de Urrea, Conde de Aranda, dos veces Grande de España, ministro de Carlos III y último noble inhumado en San Juan de la Peña.
 También nació aquí Ana Francisca Abarca de Bolea, escritora y poeta del barroco, una de las pocas escritoras que en su obra ha utilizado la fabla aragonesa. El Premio “Villa de Siétamo” es un galardón literario para obras en esta lengua propia, promovido por el Ayuntamiento de la Villa con la colaboración del Gobierno de Aragón.

La toma de Siétamo fue una larga operación militar, emprendida a últimos de julio de 1936 por los bombardeos de la aviación republicana, en la que se estuvo forcejeando con denuedo para conseguir ocupar Huesca. Los nacionales opusieron una pertinaz resistencia y la villa del conde de Aranda cambió de dominio en manos de uno u otro bando sin que ninguno de ellos obtuviese una conquista duradera. Como tantos otros pueblos y ciudades, sufrió duramente los embates de los milicianos que, procedentes de Barcelona, llegaron arrasándolo todo en su interés por tomar la capital de la provincia desde el inicio de la guerra civil.
 Al llegar la columna anarquista de Domingo Ascaso, mandada por Durruti, a las inmediaciones de Sietamo, está la componían una enorme fuerza de unos 7.000 hombres. Pronto Durruti tuvo diferencias con los jefes anarquistas, por la forma de llevar la lucha en Aragón.  
El día 28 de julio sale la columna Ascaso desde Barbastro, a poner sitio a Almudévar en la carretera de Huesca a Zaragoza, y a Siétamo situado en la que lleva desde Barbastro a la ciudad oscense, así como por otras localidades con la intención de, formando una tenaza, dejar aislada a la capital. Para facilitarlo, los bombardeos sobre la ciudad de Huesca y la villa de Sietamo fueron continuos causando gran cantidad de muertos y heridos.
 El número de milicianos seguía siendo muy superior respecto a los defensores de Huesca y sus alrededores. Aun así los sitiados se dispusieron a mejorar la defensa de la ciudad  y a dificultar  los repetidos ataques republicanos a poblaciones, como Siétamo, próximas a la capital provincial.
La resistencia nacional en Siétamo la dirigió  el teniente de la Guardia Civil Manuel Lahoz  el cual movió sus tropas con mucha habilidad y gran decisión durante la noche y en la madrugada  del día 29 de julio, consiguiendo poner en retirada a los republicanos cuando lograban ocupar las primeras casas del pueblo, gracias a la convergencia de dos pequeñas columnas venidas desde Huesca y Zaragoza y al valor de algunos civiles.
Los republicanos dejaron en el campo de batalla una treintena de muertos, varias decenas de heridos, numerosos prisioneros y la pérdida de un camión blindado y un variado e importante material de guerra.
El día 31 de julio los milicianos de Ascaso volverían a intentar la toma de Siétamo empleando en ello cerca de unos 2.000 hombres, varias ametralladoras y algún vehículo blindado, aunque de manera rudimentaria. El pueblo estaba defendido en ese momento por su reducida guarnición de la Guardia Civil, los voluntarios de Acción Ciudadana y algunos falangistas llegados el día anterior sumando en total no más del centenar de hombres. El combate duraría todo el día y resultaría especialmente cruento, resolviéndose por la tarde cuando desde Huesca logró llegar en auxilio de sus defensores una columna de soldados, requetés y falangistas que equilibraría la inferioridad de los defensores de Siétamo poniendo en fuga de nuevo a los frentepopulistas que se retiraron a Angües.
Al día siguiente (1 de agosto), reforzados con algún cañón tomado a los nacionales, volvieron los milicianos a intentar la conquista. La situación de los defensores se hizo tan lamentable al no recibir nuevos refuerzos que decidieron que la mayoría de sus activos, escoltando a la población civil que estaba refugiada en una sacristía posterior de la iglesia, abandonara el pueblo en dirección a Huesca, quedando en él una decena de guardias civiles, una veintena de falangistas y algún militar del Regimiento nº20  para cubrir la retirada y retrasar, en lo posible, el seguro avance de los milicianos dando tiempo a que desde Huesca se les socorriese  nuevamente o, sobre todo, a que la capital afirmara sus defensas. El reducido grupo de defensores lograría aún atrincherarse en la iglesia del pueblo desde cuya torre causarían fuertes bajas al enemigo gracias al certero fuego que realizaron desde ella.   
