martes, 31 de enero de 2023

El Baranda

 


 


"El Baranda" era moreno, de mediana estatura y con un bigote notable. Llevaba siempre puestas unas gafas oscuras en su montura y en sus cristales que estaban como ahumados; además  era muy comunicativo y hablador. El necesitaba comunicarse y tratarse con personas y animales y de aquellas, frecuentaba el trato con chicos muy jóvenes, que en ocasiones dormían en su casa y con los animales se trataba con perros de los que presumía de enseñarles y educarles con mucha profesionalidad. Tanto es así, que en cierta ocasión vino a Siétamo con un perro lobo de no muy pura raza, porque era oscuro de color y me lo alabó tanto, diciéndome que no mordería sino era a algún ladrón que entrara por las casas y yo por sacudírmelo, se lo compré. Lo tuve bastante tiempo suelto durante largos ratos y cuando murió un familiar mío, al ver tanta gente en el entierro, le mordió ligeramente a una señora, una buena señora y lo llevé a una granja y allí lo dejé hasta que murió a los catorce años de vida.
No sé dónde trabajaba, pero desde luego se dedicaba en su casa a disecar animales, pues en cierta ocasión un amigo mío le llevó una gineta, que no volvió a ver jamás y desde luego que este fracaso no ocurrió por dejadez del Baranda, sino porque tuvo un incendio en su casa y se le quemó la piel de tan hermoso animal. En verano iba al Balneario de Panticosa donde pasaba el tiempo ganándose la vida, haciendo de barquero y conduciendo una barca con los remos, acompañado de un loro, que se hacía amigo de los que subían en la barca y se colocaba sobre sus hombros. Parece ser que su casa se encontraba en la calle más larga de Huesca y también de las más antiguas, es decir en la calle del Desengaño.
Distinta fue la suerte de su padre pues tenía un chalet en aquellos viejos tiempos y según lo vi en una fotografía que me enseñó el Baranda, era un señor delgado, vestido elegantemente con su traje y su chaleco, su sombrero y su bastón y él guardaba esa fotografía de su antecesor con un enorme cariño y un desengaño inmenso, porque no lo conocía ya que esa foto se la había proporcionado su madre, que no estuvo nunca casada con tal señor. Tuvo en la ciudad de Huesca un alto cargo político y fue durante varios años “gran burócrata” del Ayuntamiento. Se encaprichó de su madre, que era guapa y pobre, pero con su hijo no tuvo nunca detalle, pues entre otras cosas no se preocupó de su porvenir ni se molestó por colocarlo en algún puesto que le hubiera permitido ganarse la vida y no le dejó ni cinco céntimos.
Después de muerto, él vivió con su madre, ya ha hecha una mujer vieja y pobre, luego se quedó sólo y buscaba el amor en otros pobres muchachos de su mismo sexo, seguía criando perros y disecando animales muertos para que quedara un recuerdo de sus vidas ya pasadas, porque él no tenía más recuerdo de su padre que aquella fotografía que me enseñó en cierta ocasión.
Yo me enteré de que todavía vivía una hermana de su padre, mujer rica pues fue pretendida por un doctor muy conocido en Huesca, pero que fracasaron en su amor. Vivía en otro chalet más moderno que el de su hermano y perdía su razón por  que se acordaba de su antiguo amor. No se preocupaba de sí misma y a pesar de tener dinero le faltaban cristales en su casa y amaba igual que su sobrino natural a los animales, pero así como a él le gustaban los perros, a ella le encantaban los gatos, que estaban siempre tomando el sol o entrando y saliendo por las ventanas sin cristales de sus habitaciones. De vez en cuando tomaba un taxi y se iba a visitar algún lugar de la provincia. Se colocaba en el  asiento trasero del taxi y el taxista, cuando tenía necesidad de comer, paraba en un restaurante y comía él solo, mientras ella en ocasiones se tomaba un bocadillo, que el taxista, a causa de sus órdenes, le sacaba del interior del bar. Ella no pasaba hambre como tampoco la pasaban sus gatos.
El Baranda no tenía noticia del parentesco que le unía con esa señora y yo se le dije. Rápidamente fue a verla, pero no le abrió y al fin pudo hablar con ella a través del seto que separaba la calle de la casa y parece que no le hizo ningún caso. A ella no le hizo caso su pretendiente y a él no le hizo caso su pretendida tía, como no le había hecho caso ni su mismo padre.
Cuando murió la señora, al poco tiempo desaparecieron todos los gatos de su chalet y el pobre Baranda siguió, no sé si en la calle del Desengaño o en otra cualquiera, amando a algunos jóvenes desgraciados como él, pero que le hicieron como a mí me hizo su perro, es decir que le dieron un mordisco letal o mortal a su vida, de tal forma que un día fue apuñalado por uno de ellos. Eso dijo el periódico.
Yo al enterarme lo encomendé al Señor para que lo recibiera en el Cielo y le diera el amor que en este mundo nunca había encontrado. 

El jacetano Adolfo Almudévar Gabarre (Parte II)



A Jaca acudíamos y era un placer observar una “cuadrilla” de cuatro niños, amados por su buena madre Lurdes, hasta que José Manuel se casó en Madrid, donde recibe a sus primos con gran cariño. Jesús y Luis se fueron a Zaragoza y su madre y su padre acabaron marchando también a esta capital. Jesús ama a Carmen  y han tenido  un niño, llamado Lucas, que se parece a su madre y a su abuelo. Queda Adolfo, al que su padre le ayudó a sacar la carrera de Geología y que trabaja en el sector del petróleo. Hace unos meses salió en una revista de Jaca, en la que habla de los jacetanos por el mundo. La leí con entusiasmo, pero la perdí; se lo dije a Carmen y me mandó una copia,   en la que va a ser Adolfo el que hable de sí mismo. Empieza diciendo : ”Me llamo Adolfo Almudévar  Gabarre. Llevo nueve años en el sector del petróleo y desde hace dos, trabajo en las plataformas de Noruega, aunque vivo en Jaca donde nací el Primer Viernes de Mayo de 1968”. Su niñez la vivió en Jaca, donde como dice Adolfo la vida se disfrutaba como en cualquier país del Sur de Europa y se confirma esta afirmación al decir:”Unos seis mil noruegos viven de forma permanente en Alicante”. Se pregunta Adolfo a sí mismo, ¿es esta vida en la Costa Oeste de Noruega, donde tanto llueve, la de un paraíso?. Por un lado le parece que sí, porque los salarios son altos, pero añade que también los precios y los impuestos. Además tiene el derecho de acordarse de su vida en Jaca,  en el Sur de Europa, donde goza el placer de la conversación con los amigos, unas veces en el fútbol  o en otros deportes y sobre todo en las meriendas que organizan unas veces en los domicilios  y otras en las excursiones que hacen por la Montaña. Adolfo reflexiona sobre la diferencia que existe entre la vida en Noruega y la que él gozó en Jaca, porque dice que “el modo de vida tiene poco que ver con el que disfrutamos en el Sur de Europa”· Continúa diciendo: “Aquí la vida social se hace de puertas adentro (sobre todo en invierno) y todo está más programado, es menos espontáneo”. En  Jaca, su vida era de “puertas afuera”, porque hablaba con su padre, con su madre y se reía con José, con Jesús y con Luis. Tenía y todavía sigue teniendo amigos jacetanos, con los que jugaba, hacía deporte y en invierno esquiaba y en verano escalaba por aquella Montaña y a veces rezaba en el lugar sagrado de Aragón, es decir en San Juan de la Peña. En ocasiones acudía a ver a sus primos de Barbués, donde se bañaba y vio como su padre iba convirtiendo esa finca de secano en huerta. También en ocasiones acudía a la casa de su padre en Siétamo, donde se lanzaba al agua de la piscina como se lanzan las ranas.

