jueves, 18 de abril de 2024

La muerte, la niña y el hombre caramelo

 


¿Tres años tiene la niña?, tal vez cuatro, no lo se. La conocí en el coro de San Pedro el Viejo, donde acude a una misa con su madre. El hombre del caramelo le dio uno y no lo pudo olvidar. Hoy ha vuelto y decidida se acomoda en el mismo banco donde siempre suele hacerlo. Venía con su bolsa de plástico llena de granos de maíz tostado, ha vuelto a ver al hombre que le diera un caramelo y encarándose con él y confiada, se lo ha vuelto a pedir. Se lo ha dado, lo ha tomado presurosa y ha vuelto a pedirle más.  ¿Quién sería capaz, pudiendo complacerle, de ‘rechazar su petición? Hace acopio sobre el banco de granos de maíz y caramelos y sopla inflando la bolsa de plástico, para arrugarla después. De repente y atrevida desaparece del coro y al poco tiempo regresa con dos hojas parroquiales. Le da una a un antiguo periodista que oye misa junto a ella y comenta los grabados de la otra con su madre, para entregarla después al hombre del caramelo.

Hoy coinciden en la iglesia parroquial la misa dominical con un rito funeral. Allá, delante, el escaño con el féretro que acoge los restos de una señora que vivió casi cien años. En el coro, unos señores que sonríen, ante una vida incipiente. No es la risa, en que Espronceda trocase su dolor profundo ante un cadáver más en el mundo. Es la sonrisa que sirve de consuelo ante la muerte, al contemplar que todavía hay niños que harán posible el milagro de la vida. ¡Mamá! ¿Porqué no rezas?, interroga la niña y un consuelo infinito se abre entre la gente, ante el contraste entre la muerte y la niña inocente.

Muchos quieren ser protagonistas en todo acontecimiento; convierten en dios su ego y quisieran ser los reyes, los galanes y chistosos, en las bodas ser los novios y en los entierros el muerto, para llamar la atención. La niña fue para todos el centro de las miradas sin saberlo y sin quererlo, porque era toda candor. Cada vez en Europa hay menos niños y no es que el hombre le tenga miedo a la muerte, la ignora simplemente, A quien teme es a la vida, que hemos puesto tan difícil entre todos. Y ese temor a la vida es más terrible, quizá que el que inspira la otra vida, porque es semilla de muerte, una muerte colectiva.

 

miércoles, 17 de abril de 2024

San Urbez o SANTURBEZ desde Villalangua

 


La vida de San Urbez se ha venerado en el Alto Aragón y se venera hoy en día, pero desde aquellos años en que los moros, invadieron nuestra Tierra, San Urbez, que vino al Altoaragón desde Francia, fue pastor de ovejas y Pastor de Almas, pues lo consagraron Obispo y corrió las yerbas de nuestros montes y cultivó los espíritus de nuestra Tierra.

Existe un mapa en el que se ve el recorrido del Santo,  desde el Añisclo, hasta San Martín de la Bal d’Onsera, San Julián de Banzo, Chibluco, hasta la Parroquia de San Pedro el Viejo en la ciudad de Huesca, donde se guardan recuerdos de su labor apostólica.

No es completo este Mapa, pues en las narraciones de la vida de San Urbez, en él, se olvidaron o no alcanzaron a conocer sus aventuras espirituales, ya que en este Mapa no dice nada de la vida de San Urbez,  cuando bajaba desde San Martín de la Bal D’Onsera al Llano de Loporzano y subía al Saso, desde el pueblo desaparecido de Quinto, en cuyas ruinas  encontré un signo para identificarlo, es decir una letra V o  número CINCO, que equivale a Quinto. Dice alguno que en la Vía Romana, que de Huesca u Osca conducía a Alquézar, no se han encontrado signos romanos, para identificar, cada uno de los lugares, que estaban distanciados unos de otros por Millas, pero yo encontré una letra V mayúscula, que indicaba la quinta unidad de distancia entre Osca y Alquézar. En aquel Cerro estaba una V, indicando la situación de Quinto, pueblo romano.