El 9 de agosto los republicanos atacan de nuevo Siétamo, esta vez a las cuatro de la mañana, con baterías de artillería en un feroz combate que duró hasta las cuatro de la tarde. Aviones bombardean el pueblo, pero llegaron refuerzos de Huesca y los milicianos tuvieron que replegarse a Barbastro. Se mantiene, sin embargo, la situación y durante todo el mes no cesan los combates en forma de pequeñas escaramuzas.
Hasta que el día 31 de agosto el ejército republicano se lanza sobre la villa siendo uno de los días más duros del asedio. Desde el amanecer y durante catorce horas, la artillería bombardeó la villa y atacó con la infantería por todos los frentes. A la columna Ascaso se había unido la Lenin y la segunda del POUM más el apoyo de una sección motorizada de la columna Durruti, formada por mil hombres, ̶ que se desplazó desde el sur de Zaragoza, seguramente Bujaraloz. En total, unos 3.000 hombres. Por este motivó los nacionales desplazaran desde Jaca 900 hombres del Regimiento Galicia 19 y la villa resistió a pesar de que en el depósito del armamento del cuartel solo se contaba con una caja de 1.600 cartuchos.
Al amanecer del día siguiente, 1 de septiembre, la artillería republicana bombardeó de nuevo. Presionaron sobre Alcalá del Obispo, Fañanás, Angües, Chimillas, Tierz, Siétamo y la capital. Del mismo modo, trece aviones bombardearon lo que quedaba de Siétamo y después lo hizo la artillería. El día 4 quedó incomunicado el pueblo con la posición de Estrecho Quinto, defendida por los soldados del Regimiento Valladolid 20.
A pesar de los bombardeos de artillería y de carros de combate sufridos hasta el día 13 en que reciben orden de retirarse hacia Estrecho Quinto, Siétamo resistió con heroísmo, 46 días de duro asedio. Los últimos combates se desarrollaron cuerpo a cuerpo, la artillería, al estar tan próximos los combatientes, tuvieron que utilizarla “tirando a cero” y el pueblo tuvo que ser ganado a pulso, casa por casa. En estos combates encuentran la muerte el Comandante de Puesto de la guardia civil, Sargento Antonio Javierre Arnal de 47 años, padre de cuatro hijos: María, Antonio, José María y Andrés.
Nos cuenta las vicisitudes de este último enfrentamiento su propio hijo José María, años después:
“El ejército republicano volvió a la carga. De nuevo madre tuvo que refugiarse en la iglesia, mientras que mi padre y mi hermano mayor se unieron a los que trataban de detener a los asaltantes, parapetados tras una trinchera de sacos a la entrada del pueblo. Los milicianos, que tenían sitiada la localidad y eran muy superiores en número y medios, lanzaron un morterazo que acertó de lleno en el cuerpo de mi padre, quien cayó herido de muerte a los pies de Antonio.”  Y continua: “No puedo ni imaginar la impresión de mi hermano. Sé que mi padre aún tuvo tiempo de decirle: Hijo mío, yo he terminado; muero por Dios y por España. Ahora os toca a vosotros”. Enloquecido, Antonio cogió el fusil de mi padre y salió a pecho descubierto hacia donde estaban los atacantes; afortunadamente, pudieron retenerlo antes de que lo mataran también a él”. “Antonio y mi madre lograron llevar a rastras el cadáver hasta la iglesia y lo enterraron en una capilla. Los milicianos se hicieron los amos de Siétamo y, enardecidos por el triunfo, acabaron con las existencias del buen vino de la tierra. Ocasión que aprovecharon los que estaban refugiados en la iglesia para escapar”.
Gracias a que pudieron replegarse hacia Estrecho de Quinto, no vieron la salvaje respuesta de los milicianos, sacaron el cuerpo del sargento Javierre que con tanto esfuerzo habían enterrado en la iglesia Antonio y su madre, lo arrastraron por las calles del pueblo hasta llevarlo a las afueras donde le rociaron con gasolina antes de quemarlo y aventar sus cenizas.
