domingo, 16 de mayo de 2010

Museo en Ola, de Carlos Albert

Cuando en Siétamo voy a ver las labores de los campos o los cereales, que estos producen, a veces bajo al pueblo de Ola, para recordar a San Urbez, que en sus campos pastoreó el ganado lanar. Pero no puedo pasar por sus calles, sin recordar también a las personas que allí vivían, ya hace muchos años. Entre ellas se encontraba mi pariente Antonio Otal, su esposa y sus hijos e hijas, que en las Fiestas Mayores, celebradas en la llamada Pascua Granada, que cae en primavera, convocaban a todos sus parientes y amigos del Somontano. En esa reunión mi padre hablaba con Gabarre de Pueyo, Calvo de Fañanás,Antonio Ciria de Aguas,Ciria de Ayera y con Eduardo Otal, que me regaló una antigua escopeta de casa Escabosa. Pero también era agradable la conversación con los Cativillas y con Constantino Albert, que era hijo del señor Ignacio, del que su nieto Carlos conserva una fotografía con un “cacherulo” cubriendo su cabeza. Este Ignacio le cultivaba a mi padre la tierra de Los Cagicos y Carlos me enseñó una grada de mil novecientos y poco pico,con la que labraban esas tierras. Al mirar el retrato de mi homónimo, con su cacherulo, su grada, sus tinajas de miel, que obtenía de las colmenas que poseía en el “Arnal de Ola” y tantos otros objetos antiguos, que a un joven deben parecerle antediluvianos, se me encogió el corazón y recordé con cariño aquellos tiempos pasados, en que el hombre trabajaba como lo hacen las hormigas y ahorraba y se alimentaba con sacrificio. Después llegó el progreso, pero últimamente se habla de una crisis, que puede traer la ruina a España. Pero ya no quedan señores como el señor Ignacio, que sepan hacer todo lo que el hombre necesita para vivir y acomodarse, con camas, unas de hiero y otras de madera, con braseros, ”plegaderas” para recoger la “pallada” en la era. Este Carlos no ha despreciado estos instrumentos, sino que todo lo recoge y ha creado un museo artesanal de tiempos pasados. A este no le extraña que la crisis traiga la catástrofe a su País, donde ya no quedan esos instrumentos, sino que tampoco quedan hombres y mujeres, que trabajen la tierra. Desde luego jóvenes y niños tampoco queda ninguno en los pueblos pequeños. Carlos ha querido que su hijo progrese, y siendo Ingeniero Informático, lo ha mandado a la India, donde hasta hace muy pocos años vivían como el señor Ignacio de Ola. Ahora dicen que la India va a ser la primero o la segunda potencia del Mundo. Esos instrumentos que me enseñó y explicó su uso con verdadera ilusión, son un reflejo de la paz y del amor de los hombres a la tierra y entre ellos. Pero también me mostró el caño largo y férreo del escopetón que el señor Ignacio usaba para cazar algún conejo o alguna perdiz, para mantener a sus hijos. No sólo empleó el escopetón, sino que también produjo miel en el Arnal y en invierno fabricaba cañizos, para lo que cortaba cañas con un enorme cuchillo, que figura en el Museo Antropológico que ha montado en su casa atractiva y pacífica de Ola. Al marchar llegaron dos oscenses parientes de Carlos, a saber un amigo que conocí en la Catedral y Ramón Luis Albert. Cuando acabe de montarlo, acudirán más visitantes a contemplar la vida de nuestros antepasados.

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