      

En este mapa pusieron como principio de la ruta de San Urbez desde Sercué, hacia el Sur, en la que entonces no era todavía la frontera de España con Francia. Pone en dicho mapa como último lugar de la ruta de San Urbez, la iglesia de San Pedro el Viejo de Huesca. En libros de la categoría del Señor Obispo Don Damián Iguacen, que ha alcanzado más de cien años de vida, no aparece la Vida de San Urbez, más debajo de Huesca, pero yo cuando iba a visitar a mis parientes del pueblo de Ola, me encontré en su parroquia, una imagen de San Urbez. Don Antonio Otal me dijo que la imagen de San Urbez , había desaparecido de Ola, durante la Guerra Civil de 1936. Pero al terminar dicha Guerra, Don Antonio Otal, colocó otra imagen del Santo en dicha iglesia. Yo, nacido en Siétamo, al lado de Ola, no pude olvidar la santidad del doble Pastor de ovejas y de almas, San Urbez, porque al subir al Saso, recordé la Fuente, de la que se llegó a conducir agua al Campo de Aviación de Monflorite. En casa de Don Antonio Otal hay una losa de piedra de arenisca, en la que dormía San Urbez y éste, con su bara, la lanzó en un lugar donde preveía humedad e hizo brotar un manantial, que todavía sigue manando,  después de siglos.

En uno de mis escritos, puse: “El pueblo de Plan de Quinto, gobernado en viejos tiempos por los romanos, formaba parte de la Vía Romana, que conducía desde Huesca hasta Alquézar. En aquel tiempo de dominio Romano, la población se hizo cristiana y todavía se han encontrado restos de la Epoca Romana. Por ejemplo yo recogí teselas, con las que se adornaban los suelos de las habitaciones y un pequeño candil.  En el solar de Plan de Quinto,  se encuentra al lado de la Carretera N- 240, frente a uno de los elevados  laterales del Saso, que empiezan en Estrecho Quinto, que expone una Cruz, que recuerda el sitio de la Guerra Civil, que sujetó a los que huían de los pueblos del Somontano y a las Tropas Nacionales. Desde esa Cruz se miran el Saso, pastoreado por San Urbez y al otro lado, sobre un Monte, el Castillo–Palacio de Montearagón. El Saso se extiende hacia el Sur, en el cual en la ladera Este, se encuentra el pueblo de Ola.   

Las ruinas del Pueblo de Plan de Quinto, recibió ese nombre porque allí encontramos una V de piedra, cuyo significado en latín quiere decir Quinto. Este nombre es el de un millar o milla romana, igual que Tierz es el nombre del tercer miliar y Siétamo del Séptimo.

Yo encontré ese cinco de piedra,  de forma latina, pero mi excesiva vergüenza no me dejó llevarlo al ayuntamiento de Siétamo y a los pocos días desapareció. Recogí un pequeño número de teselas, que me harán recordar,  mientras viva, el pueblo romano de Quinto. Donde se hallaban dichos edificios, se encontraban las teselas y allí pude contemplar la V mayúscula, que indicaba la distancia de cinco miliares entre Quinto y Huesca. Cada miliar medía 1480 metros, que multiplicados por cinco, indican que Quinto estaba a una distancia de 7´406 kilómetros de Huesca.

A San Urbez se le presentaban fáciles accesos a su residencia de San Martín de la Val D’Onsera. Se bajaba del Saso, pasaba por el pueblo de Quinto y subía por Loporzano a San Julián de Banzo, Una vez allí por aquella Sierra, donde había osos, subía a su solitaria residencia de San Martín D’Onsera. No era lejano el Saso de San Martín. Lo que ocurría es que San Martín estaba introducido en la Sierra y el Saso donde ésta acababa.

San Urbez fue un Obispo que pasó los cien años de vida y un escritor de su vida fue otro Obispo, que todavía vive en el año de 2.017, y que se llama Don Damián Iguacen, que nació en tierras de Zaragoza, cerca de donde se elevó ya hace muchos años la Ermita de Santúrbez.