Antonio María Javierre Ortás hijo mayor de Antonio Javierre, nació en Siétamo (Huesca) en 1921. Salesiano, participó en el Concilio Vaticano II y era cardenal desde 1988. Entre 1992 y 1996 presidió la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. Falleció el 1 de febrero de 2007 en Roma a causa de un infarto a la edad de 85 años. Sus exequias fueron oficiadas por el Papa Benedicto XVI en la Basílica de San Pedro.
Siétamo le debe a las columnas anarquistas la pérdida de cientos de vidas, y de viviendas y la del Castillo Palacio del Conde de Aranda, hombre que, adelantado a su tiempo, ya en el siglo XVI.
Como en tantos otros sitios, se llevaron todo lo que pudieron; además de las campanas, saquearon, incendiaron, destruyeron totalmente la iglesia parroquial, robaron todos los objetos de culto y archivos, sesenta y tres cuadros, unos libros magníficos, por ejemplo, los Anales de la Corona de Aragón de Zurita; profanaron el cementerio y procedieron al saqueo total de todo lo existente en las viviendas de la localidad después de incendiar tres calles completas, 78 casas y 89 pajares.
Después de tantos días de defender el terreno palmo a palmo, unos cuantos, aún con heridos, evacuaron la villa y junto a otros civiles, también heridos, llegaron a la posición de Estrecho Quinto, donde se continuó la lucha. Cuando al fin los republicanos se hicieron con el lugar, cometieron 19 asesinatos en aquellas personas de ideología de derechas que no pudieron retirarse hacia la zona nacional el día 13 tal como les fue ordenado.
Por su estratégica situación respecto a Huesca, aún destruida, la villa siguió siendo cabeza de puente y punto de concentración de tropas hasta el 25 de marzo de 1938 en que, con el avance del ejército nacional, fue liberada la zona. En este período intermedio fue objeto del interés de fotógrafos, periodistas y políticos como Companys, presidente de la Generalidad Catalana durante el conflicto. Se puede distinguir vestido de blanco en el centro de la foto.
Ignacio Almudévar, Costumbrista de Aragón nacido en Sietamo, relaciona la visita de Companys con la secular afición de algunos políticos catalanes a considerar el Reino de Aragón parte de “la nación catalana” y, por tanto, su derecho a apropiarse de los bienes de Aragón: menciona el pórtico de la iglesia de El Tormillo, el expolio de los bienes de Sijena o los cuadros de Pompenillo.
Del mismo modo, la zona resultó muy atractiva para fotógrafos, Kati Horna,  Roberto Capa, Oltra, Centcelles, Guttman, pioneros de la cinematografía como Adrián Porchet, Pablo Willy, Félix Marquet o Juan Pallejá  y, desde luego,  escritores. Por ejemplo, George Orwell, que fue herido a las cinco de la mañana del día veinte de mayo de 1937 en Monflorite, siendo evacuado al hospital de campaña de Siétamo (según foto adjunta)
De ahí, fue trasladado a Barcelona y de allí consiguió escapar de la condena de Stalin al POUM ,al que pertenecía Orwell, evitando ser fusilado. Al regresar a su país escribió “rebelión en la granja” de clara inspiración anticomunista. Ignacio Almudevar escribió en su blog al respecto citando palabras del escritor: “Si alguna vez vuelvo a España, no dejaré de tomar una taza de café en Huesca. Muchos oscenses aún lo esperamos, pero, así como muchos mueren en la guerra, Orwell murió en la Paz”.
De los combates sucedidos durante la guerra civil se conocen muchos y muy importantes, pero quizás Siétamo no está incluido entre ellos a pesar de la dureza e importancia del fragor de los enfrentamientos sufridos allí. Puede acercarnos a la situación padecida, el hecho de que a pesar del tiempo transcurrido (83 años), se siguen recuperando proyectiles sin estallar en las tierras de labor de los alrededores, o en los edificios como este en la cara norte de la iglesia de Sietamo.

