martes, 23 de diciembre de 2025

Los buenos y los malos ratos


Buenos ratos y otros malos componen nuestras vida, pero no sólo las nuestras, sino todas las de los que nos proporcionaron la nuestra y tuvieron  que abandonar la suya. Estoy en el piso y suena el timbre, al que llama un hijo mío para llevarse a su madre a la casa grande, de la que vinimos muchos Almudévar y a la que llegaron otros con el mismo apellido y que eran más “madrugadores” que los actuales, aunque también  hemos tenido que madrugar, para llegar al mundo antes que nuestros nietos.
Vamos a pasar un” buen rato” en Siétamo, los padres, hijos ,”jóvenes” , nietos y nietas, tal vez lleguen también algunos de mis hermanos, consuegros, al tiempo que añoraré a mis padres, abuelos, hermanos ,sobrinos y parientes más lejanos. Y todos ellos me harán recordar a mis,  ya  lejanos,  pero próximos antepasados. La casa al vernos llegar, parece que se alegra y que vuelve a vivir con emoción todos los ratos pasados y en aquel rincón del hogar,  parece que está hablando mi abuelo Manuel Almudévar Vallés con Manuel Bescós Almudévar, que se firmaba en sus escritos, con el seudónimo, que él mismo se puso de Silvio Kosti.  Aparecen por todas partes las figuras de mi tío José María,  de mis tías Pilar, madre de los Llanas, Teresina  y Luisa, que acompañada por sus sobrinos echaba una yerba,   que mataba a los “pedilluelos” que parasitaban a las gallinas. Mi padre en aquel colgador,  se ponía unas veces la boina y otras la gorra visera, y cogía el bastón, para darse vuelta por los campos sembrados. Y en la alcoba donde yo dormía, aparece la señora Concha, que me arrrascaba  las espaldas, mientras exclamaba:¡”ay, “jo mío”, ladrón, tu serás ladrón de gobierno¡” . Por todas esas cosas y muchísimas más, se me alegraba el corazón al ver como mi hijo Ignacio venía a buscar a su madre, mientras su hija Belén, con su primo Pablo, allá en Siétamo, hacían sonar el piano de su tía Natalia. Entre tanto los  primos  pequeños,  María, Ignacio y Luis, recogían los periódicos y revistas,  las colocaba en los cristales de las puertas de las alcobas y se ponían a venderlos.
Estoy esperando a mi hija Elena que con su esposo Santiago y con su hijo e hija, lleguen de Pamplona, para acompañarlos en su visita para recordar Siétamo, donde tantas veces nos hemos sentado en los bancos del hogar y donde otra multitud de veces nos sentaremos y se volverán a sentar, para tostar tajadas de pan y comerlas con ajo y aceite.¡Qué ratos más buenos y sencillos se pasaban y se pasan y se pasarán sentados en aquel hogar!.
Estos pensamientos sobre los tiempos  presentes, pasados y futuros me hicieron recordar aquella frase que dice:   “Para Dios no hay ni pasado ni futuro, todo está presente”.Ese pensar en el tiempo y en los tiempos, tratando de unificar él o los que ya pasaron, con el presente, que es aquel en que vivimos y con el futuro, al que mirábamos como miramos los horizontes lejanos, me ha llevado a considerar las teorías del inglés de origen americano, T.S. Eliot. Meditando sobre ellas se intuye que los tiempos presente y pasado están presentes en el tiempo futuro y el futuro entrelazado con el tiempo actual. Basta fijarse en la cultura japonesa porque ha conservado los dioses de sus antepasados y ha hecho surgir novedades tecnológicas modernas. De los buenos y malos ratos en nuestras vidas, debemos conservar los valores antiguos, pero a base de que ellos sean el motor y la energía de los cambios sociales, científicos y culturales, con sencillez y sin violencia.

lunes, 22 de diciembre de 2025

Tempus fugit


                                                                          Tempus fugit, Salvador Dalí.