Estudió en el Sur de España, es decir en Andalucía y allí pudo gozar de la alegría del trato con compañeros andaluces, de esos que hacen gozar en España a los miles de noruegos, que encuentran la alegría en el Sur de Europa. Adolfo cuando viene a vernos con su moto, está lleno de alegría,  porque no para de hablar y de reírse, como un joven que está gozando de la libertad del Sur, porque al Norte hace su vida social “más de puertas adentro” y así como en Jaca se ve la blanca nieve que reina sobre las cimas del Pirineo,  el cielo está claro y alegre, pero en la Costa Oeste de Noruega, llueve y está el ambiente más oscuro.
Estas situaciones hacen reflexionar a Adolfo que escribe: “en veinticuatro horas he pasado de mis días de descanso en la primavera jacetana, al trabajo en el frío Mar del Norte. ( Frío, pero luminoso cuando escribo esto en Junio: en esta época del año, a esta latitud el sol desaparece solamente por unas pocas horas y más al Norte nunca). El mismo Adolfo se fija en el Sol, que hace que el cielo sea luminoso en Jaca y en el mar del Norte “desaparece solamente por unas horas y más al Norte, nunca”. Estas observaciones le dan luz para comprender lo que es la vida, porque es feliz cuando comienza el viaje para ir a trabajar”, pues de Jaca baja a Zaragoza, donde aprovecha para visitar a la familia” y le entra un poco de nostalgia cuando marcha de Madrid a Oslo y  después a su plataforma, donde trabajará doce horas diarias durante dos semanas, ”la primera de noche y la segunda de día”. Pero Adolfo sigue contando las condiciones en que se desenvuelve la vida en las plataformas del petróleo y afirma “pero no todo va a ser trabajar; en las pocas horas libres que tenemos, se puede ir al gimnasio,al solárium o a ver alguna película” y a veces “tenemos entretenimiento extra con la visita de otros habitantes del mar…es frecuente ver los peces que rondan la plataforma”,como “los bacalaos,merluzas, rapes…y hasta alguna ballena de vez en cuando”.
Pero el tiempo libre en que le dan vacaciones muy frecuentes, no puede olvidarse de su ciudad natal, Jaca, en “la que sigue haciendo cosas normales: leer el periódico, ver una película, tomar el aperitivo, para empezar un pincho de tortilla, que se echa de menos allá arriba”. Pero aprovecha para vivir  con su familia, que vive entre Madrid y Zaragoza y con los amigos jacetanos, de los que algunos viven de Jaca y otros por el mundo. Ahora tiene un sobrino, inteligente, guapo y simpático, que se llama Lucas y que vive en Zaragoza, al que le cuenta los ratos que pasa con las ballenas y los delfines. Pero el día veinte de Agosto de este año de 2011, cuando estaba escribiendo sobre el jacetano Adolfo, se presentó en mi casa de Siétamo, acompañado por su esposa y una niña y un niño sonrientes, Juan Casbas Puértolas, pintor y escultor. Se trata del dueño de la casa que heredó de su abuelo en el pueblo cercano a Jaca de Banaguás, de la que tiene un piso alquilado a Adolfo. Les une a ambos el hecho de ser jacetanos y el deseo de Adolfo de vivir siempre en Jaca. Juan es amigo y antiguo compañero de colegio de los cuatro hermanos Almudévar Gabarre. Tiene la misma edad que Jesús  ,unos cuarenta años. Es una persona sensible, pues habla de los cuatro hermanos con cariño y especialmente de Jesus, del que dice que le gustaba el arte y si hubiera podido seguir estudiando hubiera llegado a ser un talento de las Bellas Artes. En tanto Adolfo trabaja en lejanas tierras, Jesús, el sensible y enamorado de Carmen es el padre del niño Lucas y cuida con Luis, a su madre que vive en Zaragoza. Me dijo que iba a visitar el pueblo de Abiego, y esto me recordó aquella ocasión, no hace mucho tiempo, en que fuimos con mi hermano Jesús al mismo lugar, donde visitamos el viejo Monasterio. Allí estaban varios jóvenes, que formaban una sociedad para la conservación de dicho monasterio y mi hermano, sensible como sus hijos, les dio dinero para que trabajaran en esa misión por la vieja cultura de Abiego,  a orillas del río Alcanadre. Le dije a Juan que cuando visitaran el Convento, rezara un Padrenuestro por Jesús.
Y Adolfo se pregunta a sí mismo: ¿Qué me gusta y qué no me gusta de mi trabajo? Y tú te contestas que “ se acostumbre uno a todo en la vida” y yo al recorrer la vida de tus familiares, pienso, como piensas tú, que “estar en contacto constante con otras formas de ver la vida, es una buena forma de aprender y también de conocerse mejor a uno mismo y al país de donde uno viene”.

lunes, 30 de enero de 2023

El jacetano Adolfo Almudévar Gabarre (Parte I)

 