domingo, 25 de febrero de 2024

FELICIANO LLANAS Y LA FOTOGRAFÍA EN RELIEVE Y SU HERMANO JOSE MARÍA GRAN ESCRITOR

 

Jose Maria Llanas Aguilaniedo
He asistido en el Palacio de los Duques de Villahermosa y Condes de Guara a la exposición de fotografías obtenidas por el padre de José Antonio Llanas Almudévar, Don Feliciano Llanas Aguilaniedo. He quedado admirado en primer lugar de la calidad de esas fotos, que dan la impresión, por ser fotografías en relieve, de que las personas que en ellas aparecen, semejan esculturas, que están ocupando puestos, unos más avanzados que otros, e incluso parece que una mujer va a salirse inmediatamente del lugar que ocupa, para caer en el suelo, fuera de la fotografía. Ahora dicen que el arte fotográfico, se ha separado de esa dirección estereoscópica o multidimensional. ¿Cómo en aquellos años de mil novecientos veinte, obtenían aquellos resultados espectaculares con unas máquinas, como aquella propiedad de Don Feliciano, con la que realizó las fotos que están expuestas en la sala del museo, acompañadas también con la exhibición de dicha máquina?.
Me parece que en la vida de la familia Llanas existió una lucha intelectual, sobre todo en aquellos años de mil novecientos quince hasta mil novecientos veintiuno, en la que intervendrían José María Llanas Aguilaniedo (1875-1921), y su hermano Feliciano, que murió en marzo de mil novecientos treinta y seis. Yo sabía que en casa de Llanas vivió un gran escritor, pero nadie me hablaba de él, hasta que un día le pregunté a mi primo José Antonio que no sólo me contestó, sino que me regaló uno de los libros originales del gran altoaragonés José María Llanas. Después, el Instituto de Estudios Altoaragoneses, ha ido publicando sus obras. La profesora Dra. Ana Suárez Miramón, en cierta ocasión, me preguntó si sabía algo del escritor José María Llanas y yo le contesté lo poco que sabía. En el Instituto de Estudios Altoaragoneses me dieron un ejemplar, titulado “El Modernismo: José María Llanas Aguilaniedo”, que la citada doctora les depositó para que me lo entregaran a mí. Este trabajo es de fecha Septiembre de 2004.
José María estudió en Barcelona y allí con su condición de superdotado, que se le reconoció en el Instituto de Huesca y su gran emotividad, intervino en la creación del Modernismo. En el Modernismo debía intervenir, además del yo, el arte, es decir que en la lucha por el progreso de los hombres y mujeres, además del cerebro pensante, debía entrar la contemplación del arte, que lleva consigo la inspiración, la belleza y el sentimiento de justicia, que nos tiene que dar igualdad de oportunidades a todos los seres humanos. Rubén Darío admirador de la obra de José María declaró su inclinación “al divino imperio de la música, música de las ideas, música del verbo”.
José María intervino en la escritura de novelas en las que sus protagonistas, aquejados por patologías psicológicas, que hacen ver como en el Modernismo intervienen la estética nueva, con su emotividad y los elementos científicos de los que padecen esas patologías psicológicas. Ya decía Goya esta frase, que está escrita en su monumento de la Plaza del Pilar de Zaragoza: ”La fantasía abandonada de la razón produce monstruos, pero unida a ella es la madre de las artes”.
La profesora Ana Suárez Miramón escribe: ” y para esa función por su preparación y estudio, estaba muy bien dotado Llanas”.
Coincide Llanas con Baroja, que era médico, porque ambos sentían curiosidad “por los planos y mecanismos de la irracionalidad”. De una manera parecida a la de Llanas, en 1899, escribía que “el arte actual nace de lo subconsciente. Nace sólo de la inspiración, estado no presidido por el yo, que consiste en el libre ejercicio del automatismo cerebral y produce cuando impresiona enérgicamente, un estado de contemplación; en el cual ni se atiende, ni se reflexiona, ni se deduce; en el cual el yo absolutamente perdido, está fuera de su centro”.
José María centró la redacción de sus novelas en el emotivismo y como dice la Doctora Ana Suárez: “intentó llevar al lector hacia el convencimiento y la necesidad estética que siente todo hombre, y que diferencia a uno de otros sólo por el grado.”
