lunes, 15 de diciembre de 2025

Curas y labradores


 



Son las ocho y media de la mañana del último día de Agosto de este caluroso verano del año 2003. Aparco en la subida que está frente al jardín que hoy ocupa el solar en el que se encontraba edificado el cuartel, que estaba debajo del actual museo y frente a la parte lateral del Seminario. En ese cuartel cumplió el servicio militar de alférez, mi hermano Manolo, que atendió a mi amigo y paisano Cabrero, cuando le cayó un rayo en el Campamento de Igriés. Yo estuve con mi hermano, que fue a visitar a un soldado enfermo y me acuerdo del aprovechamiento de las antiguas construcciones, que hoy día  muchas de ellas se han derribado. Fui andando a la Catedral y al pasar por el seminario vi a Don José María, párroco de Coscullano, que por lo visto había madrugado, para ir a decir misa en diversos lugares, porque ahora son escasos los sacerdotes. No me vio, pero yo miré hacia la pequeña plaza, que está al lado de la puerta del Seminario, donde está el busto de Ramón y Cajal, que parece seguir meditando. Entra por dicha plaza el sol que brilla intensamente, a pesar de haber cambiado enormemente el tiempo, porque el calor ha cedido y el sol, a estas horas parece que me llama y me atrae, para que goce de sus rayos, mientras contemplo la ilustre cabeza de nuestro sabio y después me miro hacia el Monasterio de Montearagón, que parece estar paralelo a nuestra ciudad, a la que mira como la miró en los años de mil noventa y cinco y noventa y seis, con deseos de poseerla, pero los tiempos avanzan y todavía mira a Huesca, en la que ya no contempla el convento de San Bernardo ni el Cuartel ni tantos monumentos, pero que sin embargo la ve crecer. En cambio Huesca se mira a Montearagón con indiferencia porque se ha convertido en una ruina. Sigo por la puerta del Museo y entro por la calle de San Bernardo, oigo la cerradura de una puerta falsa y me parece que por ella, como otras veces, va a salir un labrador oscense, que vive en la calle del Suspiro. Sale por fin el esperado Claraco, saca su bicicleta y nos ponemos a hablar el uno con el otro. Tiene un año más que yo y a pesar de encontrarnos tantas veces, no hablamos de la Agricultura hasta el día de hoy, en que me dice que se va al huerto, porque ya no labra sino que tiene la tierra dada a cultivar por algún otro; es que se van envejeciendo los labradores y como los curas quedan ya muy pocos y pasa con los labradores que están abandonando el cultivo de la tierra y los sacerdotes al morir  no son sustituidos por otros que se dediquen al culto divino. ¡Qué dedicación la de los curas y de los labradores al culto divino del pueblo de la vecina Sierra y al cultivo de la tierra oscense!. Claraco conserva el apodo que, con gran honor, llevaba su familia desde siglos, como todas las casa de labranza de Huesca llevaban el suyo!, ya que su auténtico apellido es el de Sauqué.  Llego por la calle de Dormer a la Catedral y allí observo la cultura del hombre, por ejemplo en el arte del altar mayor, esculpido por Damián Forment y por su hija, cuyos bustos, como el de Cajal en el Seminario, se exponen a la contemplación de los visitantes  y de los fieles, que se quedan admirados por la belleza de la hija escultora. Al marchar, otra vez al lado del Seminario me encuentro a un anciano sacerdote, que casi siempre va sólo, como meditando. Me pongo a hablar con él y me llena de frases sagradas, como la siguiente: la Naturaleza inferior de los animales se rige por las leyes de esa Naturaleza, pero a los hombres Dios nos ha hecho libres y la libertad nos hace a unos, creer en Dios y a otros, como a Ramón y Cajal, dudar de El. El Señor nos dio la libertad.

Encierros en Huesca





“Unos Decían que sí y otros decían que no”, pero ¿de qué hablaban?. Y yo respondo en este caso que, de los toros. Es natural porque el toro bravo es tan original, es tan entrañable para los españoles y tan exótico para casi todo el resto del mundo, que las polémicas sobre él y sobre las distintas formas de torearlo, como la lidia a pié, a caballo o las vaquillas, el toro de fuego, el toro ensogado y los encierros, han estado presentes entre nosotros, desde hace muchos años.
En un ejemplar de El Diario de Huesca de Agosto de 1877, se lee: ”Al mágico grito de ¡a los toros!, el  pueblo español se enardece, y unos por lujo, otros por compromiso, algunos por entusiasmo digno de mejor causa, los más empujados por la corriente, todos van, o por mejor decir, todos vamos a la plaza, y con repugnancia o sin ella, contribuimos a sostener los toros, en el íntimo convencimiento de que nada bueno ni útil ha enseñado, enseña ni enseñará el arte de los Pepe Hillo, los Costillares y Montes”.
Pero la polémica da la impresión de que se daba en el mismo corresponsal, pues luego pasa a describir el ambiente de la plaza y el curso de la corrida, cuya belleza parece haber hecho suya.
Aquel 1887 las gentes de Huesca acogieron los toros con más entusiasmo que en otras ocasiones, pues en el año 1886, no se celebraron fiestas profanas por falta de dinero.
En 1912 se derribó la Plaza, que estaba situada en el solar del antiguo convento de San Juan de Jerusalén y hasta 1939 no se edificó la actual.
Huesca se quedó sin coso taurino, pero no podía quedarse sin toros; López Allué nos lo pone en evidencia en su libro”Coplas y más coplas”, sección de El Diario de Huesca, en que comentaba los problemas de la ciudad. López  Allué vivió los toros en la Plaza Vieja que se derribó en 1912 y describe la escena del pueblo acudiendo a la corrida: ”El Coso no era una calle a la hora de la corrida, era un río caudaloso desbordado de alegría”. Nosotros  vivimos cada año esa alegría, pero a través del Coso Bajo, porque el río laurentino que describe el Triso, discurría por el Coso Alto hacia ¨San  Juan, debajo del Actual Museo. En cambio nosotros vamos a los toros por el Coso Bajo, que al terminarse, nos deja frente a frente con la actual Plaza.
Nos cuenta también que “In illo tempore, hoy (refiriéndose al día de San Martín) había vaca ensogada”, pero no sólo “in illo tempore “ se corrieron vacas ensogadas, sino mucho más tarde y leyendo “Coplas y más coplas”, le parece a uno vivir un encierro:”Ante el peligro y el miedo unos y otros se apiñaban y entremezclados corrían y por las rejas trepaban o entraban en los zaguanes o saltaban a las tapias”.
Estas escenas se repitieron en Huesca durante mucho años, pero no sólo con vacas sino también con toros bravos, como hacía constar Mur Ventura en sus “Efemérides oscenses” y como testimonia el  Señor Ferrer del gremio de Carniceros y lleno de vida.
Venía la tradición de tan lejos que el mismo autor cuenta como en 1647 “un día que se corrían toros por las calles de Huesca, se encontró Ruiz de Castilla con un bravo animal que por haber roto la cuerda le persiguió hasta la iglesia de San Pedro el Viejo, tras cuya pila bautismal logró esconderse. A consecuencia del susto contrajo una enfermedad, que le ocasionó la muerte”.
El señor Ruiz de Castilla era catedrático de la Uiversidad, más preparado en su cerebro que en sus piernas, que sí tendrían mejor preparadas sus alumnos.
Preparados para el salto, la escalada por balcones y carreras ante el toro, están  los mozos actuales cuando piden que resurjan los encierros, de los  que algunos dicen que nunca existieron en la capital de Huesca, pero cuando lees las obras de Juan del Triso, parece que está viviendo un encierro de verdad: ”Dichosos tiempos aquellos –que al empezar la “tardada”-subían por San Francisco-corriendo a la desbandada-matracos y señoritos perseguidos por la vaca-elegida entre las “furas” –de Pompién o de Lascasas”.
“¿Y qué solera taurina había en la “redolada”, pues las “dulas “ de los pueblos contaban con vacas bravas y en mi memoria estoy  viendo esas vacas con “tanganas “, que como si fueran galgos en el tiempo de la veda, les colgaban del pescuezo para impedirles correr detrás de niños y abuelos”