Banaguas


Estuve en Jaca, hará unos dos meses y el jacetano Miguel Lagraba, hijo de un cheso y  de una ansotana, me llevó a contemplar una casa o chalet de aquellos de tiempos pasados, con su  terraza, que levantó antes del año 1936 un pintor y que alquiló a mi padre, durante unos dos años en la Guerra Civil. Aquellos colores que lucía el chalet y de los que me acuerdo con ilusión, habían desaparecido, porque alguien los había blanqueado. Eran muchos los colores de los que me acordaba, incluso del negro triste que producían los bombardeos de la aviación, que hacían bajar del piso de arriba a un abogado de Huesca, refugiado como nosotros, al nuestro y allí con la negra música de las bombas, se abrazaba con su esposa, llegando a caerse al suelo, en cierta ocasión. Era triste el ambiente, pero a mí me producía extrañeza contemplar ese baile, en que la pareja iba a parar al suelo. Estaba cerca el polvorín y venían refugiados de la parte de Sabiñánigo.  Allí estábamos mis padres,  mi abuela Agustina,  mi tía Rosa y los seis hermanos,  a saber Mariví , Manolo, María , un servidor, a saber Ignacio, Luis y el pequeño Jesús, padre con Lurdes Gabarre, más tarde, de Adolfo, José Manuel, Luis y Jesús. Mi hermano el pequeño no se acordaba ya de Siétamo y vivía feliz en Jaca, donde acudía al colegio y un día se perdió y toda la familia anduvimos buscándolo por toda la ciudad de Jaca, hasta que una jacetana, con todo cariño vino a decirnos que lo había encontrado. Parece que todos los colores eran o se aproximaban al negro, aunque en el Parque se alegraba uno ante los variados colores de las flores y del verde de las hojas, pero donde un día cualquiera murió por una bomba de aviación una niña, que había venido refugiada desde Tabernas de Isuela, en medio de aquel paisaje de colores. Yo iba a Santa Ana  y un día, que no hice los deberes, como exigía la hermana de Santa Ana,  nos dejó a un amigo llamado Ventura, hijo de una bella señora viuda y que también era un refugiado de Huesca, castigados en clase  a la hora del medio día, hasta que hiciéramos un trabajo cada uno de nosotros. Yo lo hice, pero a nombre de Ventura, que me lo había pedido. Cuando llegó la monja,  soltó a mi compañero y a mí,  me dejó castigado sin ir a comer.
A mí no me quedaron ganas de quedarme en Jaca, porque lo que quería era volver a mi pueblo de Siétamo, a arreglar todos los destrozos que había producido la Guerra Civil. En cambio a Jesús le iba creciendo el amor a Jaca, de tal manera que cuando acabó la carrera fue a trabajar a esta bella ciudad y allí ha muerto, después de jubilado. Si no por el color negro que llevaba consigo dicha Guerra, la vida jacetana era agradable. Mi hermano mayor, Manolo estudiaba en los Escolapios y aunque un trozo de metralla  le   dio  en el cinturón, él era feliz. Mis hermanas  Mariví y María, se preocupaban de los hermanos pequeños,  entre otros objetivos el de traernos y llevarnos a los colegios.  Teníamos en Jaca un primo hermano de mi padre, llamado don Paco Ripa Casaus con un hijo y una hija, que vivían en la Calle Mayor, donde todavía tienen su casa, con una hermosa capilla, con ornamentos y cálices. Su segundo apellido, es decir Casaus venía de los Casaus, que habían estudiado en Francia y de los que uno se casó con Pilar López del pueblo de Botaya, al pie de San Juan de la Peña. Mi padre y Paco Ripa eran nietos de los Casaus  y por parte de sus madres, venían de la parte más pura de Jaca,  es decir de San Juan de la Peña. Cuando llegó la Desamortización de Mendizabal, yo creo que fueron los vecinos de Botaya a recoger objetos sagrados y libros y, para mí, que fue mi abuela Pilar López, de Botaya la que guardó un libro, recogido en el Monasterio, escrito por el Doctor Don Domingo de la Ripa, “Monje Benito Claustral, Enfermero, Prior Conventual, que fue del Sagrado, y Real Claustro de San Juan de la Peña, y Visitador  General de la Congregación Tarraconense, y Cesaraugustana: Examinador Sinodal en el Obispado de Jaca, y Coronista Creado por su Magestad, y Cuatro Brazos, en las Cortes del Reyno de Aragón”. Fue impreso en Zaragoza en M.DC.LXXXVIII. Don Paco Ripa tenía el mismo apellido que el autor de este libro y era un auténtico y elegante caballero, con sombrero y acciones buenas,  pues nos dejó colchones y mantas como refugiados. Nos acompañaba por Jaca y en cierta ocasión nos llevó a un templete, ya derribado, en el que esperaban todos los años a los que desde Yebra de Basa venían procesionalmente para venerar a Santa Orosia. Aquella procesión me dio luz pero por otro lado me persiguió la negritud de aquellos seres humanos, hombres y mujeres, anormales, de los que decían que estaban endemoniados. Presenciando tal ceremonia, estábamos mis hermanos Luis, Jesús y yo mismo, acompañados por Paco Ripa y por mi padre.
Allí, en esa romería del pasado, estuvimos los Almudévar Zamora, esperando que mi hermano Jesús acabara su carrera agraria y pasara a vivir  y a morir en Jaca, acompañado por su esposa Lurdes Gabarre y más tarde por sus cuatro hijos. Hemos considerado los apellidos Almudévar, Zamora, Casaus, Ripa y López de Botaya y ahora entrará el de Gabarre. Desde Ligüerre de Ara por un camino, que sube a la Sierra de Galardón, pasando por la ermita en ruinas de Santiago, se llega al desaparecido poblado medieval de Gabarre, que se encuentra a 1.322 metros de altitud.  Efectivamente  Lurdes Gabarre y mi hermano Jesús se enamoraron y se casaron en Huesca en la Compañía de Jesús y en Jaca se dedicaron a preocuparse de las cuatro vidas que trajeron al mundo, que son las de Adolfo, Jesús,  José Manuel  y Luis. ¡Qué ambiente tan blanco surgió en esa familia Almudévar-Gabarre,  donde su padre Jesús se dedicaba a ellos, ”y revivían en sus corazones las ilusiones de sus primeras comuniones y de la boda de José, allá en Madrid y de sus vidas que vinieron al mundo en Jaca y en ella estudiaron e hicieron deporte y rezaron en la antigua  Catedral”.”Mi hermano Jesús, el pequeño era grande porque no sólo tenía altura corporal, sino que también era alto de espíritu, aficionado al deporte, conversador con los amigos y con una vocación profesional en Extensión Agraria, que le llevaba a buscar el bien de los campesinos de la Montaña de Jaca. Hace unos dos meses, me contó un ciudadano de esta capital de nuestra Montaña, que cuando él era joven, un día estaba trabajando de jornalero en el monte, cuando llegó Jesús, que le dijo : ”vente mañana mismo por la oficina, que te buscaré medios para que no seas toda tu vida un jornalero, sino un hombre trabajador, pero con buen porvenir”.

sábado, 28 de enero de 2023

Una Fisioterapeuta de Torres de Barbués.-

 




Huesca Capital se encuentra debajo de la Sierra de Guara y de los Montes de su Cordillera, como si se hubiera rebajado, huyendo de los Montes Pirineos, para dominar su visión, para observar, huyendo de los Pirineos, desde las alturas montañesas la Tierra Plana, que más abajo la recorre el río Ebro y baña la Capital aragonesa de Zaragoza. Huesca fue situada por los vascuences debajo de la Montaña Pirenaica, al comienzo de la Tierra Baja, debajo de la Sierra de Guara, como buscando la Tierra Llana, como se ve mirando la elevada Plaza de la Catedral, a donde suben y bajan los oscenses, que cultivaron la Plana de Huesca y se ha ido extendiendo como vigilando la Sierra de Guara, y desarrollándose por la Gran Llanura o Plana que baja desde la Sierra de Guara hasta el río Ebro.

En todo el Somontano y los Monegros se extienden muchos pueblos, como Siétamo por su destruido Castillo del Conde de Aranda y como Barbués, con su palacio, en cuya vecindad nació Lourdes Gabarre, casada con mi hermano Jesús Almudévar. En el cercano pueblo Torres de Barbués nació Clara Gabarre, que ganó el puesto de fisioterapeuta. Era amiga de mi hija Pilar y tuvo ilusión de acogerme para sanar mis dificultades motoras debido a mis años de envejecimiento. Fui acogida en una clínica moderna y que estaba situada en la parte norteña de la ciudad de Huesca, encima del Gobierno Civil que llama la atención por la altura de sus viviendas que acumula un gran número de pisos.

Esa Clínica acoge a los enfermos que acuden a ella para conservar su vida y allí fui atendido por la joven Clara Gabarre, que ganó el puesto sanitario de Fisioterapeuta. Tuve la gracia de ser atendido sanitariamente en dicha Clínica, pero la desgracia de que dejara de ser atendido, después de ser visitado tres veces por la citada Clara. Yo ya tenía el deseo de ser sanado de mi torpeza física, pero tuve un despido como si fuera abandonado por tan competente señorita, pues enfermó y ya no fui recibido más veces por su inteligente figura. Era una mujer que no conocía su rostro, como ella tampoco conocía el mío, porque entrábamos en la Sala donde me guiaba Clara para perfeccionar mis ejercicios, con nuestros rostros tapados por unas “ojeras de tela”, que impidieron conocernos mutuamente nuestro rostros. Después de la tercera visita nos despedimos hasta la próxima, pero ya no nos volvimos a ver y ella ya no ha podido conservar, entre otras cosas para trabajar, en mejorar mi vejez, convirtiéndola en una parecida juventud.

 Nos marchamos de la Clínica, conociendo nuestra personalidad, pero sin conocer nuestros rostros, por haberlos llevado durante tres días tapados con sendas pañoletas.

Salió de la clínica a despedirme y nos dijimos adiós con gran respeto, pero ya no he sido tratado sanitariamente por la profesional Sanitaria Clara Gabarre.

Qué sea lo que Dios quiera y ya nos dirá el porvenir lo que ha de pasar después de su porvenir porque mis ojos ya durarán poco tiempo para gozar de su visión y percibir el consuelo de su terapéutica labor curativa.


jueves, 26 de enero de 2023

Echo, en Fabla aragonenca


 


Dedicado a Veremundo Méndez Coarasa (Hecho14 de mayo de 1897 - id., 30 de diciembre de 1968) fue un escritor y poeta español en aragonés cheso

Una begata, que puyé en ta Echo pa recullir un chicote premio, declaré,  en un  inte de espontaneidá, que d´a mesma  maniera que pa aprender, cal ir ta Salamanca,  pa aprender a fablar en agagonés, ye menester puyar en ta o lugar que nos ocupa, porque en er, encara lo en charran.

Ixo a feito Mariví, puyar dende  Zaragoza en ta Echo y baixar y tornar  a puyar. Parixe que puyar y baixar, igual qu´as notas del pentagrama, ye o suyo destino, como escribe n´o libro “Plevia Grisa”: “Querería estar pino verde y alto, que l´ausín m´abrazase y tremolar, sentir  la nieu entre las mías tallas, a las aves que han frío, cobexar”.