Sobre la esfera del reloj de pared, se lee: Tempus fugit y el tiempo va huyendo lento, lento al ritmo que le marca el sonoro tic-tac de su péndulo. No tiene prisa el reloj de forma semihumana con cabeza, que por cabellos, se corona con adornos barrocos; su cara es blanca, redonda y numerada, con saetas que no inciden sobre un corazón que no posee, sino sobre la frialdad de unos números romanos, que recorren, periódicamente, una y otra vez, con la monotonía con que la luna cumplimenta, día y noche, las fases que aparecen en los calendarios. Su pecho y su vientre de guitarra se transparentan a través de un cristal, dejando ver como el péndulo alterna su movimiento pendular.
El tiempo huyó definitivamente para el varón que lo escuchaba y contemplaba, pero la dama quebró la sincronía con el tic-tac sonoro y no supo, ya más, escuchar la dulce sonería de campanas, que el reloj cada hora, al aire regalaba.
Se fijó la señora solamente en lo fatal de la sentencia de la esfera y aquel “tempus” que “fugit” se le clavó, cruelmente en su cerebro y en su corazón, cuyos latidos, siendo vida, no le decían nada.
El reloj se recrea con el tiempo que tiene concedido y la dama, en lugar de gozarlo, lo consume, lo quema, lo derrocha, huye de él y huye de sí misma sin parar un instante a gozar de la vida que Dios le concediera. Va y viene, sube y baja, sin hacer un alto en su camino y el tic-tac del péndulo de la vida, queda despendolado, con pérdida del ritmo armonioso, que pudo ser placer y ahora es huida.
Párate sin parar, como el reloj, para escuchar el ritmo de la vida, para oír el sonido de campanas, de músicas, de palabras bellas y para ver las fases de la luna, los paisajes y tantas cosas que adornan la existencia.
¡Párate, templa tu ritmo pendular y manda sobre ti, como la rueda Catalina en su reloj!
¡como Manuel Lalanda convertía en ballet la prisa de la fiera!
¡Párate como Teresa la andariega, en las moradas del alma y de la calma!.

sábado, 20 de diciembre de 2025

El ibérico


Adahuesca (Huesca).


Conocí en la Calle Alta de Siétamo a un hombre original, ya que  proclamaba ser un ibérico integral. Se llama Miguel y nació en la Roda de Andalucía,  es decir en su mismo corazón,  pues esa Roda se encuentra entre Sevilla, Granada, Córdova y Málaga. Este ibérico, llegó al pueblo de Siétamo, después de vivir en Barcelona durante muchos años y de hablar el catalán incluso con un acento, que debe venir de aquellos primeros pobladores, entre otros de los íberos ilergetes, porque los catalanes son indudablemente ibéricos,  es decir hijos del río Iber o Ebro.  El  comprende la diferencia que existe entre íberos e ibéricos, porque no se proclama íbero ya que en este País, además de los íberos, estuvieron los celtas, los fenicios, los romanos, los árabes, etcétera, etcétera, pero sí que se declara como un hombre nacido en la Península Ibérica, donde todos sus habitantes son, por tanto, ibéricos. Este ibérico es indudablemente un andaluz, porque estuvo estudiando en un seminario, del que huyó descolgándose por una ventana,  agarrándose a una sábana y habla con enorme facilidad, que a veces te confunde y dirigida por una fecunda imaginación. Canta como los pájaros, unas veces canciones modernas y otras tangos argentinos, conduce con alegría, sacando con cierta frecuencia sus manos del volante. Es que esas manos son hábiles porque hacen sonar la guitarra,  no sólo acompañando sus canciones, sino llenado el ambiente de música. Se nota la influencia de algunos catalanes en su afirmación de que no es español,  sino ibérico, porque siente la diferencia mediterránea, entre las catacumbas que ha visitado, de la arquitectura vaticana, de los quince días que pasó en casa Maranello de Ferrari y entre los encantos que tiene el resto de su tierra ibérica, a la que se resiste a llamar España. Ha estado en Televisión en Madrid y en Barcelona, allá por los años sesenta, cantando con el grupo The Findels o los luchadores, que grabaron dieciocho discos. Pero después de muchos años de vivir en Barcelona, acaba viniendo al pueblo de Adahuesca, patria de las santas Nunila y Alodia, que no sólo se veneran en tal pueblo, sino también en el Leire navarro, en Murcia y en Andalucía en la  ciudad de Huescar. Allí, en Adahuesca, ha establecido un restaurante y recibe a los que van por allí de visita o de celebración. Le gusta la arquitectura de muchas casas altoaragonesas, como la de Claver de Angués, emparentada con los Claver que vivieron hace siglos en Sieso de Huesca y en Blecua. En el pórtico de la iglesia de Sieso hay unas escenas grabadas en piedra, en las que aparece algún barco, que dirigió un Claver en las guerras del Mediterráneo contra los turcos. Le hago ver como España siempre ha intervenido en los problemas mundiales con predominio castellano en América y del Reino de Aragón con Cataluña, en el Mediterráneo. En una de sus canciones dice: ”Me gustaría volar en tu pensamiento”, pues efectivamente vuela con sus ideas, porque son tantas y las expresa de modo tan continuo, que resulta imposible influir sobre ellas. Una de sus canciones afirma que “ a todos nos traía la cigüeña” de París  y pregunta que si ”somos hijos de Moliere, ¿dónde están los andaluces, catalanes castellanos, si venimos de París?”; “yo te tengo que decir: no venimos de París”, pero yo exclamo: ¡cuánto mejor sería que los ibéricos, al nacer en París, fuéramos más europeos y nos harían más caso a la apertura de esas puertas pirenáicas!.  Yo creo que no le sabrá mal, porque siente algo común a todos los ibéricos,  aproximando la Ibérica a España, cuando dice que nacemos  “En la Ibérica de todos, con sus costumbres y sus modos”. Esa Iberia, que en sus distintas zonas, abre las puertas hacia Europa y en Aragón, como todavía somos españoles, no nos dejan abrirlas hacia Europa y desde Europa a la inmensa mayoría de autonomías ibéricas. ¿Qué  pasa con Aragón, al que le cierran las entradas y salidas a España y de  España a Europa?.

