jueves, 30 de noviembre de 2023

Sobre los ahorcados en Siétamo en el Castillo.



                        

Yo no encontré ningún indicio de que en el Castillo-Palacio de los Condes se ahorcara a algún ciudadano. Había en la parte Este de dicho Palacio, una pequeña celda donde se encerraban diversos ciudadanos, para hacerles cumplir algún castigo. Yo me acuerdo de esa pequeña celda donde se encerraban los ciudadanos castigados por cometer algún delito. Y todavía me llamaba la atención un alto poste, en cuyo extremo superior, colgaba una soga, que indicaba que allí se colgaría por su cuello algún delincuente. Pero en las descripciones que se encuentran escritas sobre la vida culta y pacífica de los Condes se habla del lujo de aquel Palacio e incluso se describen escenas en que los niños del  pueblo,  que jugaban con otros niños  o niñas,  hijos de los Nobles dueños del Castillo, pero nada se dice de la muerte aplicada a algún rebelde o delincuente. Se han leído pasajes en que se  escribieron obras históricas al tiempo que políticas de la Historia en las que participaron, los mismos Nobles de los Abarca de Bolea.

Pero el Mundo está separando las obras de los ciudadanos de limpia conciencia de las propias de ciudadanos , que por falta de formación y de cultura, dedicaron sus vidas a los delitos y ataques a la justicia. Por estas condiciones el Castillo de los  Condes de Aranda estaba erigido al lado mismo de la Vía Romana, que se utilizaba para cuidar la Justicia en el entonces Camino que unía a la Capital de Huesca con el bello y hermoso Pueblo Montañés  de ALQUEZAR. Para vigilar el paso de los caminantes que hacían soportar a los caballos y asnos, su marcha por los Caminos, se alzaba en lo alto de la meseta  el Castillo, para vigilar el continuado paso por el mismo e inferior camino de comerciantes, emigrantes, viajeros y “busca vidas”. Todos los que pasaban por el citado Camino, después de contemplar el hermoso Palacio, y un kilómetro más abajo la sociedad había preparado un Lazareto o “Caseta de los Pobres”. Allí en verano dormían al aire libre y en invierno, llenaban el suelo varones de Siétamo de dicha Caseta, con paja para no pasar mucho frío. En lo alto de la Meseta se alzaba el Castillo-Palacio y más abajo al lado del Camino que llevaba a Alquézar, está aquella Caseta sin tejado , sino cubierta con “buro y paja”. En la Plaza Mayor se ahorcaban los condenados a muerte, en la cruz central de dicha plaza. Y no en el mismo castillo del Conde.

Se recorría el camino desde Huesca capital hasta Alquézar,  por La Vía Romana, por la que se subía o se bajaba andando o montando caballerías. Aquellos edificios notables que se alzaban al lado de la Vía  Romana,  guardaban el orden y el respeto, de los cuales el primero desde Huesca hasta Alquézar, era el Castillo -Palacio de los cuidaban por el bienestar de los caminantes. La primera parada entre Huesca y Alquézar fue el Castillo-Palacio de los Condes de Aranda, que gozaron muchos títulos de Nobleza y eran los responsables del orden y la disciplina en el camino, que pasaba por Siétamo y su Monte hasta el pueblo de Liesa.

En un Lazareto o Caseta de los Pobres, al  que se llegaba a escasos metros por  la bajada desde el Palacio, descansaban los viandantes. Seguían el camino hasta el río  Guatizalema y una vez cruzado dicho río ,se encaminaban al pueblo de Liesa. En él eran abundantes las iglesias y ermitas, donde se cuidaban los caminantes, en un hospital y se cuidaba de su salud, para que siguieran su camino por la  Vía que subía hasta  Alquézar.

Hoy estas vías de comunicación desde Siétamo hasta Liesa son zonas de Somontano ya casi abandonadas, pues se sube a Liesa por la difícil Vía , ya casi desaparecida.

Yo he pasado varias veces por la antigua Vía que comunicaba Siétamo con Liesa, pero su paso para los automóviles era difícil de superar, pero  subí varias veces a Liesa y fui mirando para encontrar, el Fosal donde se enterraron los difuntos de Siétamo, enterrados lejos del cementerio de este Pueblo. Yo no he podido encontrar este triste lugar y estoy esperando a que mi amigo Vicentico de Benedet, me enseñe ese lugar que él conoce, pues conoce casi toda la Historia de Siétamo. De esta tragedia de muertes en nuestro pueblo, ya casi no se acuerda nadie, pero yo quiero ir a este abandonado cementerio a recordar a nuestros antecesores difuntos.  Pero no sólo el recuerdo triste de “pestes” en mi pueblo pues mi padre, nacido en 1.888 me contaba las dificultades que tuvieron que pasar los vecinos de Siétamo, por los años de 1.918,cuando “llegó una peste”, en la que tuvo el trabajo de auxiliar a sus vecinos. El mismo estuvo enfermo , pero una vez salido de estado febril, con varios compañeros del pueblo, se dedicó a socorrer a  sus paisanos enfermos.

Pero cuando paso por la antigua Vía que conducía a Liesa, todavía no he podido encontrar el cementerio de hijos de Siétamo, que ya queda su fecha hace muchos años. Yo no he podido encontrar ese triste cementerio, pero no quiero marchar de este Mundo sin pararme en tan triste lugar y rezar alguna oración por los difuntos que causó tal peste, enterrados lejos del pueblo de Siétamo, para evitar muertes a causa de esa peste siniestra, que me recuerda la actual que tiene metido el horror entre los ciudadanos de este Mundo. Cuando vea a Vicentico Benedet  le diré que me acompañe a ver esas sepulturas , de las que ahora ya no nos acordamos.      

martes, 28 de noviembre de 2023

Retablo literario de Doña Ana Abarca de Bolea.-



Comenta Riley en su obra “Teoría de la novela en Cervantes”, que “para Robortelli y los comentaristas posteriores, los hombres “mejores” de que habla Aristóteles eran los mejores tanto por su posición social como por la moralidad. Con una absoluta falta de realismo se creía que la virtud, la sabiduría, los buenos modales y la belleza se hallaban encarnados en las personas de rango y fortuna, en tanto que las deficiencias correspondientes se daban tan sólo en las clases sociales inferiores”,  pero Doña Ana Abarca de Bolea, como no podía ser menos, no ve en tal afirmación un juicio justo, e incluso el mismo  Riley, coincide con ella, cuando afirma que,  de que “estas valoraciones a un tiempo sociales y literarias (…) se vieron totalmente alteradas con la aparición del Cristianismo que enseñaba (…) que los más humildes eran los más altos y que todos los seres humanos eran iguales espiritualmente, sin reparar en sus diferencias materiales”.

Ana Abarca de Bolea era una autodidacta, que habiendo nacido en Zaragoza en 1602, como demostró la Doctora Angelines Campo, vivió en el Castillo- Palacio de Siétamo, sólo hasta los tres años, mandándola sus padres a educar a la escuela monacal del Monasterio de Casbas. Allí se hizo una mujer docta y no profesó hasta los veintidós años (1624). Llegó a ser Abadesa del Monasterio(1672 a1676), tocándole pasar malas épocas, en una de las que las invadió la pobreza y en otras la guerra contra los franceses, que la hicieron ir a refugiarse a Zaragoza.

Con frecuencia iba a Huesca, donde vivían los familiares de su querida sobrina Francisca Bernarda Abarca de Vilanova, que consiguió, que después de muchos años se publicara su obra “La Vigilia y Octavario de San Juan Bautista”. Sintió siempre un amor y una nostalgia por la que  ella llamaba  “… mi casa y castillo” de Siétamo  e iba a pasar temporadas en ella. El retablo de la Virgen de la Gloria lo construyó en colaboración con Doña Francisca Bernarda Abarca, en 1683. Parece ser que en 1686, todavía vivía.

Quizá esté retratada en dicho retablo, pues en él lo están  dos jóvenes mujeres, una de ellas de paisana y que se encuentra  al lado de Santa Ana y de San Francisco, que parecen estar allí para dar sus nombres a Doña Ana Francisca y la otra con hábitos de monja, está al lado de un San Bernardo, que no es el fundador de la Orden, sino un santo valenciano, que siendo musulmán, se convirtió al catolicismo y San Francisco se encuentra al lado de Santa Ana, hacia la izquierda, y ambos nombres recuerdan el de Doña Francisca Bernarda Abarca.

En la parte superior del retablo y en sus ángulos se encuentran los dos escudos de ambas monjas constructoras y sus nombres. Parece muy natural que estén allí sus retratos. 