Nietzsche declaraba la estética supeditada a la ética o moral del “superhombre”; José María creería en la “supremacía de lo estético sobre lo ético”.
Después de cuarenta y siete años de practicar la profesión de farmacéutico, el padre de José María, Don Feliciano Llanas Susiac por su espíritu ético frente al estético de su hijo, los enemistó durante muchos años. En el Alma Contemporánea, habla José María de la niñez, de la edad adulta y de la vejez del hombre; su padre ya mayor no coincidiría con su hijo en el sentimentalismo, pero viendo la fotografía de la página veintisiete, se contempla a Don Feliciano Llanas Susiac, delante del retablo de madera arqueada, con pisos en los que estaban depositados los botes de porcelana, que contenían los productos naturales, a los que se reconocían efectos terapéuticos. Don Feliciano usaba de la razón y tenía sensaciones del arte.
José María escribe en su libro “Alba contemporánea”, de la vejez, de la edad adulta, de la juventud y de la niñez. De la vejez le vendrían a Don Feliciano Llanas Susiac los malos humores que le producían en su cerebro, las emociones de su hijo José María.
Le siguió en la Farmacia Feliciano Llanas Aguilaniedo, hombre maduro que sintió la llamada de la Naturaleza, de las cosas antiguas, como las procesiones de Semana Santa, el traslado de los restos de Alfonso el Batallador en 1920, otra vez el traslado de las reliquias de San Lorenzo, de las carrozas del Mayo Florido y retrató en relieve todos esos motivos y otros que le atarían, como la mecánica, con la que esperaba que aquellos niños mal vestidos, que aparecen en sus fotos, con “apaños” y remiendos cosidos en sus ropas, dejasen de sufrir en sus trabajos y pudiesen hacerlos más rentables, con aquellos tractores Ford, que superarían la fuerza de aquel par de mulas, una negra y otra blanca, que aparecen en el libro de la Diputación. Fotografió automóviles, en uno de los cuales se ve a Pepe Cardús y retrata aviones en el Saso de Loreto y retrató en relieve todos esos motivos y otros que le atraían, como las trilladoras y los automóviles, los ómnibus, como el de Antonio Almudévar, que aparece delante de casa Almudévar de Siétamo .Al llegar a la madurez, como dice su hermano José María “modérase la turbulencia de las ideas, entran en juego la reflexión y las facultades superiores del espíritu…y provisto de abundante material –conocimiento, ábrense camino las transcendentales y bien gestadas concepciones”. Si , Feliciano Llanas Aguilaniedo ( no níu, sino la aragonesa palabra niedo), soñaba con la Naturaleza e iba a Siétamo, donde le sacaron o tal vez se sacó a sí mismo una fotografía, sentado en una galería, desde la que se ven un paisaje hermoso y al fondo la Fábrica de Harinas, construída por mi abuelo en colaboración con su cuñado Bescós, padre del escritor Silvio Kosti y en Huesca creó un jardín en la Torre de Casaus, con sus paseos , a la sombra de verdes parras, que se agarraban a los arcos de hierro que los acompañaban; podían sentarse los paseantes en bancos de piedra, algunos de los cuales su hijo José Antonio llevó a l Ayuntamiento para ponerlos en Las Escaleretas de la Catedral. En ese jardín hizo una piscina, con un vestuario revestido de baldosas francesas y en la pared que daba a la carretera de Zaragoza, ponían sus nidos en la hiedra los ruiseñores, a los que mi tía Luisa observaba, con una contemplación casi mística.
Era humanitario, pues cuando se enteró de que su hermano José María estaba enfermo, fue a buscarlo y lo trajo a su casa de Huesca, donde vivió hasta el año 1921, respetado por todos y querido por Joaquín Santafé, que fue mancebo de la farmacia, donde le proporcionaron piso para él y más tarde para su familia; Cuando murieron los padres de sus sobrinos Pepe y Patrito Cardús Llanas, se los llevó a su casa con lo que aumentaba el número de hijos que ya le había dado el Señor. Su inteligencia, unida a la llamada de la Naturaleza y del arte fotográfico le hacían buscar en ellos la mejora de vida de aquellos niños, que en sus fotografías salían corriendo por las calles.