Y hace poco tiempo murió en mi pueblo de Siétamo, Sebastián Grasa con más de cien años. Pero no era de este pueblo, sino que nació en el pueblo de Salinas  el Viejo, encima de Villalangua. Ese pueblo tiene unas salinas, con las que suministraban sal a otros pueblos de la Montaña, cerca de San Juan de la Peña. Fue Alcalde de ese hoy desaparecido pueblo y que ahora pertenece al Ayuntaminento de Riglos. Desde él pastoreaba sus ganados en las comarcas de alrededor, como en Almudévar. El ambiente de Salinas Viejo es terriblemente montañoso y con movimientos de tierra. Ante esta amenaza de la naturaleza tuvo, con su familia, que abandonarlo. Estuvo varios años en la pardina de Ferrera, donde un año se le apedreó la cosecha y al fin se vino a vivir a Siétamo, donde ha muerto de más de cien años de edad.

A continuación copio mi escrito sobre Sebastián Grasa: “¿Cómo sé yo estos hechos, en los que describo el paso de los habitantes de Salinas el Viejo?. De una forma muy sencilla. Hace escasos años se murió en Siétamo el señor de ciento y un años de edad, Sebastián Grasa, que fuè hace muchísimos años Alcalde de este pueblo desaparecido. Y él me contaba el paso por la Osqueta de los escasos habitantes de Salinas el Viejo, que todos ellos emigraron y Sebastián Grasa a mi pueblo de Siétamo.

 Sentado en la entrada del Bar teníamos debajo de la Calle, el paso del río Asabón y delante de nosotros se veía un Circo Natural, que en tiempos fue sólo un conjunto de huertos. Rodeado de mallos y de Peñas. Por encima de todos ellos se encuentra el paso por la Osqueta de los habitantes de Salinas el Viejo, que regresaban acompañados de sus rebaños, que venían de los pastos, en los que se encontraban parideras. Allí estaba la de Ferrera,   atendida por Sebastián Grasa. Si, regresaban a Salinas Viejo , para encerrara su ganado y asistir a las palabras del Cura, que estaba preparando a los niños para hacer la Primera Comunión.

Estábamos sentados con mi yerno Santiago Adiego, frente a un enorme Circo natural y apareció entre nosotros un señor llamado Víctor Callau Casasús, nacido en Villalangua. Empezamos a conversar y se declaró sobrino del anciano Sebastián Grasa y me dijo que s tío Sebastián tenía la cabeza “bien amueblada”.

En cierto artículo que escribí hace ya unos años,”recordaba como Sebastián Grasa me contaba que en algunas ocasiones, el paso por la Osqueta era terrible,sobre todo cuando el viento cierzo soplaba con tal intensidad, que les hacía caer sus cuerpos sobre el suelo”.

Víctor al oir tal relato, lo confirmaba con su cabeza tan bien amueblada como la de su tío Salvador Grasa, el día 20 de julio de 1012, diciendo que aquellas Osquetas,cuando soplaba el cierzo, pasaba  un aire fortísimo, que desplazaba la “zaborrilla de salagón”,igual que otras piedras menudas, por el camino,que como he dicho , convertía los caminos dulces en ásperos.De la boca de Víctor salían explicaciones llenas de sentido común, porque decía que en aquella Osqueta,el aire corría encañonado. Hoy aquellas tierras tan duras y tan tiernas para los corazones de aquellos hombres, están casi desiertas , desde Longás, Biel, El Portillo de la Osqueta, Salinas y Agüero, hasta penetrar en el Monte de Luna”.

Ahora hablo con su hijo Antonio, que lleva en su corazón el amor y en su cerebro el recuerdo de Salinas de Jaca, a 915 metros de altura sobre el nivel del mar, pero ya no se acuerdan los turistas de dicho pueblo, al que visitan de su iglesia destrozada. Antes de bajar a vivir a Siétamo, vivió dos años en Villalangua, donde se encuentra su primo, que me recuerda cuando me ve en Villalangua y me recuerda a San Urbez, pero con su antiguo nombre de Santúrbez, porque seguramente ,cuando su templo no estaba en ruinas, se leería en algún lugar :Templo de SANTÚRBEZ.  Su primo Antonio Grasa Casasús vive en Siétamo, pero conserva en Salinas Viejo, un hermoso huerto, regado con aguas del río, que recogían en una balsa. Ahora está yermo. No puedo menos que recordar a mi ya antiguo pariente Morlan, que estuvo de secretario en Salinas Viejo.