El hecho de estar vestida de paisana, nos hace recordar que no hizo sus votos religiosos hasta los veintidós años de edad y tuvo una atracción por convertirse en Anarda, pastora que debía dirigir la marcha de  su obra Victoria y Octavario de San Juan.

Doña Ana Francisca Abarca de Bolea, que siendo una autodidacta y una gran pensadora, era natural que se diera cuenta del abandono de la mujer por la sociedad. Se quejaba, entre otras cosas de los largos cantos gregorianos, que tenían las monjas que cantar en latín, lengua que no entendían, al contrario que los curas y frailes, que gozaban con el significado de los textos, que cantaban.

La madre de Dña. Ana Francisca se caso dos veces.  De ambos matrimonios nacieron unos nueve hijos y todos se amaron como hermanos. Su único hermano, pues los dos pequeños debieron morir pronto, fue el primer marqués de Torres, llamado don Martín, de modo que el segundo marqués fue su sobrino carnal. Su hermano Don Martín, además obtuvo el título de Conde de las Almunias, siendo un notable poeta, que consta en la Palestra.

El padre de Doña Ana Francisca murió en Siétamo en mil seiscientos dieciséis y según su deseo se enterró en la iglesia parroquial  del mismo pueblo, pero no se sabe donde yace, porque esa parroquia no era la actual, que se construyó más tarde.

Yo he conocido íntegros el castillo y la casa, donde se encontraba una enorme cuna, en la que si Doña Ana Francisca no descansó en su niñez; lo harían los miembros de su estirpe, que después vinieron al castillo.

No se casó, repito, pero compensó el aspecto material y maternal  cultivando la amistad con gran número de hombres, que se distinguieron por su notable inteligencia y tratando de hacer iguales a los hijos de los hombres y mujeres, ya fueran del sencillo pueblo o de la nobleza y de la intelectualidad.       

Conocía la obra de Don Luis de Góngora y participó en certámenes literarios, manteniendo siempre  la amistad y el trato amistoso y sobre todo literario con personas pertenecientes al círculo de Lastanosa, del que quedan documentos. Recordemos a  Don Juan Vicencio de Lastanosa, al Padre Baltasar Gracián, al Doctor Ustarroz, al poeta Francisco de la Torre, a Salinas, a Fray Jerónimo de San José y al marqués de Torres, su pariente.

Pensaba Doña Ana Francisca y se daba cuenta del contraste entre el criterio de Arnaldo en Los trabajos de Pérsiles y Segismunda,  cuando decía: ”nunca en los humildes sujetos o pocas veces, hacen asiento virtudes grandes” y el de Cervantes, autor del expresado libro, en el cual expone su pensamiento, muy común en su obra, y que dice que la autenticidad de la nobleza no depende del grado social de cada uno.

Ella se daba cuenta de la diferencia entre los humildes hombres y mujeres del pueblo y

sus amigos y parientes, que vivían en zonas ajardinadas, con adornos de pinturas, esculturas, fuentes y laberintos. Su recuerdo era fruto, entre otras, de la visita que hizo Doña Ana Francisca, al palacio de Lastanosa, que describe Ustarroz en una de sus cartas.

Luego se  supo de que caballeros se trataba, porque los oyentes se mostraban “deseosos de ver los deliciosos jardines, burladores y artificiosos surtidores y huertas de Don Antonio Abarca y de Don Vicencio de Lastanosa”.

Es curioso pensar en la situación del jardín de Lastanosa, cuya casa estaba en la actual casa de Mingarro y sus adornos de los jardines, entraban,  por detrás en el Parque Municipal actual. ¿Soñaría Doña Ana Abarca que el pueblo sencillo llegaría a pasear por el jardín, entonces prohibido a aquel pueblo de tal condición?.

Tenían los Abarca un gran sentido social, porque no sólo fue Doña Ana la que amaba a los humildes, sino el propio Don Pedro Abarca de Bolea, Conde de Aranda, que a los trabajadores de cerámica que tenía en Valencia, les estableció una paga de retiro. 

El pariente de Doña Ana  y de su sobrina Doña Francisca Bernarda Abarca, poseía una huerta-jardín en la casa del Barco, que se encuentra sobre la apertura del Coso Alto entre la calle Costa y la de Monreal. En ella encontró mi amigo Eliseo Carrera  un escudo de los Abarca de mil seiscientos sesenta y dos, que guarda en el jardín de su casa, en la Ciudad Jardín, cerca de la Clínica de Santiago.

No estaba casada Ana Francisca y no dependía de ningún gobernante de su personalidad; en cambio ella, además de ser Abadesa, tenía cargos civiles sobre algunos pueblos, dependientes  del Monasterio. Ella vivía los problemas de los hombres y mujeres nobles y sufría los del pueblo, porque ella era artista y sabía música y le encantaba escuchar a Pascual y a Ginés la Albada al Nacimiento del Divino Verbo, acompañado del  “son de la gaita”. Estaba la letra en aragonés. Estos hechos conmovían el corazón de Doña Ana, porque el arte y la lengua de sus paisanos, que los sentía con el corazón, tienen enormemente que ver con la sinceridad, pero no con la mentira.

Ella pensó en hacer una obra que reflejase la identidad de sus gentes, las de abajo y las de arriba, a la que tituló Vigilia y Octavario de San Juan Bautista, en la que se produce una verdadera comunión (común unión) entre dos clases, a saber la de los pastores y la de los caballeros, con la “socialización de los primeros y la pastoralización” de los segundos, llegando a una mezcla mayor, con las bodas de dos caballeros con las pastoras Anfrisa y Clori, que la que se produce en obras anteriores, como la Galatea o El Prado de Valencia, donde “la relación entre los ámbitos cortesano y pastoril no afecta a los sentimientos amorosos”.

¿Dónde se iba a desarrollar la novela pastoril?. El Moncayo se ve desde debajo de Pamplona hasta Siétamo, que está al lado de Huesca y desde lo alto del Castillo de los Abarca de Bolea ¿se vería el Moncayo? ; habría que preguntárselo a nuestros antepasados, por ejemplo a mi abuelo que está en una antigua fotografía  subido a la torre del castillo. Y, como dice la Doctora Angelines Campo creó Doña Ana Francisca el escenario en “las encumbradas sierras de Moncayo”. Esta obra se publicó el año 1679 y que fue la última publicada sobre la novela pastoril y “uno de los más claros exponentes del fenómeno literario conocido como socialización de lo pastoril”.

Riley dice que Doña Ana “aparece disfrazada de Anarda, la pastora”, pero a Angelines Campo no le parece muy exacta dicha afirmación, pues dice que “sólo parece aceptable de forma parcial y matizada”, pero sin embargo yo no veo inconveniente en que la autora de la prosa y de la poesía que entran en la composición de la Vigilia y Octavario de San Juan Bautista, sea al mismo tiempo la pastora, que ejerce de actora y de directora, logrando una “  riqueza de relaciones humanas entre clases distintas, verdaderamente notable”,”aunque todos son personajes de escaso relieve psicológico”, como dice Angelines Campo. Además, yo creo que jamás tendría necesidad de ejercer de Anarda, pues, ¿se representó dicha obra en el Moncayo? Y si se representó más tarde en Huesca, por ejemplo, cualquier dama podría ejercer de Anarda.

En esta obra logra una mezcla de la vida real, en que los pastores se mezclan con los grandes ganaderos con los nobles, con los militares y con los eclesiásticos Pero con esta mezcla, el ganadero prepotente, el pastor rústico y pobre, el noble, el militar y el eclesiástico. Se idealiza la sociedad, pero no alcanza esa situación la realidad.

No describe el amor humano con intensidad, dada su condición de religiosa, pero  la lleva a describir romerías a la Virgen del Moncayo y misas en la ermita de San Juan Bautista, nos recuerda los debates literarios en los que participó y las costumbres de las corridas de toros, de las comidas campestres, de los juegos, de los bailes y de los instrumentos musicales, como la gaita, con los que se acompañaban al bailar y de las recitaciones de poesías y narraciones de historia y cuentos en prosa y nos retrotrae a la música que en aquellos tiempos se hacía sonar.

Vemos como cultiva el estilo barroco del siglo diecisiete, influida por Góngora y por los aragoneses Argensola y por Baltasar Gracián, admirador de Doña Ana y ésta de él.

Aunque Doña Ana Francisca ve en la lengua aragonesa una especie de castellano antiguo, se observa que era una enamorada de ella, pues escribe un romance a Guara en Fabla aragonesa, de la que habría que enseñar a los altoaragoneses alguno de sus versos.