Cuando murieron su hermano José María y la esposa de Feliciano Llanas Aguilaniedo, a saber doña Pilar Almudévar Casaus volvió a casarse con su hermana Teresina, para que no faltaran los cuidados a sus hijos y sobrinos Pepe Cardús y su hermana Patrito, pero perdió la ilusión por sacar fotografías el año mil novecientos veinte.
Iba Don Feliciano a pescar a la balsa de la huerta y al río Guatizalema, mientras sus hijos el pequeño Feliciano, Pablo, Lorenzo, Lurdes, Pepe y Patrito, se lo pasaban en grande en Siétamo. Allí había sacado gran número de fotografías, pero, a pesar de lo bien que lo pasaban todos los Llanas, él seguía pescando, de lo que yo todavía me acuerdo de verlo en la balsa de la huerta y dejar los peces en un terrizo en la despensa de la cocina. Iban en coche, en unos tiempos en que casi no existían. Allí se juntaban con amigos, como se ve en una fotografía en que Pablo está en el corral de casa con un joven pastor cuidando unos corderos. En otra foto se ve a Pepe Cardús montado en un caballo, mientras su primo Feliciané lo hace en un asno, como si fueran imitadores de Don Quijote y Sancho Panza. Hace escasos días estuve con Isabel Cativiela, cuyo nombre le pusieron al Campo de fútbol, llamándolo Villa Isabel. Ella era hija de una maestra de Siétamo y cuando venían los Llanas, se unía con Patrito, con mi hermana Mariví y con mi prima Lurdes y bajaban a la huerta, en cuya casa, en su fachada sur, había y todavía dura una pila de piedra, que llenaban de agua, que con el sol se calentaba, luego abrían un grifo y pasaba a una bañera de zinc en el interior de la casa, y allí se bañaban y lo pasaban alegremente. Murió en Marzo del año 1936.
Después de morir José María y Pilar, llegaba una generación de jóvenes, pero murió el mayor de los hermanos, llamado también Feliciané, y llegó la Guerra Civil, en la que José Antonio, con quince años y un físico débil y escasa visión, fue al frente y su mando lo envió a su casa. Estudió Farmacia con su hermano Lorenzo en Santiago de Compostela y el pobre Lorenzo, cuando estaba acabando su carrera, murió también, más tarde murieron su hermano Pablo y su hermana Lurdes.
Con las continuas muertes de los suyos y la angustia que producen las guerras, José Antonio no se quejaba de nada ni de nadie, pero se interesaba por todo lo divino y lo humano. Cuando era niño se subía a una de las habitaciones altas, allá en Siétamo y se revestía con prendas sagradas hechas para los niños y jugaba a decir misa; todo el mundo se acuerda de verlo en la Catedral y en San Pedro el Viejo, donde se sentaba con los beneficiados en los sillones del coro y cantaba gregoriano, afición que practicó toda su vida. Pero no sólo amaba el gregoriano sino que escuchaba la música clásica. Amaba también la fotografía, como yo mismo comprobé al verlo en la Torre Casaus trabajar en lugares bellos como el jardín, con su máquina sobre un trípode. Observaba a todas las personas y escuchaba sus dichos, que aprendía y repetía con frecuencia, conociendo a todo el mundo, acordándose de sus nombres y de sus apodos. Conocía las costumbres de las ciudades y de los pueblos, componiendo multitud de artículos costumbristas, en los que con una literatura divertida, agradable y con una gran ironía, tocaba todos los temas de lo que pasaba en Huesca, en su provincia, en Zaragoza y en los pueblos. Amaba la Naturaleza y se acordaba de los paisajes de Siétamo en su niñez, en su juventud del jardín de la Torre y en su madurez creó otro jardín en Huerrios y aumentó el horizonte del Parque Municipal, en el que plantó, con la colaboración del Ejército un enorme pinar. Pensaba en el progreso la maquinaria, como su padre Feliciano, cuando escribe: ”Por meses no cabe a Huesca la gloria de haber descubierto el dirigible…Un montón de chatarra, hierros retorcidos y engranajes olvidados en los desvanes de casa de mi prima María Cruz Bescós fueron hasta hace poco el único testimonio de esta gran proeza ”. Basta recordar la crónica que sale en La Ilustración Española y Americana sobre el accidente que en Siétamo tuvieron con un avión. Pero después de pensar, sintió la necesidad de rebautizar la Escuela Santos Dumond, dándole “el nombre de Bescós, Bosque y Vilas o simplemente el de Pepito Lasierra, que los cuatro hicieron por la aeronáutica en Huesca bastante más de lo que pudiera hacer mister Dumond”.