Sonaban las campanas de San Pedro el Viejo.-




La víspera de San José, a las siete y media de la tarde, me encaminé a escuchar las Completas gregorianas, que desde hace siglos, los carpinteros le han dedicado, para que les ayudara en su vida de trabajo. Entonces, cuando yo era un niño, salían los sacerdotes de la Parroquia, revertidos con una vestimenta, sobre sus hombros a modo de una joroba, que el Papa había impuesto a los eclesiásticos de Aragón, por haber sido fieles al  Papa Benedicto XIII; se sentaban en las sillas trabajadas artísticamente, y reunidas detrás de la reja posterior de San Pedro, donde suena el órgano y con música gregoriana ensalzaban al Señor. Cantaban: Deus in adjutorium meum intende, y otros contestaban: Domine, ad adjuvandum me, festina. Con estos cantos rezaban para que el Señor acudiese en su ayuda y  que lo hiciese rápidamente.

José Antonio Llanas, vivía en una casa, vecina a los Clautros de San Pedro y desde niño, oyendo el canto gregoriano,  se enamoró de él y toda su vida acudió, no sólo a las Completas, sino también a los Laudes y Vísperas. Se sentaba con los sacerdotes que muy amables lo recibían y con ellos, cantaba. Su hijo José Antonio, ha heredado el amor a estos cantos y viviendo en Madrid, acude cada año a participar con el párroco y dos sacerdotes más a cantar las Completas. Los   carpinteros, ya casi todos muy ancianos acuden y gozan con esas músicas, que conmueven los espíritus. Después, en el Claustro románico de San Pedro, toman un trago de vino acompañado por stortas. Ellos siguiendo el ejemplo de las oraciones, con las que piden ayuda, se dedicaban a repartirla entre los carpinteros enfermos, lesionados y en ayudar a las viudas. Yo acudí a ver y a escuchar a mi sobrino José Antonio cantando las Completas y  al pasar por la Plaza del antiguo Mercado, se oyó sonar el dulce dim-dom, dim- dom de las claras campanas de la torre de la iglesia de San Pedro. No pude menos que acordarme de aquellos pasados tiempos en que la alegría era general, pero al escuchar aquel sonar de las campanas, que eran capaces de hacer vibrar  el cielo del barrio,  yo  al menos, participé de su sonoro encanto. La Cofradía de San José y Santa Ana, erigida canónicamente en la Iglesia Parroquial de San Pedro el Viejo de Huesca, manda a todos sus socios el programa de Solemnes Cultos Religiosos y este año el Reverendo Don Manuel Barrio, se la ha mandado a trescientos veinte cofrades. Allí en la Parroquia encontré a muchos amigos, como a don Luis Gracia Del Arco, de noventa años de edad, que fue carpintero de la Diputación Provincial y que tiene el número dos de la lista de los Cofrades. Al saludarlo me acordé de la mesa que me preparó hace ya muchos años, para escribir y dibujar. Entró en la Cofradía el año de mil novecientos cuarenta y cuatro. Me contó que cuando en sus años mozos, ingresaba en la Cofradía,  el Decano de la misma,  le dijo, entregándole un madero: toma esta madera, quítale todo la que le sobre y de lo que quede, saldrá un San José. Pero el cofrade que me ha hecho acudir a las Completas, ha sido José  Antonio Llanas, que tiene el número siete, ingresado el año mil novecientos cincuenta, impulsado por su padre, mi primo José Antonio Llanas Almudévar, farmacéutico, que vivía en una casa al lado de la parroquia.  