sábado, 13 de diciembre de 2025

Huesca y Andalucía









Yo no soy andaluz, soy aragonés, pero sin embargo, me gusta Andalucía y repasando la Historia de Aragón de Juan Utrilla, leo que un geógrafo árabe, a saber el famoso Aludir, describe a Wasqa como “una ciudad de Alandalús, rodeada por dos murallas de piedra y describe a Zaragoza, como la Saracusta árabe, de sobrenombre Albayda o la Blanca, porque sus murallas eran de mármoles blanquísimos que brillaban como la sal gema, siendo la capital de la frontera superior de Alandalús”.
Y esta afirmación se demuestra con la existencia, todavía hoy en día, de la monumental Aljafería, donde se desarrolló una Escuela de Filosofía Islámica, más relacionada con el Islam Oriental que con el de Córdoba. En Huesca todavía se conserva una puerta de herradura, de la antigua Mezquita, convertida en Catedral tras la conquista por los cristianos. Esa puerta de herradura se encuentra en la parte baja de los terrenos catedralicios, cerca de la calle Forment. Don Federico Balaguer me dijo que cerca del claustro viejo, se encontraban bastantes restos arquitectónicos árabes, añadiéndome coloquialmente, que no sabía si quedaban más, porque no había pasado por allí, desde hacía “un siglo”. Añadió que se podría reparar algún resto árabe, como en la Seo de Zaragoza, donde tantos restos musulmanes se han reconstruido. Don Antonio Durán Gudiol decía que poniéndose uno frente a la Catedral, a la derecha vería una torre, que suponía que sería un minarete árabe de la antigua Mezquita de Huesca. También se encuentran monedas árabes y en casa de Escar (Torre Justo), se encontraron vasijas de barro, para atarlas al círculo de una noria, que al girar, las sacaba llenas de agua, que entre otras cosas utilizaban para regar; igualmente se encontraron jarras para servir agua en las comidas, típicamente morunas. En la Catedral de Roda se conservan prendas de tejidos netamente árabes. Los cristianos tenían en Huesca su iglesia mozárabe, donde actualmente se encuentra la de San Pedro el Viejo. Más tarde construyeron una iglesia románica, en cuyo estilo la Provincia de Huesca es muy rica. Huesca estaba en el Norte de la frontera cristiana y la musulmana y así como es muy rica en el estilo románico, Teruel y Zaragoza, lo son en el estilo mudéjar. El arte mudéjar lo practicaban los moriscos, que eran musulmanes y en 1613 fueron expulsados de España. Así como Zaragoza y Teruel están llenas de iglesias y de cubiertas de madera de estilo mudéjar, cuando en otras zonas europeas se desarrollaba el estilo gótico, en Huesca tenemos la participación arquitectónica árabe en la parte alta de la torre del pueblo de Nueno, en la iglesia de Alcubierre, en la de Torralba de Aragón, en la de Montmesa, etc.,etc. En la ermita de la puebla de Castro, hay una techumbre mudéjar y en la Catedral de Barbastro, dicen que salió una de esas pinturas mudéjares.
A lo largo de la Historia se van dando coincidencias entre Andalucía y Aragón, y leyendo al gran aragonés Joaquín Costa, vemos como escribe románticamente que los nombres toponímicos subieron desde Andalucía a Huesca y a Barbastro. ¿Escribía de broma o quería aproximarnos con el parecido entre diversos nombres?.
Huesca y Huescar tienen sus nombres casi iguales, pero además entre los que repoblaron la ciudad granadina, se encontraban numerosos navarros, de tal manera que todavía hoy se escucha en dicha ciudad, a veces, cantar jotas. En Huescar hay una gran devoción a las Santas Nunila y Alodia,nacidas en Adahuesca y martirizadas en Huesca por sus parientes moros. Por los años 824-826 los Banu-Qasi, gobernaban la Barbotania y Huesca, estando emparentados con la estirpe vascona de los Iñiguez, siendo amigos políticos de los Reyes de Pamplona. Echaron los cadáveres en un pozo y como la zona de Navarra y la de Huesca eran una misma región vascongada, luchando juntas por conseguir la independencia, cuando los navarros se enteraron del martirio, fueron rápidamente a buscar al pozo las reliquias, que estaban en una zona dominada por los musulmanes, es decir encima del Mercado de Huesca. Llevaron las reliquias a Leyre, al lado del pueblo aragonés de Tiermas y allí siguen en su mayoría, porque además de llevar restos a Adahuesca, “el conde de Lerín, que era navarro recibió en donación la villa de Huescar, repoblada mayoritariamente por navarros y al tomar posesión, llevó del monasterio de Leire una reliquia de las santas, poniendo bajo su advocación la iglesia reconquistada”. Escribe el padre Tomás Moral: “El apasionamiento y afán de apropiarse las santas para su calendario local, había llevado a los modernos historiadores andaluces a situar el martirio en la propia región andaluza”. Ya el Padre Huesca rechazó la tesis con argumentos convincentes e históricamente comprobables. Don Antonio Durán encontró en el Archivo de la Catedral de Huesca documentos que prueban de un modo irrefutable que las Santas Nunila y Alodia nacieron en Adahuesca y fueron martirizadas en Huesca. El Monasterio de Leyre mantuvo la devoción a dichas santas. No puedo olvidarme de la Ermita de las Mártires, que se encuentra en esta ciudad de Huesca, que habría que arreglar para que los oscenses sigamos yendo todos los días veintiuno de Octubre a venerar y recordar a Nunila y a Alodia. También sería necesario arreglar nuestra colina, donde se encuentran la Ermita y el Cementerio Histórico, donde yace el gran héroe republicano oscense y sus compañeros de Egea de los Caballeros. Todo esto lo cuenta la Historia, pero también lo canta la poesía de Lorca, que dice así: ”Los cien enamorados-duermen para siempre-bajo la tierra seca” y en esta tierra de Huesca, también seca, además de dormir el héroe republicano, hay en Siétamo “un cementerio moruno, sin pared, que nadie sabía que allí estaba, con la única señal de estar rodeado de carrascas, pero sin ningún árbol dentro de él, sin ninguna cruz, pero con las tumbas mirando al sol saliente, como ocurre en el cementerio, también descubierto en Avila, hace poco tiempo”. En 1610 fueron expulsados los moriscos, pero “el rey Don Alfonso el Batallador, en 1125 había ya instalado en Zaragoza y en en San Miguel de Huesca a numerosos mozárabes, traídos por él mismo, en su expedición a tierras levantinas y andaluzas, de la misma forma en que más tarde, a medida que Andalucía iba siendo reconquistada, se iba poblando por aragoneses, navarros y otros, como hemos visto con Huescar. Es curioso como en tal población se cantan todavía jotas, cuyo origen es navarro-aragonés. No somos, por tanto los aragoneses y los andaluces extraños entre nosotros, sino españoles. La mitad de la población hispano-romana-visigoda profesaba ya la religión islámica. Estos musulmanes de origen autóctono y muladíes por tanto, fueron mayoría en la sociedad andalusí. El valenciano Doctor Lliso Genovés afirma “que los convertidos al Islam dieron origen a toda la población musulmana de Huesca”. Por ejemplo Iñigo Arista, navarro-aragonés, tenía un hermanastro que fue rey moro.
Los aragoneses que somos procedentes de la Montaña Pirenáica, somos más lentos en el pensar, somos observadores, vamos con la cabeza baja, pensando y meditando. El andaluz también es filósofo, pero tiene más retórica y más gracia y más larga conversación. Aquí las procesiones son mucho más silenciosas que las andaluzas. Y uno se explica fácilmente la reacción de Blas Infante como contestación a la miseria(ya superada), cuando dijo de Andalucía que era” la tierra más alegre de los hombres más tristes”. La poesía aragonesa no es como la andaluza, sino más triste, pues si se moría una persona, sus familiares se ponían de luto, que algunas veces llevaban hasta el fin de sus días. Eso de poesía triste se explica, en parte, por las letras populares de la Jota, tan cortas, de sólo cuatro versos de ocho sílabas solamente, pero con sentido, como aquella que ya tendrá cerca de cien años y que dice así: ”Para que ponen leones –en la puerta del Congreso- si para robar a España-sobra con los que hay adentro”. Don Antonio Machado decía del cante jondo, que esas coplas “se cantan y se sienten, nacen del corazón, no de la inteligencia, y están más hechas de gritos que de palabras…”
En un diario de Aragón, escribía Don José Manuel Blecua sobre “la ausencia de lirismo y de imaginación en el aragonés, pero con el didactismo, el amor a la norma, a la exactitud, lo ejemplar, lo ético y la claridad” El poeta Rosendo Tello “admite como características de la poesía aragonesa una especial tosquedad en el verso, una ocultación sistemática del sentimiento, descuido formal y un cierto desgarro afectivo”. Para Manuel Pinillos la poesía aragonesa apenas si existe. Es una poesía descriptiva, pero llena de sentimientos encubiertos y como dice Rosendo Tello “con un cierto desgarro afectivo” Así es la poesía, escrita por un hombre de pueblo, llamado Antonio Larraz Barraca, nacido en Loarre, pero que vivió en Siétamo, casado con Joaquina Latre Rodrigo: “El oficio del boyero-es un oficio muy chulo,- toda la semana labran- y el domingo lo primero-lo primero es ir misa-lo segundo es almorzar – y lo tercero es pensar, donde hay que ir-para hacer mal.- Allá en la huerta del Piojo. Hay un alto panizar, - ¡entra royo, entra moreno, que allí os vais a fartar!.-Nos sacamos la baraja- y nos ponemos a jugar. Mora se juega su duro,- pero Labarta un real- y Moreta el pan de alforja-por no llevar capital!.La podemos comparar con otra poesía andaluza: ”Yo iba de peregrina-y me cogiste de la mano-fuimos cortando las flores-que crecen nuevas en Mayo- y me di cuenta enseguida- que ya estaba enamorada”. Después de leer estos versos se comprueba la teoría de Don Antonio Machado, que dice así: ”Es el sabor popular, -que encierra todo el saber:- que es saber sufrir, amar,- morirse y aborrecer”.
Yo tuve una amiga (¿se puede tener un amigo o amiga que no sean humanos?, que era una burreta, del mismo color que tenía Platero, al que Juan Ramón “sacó por el ronzal hasta las puertas de la vida”. Vivía Platera en mi casa ya antes de la Guerra Civil y después de ella. Yo, le ponía con exagerada frecuencia su ronzal, porque con el fin de montarme sobre sus lomos, la llevaba al abrevadero a beber agua; ella bajaba la cuesta despacio, pero cuando la volvía hacia mi casa, emprendía un galope veloz, tanto que en cierta ocasión me caí al suelo, dejándome una señal en mi cabeza y ella se escapó a la era de casa, para comer trigo abundante.
No soy andaluz, pero acaso ¿no siento en mí, como una influencia antigua del medio ambiente de Huesca, que me lleva a identificarme con Al-Andalus?.