Y, a mida, que sigue o libro en ta debán, s´en ritorna a la crosira d´os cobaltos, cuan s´aclama: “M´aganaría estar pino d´un mon de lo Pirrineo, pa meterme todo blanco con la nieu de lo ibierno”, y por si belún s´en creyese a suya baruca, era, tozoluda, terne que terne, repite dica cinco begatas. “Si fese fagüeño, chiflase l´ausín, o soflase cierzo, yo,  plantau allí”.

Mariví camina a lo suyo propio peso específico y ye ponderable por a suya obra literaria y ponderata por a suya obra literaria; ye leve, lixera, pero no sólo porque puya y baixa camins y endrezeras, sino antiparti porque o suyo esmo ye parellano a ras libélulas, que susurran cuan esbolastrean, como susurra Maribí cuan romancea os suyos versos, que están os uns, verdes como las fuellas berdas dempués d´a Plebia Grisa y si, como as fuellas, en bi–a de libélulas verdas y grisas como a Plevida, atros versos están azuls como libélulas, azuls igual qu´e o cielo d´o que escribe: “Entó alto, lo azul tan raso que duele ,si lo miras queda”. 

M´olvidaba d´as libélulas amarillencas, d´a color d´a palla o de chunco ixuto, lo que diz Mariví.

Acochaba lo chunco, lo tallo verdiblanco, pa beber d´a agua fresca, de lo barranco. Pero lo cauce siempre-xuto trovaba-- que feba muitas lunas- y no plevizniaba. –Si, se morié de set- que lo barranco-s´imple cuando lo chunco-yera ya canso.

Os temples, as ganas, os esmos, os animos u as animas s´en veyen unas vegatas eufóricos, atras goyosos, atras placibles, con crosira u tristeza u desesperatos como os colors que tan bien nos pinta l ‘autora de Plebia Grisa, con parabras qu´aplica como si estasen pinturas a ixos estados de l´alma.

Charra de grisas retes, de grisas plevias, de blanca espuma y de blancas bolisas, de platiadas estrelas, de verdes follas, de chuncos verdiblancos, de abellas que amarillencan. En zagueras describe la negror d´as nueis que dis li s´han tornau mui negras y en atri verso que  “la  nuei sin d´estrelas se te caye enzima”.

Rubén, cantor del optimista fabla d´a libélula vaga de una vaga ilusión”, pero Mariví sape que a libélula ye també un caballero d´o diaple y os diaples envidan d´ilusions y carrean tristuras,”negras , nueis de l´alma”, como as de San chuan de la Cruz”.

Pero l´amor de l´Amado feba que “beyera alredol que todo dispierta, que las flos…más s´abren, más la luz reflexa, mas bien canta l´aire, más lo sol calienta”.

A tí, Mariví y a os que leyan o tuyo libro, les salvará la poesía, que ye l´Amado d´os poetas y d´as personas sentítas.

He dito que a tuya poesía y o tuyo cuerpo están leves, lixeros pero a tuya persona ye grave, funda y seguntes diz Milán Kundera “ ye insoportable la levedad del ser”, que t´a empentato a deseyar “ estar pa no repensar tan sólo … una peña”.

Pero no están leves solamen as barucas, ideyas y crosiras que prexina, sino que, antiparti, ye leve o tuyo estilo d´éscribilas.

Dicen que os de Echo, están os andaluces d´a Montaña y leyendo a Veremundo Méndez, a Rosario Ustariz y a mi amigo Lapetra, me trobo que no esbarran, pero, cuan yo siento os tuyos versos siento o gozo:”La luna redonda-que con los tuyos rayos brinco a la comba”, ya creigo, zereño, que yes leve como os poetas andaluces. Y si un d´istos deciba: “Sobre el olivar, se vió a la lechuza,volar y volar”, tú dices “lo papirroi  s´arrieba plantau en un tremolino. Yera cantando a la plebia con los suyos filaus trinaos”.  

Uey s´en  fa muita de poesía que mira os trovos poéticos  drento d´as mugas d´una acracia informalenca, que plega a parixer  una fabla en clau, abstrauta y misteriosa, que solamén pueden apercazar os intelectuals.

Mariví surte d´a rutina porque no pué  aturar y drento de una rima, unas vegatas rotundamen consonán y mas  a ormino levemén asonante, como romanceabam y s´avientan  ta lo ritmo y ta lo plano musical y os chovens huei.

No ye a os intelectuals  a os que l´is agana a Fabla, ni ras chens d´os lugars están muito decantatas en pro d´a luenga que lis han amostrato que ye fiera.

Yo en ras Escuelas de a Fabla s´en pué a mostrar a os chovens y a os ninos, que cantarán goyosos esta copleta de Mayestra Mariví : “ Verde borda-borda verde,- verderol,-¡Canta aunque no faga sol”.

En o lugar de Echo, están muito decantatos en pro d´a luenga d`os suyos pays- Y  en´as escuelas d´a  Fabla s´en  puede amostrar a ros chovens y a ros niños, que cantarán goyosos ista copleta d´a Mayestra Mariví: “Berde borda-borda verde,- verderol,-¡canta anque no faga sol”.

Caldrá que ra autora de Plevia Grisa, siga escibiendo, porque si no,  se planteyará a demanda de Rosalía de Castro: “Daquelas que cantan as pombas y as frores, todos din que tienen alma de muller. Pois eu que n´ás canto, Virge de Palma, ¡ai!, ¿de qué viviré?.

miércoles, 25 de enero de 2023

 