Hacía hablar a los ángeles en castellano y a los pastores en aragonés, con lo que seguía preocupando a Ana Francisca Abarca el problema de la igualdad entre los seres humanos.

Escribía en aragonés, pero ella veía un retraso cultural de su pueblo y a pesar de querer que el pueblo progresase, ella no sólo amaba al aragonés, sino que quería y gozaba con todas las costumbres, como hemos visto en las de los toros, de los juegos, de los bailes y músicas.

Con sus escritos en aragonés, Ana Francisca es casi la única escritora que los pone de manifiesto, algo castellanizados, pues era una lengua que no se ha cultivado. Hay después algún escritor que cita frases y palabras, como el autor de Pedro Saputo y el año mil novecientos cuarenta y cinco, mi padre nos escribió a nosotros los hermanos Almudévar, un relato del Nacimiento del Niño Jesús, que recuerda un poco la novellilla que canta también al Niño-Dios. Si el Baile pastoril puede interpretarse como una pequeña obra de teatro popular, la de Manuel Almudévar parece sacada de una tradición antigua, basada en el estímulo de la fe cristiana y que se celebraba en las iglesias por la Navidad. Yo recuerdo borrosamente, pero con la realidad aclarada entre otros por doña Isabel Asín, que llevaba la Posada de Siétamo, como iban a la iglesia algunos hombres disfrazados de pastores, llevando sus botas de vino, que en algún momento levantaban para beberlo y alguien soltaba algún pajarillo en la iglesia.     

Si se han acabado aquellas humildes comedias de mis años infantiles, en tiempos de Doña Ana eran gozadas por ella, como dice en La Albada al Nacimiento: ”Diránlo los villancicos-y diránlo los cantors,-dirélo yo, que me enfuelgo-de repiquetear la voz.

“Sin embargo, nunca podié oblidar a inchenuidá d’a suya fabla d’o lugar natal, y as suyas poesías en fabla aragonesa amuestran que siempre conservé guallarda a suya identidá de nina, a pesar de qu’un diya s’arropase con as solemnes tocas monchils y alcanzase a dinidá d’abadesa mitrada”.

Tiermas para la salud y para el honor, la economía y la conciencia

 


Tiermas antes del pantano de Yesa.


Poco antes de llegar a la presa de Yesa, que se asentó justamente al llegar a Navarra, se contempla allá arriba y a orillas de las aguas del Pantano, el derruido pueblo de Tiermas. Uno lo contempla y lo mira por su cara Norte, por donde pasa la carretera, desde la que se presiente, que más arriba,  a la derecha, discurra la Autovía de Huesca- Pamplona.
En aquel punto parecen abrazarse Aragón y Navarra. Próxima al  pueblo de Tiermas,  todavía en Aragón, se extiende un club deportivo navarro.
No podemos los mortales olvidar, el calor bendito de las corrientes de aguas termales. Quedan en las orillas del Pantano de Yesa, estructuras pétreas,  ya derribadas y arrinconadas, en las que muchos  bañistas se recrean y cuidan con salud, bañándose en esas aguas termales. A Tiermas, ya los romanos le dieron su nombre, basado en el calor termal  de sus aguas; en ellas encuentra uno, viajeros que aprovechan el paso por dichas aguas, para recibir de ellas, el milagro, que  reza la oración: “Aqua benedicta, sit nobis salus et vita” (Agua bendita, que seas para nosotros salud y vida”.
 Pero no sólo los pasajeros aprovechan  para gozar y recibir salud de tales aguas, sino que habitantes del próximo pueblo de Sangüesa, van a bañarse  y a recibir la bendición del agua termal. Pero no sólo acuden a las termas, oficialmente abandonadas, de tierras más distantes, sino que mi gran amigo, ya difunto y vecino de Velillas, Francisco Bailo, cada año, subía a aprovecharse de esas aguas, que eran salud y vida. Hace pocos días me encontré con una hija, que ahora vive en Madrid, del “abuelo Grasa”,  de Salinas de Jaca el Viejo, que se murió con más de cien años y a la que le devolvieron la salud, las aguas termales del río Aragón. Ya no podía andar y la llevó su padre, sobre los lomos de un caballo,  a las termas. A la semana de recibir los baños de aguas termales, ya pudo volver caminando a su pueblo, por su propio pie.
Pero aquel monte, que mira siempre al cielo, unía la Sierra Pirenáica de Leyre, con tierras, no tan montañosas en Sos del Rey Católico y con las de la Navarra, Sangüesa.
Pero Tiermas y el Monasterio de Leyre, convivían espiritualmente, porque el pueblo, cuando se iniciaron las obras del Pantano, guardó sus ropas litúrgicas, como albas, casullas, capas pluviales y cálices y otros muchos objetos litúrgicos, en el Monasterio de Leyre, donde se encuentran enterrados, guerreros como Iñigo Arista, de los que también los hay enterrados en el viejo Monasterio de San Vicente de Sobrarbe.  Por encima de Tiermas,  se encuentra el Monasterio, donde acogieron las reliquias de las Santas Mártires  Nunila y Alodia, y hoy en día, acuden sus monjes a venerar en Adahuesca, a las citadas santas. Desde aquellas alturas dirige la Providencia su bendición a Navarra y a Aragón.
Tiermas en la actualidad, cuando baja el nivel de las aguas del pantao.

Por debajo del pantano, sus aguas se dirigen a suministrar la ciudad de Zaragoza, para su abastecimiento.
Los  antiguos habitantes de Tiermas, ¿ a dónde dirigieron sus pasos al ser echados de su tierra y de sus bendecidas aguas?. La comarca sigue prosperando, mientras los hijos de Tiermas, empezaron peregrinaciones por el mundo para seguir,  simplemente vivos.
La zona prospera, pero sus hijos, nacidos en Tiermas, están desperdigados por ciudades y pueblos. Uno de ellos, amigo íntimo de mi hermano Luis, posee en Huesca un Restaurante, en el que hace felices a sus amigos, con sus platos y licores, como recibían su felicidad calentándose y gozando con las aguas termales de su pueblo. Así como en Tiermas, se reza que “esa agua sea para los hombres, agua bendita”, el hijo de Tiermas, Javier, acompañado por su esposa Milagros, hace que el Pan de cada día, sea para nosotros, además de pan, Vida. Cuatro años tenía Javier, cuando se lo llevaron de Tiermas y ahora, después de muchos años, recuerda el enorme sabor de los espárragos, que en sus huertas, se criaban.
En este Restaurante, viven y  bañan su humor, no con las aguas termales, sino con las conversaciones unas veces profundas y otras ligeras, sobre economía y política, mezclando, como he dicho, las conversaciones profundas sobre economía  con las humorísticas. Allí surgen los comentarios placenteros de los que en este bendito Restaurante, alimentan sus cuerpos y sus mentes, acompañados por las bebidas del agua, las de los licores y la del café. Así van manteniendo, con sus charlas el humor, el optimismo en este mundo, del que muchos tienen que huir de la Termas materiales y espirituales. En aquel comedor se escuchan las palabras de Amadeo Bovio, sobre la evolución del cultivo de la tierra, desde las parejas de mulas y caballos, hasta los tractores, todopoderosos y sobre los adelantos de la ganadería, José Antonio Callaved, describe el paso de ella, cuando mataban un “tocino” en cada casa del pueblo, a los Mataderos Industriales, que han hecho evolucionar, la alimentación de los humanos.
Preside la Sala del Café, no un pequeño barco, sino medio, aserrado en dos partes, una derecha y otra izquierda, porque una parte se la dio al gran amigo, presidente de este Restaurante, en tanto la otra se la llevó su amigo Luis, el constructor del barco,  a su casa. Tiene el “barquito, barco velero”, colores alegres, que penetran por los ojos de Javier y de su esposa Milagros, que además de alegrar sus espíritus, les recuerdan los ratos pasados con su amigo, el Marino Luis Almudévar.
Javier y su esposa, notaron la falta de humor, con la muerte de su amigo, Luis, pero colocaron “el barco, barco velero”, presidiendo la Sala del Café,  que los llena de alegría y de esperanza en un futuro, que bañará sus cuerpos y sus almas, en el cielo con aguas termales, como las agradables de su pueblo, Tiermas.

lunes, 27 de noviembre de 2023

La torera.-

 



Antes era difícil contemplar una corrida de toros en la que las mujeres hicieran el oficio de matadoras, pero no sólo había dificultades para el sexo femenino en esta actividad, sino en muchas otras, como por ejemplo en la faena de cortar el pelo a los hombres. Es un placer ver a una matadora con su cuerpo serrano y su belleza, tender su capote ante las astas de un toro bravo. Se emocionan hasta los corazones al pensar en la posibilidad de que ese cuerpo tan bello,  sea lacerado por las defensivas astas del cornúpeta. Y uno piensa que si la torera sufriera una herida, la multitud que asiste a la corrida, ofrecería ríos de sangre para compensar la por ella derramada.