El río Guatizalema


                 Santa Eulalia la Mayor – Casbas de Huesca


Hay una antigua novela escrita sobre el río Guatizalema,en la que intenta casarse un musulmán de Argavieso con una vecina cristiana de Siétamo.No sabemos quien fue su autor.En esa obra se lee sobre la belleza del río .Y Sender describe la formación del árbol de Sobrarbe ,cuando unos pastores “marchando a los confines-de Ribagorza,su oración cantaban….Con el granizo de los horizontes-a los dos lados del Guatizalema,-el rayo sobre el árbol descendía-en cruz de oro y el nuevo rey decía:-arrodillaos,que este es nuestro emblema-.En la guerra civil,al llegar el ejército a las verdes orillas del río,se encontraron tan cómodos y tan frescos en un ambiente tan agradable que se echaron debajo de los árboles ,como aquel que ya ha alcanzado la felicidad.
Este río no ha sido despreciado por el pueblo de Siétamo,sino que ha intentado aprovecharse de sus aguas para regar;primero el año 1823,después el año 1915,cuando con otros pueblos de sus orillas firmo la construcción del pantano de Vadiello y en tercer lugar ,cuando iban a traer a Huesca el agua del pantano del Grado.Rectificaron la obra e hicieron el canal cien metros más abajo ,con lo que perdieron el riego ,entre otros pueblos Azara ,Angüés ,Velillas ,Siétamo Loporzano y en gran parte Huesca,que pudo pedir la construcción de una acequia más pequeña que el canal ,para suministrase de agua potable.
El pantano de Vadiello se construyó durante la Dictadura y sus aguas las entregaron en parte a Huesca capital ,que había despreciado rellenar el pantano de Arguis con las aguas procedentes del pantano de la Peña.
Siétamo se quedó sin regar su monte y sus aguas fueron a Huesca ,como antes habían marchado las de San Julián ,suministrando de agua ,con miseria a Loporzano ,a Sasa del Abadiado ,etc.
Ahora nos dicen que hay que protestar contra el trasvase del Ebro ,pero nosotros debemos callar porque nos han dejado sin río.
Yo me consuelo porque no se han debido acordar de nuestra ribera mas que para aprovechársela la capital ,mientras los pueblos van disminuyendo su población por falta de riego.
Se debieron de acordar porque alguien decía :”Las ciudades tienen un entorno rural,en el que hay muchas cosas que hacer valores ambientales, ecológicos ,etc.)”.La capital de Huesca no puede hacer la Concentración Parcelaria ,como la ha hecho Siétamo, en un esfuerzo por obtener los riegos.Un técnico comunica en cierta ocasión que se han hecho encuestas en la zona rural que rodea a Huesca ,pero se olvidaron de venir a encuestar a Siétamo.La Mancomunidad estudia con el pantano de Montearagón los riegos del Isuela y del Flumen,pero no los del Guatizalema,sino es para regar Novales y Sesa a través del trasvase de las aguas del Guatizalema al pantano de Montearagón.Y ahí viene la cuarta faena para Siétamo ,que en riego por boquera ,tiene derecho a ragar antes que todos los pueblos que están debajo de él.El riego por boquera es una palabra aragonesa que quiere decir que se empieza a regar por arriba ,para terminar por abajo,cosa natural ,como se ve en los pantanos que se construyen ,ya que a los vecinos del pueblo en que se encuentra situado dicho pantano se les conceden ventajas.A Loporzano le han propuesto regar cuatrocientas hectáreas por elevación ,como han pedido en la Mancomunidad de Huesca para ciertos terrenos ,que nunca han visto un río y a los de Siétamo que vivimos ya hace siglos en las orillas del Guatizalema ,parece que nos quieren dejar sin riego.