Morgana, la bruja



Julio Caro Baroja en su obra “Las brujas y su mundo”, habla de la diversidad de formas, que a lo largo de la historia, ha adoptado la brujería, entre las que figura la brujería vasca  a lo largo del siglo XVI y “los grandes procesos inquisitoriales de comienzos del siglo XVII (como el de las brujas de Zugarramurdi), ...de la persistencia en el sigo XX de ese género de creencias dentro de sectores rurales colindantes con centros urbanos e industriales altamente desarrollados”.  El, como conocía muy bien los problemas de su País Vasco, no hablaba demasiado de la brujería en Aragón. Yo, sin haberme dedicado a investigar este problema,  he vivido en mi tierra asuntos realmente de brujería, pero no hace falta haber vivido esos problemas, pues basta mirar alguna revista o estudio, para encontrar afinidad entre lo vasco  y lo que ocurría en los pueblos vasco-ibéricos que vivían en la provincia de Lérida y en la de Huesca.
En un artículo del DIARIO DEL ALTO  ARAGON del día diez de Agosto de 2004, fiesta de San Lorenzo, la escritora Julia Emperador, dice: “Empezamos a subir la suave y prolongada cuesta de Arratiecho...hacia la Caseta de las Brujas...Cuentan que las brujas del valle de Tena fueron muy famosas y en Búbal, en el Museo de Tradiciones existe una sala dedicada a ellas. Quizá en este mismo paraje en medio de la naturaleza, se reunían las brujas del valle de Trasmoz, que engañaron a la joven sobrina del cura y surcaban los cielos del pueblo montadas en escobas o las brujas de Tamariz, llamadas Jina Bardaxí y Margalida  Escuer, que en combinación con los demonios provocaban grandes tormentas, o las brujas de Tella se reunían y organizaban grandes aquelarres. Todavía se conserva en esa localidad el museo dedicado a la brujería”. 
En cualquier lugar de la provincia que uno pregunte, sale saturado de cuentos o historias de brujas. En cierta ocasión, le pregunté a un barbastrense y me dijo que hubo una ¿bruja?, llamada Julieta, a la que venían a ver unas habitantes del planeta Venus. En su juventud fue una mujer bella, teniendo relaciones con el conde de R. y con el abuelo de una ilustre familia de Huesca. J. B., me contaba que en Barbastro salió un escrito en el periódico, ya desaparecido Zimbel, allá por los años ochenta y tres al ochenta y cinco. Por las noches llegaban a su casa, varias mujeres en un aparato espacial, desde luego mejor que la simple escoba, aparato que fue pintado en un dibujo para una revista por María Pilar Chinestra. Las visitantes trataban de convencerla para que se marchara con ellas. A mi amigo J. le decían: ”quieren que me vaya con ellas, pero yo no quiero ir”.La transvección o desplazamiento  de las brujas, es tradición que lo hacían volando en escobas, palos o palas y antes de la Edad Media se decía que lo hacían sobre carneros ,machos cabríos, en bueyes, gatos o perros. Parecía razonable que las brujas se  trasladaran ayudadas por los demonios como lo hacían los ángeles y los  santos en virtud de la gracia del Señor.
Vestía en Barbastro de “clochard” con su gabardina, sus botas y una boina negra. Era en resumen una bruja pobre pero  moderna, aunque su historia interplanetaria ya se había dado muchas veces en dicha historia. Yo creo que no era bruja, es decir que no tenía pactos con el diablo, porque éste, cuando introducía a una mujer en la brujería, le daba un ungüento volador y ella,  negaba a sus amigas el volar hacia el planeta Venus, que requería haber recibido del demonio ese ungüento, a  base de mantecas de niño, acónito, belladona y cicuta. Estas drogas les daban alucinaciones, entre las que estaba la de volar y flotar por el aire, ya que se sabe que algunas brujas que habían declarado acudir volando a los aquelarres, se sabía que habían permanecido en sus camas durante el tiempo que decían haber estado volando. Además copulaban las brujas con el diablo y de Julieta no se sabe tal cosa, pues parece ser que lo hacía con el conde y con el señor de Huesca y la Iglesia consideraba a la mujer “moralmente débil y potencialmente pecaminosa”.
A sus diecinueve años y en posesión de una gran belleza (murió a los ochenta y pico de años), se bañaba desnuda en la Punta Flecha y en la Malinquera del río Vero, donde la veía el padre de mi amigo J.,que fue un buen maestro.
En tiempos pasados había mujeres dominadas por la diosa Diana y Julieta tal vez estaba poseída por la diosa Venus. Poseído, poseso o endemoniado es un hombre o una mujer, que se siente poseído por  un espíritu impuro, que le hace comportarse o decir las cosas, no como él desearía, sino como ese espíritu desea. Pero yo creo que Julieta no llegó a estar poseída por el demonio, sino sólo por el pecado y aún en este tema habría que escuchar la opinión de San Miguel Arcángel de si hacia el amor por pecar o solamente por amar. Los individuos preferidos por el demonio para poseerlos  eran los más inocentes de este mundo,  a saber los niños y las monjas, porque los demonios encontraban más facilidad en influir sobre ellos. Se sabe de monjas, unas en solitario y otras en grupo que influidas por algún sacerdote infiel a Cristo caían víctimas de la posesión y a veces era alguna novicia, que había sido introducida en el convento a la fuerza y que tenía grandes apetitos sexuales. El demonio tenía y supongo que sigue teniéndolo, un gran interés por poseer a las monjas de clausura, porque estas hacían y hacen una labor en el mundo favorable al Bien, pues rezan, se sacrifican y compensan la labor nefanda de una, diría yo, multitud de  hombres y mujeres, que no rezan ni se preocupan por sus almas, unos porque no quieren y otros porque no pueden. Los demonios  tratan de sembrar el mal en el mundo y a veces parece que van a triunfar y es por eso por lo que quisieran anular la labor de esas monjas.
El poder de las brujas se basaba en la magia, que no necesita ayuda divina como el milagro y vemos como las brujas la usaban para dar buena suerte, para alcanzar el amor, para trasladarse volando, para curar a enfermos o para matar a personas, para metamorfosearse convirtiéndose en perros, gatos u otra clase de animales. Y estas costumbres siguen influyendo en la superstición y en el miedo a lo desconocido y no es difícil encontrarse con casos de esta naturaleza.
¡Pobre Julieta!, que vivió entre el bien y el mal y al hacerse vieja ,después de vivir entre el bien y el mal, de ser una muchacha enamorada, estaba movida por un erotismo exagerado para su edad. Ella era pobre y vendía periódicos, vivía en el hueco de la escalera de Casa Argensola y soñaba con Venus. Era como se dice de las brujas que además de ser viejas, feas, derrotadas y fracasadas, eran brujas o se lo hacían ser por el desprecio y  falta de caridad de la gente. En el Mundo luchan el Bien contra el mal y viceversa. El Bien está presidido por Dios y el mal por los demonios, que son criaturas de Dios y que se sublevaron contra El. Dios es el Triunfante de esta lucha, pero en las luchas hay gente que sufre y a Julieta le tocó sufrir y Dios quiera que a última hora se arrepintiese porque ahora sería feliz. Tal vez no tuviera culpa por haber lavado su cerebro con hierbas, que tan bien conocían las brujas al ir a buscar alimento por el monte, donde encontraban también cualidades nocivas como estupefacientes peligrosos. Con algunas aumentaban el deseo sexual y en otros conseguían la impotencia. Así como los cristianos utilizaban la oración, que en ocasiones daba origen a algún milagro, las brujas empleaban la magia
Todavía se venden libros como el de San Cipriano, que tratan de brujería y que fue el que quería quemar en el hogar aquel vecino de Siétamo(Huesca), pero no pudo porque se le escapaba por la chimenea.
Hace unos días estuve en el viejo Seminario de Huesca y se conservaba en una pared un cuadro en el que había una cruz y debajo ponía: In hoc signum vinces, con este signo vencerás.
Hablan los libros de la metamórfosis, magia por la cual las brujas se podían transformar en animales y dicen que esta fue una forma de magia de las religiones primitivas. Shakespeare dice en su obra el “Sueño de una noche de verano”: ”Unas veces seré caballo, otras sabueso, cerdo, oso sin cabeza”.Todo el mundo creía que las brujas podían convertirse en  pájaros, y en culebras, en sapos, comadrejas y perros y gatos.
En la Historia de la Brujería de Frank Donovan pone lo siguiente. “Se ha visto a mujeres adoptar formas de gatos, los cuales han sido heridos por quienes los vigilaban secretamente, y al día siguiente las mujeres mostraban heridas y miembros de menos”.y es curioso como en el Alto Aragón, existían toda clase de brujerías, porque aquí parece que tenemos vergüenza de figurar en la historia de la humanidad, pero al leer este pasaje, me acordé del caso que ocurrió en Siétamo después de la Guerra civil y que todavía hoy, recuerda y comenta la gente. En casa de la señora Polonia decían que había una bruja, que asustaba a los que iban a ayudar a la citada señora, pero tenían que marchar horrorizados por el miedo que les producían esos ruidos que hacía sonar la bruja .Entre otros acudieron mi padre y el practicante señor Jorge y mi padre me afirmó que ellos no se habían dado cuenta de nada.
Y llegó el fin, cuando el mozo más valiente de Siétamo, que había sufrido mucho para la Guerra Civil, vio un gato en la escalera, se sacó el cinturón de gran hebilla que llevaba puesto y golpeó con dicha hebilla al gato en la cabeza. El gato entonces le gritó: pégame más, porque si lo mataba quedaba libre el gato de la posesión que lo esclavizaba y pasaba a ser poseso el que lo matara. El Tuerto no quiso darle más  y al día siguiente apareció el cura del pueblo con la cabeza vendada. La gente del pueblo creía que era el cura el causante del embrujamiento, pero no fue así, porque el Tuerto tenía cualidades de brujo y se supone que lo que quería era desacreditar a la Iglesia.
El Tuerto efectivamente parece ser que tenía algo de brujo, porque en cierta ocasión en que asistía a un velatorio, en Siétamo, inició la conversación sobre brujas. A una hermana de la señora Joaquina le molestaba sostener una conversación de tal carácter en un velatorio y le dijo, que por favor, que callara y entonces el Tuerto se enfadó y le gritó: “te voy a hacer bailar sola en la Plaza Mayor”.
En mi libro Retablo del Alto Aragón y en la página cuatrocientos cuarenta y tres, narro la aventura de un cazador que sorprendió a una bruja, que se había transformado en gato, para acudir a Velillas a maldecir a una mujer preñada para darle el “mal dau”,con el fin de que muriera su futuro hijo.
En la página cuatrocientos cuarenta y dos y en mi conferencia sobre Encantos, desencantos y encantamientos, escribo: ”Un cazador de Sieso(Huesca) caminaba por el monte, pero aquel día en lugar de ver perdices, conejos o liebres, fue algo insólito lo que divisaron sus ojos: sobre una piedra que marcaba la divisoria entre dos campos se encontraba toda la ropa que una mujer de principios de siglo necesitaba para encontrarse bien arropada. Por su mente pasó el leve encanto de la posibilidad de ver un bello cuerpo de mujer, ocasión tan difícil en unos tiempos en que el sol no era buscado para broncear los cuerpos, sino rechazado por las mujeres, que tenían a gala para su piel, conservarla blanca como la leche. Pasó también por su imaginación la sospecha de un crimen ritual, pero no descubrió señales de sangre en las ropas de víctima.
Optó el cazador por esconderse en una espesa mata de carrascas y esperar a la mujer, que necesariamente tenía que llegar a vestirse. Aso obtendría, por un lado, el placer de contemplar lo que nunca había visto y, lo que era más importante entre los habitantes de los pueblos, saber quien era la descocada, para correr a contárselo a sus convecinos. No es esta última apreciación peyorativa o una ceremonia dirigida a los pueblerinos, pues hoy día conozco a caballeros ciudadanos y modernos, que dicen: ¿ de qué me sirve yacer con la señora marquesa, si no se enteran todos que he yacido con la señora marquesa?. Pero volvamos al caso que nos ocupa; el hombre seguía esperando y estrujando su sesera, pensó en que tal vez las brujas anduviesen por medio”. Y efectivamente, apareció una bruja, como esas que dicen que también andaban por Almudévar. El cazador había puesto una medalla con una cruz, encima de las ropas de la bruja y la obligó a volver a Velillas, para que no muriera el niño al que quería matar.
Así sigue ocurriendo en este mundo, en que siguen luchando el bien y el mal.