Al ritmo

 



La vieja hilaba, el tejedor tejía, la gallina escarbaba, el ciego tañía y la niña cantaba al bebé: ”Teje, teje ,tejedor, garras, garras de traidor”. El tejedor llevaba su teje-maneje, pero desde luego que no tenía garras ni manos de traidor. El niño pequeño que todavía era menos traidor, agitaba sus manos como si tejiese, alternaba el movimiento de sus pies, como si estuviese moviendo el telar por medio de pedales y mostraba una gran alegría,  al oír eso de “Garras, garras de traidor”. El contraste entre la infinita inocencia del niño y la acusación de traidor que repetía gozoso el ritmo del cuneo, provocaba la risa de todos. Risa esencial,  risa natural, risa existencial. Todo era ritmo en el carasol, el subir y bajar del uso, el teje –maneje del tejedor, el escarbar de la gallina, el tañer del ciego y el cri-cri  de la cigarra en el árbol. El burro atado a una herradura  clavada en la pared, parecía dirigir la orquesta, pero no con una batuta, sino con dos que eran sus largas orejas. Se posaba un tábano en su oreja izquierda, lo espantaba con su movimiento y se posaba en la oreja derecha, en una constante pugna tábano-  asnal, en la que no había ni vencedor ni vencido, pero si movimiento continuo. Zumbido del tábano y ritmo en las orejas del asno. Música de ciego en el ambiente y ritmo en el cuneo de la cuna y en el sube y baja del uso de la vieja. El tejedor teje y una anciana desteje una toquilla para hacerle “peducos” al nieto “repatán”. Tejer y destejer, todo es hacer. Suena mi transistor y se oye tejer a Luis Amstrong acordes metálicos en su larga trompeta, que desteje con sonidos bajos disonantes, pero todo con un ritmo que su raza morena heredó del Africa. Cuando siento el dance guerrero de los Danzantes de Huesca, se me pone la carne de gallina. Pero quisiera que alguien tejiera y destejiera una música, con un ritmo antiguo y aldeano, que me hiciera olvidar, siquiera por un momento o por el tiempo que tarda en consumirse un disco, el ruido sin ritmo de la capital.