¿Qué pasa con otras actividades humanas artísticas o vulgares?. A mí se me ocurre el caso que presencié el otro día en una barbería. El dueño rapaba y arreglaba el pelo de las cabezas de los que por ahí iban a cortarse sus melenas y en estas llegó una hermosa joven, que al cliente que le tocaba ser atendido, le hizo una llamada torera porque se colocó al lado de la silla giratoria, con el paño en su mano ,como si de una capa torera se tratase, le presentó el culo de silla para que acudiera a sentarse en él y así que tal ejercicio realizó, tomó ella sus armas, no de matar sino de hacer su faena y con su tipo torero y la agilidad de sus manos, empezó a disminuir la larga melena que su “gachó”, substituto del toro que se oponía a la mujer torera. Eran unos pases al son del choque de las hojas de la cortante tijera y uno contemplaba complacido tal espectáculo. Pero ,de repente, dejó de oírse el sonido tijeril,  porque en un descuído, se había introducido la oreja del cliente entre las hojas de la tijera, que produjeron un corte, del que, como en una corrida de toros, se veía salir sangre. El cliente, no como un toro enfurecido, sino como un caballero, que monta su caballo de rejoneador, esperó a que le hiciera los apaños de la lesión que se había producido en su oreja. Le puso agua oxigenada y después una tirita y ya libre la cortadora de orejas de ninguna preocupación, acabó de arreglarle la cabeza por sus pelos externos,  porque los pensamientos internos producían inquietudes nerviosas al  cliente.

Por último tuvo lugar el acto de la paga, que en la torera debe ser notable la cantidad que cobra , pero en la peluquería según había observado el toreado señor ,cobraban diez euros, pero grande fue su sorpresa , al ver que le cobraba diez euros y ochenta céntimos,  al parecer por la faena que tuvo que desarrollar la torera con el agua oxigenada y la colocación de una tirita. El rejoneador, me causó admiración al ver que le daba de propina además de los ochenta céntimos de euro,  uno más con veinte céntimos.¡Ay que ver las mujeres toreras y alguna barbera que gran respeto le tienen a los euros y qué caballeros son algunos señores, rejoneados y rejoneadores en la barbería!.

Manuel Bescós Almudévar, soñó clonar hombres de Neandertal

 

Retrato de Silvio Kosti  por  C. Brun . Paris 1891



Autoretrato de Silvio Kosti.















