sábado, 5 de marzo de 2011

El Mediterráneo o Mare Nostrum











En el viaje o peregrinación de Egeria, desde el año 381 al 384, a los Lugares Santos del Oriente Medio, aparece el mar Mediterráneo, con un conjunto de pacíficos pueblos alrededor de sus aguas. Todas las costas estaban dotadas de Vías Romanas, por las que se podía viajar, desde España a Jerusalén por las actuales Francia, Italia, Yugoslavia, Turquía, Siria y Palestina. La peregrina española de la zona gallega, pudo regresar a España por Egipto, donde estuvo y seguir por Libia, Argelia Túnez, Marruecos y entrar en la Península, de nuevo. Pero volvió por donde había ido, es decir por Bizancio. Debió pensar que por Libia, Túnez y Argelia, tal vez no encontraría tanta gente con sabiduría, para poder hablar y comunicarse. Pero también había sabios y paz en el Norte de Africa y a aquella paz que unía a tantos pueblos, la llamaron Pax Romana. Pero ahora, en esos países de Argelia, Libia y Túnez, parece que ha aparecido una locura, debida a un deseo de libertad, pues el pueblo añora una democracia, de la que carece y se ha sublevado contra los dictadores de siempre. Entonces en la ciudad de Hipona, estaba uno de los Doctores de la Fe Cristiana, es decir el Obispo San Agustín. Con él hubiera podido conversar sobre la claridad de la doctrina de Cristo, para aclararse la mente de las numerosas sectas cristianas, que confundían las ideas. Ya decía San Agustín: ”Errar es humano, permanecer el error es diabólico”. ¡Qué feliz se hubiera sentido Egeria al escuchar las sabias palabras de San Agustín!. Porque este obispo fue uno de los que construyó la filosofía cristiana, creando la Teoría Patrística. Combatió la doctrina maniquea, la controversia donatista, las teorías de Pelagio y en sus últimos años, llegó al Norte de Africa el arrianismo.

Nació San Agustín el 13 de Noviembre del año 354 en Tagaste y murió en Hipona el 28 de Abril del año 430. Fueron contemporáneos San Agustín con Egeria, pues ésta viajó a Palestina del año 381 al 384, ya que la gallega peregrinó a Jerusalén, cuando el santo tenía unos treinta años de edad.

Uno se queda absorto al contemplar la Historia de la Humanidad. Porque ver el mapa del Imperio Romano, lleno de paz, comunicado por las vías romanas y luego seguir la invasión de los vándalos, la extensión de la doctrina musulmana, la colonización por parte de Francia, España e Inglaterra y ahora la masiva revolución de los jóvenes contra la dictadura y contra la administración, que enriquece a los poderosos y atormenta al pueblo, es un contraste rotundo.

Cuando camino por las calles de la ciudad o por las de los pueblos, se me aparecen en mi cabeza las figuras de multitud de ancianos, de hombres y mujeres maduros, ya muertos, o la alegría perdida de niños y niñas, que ya se fueron. Ves cementerios y tierras en los campos que muestran huesos de personas de otros tiempos, de otra religión y de otra historia. Por ejemplo en Siétamo se ven tumbas de aquellos musulmanes de raza bereber, árabe o ibéricos convertidos. Quedamos en el mundo los actuales ciudadanos, que como los anteriores, también desapareceremos. ¿Quién nos gobierna hoy en día? y ¿quién nos gobernará cuando ya no pertenezcamos a este mundo?. Contemplamos la Pax Romana, pero comprobamos como las distintas sociedades se dedicaban a la lucha por sus religiones, por sus lenguas, por sus costumbres y olvidaban que la humanidad unida, es un ser social y debía ejercer esa sociabilidad. Ahora tienden los humanos a mezclarse en el globo, por medio de la emigración, y a veces olvidan tratar de adaptarse a las sociedades donde se instalan, para buscar prosperidad y bienestar.

Parece que los norteafricanos han coincidido, con el también africano, San Agustín en sus ideas, pues los primeros dicen que para que haya bienestar y prosperidad, deben dar la libertad a todos los hombres, en política, en religión, en lenguaje y en poder elegir los lugares donde se prefiera residir. San Agustín, expuso sus ideas sobre las relaciones que deben existir entre dos sociedades, que han existido en las distintas épocas, a saber la Ciudad de Dios y la Ciudad del Mundo. La ciudad de Dios, la he contemplado caminando por las calles y por los yermos, pero sigue siendo necesaria la Ciudad del Mundo. La sociedad terrenal ha sido siempre insegura y esto se explica por las diferentes culturas de los pueblos e incluso las diferencias que surgen por medio de herejías, ideas políticas, lenguas y luchas por el poder. San Agustín creyó en gobiernos, para combatir en la lucha contra los errores y contra el hambre. Así como Tertuliano, escritor cristiano de Cartago, quería separar totalmente el cristianismo del paganismo de Grecia y del Imperio Romano, San Agustín, animó el pensamiento de Platón, valiéndose de la razón, que percibía la unión entre aquellos muertos, que yo recordaba en mis paseos y el mundo actual lleno de vida. Un movimiento social nos empuja a ayudar a los libios, que están sufriendo con toda su vida. ¿Será posible que se regenere el “Mare Nostrum”?. El ser humano es un ser social y debe serlo, adaptándose a otras sociedades, donde puedan buscar el bienestar y la prosperidad, pero como dijo San Agustín:”Errar es humano; permanecer en el error es diabólico”. ¿Es humano ayudar a los libios, dueños de petróleo? o ¿es diabólico dejar que se maten en el Congo aquellos hombres de color que carecen de él?.

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