La verdad es que en aquellos claustros me sentía acompañado de todos los oscenses actuales y los del  pasado, pues en dos capiteles está inscrito el nombre de un Almudévar, que trabajó en obras artísticas de la iglesia y de su esposa,  allí enterrados. Yo creo que mi primo el sacerdote de San Pedro Jesús Vallés Almudévar, desde allá arriba contemplaría satisfecho la alegría de mi primo José Antonio Llanas.   

jueves, 18 de diciembre de 2025

El sol en la Catedral.-




La Catedral de Huesca se alza en la cumbre de esta ciudad, exhibiéndose a los humanos como una joya de estilo gótico, para que al contemplar aquellos arcos puntiagudos que señalan el cielo, piensen en el Creador. Sus arcos son elevados e iluminados a través de las ventanas, también rasgadas y puntiagudas, que parecen estar situadas en una gran elevación, para invitar a la luz del sol, a entrar en sus naves. El sol, efectivamente, penetra en dichas naves y va iluminando sus robustos muros; en cambio parece que sus rayos se resisten a penetrar en las bajas capillas laterales.

Hace ya unos dos o tres años, al llegar el Otoño y hacia las nueve de la mañana, observé cómo unos brillantes rayos de sol, penetraban en la capilla, donde se encuentra depositado en su sepultura de piedra, el cuerpo del anterior y ya difunto Obispo de Huesca Don Javier Osés Flamarique. Murió en esta ciudad de Huesca el día 23 de Octubre  del año 2001 y en la capilla en que se encuentra su tumba, cuando se cumple el aniversario de su muerte  y ya ha amanecido, entra el sol para saludarle con sus rayos. Se lo hice notar al Reverendo Don Damián Pañart, que se quedó absorto ante la contemplación de tal espectáculo luminoso ante la tumba de Don Javier.

Cuando lo enterraron en la capilla, dejaron las rejas abiertas para que los fieles pudieran entrar, unos a rezar y otros a saludar su memoria. Muchas personas le llevaban ramos de flores y las depositaban en el pie de la tumba, pero ya pasado cierto tiempo, cerraron las rejas, tal vez creyendo que el recuerdo de Don Javier habría disminuido o tal vez desaparecido entre la gente. No sé si coincidió su cierre con la visión del sol visitando a aquel, que la gente también quería visitar, pero se abrieron  de nuevo las rejas de la capilla y allí, al pie del sepulcro, iluminadas por el sol se ven flores depositadas en recuerdo del difunto, que permanece en el interior. Porque si el sol entraba entre las rejas cerradas, que impedían la entrada  a los fieles que iban a visitar a Don Javier, a rezarle, a explicarle alguno de sus problemas o simplemente a depositar flores al pie de su tumba, había motivos para permitir que se acercasen los oscenses a su gran amigo. Y se abrieron las rejas para que no impidiesen el paso de los fieles, como incluso, estando cerradas, aquellas rejas no podían impedir que todos los años, al llegar el equinoccio de Otoño, los rayos del sol pasasen a besar y a iluminar al amado Obispo Don Javier Osés Flamarique, que con su báculo, había orientado los espíritus de los oscenses, durante muchos años.