En Santa Cilia de Panzano, en la Sierra de Guara, se exhibe el escudo de los  Bescós, que consiste en un corazón, del que se eleva  una cruz, hacia el cielo. El  Bescós de Santa Cilia,  pariente de Manuel Bescós Almudévar, que vive en Santa Cilia y que se llama Gonzalo, me hizo leer el Libro de Infanzonía de su apellido.  En aquellos pequeños pueblos o aldeas, han vivido y todavía viven ciudadanos con el apellido Bescós, por ejemplo en Bastaras y en Panzano, que todavía se declaran parientes de aquel Bescós, que fue en los lejanos tiempos de 1923, Alcalde de Huesca. Pero en Bastaras ya no queda ningún Bescós, pues han desaparecido todos sus habitantes, porque lo han convertido en un gran coto de caza. En su término se encuentran la Cueva de Chaves, de donde han hecho desaparecer un yacimiento neolítico, de los más interesantes de España. Se encontraba en  plena Sierra de Guara. En Santa Cilia de Panzano, están  los restos del castillo y la ermita de Arraro, nombre vasco-ibérico, levantados para emprender la Reconquista de la Tierra Baja, en los tiempos de Montearagón y del Castillo de Loarre.  Entre Santa Cilia de Panzano, y el castillo de Arraro, hay un espacio, donde se da de comer a los buitres y a los alimoches. En la parte alta de la Iglesia hay un museo donde se observa la vida de los buitres, por medio de películas, fotografías, nidos de buitres y de alimoches. Han pasado muchos siglos, pero todos los años los vecinos de Panzano y de Santa Cilia suben al castillo y a la ermita, que se encuentran en lo alto de la Sierra, para recordar su Historia, mientras  los nuevos dueños de Bastaras, con su coto de caza, destruyen la Prehistoria de Guara.  En Santa Cilia de Panzano y en Panzano, de donde vinieron a Huesca, los Bescós Lascorz, de los que Francisco, Ingeniero, se casó con la hermana de mi abuelo Manuel Almudévar Vallés, de Siétamo, y que tuvieron un hijo llamado  Silvio Kossti. La Cueva de Solencio, también en Bastaras, encierra en la entrañas de la Sierra un depósito de agua enorme, que en momentos inesperados, deja salir por el río Formiga, cantidades de agua voluminosas.
Allí, tan cerca de Guara, se recuerda a mis parientes los Bescós, con el sencillo, bello y amoroso escudo, que Silvio Kossta, con su imaginación, ha convertido en un escudo de una nobleza, bañada por el comercio internacional. Silvio Kosti, se dedicó, entre otras actividades al comercio del vino, abierto por Francisco su padre, en la vecina nación de Francia.
¿Han vuelto por la Sierra, los Bescós políticos, comerciantes, militares y escritores?. Siguiendo a la familia Bescós que  domiciliada en la Casa, que se encuentra todavía, en el trayecto que baja de la Plaza de Zaragoza a la Estación de Ferrocarril, me acuerdo de haber visitado acompañado por mi tía Luisa, a nuestra pariente,  María Cruz Bescós Lasierra, escritora de las costumbres del Alto Aragón y las del Midi francés. Se quedó soltera, y parecía ser la heredera de las cualidades literarias de Silvio Kossti, que era un cerebro muy inteligente,   pero tal vez descarriado por el inmenso número de fábulas, que confundían su imaginación.
José Carlos Mainer en la introducción a “Las tardes del sanatorio”, escribe: ”Manuel Bescós tenía entronizados republicanismo y anticlericalismo como sendas dimensiones éticas de su espíritu”. Y yo no sé si mi tío tenía espíritu o carecía de él, pues pensando en las Cuevas de Solencio y de Chaves, uno duda si por allí tenía que haber monstruos y brujas. Me contaba uno de los últimos que vivieron en Bastaras, que estando labrando cerca de una de esas cuevas, se le acercó un ser, al que no podía distinguir si era hombre con su espíritu o un monstruo. Le comenzó a conversar con unas palabras sonoras, pero a él le parecían diábolicas  y se le apoderó el terror y echó a correr hasta Bastaras. Pudo tener Manuel Bescós Almudévar figuras del mal dentro de su cerebro, pero endulzadas por Sócrates, Sofocles o Virgilio, que le convertirían su espíritu en algún campo de imaginaciones, que  se perderían en los espacios.   
Tal vez por eso, cuando enterraron en la iglesia de Castilsabás, a la hermana de mi abuelo Almudévar de Siétamo, él estaba sentado en un banco y en sus manos sostenía un libro, cuyo contenido nadie lo conocía, hasta que Vallés de Castilsabás, dueño de la casa, acerco sus ojos por la parte de detrás y descubrió que aquel libro no trataba de las teorías de la Iglesia, ni de las ceremonias, que se celebran para enterrar a los muertos, sino que eran textos de Epicuro,  de Thales de Mieto o de Heráclito.
En el prologo de su obra “Las tardes del Sanatorio”, él mismo  dice lo siguiente:”quiero escribir la historia de mis dolores y alegrías, sean, si a tanto alcanzan, fiel reflejo de la carne flagelada y rota y el ansia del vivir; pueda ser mi relato sutil como un ala de mosca y ligero como un cuento azul; ya que no sea didáctico por su inopia científica, sea ameno en fuerza de humos versátil y verdadero”.
Y en ese “cuento azul”, según su criterio reconoce que “no es didáctico por su inopia científica y desea que sea ameno en fuerza de humos, versátil y verdadero”.
Entre tanto su padre Francisco era carlista y conservador y su madre, hermana de mi abuelo Manuel Almudédar Vallés, era tan piadosa,  que la llamaban la Beata. “Otros muchos rasgos de su ánimo descontentadizo, (es decir de Manuel Bescós Almudévar) y no menos de su desenvuelto arte de epistológrafo, se podrían ir anotando al hilo de las inestimables cartas publicadas por  Cheine. Pero sería inútil buscar en ellas los rasgos vitales de un escritor profesional, ni aún vocacional siquiera”.
Su propio padre, además de construir carreteras en la provincia, de crear un gran comercio de vinos entre España y Francia, levantó, en Siétamo, con mi abuelo Manuel Almudevar Vallés, una moderna Fábrica de Harinas.  La esposa de Silvio Kossti, de casa Juan Lino de Quinzano, se apellidaba Lasierra y educó a sus hijos, cristianamente y  fueron modelos de producción,   no sólo material, sino también ética,   como Rafael que dirigió la Central Eléctrica de Huesca. Otro hijo fue Almirante de la Flota Naval Española, en tanto su hermano Fernado,  fue General del Ejército. Su hermana Teresa Bescós se casó con el General Alamán, apellido que abunda  cerca de Santa Cilia de Panzano, por ejemplo en Casbas de Huesca.  Tuvo Teresa a su hija también llamada Teresa con los apellidos de Alamán y de Bescós, además de un hijo Ingeniero, en Madrid y que ha muerto hace escasa fechas. No sólo recuerdo a la hija, Teresa Alamán Bescós,  que se quedó soltera toda su vida por cuidar a su buena y simpática madre, que le sobrevivió aproximadamente hasta los cien años. Repito que no sólo la recuerdo, sino que está presente en mi vida, porque amaba a toda la humanidad, con el mismo cariño, que profesó a su madre Teresa Bescós. Acudieron a Huesca para retirarse de su vida europea, en Suiza y en Bruselas y se quedaron a vivir, en el piso quinto de la casa donde vivía mi familia conmigo. Cuando se casó mi hija, la recibió junto con su marido en Suiza y a nosotros nos recibía en su apartamento de Villanúa. Y siempre pasaban días en Siétamo e incluso, acompañadas por mí y por mi esposa, estuvimos a visitar en Quinzano a la familia Lasierra. Eran dos personas con una personalidad extraordinaria, llenas de bondad, de simpatía y recordaban el origen de sus antepasados  en Santa Cilia de Panzano y en el mismo pueblo de Panzano. Fueron a visitar a este pueblo, a su pariente Gonzalo y a su también familiar esposa, María Naya, pariente mía,  a través de los Azara, de lo que  todavía guarda Gonzalo Bescós de Panzano, documentos. Esta María, les entregó a la hija y nieta de Silvio Kossti, un hermoso libro sobre la vida de la Madre Bescós, nacida en el pueblo, donde las Hermanas de Santa Ana, cuidan un pequeño convento, al que van las novicias en verano. Esta Madre de la Comunidad de Santa Ana, que era prima-hermana del abuelo de Gonzalo Bescós y pariente de Silvio Kosti, fundó un pequeño convento de Hermanas de Santa Ana en su casa de Panzano. En este mes de enero de 2013, me he encontrado con Antonio Fanlo Bescós, primo hermano de Francisco Bescós, que vive en la casa, adornada con su escudo, que se alza en Santa Cilia de Panzano. Su bisabuelo se casó en Panzano, en casa de la familia Campo, que tenía como apellido Bescós, que fue la casa donde nació la Madre Pabla Bescós. Al principio fue colegio, donde llegaron a estudiar unas cuarenta niñas. Ahora acuden a la antigua casa de Bescós, monjas y novicias, a pasar el verano.
La Madre Pabla Bescós, era muy joven en la Guerra de la Independencia, pero llegó a colaborar con la Santa Madre Rafols, en el Hospital de Sangre de Zaragoza. Fue perseguida esta fundadora de la Hermanas de Santa Ana  porque para la Guerra de la Independencia, sanaba, igual a franceses que españoles. Su caridad era universal. Como lo fue el cariño de las dos Teresas, que corrieron medio mundo y Teresa Alamán, practicó la caridad en los despachos de la Onu, en Suiza, en París y en Bélgica. Durante la Guerra Civil Teresa Bescós, desde Biarritz seguía los pasos guerreros de su esposo el General Alamán, al otro lado de la frontera española. Desde el Castillo de Arraro, siguiendo por la Madre Pabla Bescós en la Guerra de la Independencia, hasta Teresa Bescós Lasierra, vivieron los Bescós las interminables guerras
Parece ser que la madre Rafols y su discípula,  la Madre Pabla Bescós, creían y practicaban el amor al prójimo, pero uno se da cuenta de que Silvio Kosti,  creía  “en aquella división de la humanidad  en un rebaño incontable  de Bárbaros y una pequeña selección de Helenos”, a lo largo de su vida. Pero  sus hijos, que vivían  la realidad, le hicieron darse cuenta, de que la vida no es sólo materia, sino también espíritu.  Por ello, dio mala marcha a la salida de su obra “Los Epigramas”, cortando  su edición, ”temeroso de que sus atrevimientos, perjudicaran el crédito de sus hijos (dos de los cuales habían comenzado la carrera militar)”.
Además a  Joaquín Costa le enojó el relato de Silvio Kossti, en el que cuenta  la relación de aquel cuadrilátero amoroso, de “tipo porno”, integrado en la humanidad, en un rebaño incontable de “bárbaros”, formado por el Dr. “Cornelius Korner”, su ardiente esposa,  la criolla Zoe,  su esposa, un orangután al que llamaban Moritz, “que vegetaba  tristemente en su yacija,importado de Borneo y el chófer del Dr. Cornelius Korner, llamado John. De aquella Sierra Guara tan noble, con su iglesia y su Castillo de Arraro, con Bastaras y con su Cueva Prehistórica de Chaves, con Santa Cilia de Panzano y Panzano, con su Conventículo de Monjas de Santa Ana, que fue fundado por la Madre Pabla y educó en otros tiempos a más de cuarenta niñas, se deduce solamente un espíritu inmaterial, pero nadie podía esperar, que Kossti pensaría en “aquella división de la humanidad en un rebaño incontable de bárbaros y una pequeña selección de helenos”. ¿Quiénes era los bárbaros y quienes los helenos?. Los bárbaros eran las buenas personas y los helenos, los que como él, se consideraban filósofos, escultores, escritores, de los que había ya desaparecido la divinidad artificial de su cultura.
Los conocimientos de Silvio Kossti, en aquellos tiempos eran extraordinarios y en 1909, ya pensaba como ahora piensan, en qué se está tratando de la reaparición en la sociedad del Hombre de Neandertal. La prensa,  en estos días del año 2013, hace poco más de cien años, trata  de este tema, pero con una gran ética. George  Church, es profesor de Genética de la Universidad de Harvard. Este Profesor ha planteado  si es interesante, volver o no, a hacer venir al mundo al hombre de Neandertal. De estos hombres reintegrados en el MUNDO, dicen que tendrían una forma de ejemplares  perfectos. Pero el hombre antes de reincorporar al Neandertal a nuestra vida, debe ser consciente de que la educación, no se abandone en muchos humanos y debe también responsabilizarse de que los hombres no  guerreen  y no consentir que muchos estén, actualmente, y cerca de nosotros, pasando hambre. La humanidad, para hacerse mejor con sus miembros,  no debe quedarse corta, y entonces, podrá traer a los Neandertaleses y tratarlos igual que a los antiguos, que  estamos en el Mundo. Muchos piensan que si logran hacer felices a los hombres de Neandertal,  además de hacerse felices  ellos mismos,  aprenderán a tratar mejor a los hombres que siguen en el Mundo. Esta creación que sería realizada por el hombre, no es extraña porque éste, ha sido creado a imagen y semejanza del Gran Creador.  George Church dice “sabemos que los Neandertales tenían una capacidad craneal superior a la nuestra y es concebible que su forma de pensar nos resultara beneficiosa”. Es un riesgo que el hombre recree otros hombres, pero no es extraño que el hombre quiera recrear otro hombre, que intervendría en la política, hoy tan corrompida.  Church está con la idea de una segunda creación, entre otras cosas porque tal vez se pudiera ennoblecer la política. Yo quedé extrañado de este intento, pero pienso como el Creador parece ser que nos ha dado, a los hombres, parte en esa Creación. Dios ha establecido alrededor del sol, a Mercurio, Marte, Urano, Neptuno, etc. y el hombre ha subido a la Luna, está a punto de subir a Marte y sueña con navegar por el Universo. Si el hombre intenta,  por impulso divino, imitarlo, no parece que sea Dios el que le prohíba, hacer la “reagénesis” del Hombre de Neandertal. Hay quien dice que la clonación del Neandertal es muy difícil y “hay quien no sabe, si se obtendrán beneficios para el hombre, de esta recreación”. Ya tiene el hombre el ejemplo de Silvio Kossti, que con Zoe,  esposa de Cornelius  y con un orangután, fracasó en la resurrección de Neandertal
Carles Lalueza es un Investigador de Biología, que descubrió acompañado por otros, un genoma de un  Neandertal. Afirma que le parece difícil la clonación de un Neandertal, pero dice que aún reuniendo los medios necesarios para hacerlo, no lo consideraba Ético. Pero el añora esta clonación porque le parece que la humanidad prosperaría con la inteligencia del Neandertal.
Pero las dificultades que encuentran los biólogos actuales para realizar la clonación del hombre de Neandertal, ya hace más de cien años, que Manuel Bescós Almudévar, las venció. Escribo que las venció o más bien se inventó un cuadrilátero pornográfico, en su obra, ”Las tardes del sanatorio”. En ella canta la renovación del Hombre de Neandertal en esta Tierra, y aborta esa dichosa vuelta, con escenas pornográficas y actos de “vulgar erección de cornamenta en el Doctor Cornelius Korner, por el chófer Jhon a su esposa Zoe. Pensaba el Dr. Cornelius Korner, traer por medio del cuerpo de Zoe, a un hombre de Neandertal, después de “montada por un orangután de Borneo”.
Los sabios actuales encuentran más dificultades para buscar la mujer que geste un huevo artificial, porque como escribe Church, “se necesita una mujer humana extremadamente valiente”, porque como los niños de Neandertal eran de un tamaño mayor al de los niños actuales. Por tanto se necesitaría una mujer de anchas caderas.
Manuel Bescós Almudévar, parece ser que encontró una mujer con unas caderas extraordinarias y muy anchas, porque no sólo el chofer de Cornelius Korner,  encontró facilidades para introducir en el aparato reproductor, su cánula conductora del esperma, sino que  su dueño, también, inoculó a Zoe fármacos, que le hicieron perder el  conocimiento, para no darse cuenta, de que también le había introducido semen en sus órganos reproductores.
Silvio Kossti tenía ya en el año de 1909, ideas sobre el progreso de la humanidad, pero fracasó con su sistema “pornográfico”. 
Esperemos que ahora, con los adelantos técnicos y científicos, traigan a los Neandertales, para que venga el progreso a la Humanidad y una inteligencia que nos haga pacíficos  a los hombres.