viernes, 12 de diciembre de 2025

Con dinero y sin dinero



Se oye, con frecuencia cantar la canción mejicana, con letra y música de José Alfredo Jiménez “Con dinero o sin dinero, hago siempre lo que quiero y mi palabra es la ley. No tengo trono ni reina, ni nadie que me comprenda, pero sigo siendo el rey”. En España piensan igual algunos gitanos, que cantan: ”soy de la raza calé y el mundo dicta sus leyes, ¡hijo de padres gitanos!”, y éstos “llevan la sangre de reyes en la palma de la mano” y por tanto, ellos siguen siendo reyes, con sus sombreros y sus bastones elegantes, fabricados por ellos mismos. Cuando tienen dinero cantan y bailan y comen e invitan a sus vecinos y parientes de su misma raza y cuando no lo tienen, ayunan o se les plantea ir a una huerta a coger alguna col o alguna fruta para seguir viviendo.En la puerta del cementerio de Huesca pusieron el año 1945, un cartel, que decía: “El que no sea estraperlista ni tenga huerta, este invierno pasará por esta puerta”. Este anuncio hace una advertencia al público sobre la necesidad del dinero, pues sin él, el que no tuviera huerta estaría en peligro de morir de hambre, pero si no la tenía, ya podía en los años cuarenta y cinco dedicarse al estraperlo, al contrabando o al robo. Se reflexiona sobre la necesidad del dinero, para comer y por tanto para vivir, y muchos discuten sobre la forma de adquirirlo. En una reunión en la que me encontraba, uno decía que con dinero se compra todo y sin dinero se pasa hambre. Afirmaba que casi todos somos honrados, por lo menos un noventa y nueve por ciento de personas, pero lo somos hasta que dejamos de serlo, vendiendo nuestra conciencia, según la cantidad que nos ofrecen. Este hombre, no pensaba como el mejicano que canta “Con dinero o sin dinero “ ni como los gitanos que prefieren ser reyes de su propia persona, que tener el dinero a millones. No sé si el moreno que no tenía trabajo y vendía pañuelos de papel a los automovilistas, entraría en el uno por ciento de hombres honrados, pero lo era, porque devolvió varios millares de euros que se encontró, entregándoselos a la policía. El perdedor le dio, al parecer, cuatro perras en agradecimiento. Estas cosas no son agradables de escuchar ni de leer, cuando se trata de las ventas de la honradez y es agradable escuchar el caso del moreno, que sin ninguna duda era honrado y que se dedicaba a vender pañuelos de papel, a los conductores en Madrid. El cartel del cementerio de Huesca tal vez lo colocara algún ciudadano que se veía obligado a pasar unas veces aceite y otras algún cordero por los Portales de la ciudad de Huesca. Me acuerdo del Portal de la carretera de Jaca, que estaba en casa Alegre, del de la de Zaragoza, situado en la actual Granja Anita, aproximadamente, donde un portalero le decomisó un cordero a un pueblerino, que se lo traía al Señor Retortillo; otro portal estaba al lado de la Cárcel y otro en Santa Clara. Uno de los asistentes a la reunión, que tal vez fuera el que colocó el cartel en la puerta del cementerio, tenía necesidad de dinero para mantener a su familia y con un coche “cuatro-cuatro”, compraba un botico de aceite en Los Molinos de Sipán y en combinación con un profesional portalero, pasaba por los Portales y le daba parte de lo que se ahorraba de pagar al Ayuntamiento. El que afirmaba lo de que el noventa y nueve por ciento de los hombres se venderían por más o menos dinero, contó como le pasó un cordero a un señor de Sasa del Abadiado, por el camino que va del antiguo Manicomio a la zona industrial, que está al lado del monte de Quicena. Cinco duros le dieron y además lo que le quedó al amo y el cordero, que se salvó de que se lo comiera el Portalero. Es peor el dinero chupado por altos cargos, que arruinan al pueblo o el que calculan las matemáticas del gran capital, que saben lo que gana un obrero en toda su vida y le venden en ese precio el piso en que ha de vivir. Un negocio judío se arruinó y los jueces dijeron que se había arruinado por dar a los que trataba más del veinte por cien de ayuda caritativa. Así daban el dinero exagerado de los créditos, que han arruinado a muchos españoles, con peligro, incluso, de arruinar a los mismos bancos.

jueves, 11 de diciembre de 2025

¿Hay poesía en las grandes ciudades? (Escrito de mi libro Claroscuros)

                      


     

Yo he vivido siempre en ambientes rurales y de pequeñas ciudades. Cualquier cosa en estos medios resulta entrañable e invita a la poesía. De las grandes ciudades sólo tengo noticia por los periódicos, por las revistas y por haber pasado someramente por ellas. Y la verdad es que su imagen me resulta deprimente. Me pregunto: ¿será posible que en las megalópolis no exista poesía?. En las películas americanas se ven caer hombres y mujeres, desde lo alto de los rascacielos, unos impulsados por su propia desesperación y otros por una mano, cuyo dueño se esconde en las sombras. Las novelas describen con toda serie de detalles, cómo cuatro muchachos de catorce  años, arrastran fuera del paseo, hacia los árboles, a una enfermera vestida de blanco, de unos dieciocho años. En el barrio de Harlem las ratas viven o sobreviven en compañía de los negros, que no hacen más que eso, sobrevivir.

De  París tenía una imagen romántica; me había creído a Maurice Chevalier cuando cantaba “Ma pomme”. Indudablemente él y otros trataban de descubrir a los parisinos  algún aspecto poético de París. Y sacaban a la luz la Ciudad “Lumière” a los “clochards sous les Ponts de Paris”. Yo fui a París a tratar de descubrir estos aspectos poéticos, pero sólo  descubrí  alineadas a lo largo de algunas calles, mujeres blancas, negras y amarillas, que se ofrecían al último postor. También había seres humanos de sexo indefinido  y pechos turgentes, que ofrecían su artificio a hombres y mujeres indistintamente. Había negros de la negritud francófona, que extendían sobre las aceras sus pobres mercancías, consistentes en collares de semillas y pequeños “tam-tams” y era lamentable ver como eran arrojados de sus puestos de venta por la policía. En los escaparates las maniquís humanas, inmóviles, imitaban a las muñecas articuladas y éstas, a su vez, casi se identificaban con las humanas. ¡Qué morbosa competencia!. Los “clochards” van cambiando las bóvedas de los puentes por lo menos románticas, pero más cálidas del Metro. Sentados unos y acostadas otras sobre los bancos de la estación, bromeaban borrachos, escondiendo sus botellas a la sed de sus compañeros. Era un día de elecciones y uno de los discípulos de Baco, levantando su botella en actitud de brindis, exclamó: ”Yo  he votado a  la derecha, porque la izquierda dice que los vagabundos tienen que acabarse”. Este fue el único canto a la libertad que escuché en París. Estos días, hasta nuestro divino Dalí ha salido desengañado de la capital del Arte. Su exposición ha sido boicoteada por una huelga. Se ha marchado  exclamando : “Paris c’est fini”. Pero a pesar de estos cuadros, que he intentado describir, no me resigno a creer que no existe la poesía en las grandes ciudades. Me acuerdo de aquel negro americano que hizo amistad en la celda de su prisión con un ratón con el que compartía su queso. Y me viene a la memoria el preso medieval, pobre cuitado, que ni  sabía  cuando era día, ni cuando las noches eran, sino por un pajarillo. No me extraña que el negro fuera amigo de un ratón, pues yo, de niño, era amigo del “Ratón Pérez” y hoy a mi hija Pilar se le ha caído un diente y el mismo ratoncito le dejará un pequeño regalo. Y también me imagino a “ Mickey Mouse” haciendo felices a los niños americanos. Y el borrachín del Metro parisiense, brindando a la libertad, pone una nota de ilusión en mis tristes pensamientos. Y deduzco que allí, donde haya seres humanos, parece existir poesía.