martes, 24 de enero de 2023

Velillas y San Ponce de Tomeras


Catedral de Saint-Pons-de-Thomières

Velillas,  es un pueblo,  ahora, perteneciente al Ayuntamiento  de Angüés,  con una población muy escasa y que desde  la carretera N-240, se divisa  como dicho pueblo, se va deslizando desde la ermita de Santa Bárbara, a cuyo lado se encuentran los restos de una torre óptica. Subidos a esa torre, en su lucha contra los moros, se comunicaban con el Monasterio del Pueyo y con la Torre de Santa Eulalia la Mayor o Santolaria.  Por medio de esa torre “óptica”, se hacían señales  con fuego que,  por las noches se veía desde muy lejos.  El Rey Sancho Ramírez entregó al Monasterio de San Ponce de Tomeras, el Castillo de Velillas y más tarde todo el pueblo. El Castillo, al que  algunos identifican con el que coronaba el tozal de San Bartolomé y otros con el Cerro de Santa Bárbara, queda en el recuerdo de los hijos de Velillas y en sus pensamientos. Se sabe que en el Tozal de Santa Bárbara, hubo un campamento ibérico. En él se han encontrado monedas, no todas ibéricas, sino incluso  una de oro visigótica, que su nuevo dueño,  vendió en Zaragoza. Esto de la presencia de un poblado ibérico lo  estudió el doctor Lacarra. Se respira en todo el pueblo un largo pasado, con distintos pobladores, pues al entrar en él, nos damos cuenta de la presencia de un “lauburu”.  Este “lauburu”,  en la fachada de una casa, cuyo propietario fue, en otros tiempos herrero del pueblo, recuerda  el paso de tantas tribus vasco –ibéricas, de razas celtas, visigóticas con  religiones e ideas políticas, que han destruido castillos y peleado en continuas guerras. Ahora ya casi ni quedan pobladores. Todo Velillas nos hace recordar el medio ambiente que enseñoreaba al pueblo  y que hoy,  los visitantes,   no pueden olvidar  ni  las guerras ni las épocas de paz. Basta darse cuenta de la presencia en lo alto del pueblo de la Parroquia de San Martín, al otro lado de la carretera la ermita de San Bartolomé y en lo más alto del pueblo, la ermita de Santa Bárbara. Y entre tanto el visitante reconstruye en su cerebro aquellos poblados ibéricos, aquellas batallas entre moros y cristianos, apoyados éstos por los vecinos habitantes del Midi francés. De el Monasterio francés  de San Pedro de Tomeras, al que se entregó el pueblo de Velillas, vino a este pueblo la elevación de la Ermita de San Ponce y tal vez por la creación de algún convento, se conserva a través de su lejana vida, el nombre de Casa Ponz. No existe el apellido  Ponz en Velillas, pero quedó el recuerdo del Monasterio francés de San Ponce de Tomeras.  Por tradición transmiten unas  generaciones a otras, que en casa Ponz, cantaban los salmos, algunos  frailes,  que es de suponer procederían de dicho Monasterio .  A este Monasterio, Sancho  Ramírez   le entregó el pueblo de Velillas. Y ahora, después de tantos siglos de historia común, en Velillas no se acuerdan casi de San Ponce de Tomeras  ni en tal Monasterio recuerda nadie de la existencia del pueblo de Velillas.  ¿Cómo no se va a encontrar  totalmente natural y  nostalgica, la comunicación entre Francia y España, por una tercera vía, que pasaría por los Pirineos?.  En este ambiente actual de Velillas, no se contempla otra cosa que una muerte lenta de los pueblos aragoneses. Ahora me entra el consuelo de ver pasar por Velillas la Autovía de Lérida a Pamplona, que tal vez despierte  una comunicación moderna, en la que se habrá recordado la posesión de Velillas por San Ponce de Tomeras, al Norte de los Pirineos. ¿Promoverá esta autovía el aumento de población de Velillas?.  No lo sé, pero sus primitivos habitantes, ya sentían la necesidad de aumentar su población y para eso veneraban a la Peña Mujer, que tiene la forma de una silueta femenina, en estado de gravidez. Desde aquellos antiguos tiempos han acudido mujeres que deseaban ser madres. Es esta Peña Mujer una peña fecundante, que tal vez ayude a repoblarse a Velillas,  cuando funcione plenamente la autovía y nos comunique con Francia, a San Ponce de Velillas con San Ponce de Tomeras. Se encuentra esta Peña a la altura de Velillas, en el lado derecho de la carretera, cuando se circula en dirección a Barbastro. A esta Peña del periodo Neolítico, acudían las mujeres para poder ser madres. En el extremo superior de la Peña hay un hoyo en el que se depositaban los objetos que daban como sacrificio a los dioses.

Y dentro del mismo pueblo, se halla la ya abandonada Ermita de San Ponce, donde Antonio Ballarín,  natural de Velillas y habitante que fue de la casa,  que llaman Casa  Ponz,  me dijo que en dicha  ermita, en cierto antiguo periodo de tiempo, vivieron unos religiosos, de los que ya no queda memoria. Sancho Ramírez y Ramiro el Monje, intervinieron en la historia de Velillas, pues el primero entregó este pueblo a los Monjes de San Ponce de Tomeras y en este Monasterio francés, estuvo haciendo  vida religiosa, el Rey  Ramiro II el Monje. Uno se explica como influyó el Midi Francés en nuestra historia, llevando sus nombres al Sur de los Pirineos. No nos acordamos de que Casa Ponz y la Ermita de San Ponce, se nombran en Velillas, pero en Francia, ya no se acuerdan de que Europa construya la Tercera Vía del Centro de los Pirineos, para volver a aproximarnos franceses y españoles.