domingo, 26 de noviembre de 2023

Los hermanos Saura en el Palacio de Villahermosa


Colegio San Viator en Villahermosa (1926).


Fui a visitar el Palacio de los Condes de Guara y al entrar en el mismo, a mi izquierda quise ver la cocina  del Colegio de San Viator y me entraron deseos de saludar a su entonces cocinero, hombre que debía de cocinar con gusto, porque tenía un cuerpo enormemente obeso, como consecuencia de la voraz ingestión de sus sabrosos platos.
Pero no encontré ni la cocina ni a su cocinero, sino una sala en la que estaban expuestas numerosas y geniales obras de Picasso. No estaba, entre ellas, el “Guernica”, con cuya obra  parece que Picasso quiso que su arte mostrara la disgregación de la estética, en un mundo que se entregaba con furia a los horrores de una guerra, pero si que abundaban obras no sólo de pintura y de dibujo, de las que produjo durante su larga vida miles de ellas, sino también esculturas y grabados. Me complacía mirar y admirar los jarrones y platos grabados y los adornos escritos en cuentos y en libros.
Y contemplando y admirando tales obras de arte, me acordé de dos artistas que fueron mis compañeros de estudios en este Palacio, luego convertido en Colegio de San Viator; se trataba de otro pintor llamado Antonio Saura, nacido el mismo año que yo, es decir en 1930 y de su hermano Carlos, director de cine, que aparte de su simpatía personal, es un genio en la creación de películas como demuestra con La caza y El jardín de las delicias. Lo pasábamos muy bien entre las rejas que rodean el jardín de entrada en ocasiones y de salida cuando íbamos a su casa a jugar con sus coches, en el suelo. Su buena madre nos atendía con gran simpatía, pues era muy sensible para los niños y para hacer sonar la música, como lo hacía en compañía de Marieta Pérez, de Enrique Capella y del doctor Barrón. Parece ser que la habitación de la que disponía Marieta en su casa, al lado de casa de Llanas, no era muy amplia, lo que les hizo abandonar esos conciertos, en los que el genio de Enrique Capella, por ejemplo, se excitaba.
Como he dicho Carlos me trataba con simpatía y yo no lo conocí hasta que él mismo me recordó quien era él y quien era yo. Ya no lo había visto desde hacía muchos años, pero él, a pesar de ser  ambos ya mayores, me reconoció a mí. Nos encontramos en la Diputación Provincial, donde se homenajeaba a los dos hermanos y en un rato de conversación que llevábamos entre ambos, sin haberle yo dicho nada sobre mis escritos, me dijo si tenía alguno de ellos para llevarlo al cine. Yo le contesté que tal vez alguno de ellos pudiera ser útil, pero que los consideraba como relatos excesivamente cortos para tal fin.
Ellos se encontraban en Huesca felices, pero se notaba como habían superado su infancia,  llevando sus artes por el mundo y se encontraban bien porque recordaban a su madre y habían encontrado parientes en su ciudad natal.
Hablamos con Carlos de su apellido Saura, del que le dije que abundaba en la provincia de Huesca y que mi amigo Sauras de Lascellas me había explicado que era vasco, como le había demostrado un cura que conocía tal lengua. Carlos me dijo que Saura era una enorme región, que se encuentra en Argelia.
 De esta estancia en nuestra ciudad surgió la idea de perpetuar la obra Antonio con las pinturas que creó en la Diputación, donde al contemplarlas se da uno cuenta de su expresionismo y recuerda sus Retratos Imaginarios.
Pablo Sampietro me contó que su madre doña Flora Solanes,  hermana del famoso hortelano y presidente de los danzantes oscenses Victorino, le mandaba, cada vez que iba a Madrid, que le llevara a doña Fermina Atarés de Saura, tortetas y morcillas de las que fabrican en la Tabla Nueva. Me añadió Sampietro que las pagaba su madre a medias con Marieta Pérez. Cada vez que doña Fermina se veía tan bien suministrada de productos oscenses, le hablaba a Sampietro de multitud de temas familiares; una vez le decía que su hijo Carlos lo que debía hacer es abrir en la Puerta del Sol, un buen centro de fotografía, que le daría más dinero que el cine. En otra ocasión le hablaba de los amores de su hijo con Geraldine Chaplin, hija del gran Charlot, simpática ella, pero de una belleza misteriosa.
Hemos visto estos días las cerámicas y dibujos de Picasso en el lugar donde en otros tiempos estuvieron los dos famosos hermanos Saura, de grandes méritos artísticos y uno se pregunta: ¿en este centro cultural, se acordarán de enseñar a los oscenses la personalidad y las artes de estos dos ilustres hermanos, hijos de Huesca?.

sábado, 25 de noviembre de 2023

Mi tía Rosa Lafarga Mériz




Mi tía Rosa, mujer sencilla, trabajadora y amante de sus sobrinos, con su sencillez y amor a ellos, es decir, a los Almudévar de Siétamo, convivió con nosotros, desde el día en que, subidos a la caja de un camión, tuvimos que huir del pueblo de Siétamo, a la capital de Huesca, un día del mes de Julio de 1936.
Era hermana de mi abuela materna Agustina Lafarga,  que quedó viuda de Ignacio López de Zamora  Blasco,   Diputado Liberal y  gran amigo y colaborador de Don MANUEL CAMO, de cuya cabeza surgió la idea de que el arquitecto catalán Ildefonso Bonells, compusiera el proyecto del Casino, el año de 1901. Mi abuelo Ignacio gozó urbanamente y políticamente en la construcción del dicho Casino y de gozar de él, varios años, pues murió el año de 1911.
Según me contó mi abuela con la que vivía mi tía Rosa, acudió  a ella un militar, a pedirle la mano de su hermana Rosa y mi abuela le dijo, que era pronto y que ya le daría su mano, pero él, no podía esperar y mi tía Rosa, se quedó soltera. Pero ella era una mujer muy trabajadora y muy intelectual, pues leía los libros de la biblioteca de Don Ignacio López de Zamora  en la cual se encuentran las obras, de turismo y de geografía de la Ilustración Hispano-Americana. Hay también obras de Historia de Francia, escritas en su lengua. Están las obras sobre la Guerra de la Independencia de Benito Pérez Galdós, a las que se dedicó a leer con especial cariño mi tía Rosa. Huesca en aquellos años de 1808,  ayudó a luchar a Zaragoza y mi tía Rosa se acordaba de haber recibido noticias de sus antepasados no muy lejanos, que fueron voluntarios a defender esa ciudad.  La lectura de estos libros emocionaba a mi tía. Pero aquel recuerdo de la Guerra de la Independencia, sin haber todavía olvidado la sangre derramada en Zaragoza por los aragoneses, aproximó a su mente y a su vida, la llegada de una nueva guerra el año de 1936.
Es curioso como siguieron la historia de Don Ignacio López de Zamora, el 19 de Mayo de 1917, pues el Presidente de la Diputación Provincial de Huesca, Don Mariano Batalla, le dirigió a mi abuela Doña Agustina Lafarga, Vda. de Zamora, la siguiente carta:” Sra. y amiga de mi mayor consideración: remito a V. la Comunicación provincial, agradeciendo el donativo que a nombre de su malogrado esposo, se ha dignado hacer en práctico provecho de la Beneficencia. Reconocimiento muy sincero, tiene y tendrá para V. la Diputación, por una merced de notoria importancia, que resuelve de momento un problema que pesaba sobre la Corporación y su Presidente obligados a facilitar al Hospital imprescindible material sin disponer de medios, precisamente cuando más imperiosamente  necesario se hacía y mayores dificultades de distinta índole se ofrecían a la adquisición. Seguridad de que su donativo, además de ser delicado, es oportuno y resultará altamente provechoso, puesto que ha de facilitar la práctica de operaciones quirúrgicas a los desgraciados que a sufrirlas acuden al Santo Hospital.
 