La literatura fue una manifestación del pensamiento y de los sentimientos de José Antonio y querida por los oscenses, que agotaron la edición de su libro “La pequeña historia de Huesca”, de tal forma que ahora hay muchos que esperan que se sigan publicando sus artículos, en libros. La música era una de las aficiones de José Antonio y se preocupaba por los órganos, por ejemplo el de la Catedral y procuraba que sus hijos tuvieran armonios, pianos, acordeones e incluso en una habitación, donde hacían sonar la música, tenían un jazz-band. Pero no sólo amaba la música, sino también la pintura.
Emilio Castelar, que tiene la mente clara, dice: ” Tenía José Antonio una filosofía, que era una maravilla. Hasta para morir, lo demostró, diciéndole a su esposa ,que se preocupaba de su salud : déjame morir en paz”.Añadía que sabía de Huesca más que ninguno, cuando decía: “ conservad la ciudad haciendo todo lo viejo nuevo”. He dicho que consultaba con todo el mundo, pero era muy frecuente sorprenderlo cuando hablaba con Don Federico Balaguer.
Fueron seis los hijos e hijas de José Antonio con su esposa María Antonia Vazquez y seis también hijos e hijas los de María Lurdes Llanas y de Manuel Martínez Sapiña, de los cuales Pepe sigue viviendo en Huesca.
La hija mayor de José Antonio y María Antonia es María Teresa, que según todos hemos podido comprobar hablando con ella, hemos podido ver una persona con una gran inteligencia y un humor envidiable. José Antonio es profesor en Madrid y hace sonar los armonios y pianos en su casa y la acordeón por todos los lugares que recorre. Lorenzo gran aficionado a los coches antiguos ejerce, como sus antepasados de farmacéutico en Huesca, Pablo, que como su padre está repitiendo con frecuencia las palabras y las expresiones, que le llaman la atención, reside en Fraga y practica la equitación, Feliciano reside en Madrid, donde no puede olvidar a Huesca y a Siétamo y dirige una asociación del Conde de Aranda; es un buen escritor, como puede verse en el libro que ha publicado la Diputación Provincial. La hermana pequeña ama a su madre y a su hermana, igual que a su hijo y a todos los acoge en su casa y me ha dicho que su abuelo dejó cuentos escritos en “fabla” aragonesa.
Todos los hijos e hijas están unidos en el bienestar de su hermana María Teresa.
Como dice José María Llanas Aguilaniedo sobre la juventud, en su libro “Alma Contemporánea” : “A medida que los años van transcurriendo, la inteligencia adquiere mayor seguridad, los hechos de experimentación observados y la ilustración adquirida por el estudio constituyen un campo de relativa amplitud para el ejercicio de las facultades del alma y las ideas propias comienzan a hacer su aparición”. Con estas palabras, parece que José María describe a los jóvenes hermanos Llanas y todavía añade: “ la juventud época de expansión violenta de sentimientos y de viva efervescencia de ideas, es un período parecido al de las grandezas…se piensa con ardor y con fiebre, se discute, se planea mucho, se columbran soluciones de problemas imposibles…los ojos deslumbrados disfrutan por anticipado del espectáculo hermoso de la vida”, la vida como aparece en la imaginación de los jóvenes, que hacen sonar la música, en Huerrios, en su casa o en Siétamo, entre ellos José Antonio con el acordeón.

Miguel Ruiz Orús, Maestro en la Escuela de Siétamo

  Me he encontrado, paseando por el Parque de Huesca, con mi antiguo amigo Miguel, al que conocí, cuando ejercía de Maestro Nacional en la E...