En Velillas siempre se han dado guerras y guerrillas, hasta la Guerra Civil, ya después de las Guerras Carlistas, al lado de la carretera que va desde Barbastro a Huesca. Pero el espíritu de los velillenses  se ha fundado siempre en la paz. Antonio Ballarín, hombre activo y creador de fincas productoras de frutas, que exporta a Alemania, recuerda cuando en Velillas funcionaba la Cofradía de San Bartolomé. Este recuerdo le llena el corazón de gozo espiritual, porque él participó junto a su abuelo en las subastas de la carne de cordero, que se hacía en la Plaza Mayor, dentro del hermoso frontón,  que ya no se usa,  porque no quedan jugadores o pelotaires, que impulsen fuertemente a la pelota, cerca del “lauburu”, que preside la fachada de  casa del herrero, que se encuentra, más abajo, en la calle de entrada al pueblo, desde la carretera. La Cofradía de San Bartolomé tenía como objetivo ayudar a las personas necesitadas del pueblo, como  a las de mayor edad y con pocos recursos. A ellas había que ayudar e incluso pagarles el ataúd para ser enterrados, cuando muriesen, además  del funeral y el entierro, teniendo en cuenta que eran como hermanos  todos los habitantes del pueblo. Con el fin de recaudar fondos para ayudas asistenciales, una vez al año, se reunían en la plaza Mayor del pueblo, allí donde se encuentra el frontón. La Plaza Mayor hay que distinguirla de la Paza Menor, a la que se sube por casa Ponz y  por casa de Luesia,  que tiene   enormes escaleras, que suben desde la calle a la puerta principal, sobre la que se encuentra un enorme y bello escudo. Una vez en dicha Plaza Menor  o Plaza de “Cerila”, se contemplaba  un bello balcón de hierro forjado, el cual luce escenas de danzantes, que no se sabe si serían de Velillas en viejos tiempos. Hoy se ve el balcón pintado en la fachada de una casa vecina, a la que se aproximaba el balcón de hierro forjado,  pero el balcón, hoy en día, se encuentra en el Ayuntamiento.

Era emocionante la subasta de la carne de cordero, que en aquella plaza se exhibía. Allí se reunían los abuelos del pueblo con sus nietos y todos gozaban de tal concurso. Los corderos se partían en distintas piezas cárnicas y se iban poniendo en lo alto de una caña, con la que uno de los abuelos, paseaba por la Plaza para que todos las admirasen. El portador de la caña con su pieza cárnica, proclamaba el precio de ella, gritando:¡ Cinco pesetas vale la pieza!, mientras alguno de los asistentes ,contestaba,  ¡pues yo pago cinco pesetas con cincuenta céntimos!. Así seguía la subasta y el entonces pequeño Antoñito, se sentía muy satisfecho por el buen precio obtenido en aquella tarde por su abuelo y por la calidad de la pieza, que él había elegido. A continuación cenaban  encantados,  haciendo corros, pues no se sentaban alrededor de ninguna mesa. Allí gozaban sobre todo los abuelos acompañados por sus nietos. Y con el dinero obtenido, después de pagar el cordero, ya disponían de caudal para ayudar a los más necesitados y más viejos.

Hemos visto como en Velillas hubo períodos de lucha y otros como la subasta de la carne de los corderos, que estaban gobernados pacíficamente, por la doctrina cristiana de San Bartolomé.

Pero estaban llegando los tiempos modernos, ausentes de paz y con aumento de las lucha de clases, que entre otras cosas ha traído la despoblación de pueblos como Velillas. Unos se hicieron de derechas y otros de izquierdas, aunque la mayoría buscaban la paz y que fueron los que más palos recibieron de unos y de otros.

Los de derechas eligieron la Plaza Pequeña o de “Cerila”,  para bailar en las fiestas del “lugar” y los de izquierdas optaron por la Plaza Mayor, donde se encuentra el frontón. Y a mí me da la impresión de la Guerra Civil tuvo su principio en esta apuesta, preparada para bailar unos en la Plaza mayor y otros en la Pequeña.

Tenían que dividirse en dos Plazas distintas los de Izquierdas y los de derechas. La pista de baile de las izquierdas estaba en el mismo centro del pueblo y para llegar a la pista de los de derechas , tenían que pasar los que querían ser felices bailando, por la calle Principal y subir hacia la Plaza Pequeña, por delante de la ermita de San Ponce y por casa de Ponz. Ambos nombres de santo, que son los del mismo San Ponce, ya no valían para calmar la violencia de aquellos hombres y mujeres. En aquel lugar se juntaban los miembros de ambos sexos, es decir hombres y las mujeres  que buscaban un bailador o una bailadora a su gusto, y no un hombre o una mujer de derechas  o de izquierdas  y se producían fuertes altercados entre los y las  que querían subir  a la Plaza de los de derechas o bajar  a la Plaza Mayor, donde iban a bailar los de izquierdas.

A Baltasar,  un albañil que subía al baile de las derechas, no se sabe si por ideas políticas o por atracción amorosa, lo cogieron entre unos cuantos mozos y lo emprendieron a empujones y patadas, para alejarle del odiado baile de derechas.

La buena madre de Antonio Ballarín, al contemplar esta escena, pidió a los endemoniados mozos, con sus gritos, que lo dejaran en paz. Y después de que lo liberaran, gritaba a los vecinos, que por allí   pasaban:  ”pobre Baltasar, que esos brutos han convertido en un Cristo, llevándolo por el Camino del Calvario”.

Ahora, el pueblo, representado por Baltasar está arruinado y camina por las calles de Jerusalén, es decir por las de sus ciudades y pueblos, esperando que unos políticos, que no se dediquen a cobrar dinero, sino a liberarlo.
Mientras tanto,  los países, en lugar de fijarse en el comportamiento de los abuelos y los nietos de Velillas, para ayudar a sus hermanos los necesitados, gritan y se lían a empujones  y patadas, esperando que las izquierdas o las derechas, sean quienes los hagan felices.

domingo, 22 de enero de 2023

Los pastores.-

 



Yo tengo un recuerdo sagrado de los pastores con los que he convivido y es que Silvestre Bara, que estuvo de pastor en mi casa antes de la Guerra Civil, y durante la misma,  tuvo que separarse del dueño del ganado. Aunque apartado del dueño, no se separó del rebaño, para que  una vez acabada la trágica lucha, pudieran reunirse otra vez, en Siétamo el dueño, el pastor y las ovejas. Pero en aquellos tiempos en que las vidas humanas  peligraban,  las de los animales desaparecían rápidamente por el hambre que envolvía las tristes vidas de los ciudadanos. ¿Qué hizo a Silvestre  volver, después de una guerra, a la antigua “tiña” o paridera de su amo, rodeado de ovejas?. Tenía Silvestre un gran sentido de la responsabilidad, una gran fidelidad a su “amo”, que tenía que demostrar cuidando sus ovejas, a las que amaba  enormemente, llegando a identificarse con ellas, que formaban un cuerpo colectivo o un rebaño y él se constituía en su cabeza, para buscarles alimento, cuidarlas, esquilándolas en su momento y apartándolas del peligro de ser robadas y sacrificadas por los que apetecían sus carnes. En nuestra era quemaron todos los pajares y cuando estaba pasando el fuego a través de un grueso madero a la paridera, Silvestre se dio cuenta y en lugar de huir, apagó el fuego echando cubos o pozales de agua. Todos los pastores tenían alguna oveja preferida, con la que se entendían hasta casi identificarse, pues cuando ellos comían sentados debajo de una carrasca, le daban a su amiga algún trozo de su pan. Como he dicho, a las ovejas  les combatía las pulgas y les quitaba las “caparras” o garrapatas,  que chupaban su sangre. Cuando llegabas a hablar con el pastor Silvestre, junto a él se encontraba alguna oveja “panicera”. Esto de mimar a las ovejas,  me recuerda a un señor de Huesca, que llegó a fabricar alimentos para millones de animales, ya que siendo todavía un niño que vivía en un molino al lado del río, donde poseían una docena de ovejas, escuchaba las palabras que su padre y su madre, que le decían al pastor, que él, como todos sus compañeros, siempre tendrían un pan encima de la mesa. Tal vez ese pan no sea siempre tierno, pero no les faltará, decían los abuelos. El pastor pasaba todos los días por nuestra casa o nuestro molino(como decía mi amigo), junto al río Isuela, para integrarlas en el rebaño colectivo de todo el pueblo. Pero las ovejas,  por la ya obscura tarde, volvían solas al molino, y el amo, es decir su padre, salía a recibirlas para echarles alfalfa en aquellos días invernales en los que en el monte ya no salía yerba. Cuando ya se había disuelto el rebaño por las casas del pueblo, el pastor se daba una vuelta por el molino; entonces hablaba con el molinero y éste le solía dar pan o algún bocado de carne del cerdo que habían matado o algún trozo de torteta o algún gancho de morcilla, igual que el pastor había regalado con su pan de cada día, durante todo el día a sus ovejas “paniceras”, que le ayudaban a dirigir la marcha colectiva del rebaño. No sólo era el pan y la morcilla lo que querían el “amo” y el pastor, sino que tenían necesidad de comunicarse ente ellos y hablaban, unas veces del tiempo, al que el pastor seguía su curso, cuando en el monte ojeaba el horizonte, miraba la Sierra y las nubes del cielo. Algunas veces pronosticaba que las boiras iban a echar el agua sobre los campos, porque veía como se movían las nubes en la Sierra y los aires que soplaban por allá arriba, les proporcionaban humedad  El pastor demostraba su inteligencia cuando, después de pronosticada, la lluvia mojaba los campos y las casas y refrescaba los rostros de las personas y la lana de las ovejas, que no dejaban pasar el agua hasta su piel, porque se sacudían la lana y el agua caía. El molinero y sus hijos admiraban el poder de observación del pastor y de tanto hacerlo se convirtió, como dice mi amigo, en un sabio. Mi amigo sigue pensando y tiene inquietudes en su cabeza, que le hacen a uno reflexionar sobre el porvenir de la humanidad. No quedan ya casi pastores ni ovejas, lo que hace pensar de donde en España se sacará la carne de cordero. Está claro que habrá que comprarla en el extranjero y cara. Algo veremos.