Un amigo mío me contó que en uno de sus viajes había visto como entraba el sol en un templo e iluminaba una imagen de la Virgen y yo recordé que en una cueva de nuestra provincia, por una a modo de ventana, labrada en sus paredes de roca, cada día el sol, de repente entraba e iluminaba la cueva. Los hombres primitivos llegaron a adorar al sol y en cuevas de esta índole, lo adoraban y le pedían su protección.

Ese buen amigo me proporcionó varias fotografías en que se ve la luz del sol, iluminando la tumba de Don Javier y sobre ella una ojiva solar, que con su vértice o punta señala el cielo.

Los hombres, con nuestra pequeñez, si miramos al cielo, nos damos cuenta del sistema solar en que vivimos, pero necesitamos la ayuda de la Ciencia, para darnos cuenta de que además del sol, que es uno entre el número casi infinito de estrellas, está nuestro planeta Tierra, acompañado por nueve planetas  más. Sólo el sol posee luz propia y los planetas y las lunas, simplemente reflejan esa luz solar. La distancia desde el sol hasta su planeta más lejano es de más de 5.600 millones de kilómetros. Pensando que nuestro sistema solar no es el único del Universo, es probable que haya millones de estrellas con sistemas planetarios, parecidos al solar.

¡Qué pequeñez la nuestra, comparada con la magnitud del Universo! y sin embargo,  ¡qué belleza se puede contemplar en la tumba de Don Javier, con esa flecha u ojiva solar que nos señala el “Reino de Dios”!”. Nuestra pequeñez nos impide ver todas las cosas creadas, como las variaciones del tiempo  del sol en las carreras por su sistema o el no percibir la sensación de volumen en las fotografías, como estudió y experimentó Llanas. Pero la fotografía de mi amigo, nos señala el camino de acercamiento y amor que indican los ramos de flores, que los oscenses llevan al sepulcro de Don Javier Osés Flamarique. 

El ocaso en el Cerro de San Jorge de Huesca



Mi tía Luisa, Penélope  para los leñadores, era amante de observar los ruiseñores en las yedras del jardín de la Torre de Casaus  y aseguraba que,  según opinión del gran pintor Zuloaga, las puestas del sol del Cerro de San Jorge, eran las más bellas en variedad de colorido de toda España. No tengo noticia de que llegara  a conocer a tan eximio pintor; tal vez escuchara esa opinión de boca de su primo Don Manuel  Bescós Almudévar (Silvio Kosti), pintor,  además de escritor y rico en relaciones humanas de todo tipo.
De todas formas, no creo que se sacase la opinión de la manga, pues las mangas, por sí solas, constituían en aquellos tiempos una cuestión de moral conflictiva y que hacía que las pobres modistas unas veces tiraran de ellas para arriba, y otras para abajo. En aquellos tiempos, la moral se calibraba , se ponderaba escrupulosamente, y por tanto, el dejar al descubierto  unos centímetros más o menso de tejido epitelial de las extremidades superiores, constituía materia de consulta en el confesonario.
En cuanto al tejido epitelial de las extremidades  inferiores, más vale no “meneallo”,  porque mi tía, se levantaría de su tumba para amenazarme como a los leñadores que talaban los corpulentos  y copudos árboles de la carretera de Zaragoza. De esta anécdota le vino que su sobrino y primo mío José Antonio, la llamara Penélope por mal nombre; si se mete uno a redentor, sale crucificado.
¡Pobre tía Luisa, amante de la naturaleza y de la belleza visual y auditiva!. Tenía una borrachera de belleza ambiental cuando,  a la puesta del sol refulgente, se unía la frondosidad de aquellos enormes árboles y, sobre ellos, el “triunfo de los pavos reales”, que con su rueda erótica, competían en color con el ocaso. Aquellos pavos reales fueron uno a uno, aplastados  por el tráfico en aumento de los vehículos de motor; los enormes árboles, cuya tala  no pudo evitar mi tía, cayeron estruendosos, víctimas de la sierra también de motor. En cambio su prima la escritor María Cruz Bescós, consiguió que se respetase el Plátano de Indias gigante,  que todavía se alza frente a la puerta de su casa.

