sábado, 20 de diciembre de 2025

Sonaban las campanas de San Pedro el Viejo.-




La víspera de San José, a las siete y media de la tarde, me encaminé a escuchar las Completas gregorianas, que desde hace siglos, los carpinteros le han dedicado, para que les ayudara en su vida de trabajo. Entonces, cuando yo era un niño, salían los sacerdotes de la Parroquia, revertidos con una vestimenta, sobre sus hombros a modo de una joroba, que el Papa había impuesto a los eclesiásticos de Aragón, por haber sido fieles al  Papa Benedicto XIII; se sentaban en las sillas trabajadas artísticamente, y reunidas detrás de la reja posterior de San Pedro, donde suena el órgano y con música gregoriana ensalzaban al Señor. Cantaban: Deus in adjutorium meum intende, y otros contestaban: Domine, ad adjuvandum me, festina. Con estos cantos rezaban para que el Señor acudiese en su ayuda y  que lo hiciese rápidamente.

José Antonio Llanas, vivía en una casa, vecina a los Clautros de San Pedro y desde niño, oyendo el canto gregoriano,  se enamoró de él y toda su vida acudió, no sólo a las Completas, sino también a los Laudes y Vísperas. Se sentaba con los sacerdotes que muy amables lo recibían y con ellos, cantaba. Su hijo José Antonio, ha heredado el amor a estos cantos y viviendo en Madrid, acude cada año a participar con el párroco y dos sacerdotes más a cantar las Completas. Los   carpinteros, ya casi todos muy ancianos acuden y gozan con esas músicas, que conmueven los espíritus. Después, en el Claustro románico de San Pedro, toman un trago de vino acompañado por stortas. Ellos siguiendo el ejemplo de las oraciones, con las que piden ayuda, se dedicaban a repartirla entre los carpinteros enfermos, lesionados y en ayudar a las viudas. Yo acudí a ver y a escuchar a mi sobrino José Antonio cantando las Completas y  al pasar por la Plaza del antiguo Mercado, se oyó sonar el dulce dim-dom, dim- dom de las claras campanas de la torre de la iglesia de San Pedro. No pude menos que acordarme de aquellos pasados tiempos en que la alegría era general, pero al escuchar aquel sonar de las campanas, que eran capaces de hacer vibrar  el cielo del barrio,  yo  al menos, participé de su sonoro encanto. La Cofradía de San José y Santa Ana, erigida canónicamente en la Iglesia Parroquial de San Pedro el Viejo de Huesca, manda a todos sus socios el programa de Solemnes Cultos Religiosos y este año el Reverendo Don Manuel Barrio, se la ha mandado a trescientos veinte cofrades. Allí en la Parroquia encontré a muchos amigos, como a don Luis Gracia Del Arco, de noventa años de edad, que fue carpintero de la Diputación Provincial y que tiene el número dos de la lista de los Cofrades. Al saludarlo me acordé de la mesa que me preparó hace ya muchos años, para escribir y dibujar. Entró en la Cofradía el año de mil novecientos cuarenta y cuatro. Me contó que cuando en sus años mozos, ingresaba en la Cofradía,  el Decano de la misma,  le dijo, entregándole un madero: toma esta madera, quítale todo la que le sobre y de lo que quede, saldrá un San José. Pero el cofrade que me ha hecho acudir a las Completas, ha sido José  Antonio Llanas, que tiene el número siete, ingresado el año mil novecientos cincuenta, impulsado por su padre, mi primo José Antonio Llanas Almudévar, farmacéutico, que vivía en una casa al lado de la parroquia.  La verdad es que en aquellos claustros me sentía acompañado de todos los oscenses actuales y los del  pasado, pues en dos capiteles está inscrito el nombre de un Almudévar, que trabajó en obras artísticas de la iglesia y de su esposa,  allí enterrados. Yo creo que mi primo el sacerdote de San Pedro Jesús Vallés Almudévar, desde allá arriba contemplaría satisfecho la alegría de mi primo José Antonio Llanas.   