martes, 16 de abril de 2024

Camilo José Cela




Siempre han existido Camilos y «Camulos» y don Camilo José Cela (otra especie de Camilo superior), lo pone de manifiesto cuando escribe que "Periquito Taboadela …harto de soledades y otras maldiciones, se vino…a Mallorca y mató el tiempo que le sobraba, que era todo, matándole pavos a su paisano don Camilo, que vive como Dios, del contrabando de transistores japoneses”.
Para mí, que aquí el  Camilo Superior es Camilo José Cela,  y Periquito Taboadela, es  es el   Camilo o San Camilo, que  le mataba los pavos.  San Camilo es Periquito Taboadela y el  Camulo  es el citado don Camilo el contrabandista, y no el auténtico don Camilo que se llama también José y Cela, y no se sabe que se dedique al contrabando, salvando el honor del Premio Nobel por sus obras. 
Trataré también de salvarlo del tremendismo por el que  fluyen los tacos de su boca, pues a los Camilos los llaman Camulos cuando hacen mal o cuando de su boca salen tacos, antes llamados sapos y culebras. El tremendismo consiste en un vocabulario exagerado y crudo, que  usa en la novela de Camilo José Cela, “La Familia de Pascual Duarte”. Los personajes de esta novela, son descritos por  Cela, en pueblos muy pobres y en circunstancias de postguerra, que crean en sus personajes un ambiente de miseria,  que crea un humor negro. Escribe Camilo José Cela : “Cuando nos abandonó no había cumplido todavía los diez años,  que si fueron pocos  para lo demasiado que había de sufrir…el hombre no pasó de arrastrarse por el suelo como si fuera una culebra y de hacer unos ruiditos con la garganta y con la nariz como si fuese una rata ,fue lo único que aprendió…¡Pobre Mario y como agradecía con sus ojos negrillos, los consuelos!.
Casi todos los españoles hemos escuchado palabras “non santas” a don Camilo a través de las ondas de la radio o de las que acompañan por la imagen en la televisión, y, sin embargo, no hemos leído sus obras, en alguna de las cuales no se lee nada “feo”, si no es su Diccionario Secreto, en que se acumulan todas las palabrotas que en nuestra gloriosa lengua castellana se sueltan cuando las vísceras se inquietan.
Sus obras las leemos muchos ahora que le han concedido  el máximo premio literario, pero su Diccionario Secreto, en su día lo compramos todos.
Un Camulo al que conozco, que también compró el libro después de atiborrarse de cojones, no se atrevió a llevárselo a su casa para que no lo leyera su casta esposa ni sus inocentes hijos, y lo depositó en un cajón de su mesa en la oficina en la que trabajaba. Durante unos días el trabajo dio poco de sí, pero su secretaria recibió un bombardeo continuado de juegos malabares que hacía con la polla “un sargento de un tabor de regulares” y de aperturas de latas de conserva, que con el mismo instrumento realizaba un teniente de la escala de reserva.  El pobre Camulo quedó frustado porque “por más que lo intentaba, no podía  ”lograrlo de la agradable secretaria que tenía por compañía”.
Yo no sé si don Camilo usa o abusa de los palabros. Quizá los use para recoger lo que usa el pueblo... pero en su boca pueden constituir abuso porque, se vuelven contra él, como demuestra el siguiente caso. En cierta ocasión le preguntaron su opinión sobre los premios literarios  y él contestó que eran una casa de putas; seguramente algún tribunal le habría puteado, como tal vez a usted o evidentemente a mí, pero ahora que las presuntas p…le han dado el premio parece decirse, como me dijo un Camulo, que lo han hecho al admitirlo en sus cofradías, Putón de la Literatura  Universal de 1989.
Que no se enfade don Camilo que a muchos les hubiera gustado tal honor, como a mí que me hubieran aprobado.
La gente sigue pronunciando palabras gruesas, pero no sólo las sencillas, sino también aquellos que por sus estudios debían usar un vocabulario que contiene sobradas palabras racionales para evitar las viscerales. Se tratan algunos de soplapollas y de tontochorras que no suenan muy bien, y yo les sugeriría que los altoaragoneses tenemos un sustituto que no suena tan mal y que a veces se aplica también a aquel que es demasiado bueno, ¿De qué palabra se trata?, pues sencillamente de “tontolaba”. Usted habrá oído decir: ¡que simpático es ese tontolaba!.

domingo, 14 de abril de 2024

Ni morir en paz dejan





En Portugal,  ya hace algunos años, no se hacían certificados de defunción a causa de una huelga de médicos. ¡Qué tragedia!. No dejaban vivir ni a los muertos o más bien no dejaban morir a los vivos. El poder de la burocracia se había endiosado, o más bien había endiosado al papel, cuando todos sabían, que esa celulósica lámina, era casi toda empleada para limpiarse las partes pudendas.

No se sabía si los huelguistas querían subir el precio de los certificados de defunción. Si era eso lo que pretendían, el pueblo, que intuía que eso era un sacaperras, transformaría esa intuición en certeza. Se darían cuenta de que la falta del papelico, no volvía a los difuntos a la vida, ya que  no hablaban  ya que estaban rígidos, fríos, del color del papel del que carecían, y de que luego empezaban a oler. Hace muchos años, una peste asoló Lisboa y murieron muchos de sus habitantes. Entonces no hacía falta, para enterrar a los difuntos, papel acreditativo de la defunción, ni papel moneda porque ésta era de metal. Así como el que no tenía padrinos no se bautizaba, el que no tenía moneda,  no era enterrado. Las familias, como no podían tener a sus deudos difuntos en casa, los sacaban a la calle y ponían platillos delante del cadáver. Estos platillos tenían la misión de recoger limosnas, hasta que se alcanzase la suficiente cantidad de dinero para pagar la tarifa del entierro. El que era caritativo iba practicando a destajo la obra de misericordia de enterrar a los muertos. El que no lo era, iba echando dinero para sacudirse los muertos de delante. Alguna vez se daba el extraño caso de que un cadáver oficial, digo oficial porque poseía  certificado con su póliza y todo, se levantaba de su  ataúd ante el pasmo de las plañideras que lo rodeaban. Algunas tornaban sus llantos en risas, pero otras aumentaban su caudal lacrimoso. Ignoro si algún supuesto cadáver corrió a casa del que le expidió el certificado, para pedirle la devolución de su importe, y para que se hiciera cargo de los inútiles y fúnebres gastos que le había originado.