El ocaso sigue cada día  teniendo lugar, y seguirá mientras exista el sol, pero su colorido espectacular y cambiante se ve oscurecido  y como emborronado por el humo que vomitan las altas y negras chimeneas que por aquella zona proliferan. Me queda el consuelo que tantas veces, y en plan irónico, se aplican las gentes entre ellas: ¡ya vendrá el verano para que no se eleven esos humos negros, que velan la hermosura de nuestras puestas de sol en el Cerro de San Jorge!. Las más bellas de España.

miércoles, 17 de diciembre de 2025

El abuelo y el nieto




El abuelo Rafael no ha sido siempre abuelo, ni en edad ni en nietos. Ha sido de joven, además de guapo, un muchacho trabajador, amigo de todo el mundo, porque cuando, en alguna ocasión, lo acompañaba por las calles de Almudévar, con todos los que nos encontrábamos se saludaba y preguntaba sobre su salud y a algunos sobre como se le conservaba el vino procedente de aquella viña en la que él le ayudó a vendimiar. Todos lo felicitaban por haber llegado a ser abuelo de dos niños como él, guapos e inteligentes.
Tenía un temperamento que sentía la proximidad de unos hombres con otros, como pude comprobar en cierta ocasión en la que caminando por las bodegas de Almudévar, nos encontramos con uno de sus múltiples dueños, que nos hizo entrar en la suya y allí hablando el uno con el otro, recordaron su juventud y las ocasiones en qué celebraban sus fiestas públicas o particulares y todas estas conversaciones las acompañaba el señor que nos invitó a entrar en su templo particular del dios Baco, con algún vaso de buen vino y con torta. Hablando de este recuerdo con mi consuegra Aurita, de Albero Alto y casada en Coscullano con Lorenzo Zamora, me habló de que cuando ella era joven, además de atractivo era buen conversador, amigo de la tertulia, acompañada muchas veces en Almudévar por el canto de las jotas. En aquellas jotas en que se hacía oración a la Virgen de la Corona, se transmitían recuerdos históricos, sociales o recuerdos particulares, unas veces de amor y otras de luchas y de guerras; en ocasiones se ridiculizaba a algún vecino por ciertas costumbres unas veces ligadas al trabajo o al buen comportamiento, cuando otras eran vicios, como el de abusar de la bebida. Pero casi nunca se olvidaban del amor. El era feliz y cariñoso, porque, en cierta ocasión me acompañó a ver bajar a la Virgen de la Corona desde la iglesia situada en su corona al templo parroquial y pude observar como demostraba su amor a la Virgen y a sus propios paisanos que la acompañaban y la veneraban con sus ceremonias, con sus cantos e incluso con sus bailes. Se casó con Maruja y recibió la alegría de ver como su hija, casada con mi hijo Manolo, dio a luz dos niños, uno llamado Ignacio y otro Luis. Había llegado a una edad muy avanzada y al mismo tiempo había sido abuelo de dos nietos. Estos al ver a su abuelo enfermo, preguntaban que donde iba a ir y todos les contestaban que iba a subir al cielo. Lo creían, pero Luis, con sus tres años y medio, parece ser que se resistía a la falta de unión con su abuelo Rafael y decía que si alguna vez se caía del cielo, ¿cómo iba a llegar aquí libre de todo mal?, por que decía que de allá arriba podían caer piedras, que harían muchos ruidos. Yo le hice ver que todo lo que cae de lo alto no hace daño, como pasa con la lluvia y con la nieve. Al nombrarle la nieve decía que con ella hacían pelotas aplastándola con sus manos y también hablaba de los muñecos que formaban, a los que le ponían unas narices de zanahoria. Mientras él seguía pensando, en la forma en que se juntaría con su abuelo, yo hacía lo mismo, pero a mí se me representaban las ideas de un niño tan pequeño, como una necesidad que tenemos los hombres de estar unidos y de amarnos unos a otros, como nos amaba y según la teoría del pequeño Luis, nos sigue amando, el abuelo Rafael.

Los buenos y los malos ratos

Buenos ratos y otros malos componen nuestras vida, pero no sólo las nuestras, sino todas las de los que nos proporcionaron la nuestra y tuvi...