jueves, 18 de diciembre de 2025

El sol en la Catedral.-




La Catedral de Huesca se alza en la cumbre de esta ciudad, exhibiéndose a los humanos como una joya de estilo gótico, para que al contemplar aquellos arcos puntiagudos que señalan el cielo, piensen en el Creador. Sus arcos son elevados e iluminados a través de las ventanas, también rasgadas y puntiagudas, que parecen estar situadas en una gran elevación, para invitar a la luz del sol, a entrar en sus naves. El sol, efectivamente, penetra en dichas naves y va iluminando sus robustos muros; en cambio parece que sus rayos se resisten a penetrar en las bajas capillas laterales.

Hace ya unos dos o tres años, al llegar el Otoño y hacia las nueve de la mañana, observé cómo unos brillantes rayos de sol, penetraban en la capilla, donde se encuentra depositado en su sepultura de piedra, el cuerpo del anterior y ya difunto Obispo de Huesca Don Javier Osés Flamarique. Murió en esta ciudad de Huesca el día 23 de Octubre  del año 2001 y en la capilla en que se encuentra su tumba, cuando se cumple el aniversario de su muerte  y ya ha amanecido, entra el sol para saludarle con sus rayos. Se lo hice notar al Reverendo Don Damián Pañart, que se quedó absorto ante la contemplación de tal espectáculo luminoso ante la tumba de Don Javier.

Cuando lo enterraron en la capilla, dejaron las rejas abiertas para que los fieles pudieran entrar, unos a rezar y otros a saludar su memoria. Muchas personas le llevaban ramos de flores y las depositaban en el pie de la tumba, pero ya pasado cierto tiempo, cerraron las rejas, tal vez creyendo que el recuerdo de Don Javier habría disminuido o tal vez desaparecido entre la gente. No sé si coincidió su cierre con la visión del sol visitando a aquel, que la gente también quería visitar, pero se abrieron  de nuevo las rejas de la capilla y allí, al pie del sepulcro, iluminadas por el sol se ven flores depositadas en recuerdo del difunto, que permanece en el interior. Porque si el sol entraba entre las rejas cerradas, que impedían la entrada  a los fieles que iban a visitar a Don Javier, a rezarle, a explicarle alguno de sus problemas o simplemente a depositar flores al pie de su tumba, había motivos para permitir que se acercasen los oscenses a su gran amigo. Y se abrieron las rejas para que no impidiesen el paso de los fieles, como incluso, estando cerradas, aquellas rejas no podían impedir que todos los años, al llegar el equinoccio de Otoño, los rayos del sol pasasen a besar y a iluminar al amado Obispo Don Javier Osés Flamarique, que con su báculo, había orientado los espíritus de los oscenses, durante muchos años.

Un amigo mío me contó que en uno de sus viajes había visto como entraba el sol en un templo e iluminaba una imagen de la Virgen y yo recordé que en una cueva de nuestra provincia, por una a modo de ventana, labrada en sus paredes de roca, cada día el sol, de repente entraba e iluminaba la cueva. Los hombres primitivos llegaron a adorar al sol y en cuevas de esta índole, lo adoraban y le pedían su protección.

Ese buen amigo me proporcionó varias fotografías en que se ve la luz del sol, iluminando la tumba de Don Javier y sobre ella una ojiva solar, que con su vértice o punta señala el cielo.

Los hombres, con nuestra pequeñez, si miramos al cielo, nos damos cuenta del sistema solar en que vivimos, pero necesitamos la ayuda de la Ciencia, para darnos cuenta de que además del sol, que es uno entre el número casi infinito de estrellas, está nuestro planeta Tierra, acompañado por nueve planetas  más. Sólo el sol posee luz propia y los planetas y las lunas, simplemente reflejan esa luz solar. La distancia desde el sol hasta su planeta más lejano es de más de 5.600 millones de kilómetros. Pensando que nuestro sistema solar no es el único del Universo, es probable que haya millones de estrellas con sistemas planetarios, parecidos al solar.