En antiguas civilizaciones, amantes de la Naturaleza, depositaban los muertos en una meseta a la que acudían los buitres y alimoches y ejercían de policías sanitarios. Aquellos portugueses pobres y rapiñados en vida, tendrían el consuelo de integrarse en aves rapiñadoras, con lo que conseguían una revancha por las múltiples humillaciones sufridas en su vida y en su muerte. Descansen en paz.

Amor y muerte.-

 



Cuando uno visita los cementerios, encuentra una reproducción de la que algunos llaman, en la vida,  “lucha de clases” y es que esa lucha, camuflada y revestida por el amor de los vivos a los que mueren, está basada en el lujo que algunos dan a los panteones o monumentos funerarios de sus familiares o amigos. Lucha de clases, porque los que han destacado en su vida en el poder, en las riquezas o en diversos triunfos, como por ejemplo en el toreo, en la política, en el fútbol, en la literatura, en el arte o en alguna de las múltiples actividades, que en esta vida ejercen los hombres y mujeres, como el cine y tantas otras, pudieran ver a sus sucesores  levantarles monumentos, como  a  seres queridos o admirados, en tanto que la gente sencilla se conformaba con “enterrar a los muertos”.
La gran señora, al morir su esposo, quiso llenar de gloria el recuerdo de su vida y dentro de la sala o capilla, en la que descansaba, encargó un cómodo y lujoso sofá, para acompañarlo en las larguísimas visitas, que su amor le pedía; en aquel sofá vivirían acompañados mutuamente y allí recordarían aquellos pasados tiempos, en que fueron felices, aunque ella no podía recordar aquellas ocasiones ocultas en que él amaba a otras bellas mujeres. Parecía a la señora que así echarían nuevos planes para seguir gozando de una vida, que sin embargo ya no les daría más oportunidades de amarse, aquí en el suelo. ¿Por qué la señora quería o soñaba seguir triunfando en este mundo?, ¿ por qué no se acordaba de aquella familia que había perdido a su padre, dejando a sus hijos pobres y necesitados?. Tal vez con  los enormes gastos que hacía en su lucha contra la muerte, hubiera conseguido algún triunfo de aquellos niños en su educación, en su alimentación y en su felicidad. Varias veces pregunté a algún funerario si veía por allí a tan amante viuda y me contestaba, que no acudía al cementerio.
Hay, sin embargo, en unos una lucha por lo espiritual y en otros una lucha por la sensibilidad de los corazones. He visitado el cementerio de las Carmelitas de San Miguel y en él, en unos nichos, depositan, sin ataúd los cadáveres de las hermanas que mientras vivieron “desde el principio de la mañana hasta la noche, esperó su alma al Señor”. Por no lucirse ante nadie, ni siquiera ante sus hermanas, las que quedaron vivas en el Convento, rezan por ellas, pero no ponen en los nichos ni siquiera los nombres de las difuntas, porque el Señor ya las conoce.
Los corazones de los gitanos  tienen una sensibilidad especial con sus difuntos, porque cuando uno llega a una tumba de un gitano, ve flores abundantes y adornos, como su retrato o la imagen de la “Majarí” o de algún santo. Cuando, cualquier día va uno por la calle, se encuentra algún gitano que va al cementerio a ver a sus difuntos. En cierta ocasión, vi en el “fosal” un gran jardín de ramos de flores ante una tumba y frente a ella, sentado en el suelo estaba un gitano, con cara contristada y rodeado de muchos y muchas gitanicos y gitanicas, que le acompañaban. Quizá, para esta clase de hombres morenos, hubiera estado bien que tuvieran un sofá, en el que pasarían el rato acompañando a sus difuntos, mejor que para la gran señora, que después de comprado el sillón, no lo utilizó nunca.
En el cementerio de Las Mártires se levanta un monolito, en el que pone: ”Los republicanos del Alto Aragón, los de Egea de los Caballeros y de Sadaba …erigieron por suscripción pública este mausoleo en el año 1885, para perpetuar la ejemplar memoria de los martirizados héroes que aquí reposan”. Poco nos acordamos los oscenses de tales hechos, pero aquel pueblo del siglo XIX, quisieron perpetuar su memoria, sin orgullo pero con amor. Lo contrario pasó en nuestra Guerra Civil, en que unos y otros se mataban y si se enterraban, lo hacían en cualquier lugar y superficialmente, sin señalar quienes eran aquellos pobres difuntos, sin ponerles sus nombres, pero no por que creyeran en la otra vida, como las monjas, sino por odio o indiferencia 
De todos modos, en el fondo daba igual que trataran de identificar a los difuntos, porque en cualquier lugar del monte, se encuentran calaveras y huesos de otros tiempos y de los que ya nadie se acuerda. Ya nos dice la Biblia: ”Memento homo, quia  pulvis es et in pulverim reverteris”. Tal vez, entre otras razones por este recuerdo que Dios recomienda al hombre, ahora se practica la incineración. Es que para el Señor, no existe ni pasado ni futuro, todo está presente y todos pasaremos a un presente eterno, donde imperarán la paz  y el amor.