Uno pues, a la gratitud de la Comisión provincial, la mía especialísima que ruego a V. acepte con testimonio de reiteración de perdurable reconocimiento y con las seguridades de un grato recuerdo para el que fue su cariñoso esposo, dignísimo Diputado, excelente compañero de Corporación y querido amigo mío.   Aprovecho gustoso la oportunidad para ofrecerme una vez más muy afecto servidor.                                    q,l.b.l.p.                   Firmada por Manuel Batalla.
Mi tía Rosa tenía un gran sentido de la economía, en unos tiempos después de la Guerra Civil, en que seis niños nos habíamos  instalado con nuestros padres, en el domicilio, en que vivía mi tía Rosa con su hermana, mi abuela Agutina.  Guardaba todo lo que se había usado, para utilizarlo si alguna vez hacía falta. De juguetes, ya desechados, como triciclos, recogía las gomas de sus ruedas, para partiéndolas, usarlas como gomas de borrar, en los escritos de sus sobrinos.  Yo llegué a utilizar alguna de esas gomas de borrar. Una mesa pequeña, la guardaba en un almacén, pues estaba rota, pero hoy en día, está arreglada, en el recibidor de mi casa, después de ser restaurada.  Yo cuando entro en el piso, me acuerdo de mi tía Rosa. En el jardín de la casa situada al lado del Colegio de Santa Ana, cuidaba las flores y cuidaba a los gatos, a los que procuraba no les faltasen alimentos. Yo que acabé la carrera de veterinario en Zaragoza, en ese mismo jardín, en un lugar en que no ensuciaba ni producía suciedad, hice un pequeño gallinero, a cuyas gallinas ella cuidaba y cogía huevos, para alimentarnos. Era feliz en su colaboración conmigo en todo aquello que procuraba ahorro en nuestra pobre economía. Mi madre, cuando yo cumplí los trece años, murió y nos dejó  dos hermanas y cuatro hermanos, a los que aun estando viva, su salud no la dejaba procurar la nuestra, que cuidaban mi abuela con su hermana Rosa.  Mi abuela Agustina, se preocupaba ayudada  por mi tía Rosa, de ayudar a sus  sobrinos nietos. Mi tía cultivaba nuestros cuerpos, para los que cosía ropas, lo mismo para los niños que para las niñas y cosía y cosía, nuestras ropas. Hasta los agujeros de los calcetines, los cosía con aguja e hilo. Mi tía Rosa ya tenía, desde hacía muchos años, una máquina de coser, que hacía trabajar continuamente. Esta máquina la conserva mi esposa Feli, en el pueblo de Siétamo, a donde tuvimos que ir a vivir, y ella la usó con aplicación y durante muchos años. Ahora,  ya no lo hace con la misma frecuencia, que los primeros años después de nuestra boda, pero allí en Siétamo la conserva y en algunas ocasiones, la utiliza. Yo no la sé usar, pero guardo en un armario del piso de Huesca, una pequeña caja de hoja de lata, con un título de “Jabón Orocrema-Higiénico  y  Desinfectante, Recomendado por eminentes médicos y fabricada en Barcelona”, el año del que no pone la fecha. Esta la pequeña caja llena de antiguas piezas de máquina de coser, que revelan la inteligencia que tenían aquellos fabricantes, que permitían reponerlas si alguna se rompía. ¡Dios mío, qué llaves fijas de tan variadas formas, se conservan en la caja, aunque ya no se usan!. Pero yo las guardo porque me hacen recordar a mi tía Rosa, manejando su máquina de coser. Pero de la misma forma que amaba el trabajo mecánico de la máquina de coser, amaba la lectura de los libros. Y no consultaba únicamente los libros de Historia de Pérez Galdós, sino que también guardaba y consultaba con frecuencia un libro, que se publicó  en tiempos ya pasados, por una Cofradía de Carpinteros. Ella me enseñó una obra de 1884, que se llama “Diccionario de voces aragonesas” de Jerónimo Borau. Encontré a mi tía Rosa leyendo en este libro, en el que pone:”Hemos expuesto, sucintamente algunas veces, y otras con mayor difusión, los caracteres del idioma aragonés, mal apreciado en general, tan poco estudiado aún por los mismos aragoneses, pero tan digno de un examen, todavía más lato, que el que le hemos consagrado. Las fuentes de donde procede, que son las más puras; la respetuosa conservación de voces latinas, y sobre todo españolas y antiguas; la asimilación que se ha procurado, parca y atinadamente, con las arábigas y limosinas: la suma de las palabras técnicas, compuestas, derivadas y aun onomatópicas, en todo conformes con el carácter de la lengua española; la expresión genial,  candorosa y fácil que distingue a muchos de sus vocablos y a no pocos de sus modismos; todo contribuye a darle un conjunto inexplicable de belleza que,  si no se ha beneficiado todo lo posible, consiste en que la sumisión aragonesa y la tiranía castellana, puede decirse que han concurrido a eliminar de la Literatura, los elementos más útiles del idioma aragonés, que viene a ser una variante, cuando no un complemento, del  impropiamente  llamado castellano”.
Cuando murió mi abuela Agustina, sus dueños, alguno de nuestros parientes, nos dijo que teníamos que marchar del piso, que les había dejado nuestra  difunta abuela. Mi hermana, como guardaba los recibos que había pagado por alquiler del piso, utilizó el tiempo necesario, para transportar los muebles a Siétamo y allí nos fuimos a vivir. Mi hermana María, se preparó para viajar a Canadá, donde vivía mi hermano el Médico  Psiquiatra Manolo y allí vivió y trabajó hasta que se jubiló y volvió a España, donde todavía convive con todos sus hermanos.
Pero lo que más sentí, al abandonar aquella casa, fue dejar a mi tía Rosa con mis tíos y primos. Ella hablaba muy poco y no dijo nada, pero cuando iba a verla, me sonreía.
Pasaron unos escasos años,  mis tíos, no sé por qué, le dijeron a mi esposa que se la llevase a Siétamo, pero mi esposa, que trabajaba con gran esfuerzo y cuidaba a cinco hijos, no podía aumentar su trabajo con la anciana tía de su esposo, porque en aquellos momentos, estaba criando a dos gemelos, es decir  a Manolo y a Ignacio. Pusieron a mi tía Rosa en las Monjas del Pilar y allí fui a verla. Ella lo pasó bien en dicha residencia, pero la última vez que fui a visitarla, ya no podía hablar. Yo, cuando quiero comunicarme con mi tía Rosa, abro el armario de mi habitación, saco la caja de las piezas mecánicas y de la herramienta, con la que se montaban y desmontaban tales piezas, y convivo. ¡Cosa difícil convivir en esas circunstancias, pero espero verla algún día!. 