viernes, 20 de enero de 2023

El signo de la rosa (18-01-1987)

 


ROSAS Y LIRIOS

Para las angustias, para las tristezas,

cuando nieva el tiempo sobre las cabezas
y llueven congojas,
ese es el instante de las rosas rojas.

Para los momentos que traen ilusiones

y dan azucenas a los corazones,
y dulces delirios, blancos, blancos lirios.

Rubén Darío

He repasado, uno por uno los signos del Zodiaco y entre ellos no he encontrado el nombre de la rosa. Nadie se llama Libra, ni Géminis ni Escorpìo y sin embargo estas constelaciones influyen en el carácter y destino de los hombres. Pero yo me pregunto:¿por qué el rojo, el añil, el violeta y el arco de todos los colores no pueden influir irisando las almas de los hombres y mujeres? Si creo que si ya que la margarita blanca nos impulsa al olvido del pasado, la petunia no inspira temor con esperanza y la gama de colores de la rosa nos recuerda la belleza, los celos, los encantos y el amor voluptuoso. Los colores se concretan en la rosa desde la “roja émula de la llama”hasta la blanca que los refleja todos. La rosa blanca es el símbolo del sigilo y sigilosamente ha trabajado Rosa la luz que inunda las solanas donde dan las flores su color y aliento perfumado, pero, de repente, en el mes  de Enero ha inundado con cuadros luminosos nuestros ojos. Al lado de las flores blancas aparecen los frutos rojos y los bosques azules con añoranzas Rubenianas nos trasladan a nemoradas encantadas. Hay también videntes y sibilas que escudriñan un futuro misterioso y se suceden estaciones que auguran una fecunda obra, mientras Júpiter se intuye volando sobre Leda*.

*En la mitología griega Leda (en griego Λήδα) era una princesa etolia que se convirtió en reina espartana, y también fue una de las féminas seducidas por Zeus.


No sé si ocurrió en Tafalla o en Olite……..(Hace muchos años).

 



No me acuerdo. Había, por lo viso, en una de esas localidades un Cuartel y dentro de él, un sin número de soldados que hasta ahora han sido siempre machos o  “mastos” y digo hasta ahora, porque con eso de la igualdad entre hombres y mujeres, a lo mejor de ahora en adelante los ponen mezclados, con lo que  se evitaría lo que pasaba en Olite, en Tafalla o en Tudela, que no me acuerdo donde, o en Calatayud o en la Cochinchina.

¿Qué pasó? Muy sencillo. Aquellos soldados cuando salían del Cuartel, lo hacían como cuando en mi pueblo sueltan los machos al “bacibo”, pues no paraban de encorrer a las mozas y algún propasado llegaba a meterles mano. Llegaron las quejas a oídos del coronel,que se subió a la parra y quería empaquetar a los propasados. El no tenía ese problema, pues como era Coronel, tenía paga de tal y los soldados, como cuando yo lo era, cobraban sólo dos reales. El capellán hombre más conocedor de las debilidades humanas, aplacó las iras del Coronel y le dijo: “Déjemelos a mí” Así lo hizo; reunió a todos los soldados y les habló así: “Si veo a uno de vosotros por la calle del bracete de una tía bombón, le diré ¡Viva la madre que te parió!, pero por favo, cuando vayáis en grupo y veáis a una chica guapa, no os echéis encima como las moscas acuden a la miel; siempre hay alguno de vosotros más bien plantado y más ingenioso que le pueda echar un piropo bonito, que seguramente le agradará; a la próxima vez le podéis decir adiós, a la siguiente hablarle y a la otra llevárosla al huerto.

¡Qué razón tenía ese mosen! Los hombres trabajando en equipo y con un buen líder, como el soldado que echaba los piropos pueden hacer lo que quieran, desde conquistar mujeres, pasando por grandes obras, hasta regenerar la nación. Para regenerarla se forman equipos políticos, que deben trabajar unidos bajo la dirección de un líder, pero en lugar de hacer equipos, hacen partidos que como su nombre indica, parece que no hace más que reñir entre ellos. Es como si los equipos de futbol se pegaran entre ellos en lugar de dar patadas al balón y al portero contrario. ¿Qué consiguen así en los partidos? En los de futbol perder y en los otros además de perder las elecciones, perder el prestigio porque habían prometido acabar con los pobres, y ahora dice la televisión que hay en España ocho millones de ellos. De todas maneras, el pueblo que hace el papel de tonto, pero no lo es, ya decía hace años: se han empeñado en acabar con los pobres pero se “jibarán”, que cada día “en habrá” más.

Pero volvamos al capellán del ejercito, que también aconsejaba a los soldados para sacar la conclusión de que hay que hacer el amor y no la guerra, ya sea de sexos, de clases, de escuelas de la patada, la de los precios de los blancos contra los negros, de la ciudad contra los pueblos, de la industria contra la agricultura, de los agricultores contra los ganaderos, de las mujeres contra los hombres, de los segundones contra los herederos, de los payos contra los calés o de las suegras contra los yernos o de las nueras contra los suegros. Luchan también los toreros por ser el número uno; luchaban en mis tiempos Arruza para desplazar a Manolete, como ahora lo hace Espartaco para ganarle a no sé quién. Uno dice que da mejor las verónicas y el otro que hace mejor las manoletinas, igual que la Rocío Jurado le dice a la Pantoja que tiene mejor delantera y ésta le dice a Rocío que tiene mejor garrón. Así se pasan la vida, como los dos conejos que discutían sobre si los perros que venían eran galgos o podencos y al fin se los “trincaron”. Eso les pasará a las dos divinas, que si pechera que si pierna y mientras tanto pasará el tiempo, se arrugarán como las pasas y los hombres se mirarán a otras que ya vienen empujando.

 

 

Miguel Ruiz Orús, Maestro en la Escuela de Siétamo

  Me he encontrado, paseando por el Parque de Huesca, con mi antiguo amigo Miguel, al que conocí, cuando ejercía de Maestro Nacional en la E...