miércoles, 10 de diciembre de 2025

Barrio de San José.-




Los hombres siempre han estado contemplando puertas, por las que salir de un lugar o  entrar en otro. Osca, nuestra ciudad, está relacionada con la puerta que por la Sierra de Guara o Salto de Roldán, se abrió para que los cristianos de la Montaña entraran en la Hoya de Huesca. Osca quiere decir puerta o apertura y de ella tomó su nombre la capital. No se encuentra sola dicha puerta en Aragón, porque el señor Sebastián Grasa de más de cien años de edad y muerto hace muy poco en Siétamo, me contaba que  allá en Salinas de Jaca, la antigua, cuando subían por aquellas sierras, en ellas se encontraban varias osquetas,  aperturas o puertas por las que se veían obligados a pasar. Mi sabio amigo Julio Brioso conoció una de estas osquetas. Además todos nuestros ganaderos a sus ovejas les hacían osquetas o aperturas y todavía se las hacen en sus orejas, para identificarlas. Huesca siempre ha tenido en consideración las puertas, pues ahora se preocupa de abrir túneles en el Pirineo para crear las puertas a Europa y de Europa a Aragón.
Aragón  a lo largo de la Historia ha intentado abrir puertas con esos fines, como la del Canfranc, para hacer más fáciles aquellas difíciles puertas u osquetas por las que  antes ya pasaban  de España a Francia y de ésta a nuestras tierras. Entre el pueblo sencillo y los nobles, lo han hecho a lo largo de la Historia; han pasado y pasan por dichas difíciles puertas, pues  esa Historia, nos habla de  Carlomagno que cruzó los Pirineos para bajar a Zaragoza y del caballero Roldán, que saltó con su caballo el Salto de Roldán, es decir la osca  o apertura, que se abre encima de Huesca.
Los que vivimos en esta Huesca, también hemos visto abrir pasos o puertas y  hemos visto como han intentado  guardarlas, como la de La Porteta, con un fin no productor de intereses, sino de emociones y de recuerdos. Antiguamente se cerraban las puertas de la ciudad por la noche y todos, al anochecer, tenían que regresar al interior. Después se crearon nuevos barrios, como por ejemplo el de San José, con su Parroquia. Dicen que se comenzó a construir hace unos veinticinco años y entonces vimos como al hablar de puertas, se volvían a mezclar los nobles históricos y el pueblo también noble y trabajador. Igual que Alfonso XII y su hijo Alfonso XIII, visitaron las obras y saludaron a los obreros, entre los que se encontraba Andrés Lobateras de Siétamo, que trabajaban para abrir la puerta del ferrocarril de Canfranc.  No recuerdo  si subieron a Canfranc, a finales del siglo XIX o primeros años del XX, preocupados por la apertura de la puerta,  que si entonces era necesaria, más lo es ahora, ya que hemos entrado sin puertas en el Mercado Común Europeo.
En este Barrio de San José, al identificarse, hace ya veinticinco años, se sintió la necesidad de abrir puertas para que el pueblo se pudiera comunicar con los demás barrios oscenses. Esa necesidad se presenta por el Oeste, ya que el ferrocarril dificulta que se abran y se cierren puertas para pasar al  Barrio de La Encarnación y de éste al de San José. En aquellos tiempos en que yo iba a la Torre de Casaus, no existía el Barrio de San José ni siquiera su Parroquia y pasaba  y pasaban los que tenían que hacerlo por cualquier sitio, pero no hemos progresado en este tema, porque colocando redes que aislaban la vía, se cerraron  todas   las puertas y  como eso iba   contra  la buena  vecindad de uno   y otro Barrio,  luego abrieron puertas partiendo  las redes y hoy día   muchos vecinos nuestros han pasado y siguen pasando por esa puerta falsa. Este problema por obra del tiempo se arreglará, porque están haciendo una nueva vía que pasa cerca de la Universidad Laboral y cuando funcione, toda la vía férrea que separa a los dos barrios, desaparecerá, como desapareció el Muro de Berlín. Allí tienen ocasión los vecinos de San José de lanzar las ideas que les surjan sobre como acondicionar la antigua vía, como por ejemplo convirtiéndola en una Avenida de paseantes, como pasa por el Este, donde el pueblo pasea por el Parque.
 Por el Sur del Barrio y debajo de la Fuente del Ibón, se encontraba el campo de fútbol, llamado Villa Isabel, porque fue propiedad de la hace poco tiempo difunta Isabel de Cativiela, casada con el simpático y culto señor Castelar. Allí jugaba Garcieta, del que tengo un recuerdo simpático. Al lado del campo de fútbol se encontraba la Piscina de Almazán. Allí jugaban los oscenses en el frontón y yo veía a mi primo Roberto Pérez Almudévar, formar parte del equipo de Baloncesto. En sus proximidades se encontraba y gracias a los oscenses, todavía se pueden ver  el   Matadero Municipal, que ha cambiado su destino de suministrar alimentos a la población por el de hacer exposiciones de pintura y el de dar conferencias. Yo estuve ejerciendo mi carrera de Veterinario en el Matadero, cuya estructura era de estilo francés, donde se exhibían esculturas de cabezas de toros y de ganado ovino.
Y   llegando al Este del Barrio, se sigue hacia arriba por la Calle de Baltasar Gracián, acompañada por mis recuerdos y buscando las puertas que se abren para entrar por  el Parque, que vive  en los dominios o más bien servicios de San José y dejando a  la  derecha edificios y calles, que pertenecen a la Parroquia de San Lorenzo.
Subiendo hacia el Norte, por la arbolada Calle del Parque se encuentran varias   puertas del antiguo Parque Municipal, que se fundió con el Nuevo para   convertirlo en un Gran Parque y podemos recordar  los Jardines de Lastanosa en el antiguo y la Huerta del Barón de Naya, en el nuevo. Eran símbolos del descanso de la inteligencia y del espíritu aquellos jardines y la huerta, era un lugar, donde los ciudadanos trabajaban para alcanzar el “pan nuestro de cada día”
El Parque creado por don Vicente Campo tenía una superficie doblemente pequeña de la que tiene ahora y sin embargo todavía podía un muchacho perderse entre sus setos y las sombras de sus copudos árboles. Efectivamente, cuando de muy niños íbamos al Colegio de los Salesianos, “Chano Retortillo”, que llegó a ser Ministro en la Democracia, y yo, un día me pidió que lo acompañara a través del Parque a su casa, que estaba en la entrada de la Plaza de Navarra, desde la mía, que se encontraba en el Coso Alto, al lado de Santa Ana. Al volver, me perdí entre los límites del Parque y recorrí las puertas del Parque Nuevo, donde un guarda, llamado Liborio, me arreó un varazo en mis espaldas, ya que estaba inclinado para entrar en el interior de un arbusto, del que yo soñaba, como si fuese una habitación de hadas o de gnomos. Había un camino por donde se pasaba a las numerosas huertas, que por allí se cultivaban y por donde se escondían por las noches algunas parejas de novios. Debajo de la acequia que bajaba las aguas de riego, ahora adornada con sauces y con flores, se elevaba una pared.  