sábado, 13 de abril de 2024

El Venerable chino y el Parque de Huesca.

 

                   

                   


Van  llegando  a  Huesca inmigrantes  extranjeros,  de todas las razas, entre las que se encuentra  la china. En el Parque  contemplé  hace  unas fechas  a  varios niños y  niñas, limpios,  bien  vestidos y  que parecían figuras de porcelana oriental,  pero  cada  día,  en algún  rincón del  mismo parque,  al  lado de  los elevados árboles, se deja ver un anciano chino,  dirigiendo con sus suaves  movimientos  gimnásticos a  varios oscenses  de  ambos sexos.

Se  van  introduciendo costumbres, para nosotros extrañas, pero que resultan buenas, en  este caso, para mejorar la salud  de nuestros mayores. El antiquísimo  chino  Loo--Tsé creó la obra llamada en su lengua  "Tao Te-King”,  que traducido al castellano equivale a "Libro  de la vida y de  la virtud'.  Aunque  esta  obra  es anterior  al siglo IV,  antes de Jesucristo, su contenido ya era practicado desde hacía tiempo por  el pueblo  chino. Este  ha tenido formas de pensar sobre el  destino del hombre, parecidas  a las nuestras; por ejemplo,  "lo real,  más  allá  de  su múltiple  diversidad  es  uno... existe  un principio de orden... transcendente  e  inmanente que  recibe el nombre de  Tao, "la Vía”.  Viviendo de acuerdo con él, huye el hombre de lo ilusorio  y  alcanza  la inmortalidad.  Los  chinos,  antes de que llegara  el budismo, ya practicaban  la gimnasia, con la que algunos  pretendían  alcanzar la  inmortalidad y  otros, más realistas, alargar y  mejorar la vida.  Y a eso acuden los oscenses, al viejo profesor, que silencioso, los ejercita sin causarles desgaste  de  sus cuerpos, sino transmitiéndoles  fortaleza  a sus  espíritus. No produce trauma  en sus alumnos, haciéndoles  mover todas las partes  de sus cuerpos y de  vez en cuando, les  hace mover las manos, realizando  un  mayor  esfuerzo cerebral, porque de las manos, dirigidas por el cerebro salen, maniobrando,  las bellas obras manuales.  A  las ocho, cuando ya  sale el sol y  les llega a los árboles el momento de despedir  oxígeno, les ordena  a  los oscenses  abrazar sus troncos, sin  llegar a  tocarlos, como si quisieran  percibir la fortaleza de  ellos, e introducir en la vida de  los hombres el secreto de la función  clorofílica, en que por obra  del sol,  del  agua  y  del anhídrido  carbónico, forman las plantas verdes el  almidón y los azúcares.

El  anciano, en Huesca, ha encontrado un templo vegetal, fundado  por  don  Vicente Campo  y  ampliado  por  don José  Antonio Llanas Almudévar. Ya ha muerto el venerable anciano Chino y desde ese mundo lejano, con el que soñaba desde los pinos del Parque, rodeado de hombres y mujeres de Huesca, sigue causando el sueño de éstos en ese maravilloso mundo.

La muerte, la niña y el hombre caramelo

  ¿Tres años tiene la niña?, tal vez cuatro, no lo  se.  La conocí en el coro de San Pedro el Viejo, donde acude a una misa con su madre. El...