La monja, que nos acompañaba, me dijo que en su Residencia había vivido feliz, a pesar de la soledad que las dos familias, habíamos abandonado a mi tía Rosa.    

viernes, 24 de noviembre de 2023

Ana Francisca Abarca de Bolea

 



Ana Francisca Abarca de Bolea Mur y Castro, como se firma ella en algunas ocasiones, era hija de Don Martín Abarca de Bolea y Castro, descendiente del Rey de Navarra y primer Rey de Aragón, Sancho Garcés II o Sancho Abarca, enterrado en San Juan de la Peña y de su esposa Señora de Castro, descendiente de el Señor de Castro, hijo natural de Jaime el Conquistador y de una hija de Sancho de Antillón, pueblo del que conservó el nombre. Ese Señor de Castro vivió en el Castillo –Palacio de Siétamo, que donó a una hija suya, que casó con un Abarca de Bolea. Su madre Doña Ana de Mur, segunda esposa de su padre, fue hija de los barones de Pallaruelo. Nació Ana Francisca en Zaragoza el 21 de Abril de 1602.

Don Martín Abarca de Bolea fue un asiduo asistente a las justas poéticas, que por entonces se celebraban, dejando entre otras obras “Las lágrimas de San Pedro”(1578),”Orlando determinado”, “Orlando enamorado”, ”Los poemas de las amazonas” y la “Historia Oriental de Marco Paulo Veneto” y perteneció al grupo de amigos de Lastanosa. Como los hombres de su genealogía, ejerció de militar y fue enterrado en la iglesia de Siétamo, que fue construída en 1572 por Martín Zabala.

Descendiente suyo fue Don Pedro Pablo Abarca de Bolea, Conde de Aranda,  nacido en Siétamo el  uno de Agosto de 1719 y muerto en Epila el  nueve de Enero de 1798 y enterrado, como su antecesor Sancho Abarca, en San Juan de la Peña.

Nació en Zaragoza el 21 de Abril del año 1602 y bautizada en la parroquia de San Felices ; fueron seis hermanos y hermanas, una de las cuales se hizo monja en el Monasterio de Sigena.

Su familia, como correspondía a los lugares donde estaba radicada su nobleza, vivía repartiendo sus estancias en  sus casas de Zaragoza, de Huesca, de Siétamo, pasando incluso, algunos días en Clamosa. Ana Francisca, amaba mucho a su “casa y castillo" de Siétamo, como ella decía, donde siendo ya monja, tenía reuniones con sus amigos Salinas, Ustarroz e incluso alguna vez Baltasar Gracián, uno de los mejores escritores españoles.

Su familia, a pesar de poseer un apellido tan ilustre como el de Abarca de Bolea, no disponía siempre de dinero abundante, que la hiciera llevar una vida de lujo, y por eso su madre se sacrificaba y se separaba de sus hijas, como hizo con Ana Francisca a la que a los tres años, envió al Monasterio de Casbas. Esta vida entre las monjas no obligaba a Ana Francisca a dedicarse a la vida monástica, ya que hasta los 22 años no emitió sus votos y pudo casarse ,pero su inteligencia le decía que tendría que sufrir, en el mundo, a causa de la ignorancia. Su madre la amaba y se sacrificaba con su ausencia, pero ella sabía que en el Monasterio su hija cultivaría su inteligencia  y aprendería no sólo a leer y a escribir, sino  a conocer el latín, la literatura, el dibujo, la música, los bordados y a pensar sin depender de ningún hombre, lo que le permitiría tomar responsabilidades y ocupar puestos de gobierno entre las monjas y en la vida civil de los pueblos dependientes del Monasterio. Fue una auténtica autodidacta. Aquel Monasterio dio  lugar a que Doña Ana Francisca llegara a ser una de las escritoras de vidas de santos más importantes, pero no sólo de ellos sino que escribió poesías,  obras cortesanas y poesías escritas en el habla popular o Fabla  aragonesa; y allí no había una clausura cruel, sino que  convivían con familiares suyas, recogiendo a sus madres y hermanas. Su sobrina Bernarda Abarca de Vilanova, cuya casa estaba en Huesca en la calle de Sancho Abarca, se metió monja y fue para Doña Ana Francisca un consuelo y una ayuda, pues ella fue la que hizo lo posible para publicar la “Vigilia y octavario de San Juan Bautista en 1679, cuando  ya estaba en una edad avanzada, a saber en 77 años. A pesar de ser publicada con tantos años de retraso, su sobrina demostró que Doña Ana no tuvo una “juventud ociosa”.     Tenía una gran fuerza de voluntad, pues se autoeducaba  y estudiaba y era maestra de sí misma y de otras monjas. Hemos visto el respeto que gozaba de los varones intelectuales, como Ustarroz, que siendo cronista del Reino, se escribía con Doña Ana y en sus cartas se pueden ver acontecimientos de la época y de la vida y pensamientos de ella. En Huesca la animaría Lastanosa y en Zaragoza  fray Jerónimo de San José, siendo siempre muy querida por sus parientes los Abarca de Bolea y los  Abarca de Serué, de la calle Sancho Abarca.

Participaba en certámenes literarios .como aquel  que se dedicó a la memoria  del Príncipe Baltasar Carlos, hijo de Felipe IV y de Isabel de Borbón. En él tomaron parte quince mujeres, obteniendo el tercer premio,  a saber unos guantes de ámbar y también tomó parte en el certamen que fue convocado por un sobrino suyo, marqués de Torres, para celebrar la boda del Rey Felipe IV con María de Austria el año de 1650, en el que obtuvo el segundo premio, del que no quedó muy conforme, a pesar de su humildad.

La asistencia de tal número de mujeres en aquellos tiempos en su educación estaba casi olvidada, fue un precedente de la presencia actual de las mujeres, en la vida intelectual.

Don Ricardo del Arco escribió de ella:”Con doña Ana se puede hablar de todo género de buenas letras, pues su ocupación predilecta(las horas que le permiten el coro y los espirituales ejercicios)es una perpetua lección de libros sagrados, historiales y de ameno esparcimiento”

Pero Ana Francisca no siempre gozó en  su vida del trabajo literario y de su vida monástica, en que llegó a ser Maestra de Novicias y Abadesa, siendo partidaria de que como tal, se renovase cada cuatro años y no, como otras monjas, que permaneciera la abadesa toda su vida; a los doce años perdió a su madre y a los catorce a su padre, pero ella seguía yendo al castillo de Siétamo, donde era atendida por sus parientes y ella recibía, como en su casa a los literatos del grupo Lastanosa. Además de sufrir en los líos entre las monjas, por ejemplo en el caso de la elección de Abadesa, tuvo que vivir la guerra separatista de los catalanes, con las consiguientes invasiones de los franceses, que se apoderaron de Monzón y obligó a Doña Ana a refugiarse en Zaragoza, el año 1642. Además, según dice Julio Brioso :”el vasallaje era a menudo una carga muy pesada para la gente de estos pueblos ...en enero de 1235, la Abadesa doña Sancha de Lizana exime a los hombres de Sieso de los tributos de la novena”, lo que pone de manifiesto que en tiempos de Doña Ana, los ingresos eran escasos. Don Manuel Alvar da valor filológico a las obras escritas en Fabla aragonesa, pero dice que quería escribir en español arcaico o “sayagués”, pero ella conocía la fabla  aragonesa porque la había escuchado e incluso hablado con la gente que servía a su familia y cuidaba sus tierras y ganados y por eso amaba esa lengua, cuando casi nadie escribía en ella. Resultaba extraño para muchos ver obras escritas para el pueblo y en la lengua de dicho pueblo, al que ella amaba tanto que quería que participasen de la Navidad (Nadal) y de los festejos del Corpus en Zaragoza. Mi padre en el año 1940, escribió unos villancicos sobre la

 Navidad en Fabla aragonesa y ahora se escuchan por Navidades en muchos festejos. Son casos que demuestran la existencia de una lengua, que debemos cultivar.

En la Albada al Nacimiento dice :”En fin nació en un pesebre, -como Lucas lo dició,-no se enulle si le dizen –que en as pallas lo trobón”.En el Bayle pastoril al Nacimiento, Bras (Blas) se expresa así :”Ala, ao zagales,-doleos de mis males,-catad que vn mozardo-muy llindo y gallardo-la groria ha cantado;-ya yo m’a espantado-que todo tremolo”.Esta clase de cantos de Navidad se daban  mucho en el Midi francés y aquí   el pueblo haría lo mismo .Independientemente de que así ocurriera, Doña Ana Abarca estuvo en Bagneres,  para recibir unos baños que la curaran de su reumatismo y tal vez allí copiase el gusto por la moda pastoril al Nacimiento. Murió hacia el año 1687 y dejó pagado por ella y por su sobrina 1683 el retablo de la Virgen de la Gloria.

Miguel Ruiz Orús, Maestro en la Escuela de Siétamo

  Me he encontrado, paseando por el Parque de Huesca, con mi antiguo amigo Miguel, al que conocí, cuando ejercía de Maestro Nacional en la E...