La principal de dichas huertas era la  de Naya. El misterio del jardín de Lastanosa, con sus estatuas, sus flores, su laberinto de setos y su canal, por el que se deslizaban las barcas, había ya desaparecido, pero se iba a abrir la puerta para entrar entre otras,  en la Huerta de Naya. Naya es un apellido altoaragonés, que llevaron unos somontaneses de Labata y que alcanzaron la nobleza recibiendo en 1700 el título de Barones de Alcalá del Obispo, pero sin embargo su nobleza venía de su noble y generoso comportamiento con el pueblo. Antonio Naya fue el promotor del Banco de Crédito y Fomento del Alto Aragón en 1862, con un capital de 12 millones de reales, distribuido en 6000 acciones de las que el Barón de Naya,  poseía 150. Era un hombre que quería el progreso de su tierra, porque ¿a cuántos altoaragoneses prestaría el Banco dinero para comprar o levantar casas o industrias?. Ahora que  el Barrio de San José se encuentra lleno de Cajas de Ahorro y de Bancos, siguen haciendo préstamos, con intereses unas veces más caros y otras más baratos. Pero como se acabaron los Jardines de los Lastanosa, se acabaron los dineros y la vida del Barón de Naya. Ya hemos oído decir al pueblo que “todo tiene fin, hasta el violín”. El último Barón de Naya ha sido Don Santos, cuya esposa era pariente de la mía  y que murió con una gran dignidad, conservando su belleza,  en una residencia de Zaragoza, hará ya unos cuarenta años. Maruja, que tenía tal nombre, nació en  casa Bercero de Callén, también desaparecida como la de Lastanosa. Fueron  el  tiempo  y  los hechos humanos, de los que la Historia escasamente recuerda, realizados por  unos bandidos, como por ejemplo el Cucaracha, las causas de su ruina y al casarse con el Barón de Naya, se oía cantar al pueblo aquella copla,  que así decía: ”La hija de Bercero-la más pequeña-se casa con don Santos- por la moneda- la moneda se acaba y el viejo queda”.Mi suegro, que murió a los noventa y seis años, era muy callado pero tenía una gran sensibilidad y no podía pasar sin irla  a ver con cierta frecuencia a su residencia. No sé si vivía todavía Don Santos, que creo estaría ya en el otro mundo, pero serían sus herederos, que  con gran desprendimiento y generosidad, cedieron la famosa Huerta de Naya al Ayuntamiento, siendo entonces su alcalde mi primo José Antonio Llanas Almudévar, para ser convertida en el Nuevo Parque, cediéndoles a cambio la construcción de una casa, cerca de la Parroquia de San José y rodeada por el Norte y por el Este por la calle de Don Saturnino Baquer. En la esquina noroeste del Parque, se construyó el Pabellón Deportivo. Recuerdo como  uno de aquellos días en que se realizaban las obras de construcción, se desplomó su techumbre, sin pasar nada a ningún trabajador. Es que el patrono de la Parroquia, como también era un trabajador no consintió que pasara nada a nadie.
Por el Norte del Barrio hace ya muchos años, construyeron el edificio de la Seguridad Social, con sus oficinas y un obrero, al que yo conocía, aunque no me acuerdo de su nombre, en las excavaciones encontró, dentro de una vasija de barro, un número notable de monedas, no recuerdo si romanas o árabes españolas o moras. El era un infeliz  y, naturalmente, se las reclamaron y fueron llevadas a Madrid y no sé si le darían algún dinero como recompensa por el hallazgo. Es que en Huesca se abren las puertas para salir y sacar, pero no para venir a  traer y a devolver. Pero a pesar de esas circunstancias se van creando barrios, que hacen que la ciudad de Huesca, crezca. Viniendo del Coso Alto al Barrio de San José, se pasaba por el Arco de las Capuchinas, para ir a buscar agua a la Fuente del Angel, que también ha desaparecido, pero la han recordado, dándole ese bello nombre a una calle. Para la Guerra Civil, íbamos a esa fuente a buscar agua, ya que el terreno del Barrio abundaba en ella, pues además de estar situada al Norte la Fuente del Angel, al Sur y bajando  por la Calle de la Fuente del Ibón a la carretera de Zaragoza, cerca del paso a nivel se podía contemplar esa Fuente. Había necesidad de agua, porque durante la Guerra Civil, cortaron las tuberías de suministro a la ciudad. Yo, cuando era niño y más tarde un joven estudiante, iba a la Torre de Casaus y pasaba al principio  por el Parque, después  por caminos que, entre huertas, te llevaban  a la vía del tren y después por un campo que era de la familia Susín, estaban las paredes de la huerta de la citada Torre. Cuando volvía lo hacía por la carretera de Zaragoza y al llegar al paso nivel, se encontraba en un terreno más bajo, la fuente del Ibón.  Su figura me recordaba otras fuentes antiguas, como la de Siétamo o la de Abiego y a veces me encontraba con labradores amigos, que habían venido con sus mulas, a la fuente para abrevarlas. No me acuerdo del nombre de un labrador recio, al que vi hace poco tiempo y estuvimos recordando aquellos “viejos tiempos”. Me ayudó la memoria porque al tener este recuerdo me entraron ganas de cantar en mi interior aquella jota que dice así: “Viva Huesca que es mi pueblo- San Lorenzo mi patrón-  las mozas que van por agua- a la Fuente del Ibón”. Fuente pétrea, con sus caños de bronce y el agua manando por ellos y convertida en charcos por los suelos,  puedo recordarla más íntimamente con el sonido emocionante de la jota.
Cerca de la Fuente del ibón, se hallaron restos ibéricos, como una figura humana que se puede visitar en el Museo provincial. Ya verían aquellos antepasados nuestros, que hablaban el vasco-ibérico, que el Barrio de San José llegaría a repoblarse y ha tardado por las diversas invasiones y guerras que han retrasado a España.
Al lado de la vía del tren y casi encima de la Parroquia, se encuentra una extensa y todavía no gran plaza, en la que se asentó la Textil Bretón, obra realizada por el señor Bretón, ingeniero no sé si de Obras Públicas, que más tarde se cerró, pero que es un ejemplo de la inquietud de un hombre muy delgado y muy serio, por el progreso de una ciudad. A su lado estuvo la fábrica de Luna, en la que se montaban grúas, Carivín embotellaba el vino también cerca del viejo edificio de Textil Bretón y ahora queda el edificio de una carpintería de dos hermanos y que está cerrada, pero sin embargo en ella viven numerosos gatos, a los que gente sensible les lleva comida, para que vivan felices. Como he dicho que en el Barrio de San José hay mucha agua, ahora recuerdo que en dicha plaza hay un pozo.
Cuando recordaba la Fuente del Ibón, se ponían en movimiento las figuras visuales y aquellas llamaban a las auditivas. Estos recuerdos me aproximan a la Iglesia de San José, porque me parece que a esas visiones audiovisuales se añaden otras, espirituales, que abren puertas desde el Barrio de San José a la Eternidad  Es que en dicho templo, en la presencia de San José, santo y trabajador, recuerdas las vidas de los vecinos que murieron y que te acompañaron por la tuya, como por ejemplo nos acompañó el vecino de este Barrio, nuestro querido  Pepe Loriente, aparejador que trabajó desinteresadamente en la construcción de nuestra Parroquia y ves a tu patrono San José, al que de niños cantábamos: “ Levántate José y enciende una vela y mira quien pasa por la carretera. Los ángeles son que van de carrera y llevan un Niño vestido de seda. ¿De quien es ese Niño?, de María. ¿Dónde está María?, hablando con José. ¿Dónde está José?, hablando con San Pedro. ¿Dónde está San Pedro?,  abriendo  y cerrando las puertas del cielo”. 

martes, 9 de diciembre de 2025

La ilusión que me producen los pájaros.-



Ya desde que era muy niño, gozaba oyendo cantar a los pájaros en el jardín del hoy edificio de Santa Ana. En el jardín de la casa con número municipal 61 y en su entresuelo, crecía con vocación de gigante un rosal que nos mostraba a los hermanos Almudévar, unas flores blancas y menudas. Se apoyaba en la pared de la iglesia de Santa Ana y daba la impresión de que quería subir a venerar a  la santa  posándose  en  las ramas más altas que parecía que querían subir al cielo. En aquel “rosal” gigante, anidaban los gorriones que todavía quedan en Huesca, no tan numerosos como entonces. Lo mismo ocurría en el antiguo Hospital Provincial, que estaba, frente al también antiguo Museo Provincial, donde el Rey de Aragón cortó las cabezas de los nobles, que se oponían a su autoridad. En su capilla inferior colgó esas cabezas formando la “Campana de Huesca”.

 En ese Hospital gobernaba el Señor Del Cacho, padre del amigo y compañero de mi hermano mayor, Manolo Almudévar Zamora. En aquel Hospital no eran todo tristezas, las enfermedades, heridas y muerte de aquellos que allí ingresaban, sino que el compañero de Manolo, no sólo se preocupaba de las enfermedades y consiguientes muertes de los enfermos, y  heridos, sino que alegraba su vida, con los gorriones, que por allí acudían a buscar sus alimentos. El compañero de mi hermano Manolo consolaba la tristeza que le causaban aquellos enfermos y heridos, y con ese  amigo,  se  preocupaba  de  cuidar  aquellos  inocentes  pájaricos. Los hacía llegar a sus manos y los alimentaba, dándoles de comer la escasa miga de pan,  que en aquellos tiempos era un alimento que era escaso. Mi hermano Manolo aprendió de su amigo y compañero de estudios, el amor a esos pajaricos, “que no habían  participado  en la Guerra Civil”  y como en el jardín del piso donde vivía con los miembros de nuestra familia, que veía y escuchaba aquellos inocentes pajaricos, acabó dándoles de comer migas de pan. A aquellas “crietas”,  Manolo  las alimentaba con migas de pan y para darles ese alimento las llamaba para que acudieran a sus manos y en ellas les echaba migas dentro de sus picos, que se contentaban con su piar. Cuando estaban ya hartas, escapaban desde la galería a las enormes ramas de aquel árbol o rosal gigante, donde se posaban en sus ramas. Mi hermano Manolo, yo y los pajaricos formaban un grupo de niños y de gorriones, que convivían y se alimentaban los pequeños pájaros con la convivencia de mi hermano, pero casa día, acudían menos a nuestra ayud2a, y era debido a que iban creciendo y ya buscaban alimentos por el medio libre de las aceras de las calles.
 Pasaron los años y un amigo mío, que vivía en la zona del Sur, del bloque de viviendas, quedó tristemente viudo, pero sus hijos en un jardín que se encuentra  entre huertos,  al  Norte  de  la  capital, consolaron la ausencia de este mundo de su madre y en aquel bello huerto-jardín construyeron una bella nave, en la que instalaron un domicilio de pájaros, lleno de jaulas, para que en ellas, con sus cantos, recordaran a su madre. Y aquellos hijos de mi amigo, fueron poblando aquel “romántico habitáculo de bellos canarios  y de distintas razas”. Mi amigo con su coche me llevaba a ver y a escuchar aquel sonoro jardín ,en que una vez dentro de él, escuchabas aquellos cantos ,que parecían ser de origen celestial. Unos sonidos musicales brotados de aquellos bellos y distintos colores, emocionaban mi sensibilidad musical y salía emocionado de aquella nave en que cantaban multitud de canarios. No se hacían propaganda de conciertos musicales en su finca, pero se sentían felices con aquellos conciertos diarios, que los hacían felices. No sé el estado de salud de mi amigo, pero me acuerdo de él y le pido al Señor que le devuelva su salud.

lunes, 8 de diciembre de 2025

Mi burra torda y las flores


 


Cuando con mi hermano Manolo, llegaba a Huesca desde Siétamo, subido en un carro traqueteante, la burra torda cambiaba el paso por el trote desde el puente del Isuela hasta la posada de Laviña; el animal iba al pienso sin pensar y yo pensaba, viendo a mi izquierda a Santo Domingo y a Santa Rosa al otro lado, que había entrado en un ambiente dominicano. Me acordaba del Rosario del mes de Octubre en que cantábamos: ”¡Viva María, viva el rosario, viva Santo Domingo que lo ha fundado! ; veía salir a las niñas de Santa Rosa, la dominica limeña que había nacido el día de San Lorenzo y una rosaleda de cuentas de rosario, hechas con pétalos de monjas de Santa Rosa, de niñas colegialas, de rosas místicas, de rosas del paraíso, de rosas de Abril, de rosas de bronce y de rosas de Belial, florecía en mi imaginación. Me parecía que iba a hablar con mi parienta la venerable Madre Berride, que participó en la fundación de Santa Rosa y estuvo enterrada, primero en la iglesia de Santo Domingo y luego en la de Santa Rosa y hoy yace en la capilla del Colegio.
Puedo resumir estas impresiones, apoderándome de la poesía de Valle-Inclán:
“Esta emoción divina es de la infancia,
cuando felices el camino andamos
y todo se disuelve en la fragancia
de  un(dominical)Domingo de Ramos”.
Yo debí haber cambiado Ramos por rosas, pero no rima y no puede uno hacerse la ilusión de que los ramos eran de rosas y éstas había que ir a buscarlas al rosal.
No lo digo yo, lo dicen los poetas:
“Era un jardín sonriente; era una tranquila fuente de cristal, era a su borde asomada, una rosa inmaculada de un rosal. A la orilla de la fuente un caballero pasó y la rosa dulcemente de su tallo separó”.
Los hermanos Serafín y Joaquín Alvarez Quintero se lamentan a continuación de la desaparición de la rosa y a mí me ocurre como a ellos al pasar por el colegio de Santa Rosa. Me acuerdo de la poesía, un tanto anacrónico, en medio del ruido y de los humos de los automóviles, mirando el edificio y digo, como ellos: ¿Quién te llevó la rama, que no estás en el rosal?.
Me acuerdo también de Valle-Inclán cuando decía: ”El misal donde rezaba aquella santa, que  oía en su rezo el canto que encanta, del ave celeste, del celeste Abril; del ave que sabe la áurea letanía, de Nuestra Señora la Virgen María.¡Azucena Mística!,¡Torre de Marfil!.

Habla el poeta de azucena mística, cuando la letanía reza rosa mística y es que como el hábito dominicano es blanco, trocó la rosa en azucena, pero la explicación del cambio es más prosaica, pues lo hizo simplemente por falta de sílabas en la rosa. Sin embargo yo creo en la mentira verdadera del poeta, pues ellos los poetas y los niños entienden este juego de mentiras con la boca, que son verdades para el corazón.

domingo, 7 de diciembre de 2025

A la una, salta la Mula………




Una de esas mañanas,  en que la Feria divertía al pueblo con sus diversos aparatos de entretenimiento  para los niños,  en  una garita aparecían  unas pequeñas  cañas de pescar, para que los niños entraran  en la aventura de hacerse pescadores.  Del extremo del cordón de la caña, pendía un imán en lugar de un anzuelo y el otro imán, que llevaba el pez artificial en el extremo de su boca, se atraían y los niños y niñas, sacaban a sus manos, el pescado artificial que habían pescado. No se podían comer el pez, pero el dueño de la garita, les compensaba con algún pequeño juguete, que los hacía felices.
Otros muchos puestos de la Feria, divertían a su manera a los niños y los mayores que los acompañaban. Yo mismo era feliz, viendo dar vueltas por las calles y la Plaza Mayor del pueblo, a unos burros auténticos, en los que se   había   montado un jinete en cada uno de ellos.  Yo me sentía feliz, como ellos, al recordar tiempos pasados, en que era yo mismo con mis amigos y hermanos, uno de los que  montábamos en aquella burra torda, que  estaba atada en su pesebre, en la cuadra de mi casa, antes de la Guerra Civil. Después de ella, apareció otra vez en mi casa y siempre estábamos jugando,  ella conmigo y yo con ella. Para poder montarme, la aparejaba  a cualquier hora y la dirigía al abrevadero de la fuente, y ella bebía, si tenía sed, pero como eran tantas las veces que la llevaba a beber, muchas veces se negaba  y empezaba el juego en que ella se divertía conmigo. Una vez en la fuente, se daba media vuelta y emprendía una rápida carrera, que nos llevaba a la era, donde había montones de trigo o de cebada, en los que se saciaba. Al morder hacía un ruido, como de molino,  deshaciendo con sus muelas, los granos de trigo. En una de esas carreras, en que  me llevaba galopando desde la fuente hasta la era, un día me tiró en la cuesta que sube de la fuente a la Plaza Mayor y me dejó una cicatriz, que el Señor Jorge, barbero y practicante durante largos años de  Siétamo, en su barbería, que era el único resto que quedaba de su casa, me curó la herida.  Después, siendo ya mayor,  tuve otra burra, también torda, con que fui por el monte, acompañado por un galgo, a intentar cazar alguna liebre. Por fin  le vendí la burra  a un muchacho de Bierge, que era pastor y que todavía encuentro por las calles de Huesca.
Una de estas mañanas, al levantarme,  me acordé de ambas burras y de aquellos cantos o gritos alegres que hacíamos sonar los niños de Siétamo, cuando jugábamos  a la Pidola o Salto del Burro o de la Mula. Y recordando, volvía a pronunciar algunas palabras, que me causan un respeto,  parecido al litúrgico, decía “A la una anda la mula- a las dos el reloj, a las tres San Andrés, a las cuatro brinco y salto” y por más que estrujaba mi memoria, no me salían más versos. Entonces bajé al Bar y allí le pregunté a Luis Mora, eterno hortelano y tampoco se acordaba de ninguno de aquellos versos que de niños cantábamos, cuando saltábamos el burro o la mula, pero de repente siguió con el verso número cinco y exclamó: “A las cinco el mayor brinco”. Le recordé a Joaquina lo que me pasaba con esas frases y ella, rápidamente me dijo:  “ a  las cinco el tío Jacinto”. A las seis: abrevando un “güey”. Esta expresión la dijo con una palabra aragonesa. “A las siete, coge la bota y bebe”, pero ya no se acordó de nada más.  Me acordé,  del juego del Salto del Burro o de la Mula, a que jugábamos en aquellos viejos tiempos  los niños, porque era un juego colectivo,  en el que participábamos todos los del pueblo, no cómo ahora, en que unos se ponen a jugar como pescadores, otros a tirar al blanco con escopetas de aire comprimido. Y el que no tiene dinero, se queda sin jugar. Entonces había mucha pobreza, pero sentido de la justicia ya lo tenían aquellos niños,  que sorteaban la plaza de burro o de mula.  Entonces, los niños sin dinero se divertían todos unidos en el mismo juego. El atractivo de aquellos saltos de mulas o de burros, todavía hace sentir la ilusión de los niños por la Naturaleza, porque no faltan jinetes que se monten en los simpáticos burros, que caminan por El Arrabal y por la Plaza Mayor. Seguí preguntando a algunos vecinos de Siétamo, entre otros a las hijas del señor Avelino y me recitaron algunos pasajes que se pronunciaban en el salto de la burra, y algunos ya no eran iguales que aquellos de los que yo recordaba. No me extrañaron aquellas mutaciones de los versos del Salto de la Burra, porque el tiempo fue el origen de aquel juego, tan antiguo. No nos hemos fijado en la belleza de aquellos juegos, como se  fijó, el gran pintor Goya, que pintó   un cuadro, en que unos niños realizan el salto, no sobre una burra, sino sobre otro muchacho, que le ha tocado hacer de burro. El tiempo se ha pasado desde Goya hasta nosotros, pero durante él, se ha saltado sobre el burro por muchos países de mundo y esto se ve, mirando sellos de Correos de Holanda, de Bélgica y de países africanos y americanos. Se ha considerado el juego de los niños, como una actividad  sin valor, pero,  uno siente en su espíritu el valor de aquellos versos improvisados, muchas veces, por los niños, que saltando, desarrollaban sus facultades físicas,  queriendo convertir ese juego en un concierto físico e intelectual, cuidando a los niños de las posibles patadas, que podían recibir en sus saltos.  Saltando y pronunciando  los versos, que en ocasiones ellos mismos pronunciaban, eran solidarios y se divertían.  A Goya, yo creo que le impresionaron la poesía, la sátira, el humor y el amor  de esos niños, que saltaban el Salto del Burro.
Me acuerdo, como antes de empezar nuestros saltos, se echaba  en suerte quien tendría que ejercer de burro. Una vez elegido el burro, que no era humillante, sino que estimulaba al niño a salir de esa situación de asno o de mula, para convertirse en un  caballero, que saltaba sobre las dificultades,  que el mundo nos presentaba. Para ejercer de asno,  tenía que perder su verticalidad, que le permitía contemplar el cielo, para adoptar una postura horizontal,  como la de los animales cuadrúpedos. El que se había de convertir en burro,  para aguantar la marcha de saltos,  unas veces poéticos, otras satíricos,  se inclinaba hacia delante apoyando su curvatura, con los codos en las rodillas, ocultando su cabeza, para evitar accidentes.  
El jugador que le tocó  hacer de asno, se inclinaba  y lo hacía,  para que por encima de él, saltasen  los otros compañeros de juego,  con las piernas abiertas en el aire. Y cada uno acompaña el salto con una corta canción.  El primero dice al saltar sobre su compañero: “A la una anda la mula”. El segundo,  “a las dos el reloj”, cantaba el de Siétamo,  pero en otros lugares, gritaban: “a las dos la coz”. El tercero,   gritaba : “ A las tres San Andrés” y el cuarto seguía gritando: “a las cuatro brinco y salto”, mientras en otros pueblos : “tres saltitos de San Andrés, daré y no me quedaré” . El quinto saltarín,  como me dijo Luis Moreta, el hortelano de Siétamo: “ A las cinco el mayor brinco”, o  “a las cinco doy un brinco”, exclamaban, en otros lugares.  Este salto, lo califican de el mejor, porque no tiene que apoyar las manos. En el sexto salto el  saltador, anunciaba : ”a las seis,  salto del rey”.
Durante todo el juego, se ve como los saltarines, quieren ejecutar varias habilidades  a la vez,  pues este salto han de hacerlo, apoyándose  con una sola mano, porque dice: “A las siete coge la mula y vete”. Una mano ha de tenerla preparada para sujetar a la mula y la otra ha de atender el perfecto apoyo de su cuerpo, cuando salta. El octavo salto resulta más difícil todavía,  porque el saltador dice: “a las ocho, comemos bizcocho”, porque después de saltar apoyado con las dos manos, ha de llevárselas a la boca. En el salto número nueve, exclama el niño:” a las nueve no te mueves”, “a las nueve, papas al nene”. En el último  salto  “a  las diez, me echo a correr”, porque tenía que hacer una carrera larga.  
He aprendido estos días que a este juego recordado por mí, lo llamaban además del salto del burro o de la mula, con la palabra  castellana, Pidola, de origen latino.
Como hemos visto este juego es tradicional, que consiste en saltar los jugadores, por encima de un compañero que hace el papel de un burro o una mula. Este muchacho, que hace de sostén del peso de todos  sus compañeros,  ha de doblar la cintura y esconder su cabeza entre las manos. En tanto los que han de saltar, forman una fila para saltar por encima del que hace de potro. Cuando saltaban,  apoyaban sus manos en la espalda del jugador que hace de potro, y abrían ampliamente sus piernas, para que al pasar por encima de su compañero,  no le dieran golpes en su cabeza. La humillación  entre los que saltaban y el que hacía de potro, no se imponía, sino que se sorteaba. Antes de dicho potro, se trazaba una raya en el suelo, que no debían pisar los que se lanzasen a saltar. El que pisaba la raya, había perdido y tenía que sustituir al potro, que había cumplido su misión y el que quedaba liberado,  pasaba a la cola de los saltadores. Si nadie  faltaba a las normas del juego, se aumentaba la distancia de la raya. Este juego, no sólo existe de esta forma, sino que hay variedades, como una que recuerdo, en que se ponía un niño, con la cabeza frente a una pared y sobre él, saltando,  se colocaban otros, que sentían la necesidad de colocar un  potro más, detrás del primero, pero a veces se cargaban tanto los potros, que aquella muchedumbre de niños,  acababa en el suelo. ¿ No sería este juego un aviso a los niños, de las dificultades que les iba a traer la vida para vivir, sin caer  y encontrarse revolcados por el suelo?.

 Pero en California , hacían las carreras más largas que se hacían en mi pueblo, pues un grupo de estudiantes, prolongaban el juego y hacían tan largas las carreras, que en una ocasión, estuvieron más de diez días, llegando a recorrer con sus carreras más de ciento seis kilómetros. No sé si este éxito deportivo fue hace años o ha tenido lugar uno de estos años, que me parece más creíble, porque el mundo se está lanzando a la conquista de la luna, que no logrará con el Juego de la Mula, pero, sin embargo la voluntad que ponen en correr kilómetros y kilómetros, les encienden su voluntad de alcanzar el espacio, con una poderosa Mula Mecánica.

Curas y labradores

  Son las ocho y media de la mañana del último día de Agosto de este caluroso verano del año 2003. Aparco en la subida que está frente al ja...