¡Qué pequeñez la nuestra, comparada con la magnitud del Universo! y sin embargo,  ¡qué belleza se puede contemplar en la tumba de Don Javier, con esa flecha u ojiva solar que nos señala el “Reino de Dios”!”. Nuestra pequeñez nos impide ver todas las cosas creadas, como las variaciones del tiempo  del sol en las carreras por su sistema o el no percibir la sensación de volumen en las fotografías, como estudió y experimentó Llanas. Pero la fotografía de mi amigo, nos señala el camino de acercamiento y amor que indican los ramos de flores, que los oscenses llevan al sepulcro de Don Javier Osés Flamarique. 

El ocaso en el Cerro de San Jorge de Huesca



Mi tía Luisa, Penélope  para los leñadores, era amante de observar los ruiseñores en las yedras del jardín de la Torre de Casaus  y aseguraba que,  según opinión del gran pintor Zuloaga, las puestas del sol del Cerro de San Jorge, eran las más bellas en variedad de colorido de toda España. No tengo noticia de que llegara  a conocer a tan eximio pintor; tal vez escuchara esa opinión de boca de su primo Don Manuel  Bescós Almudévar (Silvio Kosti), pintor,  además de escritor y rico en relaciones humanas de todo tipo.
De todas formas, no creo que se sacase la opinión de la manga, pues las mangas, por sí solas, constituían en aquellos tiempos una cuestión de moral conflictiva y que hacía que las pobres modistas unas veces tiraran de ellas para arriba, y otras para abajo. En aquellos tiempos, la moral se calibraba , se ponderaba escrupulosamente, y por tanto, el dejar al descubierto  unos centímetros más o menso de tejido epitelial de las extremidades superiores, constituía materia de consulta en el confesonario.
En cuanto al tejido epitelial de las extremidades  inferiores, más vale no “meneallo”,  porque mi tía, se levantaría de su tumba para amenazarme como a los leñadores que talaban los corpulentos  y copudos árboles de la carretera de Zaragoza. De esta anécdota le vino que su sobrino y primo mío José Antonio, la llamara Penélope por mal nombre; si se mete uno a redentor, sale crucificado.
¡Pobre tía Luisa, amante de la naturaleza y de la belleza visual y auditiva!. Tenía una borrachera de belleza ambiental cuando,  a la puesta del sol refulgente, se unía la frondosidad de aquellos enormes árboles y, sobre ellos, el “triunfo de los pavos reales”, que con su rueda erótica, competían en color con el ocaso. Aquellos pavos reales fueron uno a uno, aplastados  por el tráfico en aumento de los vehículos de motor; los enormes árboles, cuya tala  no pudo evitar mi tía, cayeron estruendosos, víctimas de la sierra también de motor. En cambio su prima la escritor María Cruz Bescós, consiguió que se respetase el Plátano de Indias gigante,  que todavía se alza frente a la puerta de su casa.

El ocaso sigue cada día  teniendo lugar, y seguirá mientras exista el sol, pero su colorido espectacular y cambiante se ve oscurecido  y como emborronado por el humo que vomitan las altas y negras chimeneas que por aquella zona proliferan. Me queda el consuelo que tantas veces, y en plan irónico, se aplican las gentes entre ellas: ¡ya vendrá el verano para que no se eleven esos humos negros, que velan la hermosura de nuestras puestas de sol en el Cerro de San Jorge!. Las más bellas de España.

miércoles, 17 de diciembre de 2025

El abuelo y el nieto




El abuelo Rafael no ha sido siempre abuelo, ni en edad ni en nietos. Ha sido de joven, además de guapo, un muchacho trabajador, amigo de todo el mundo, porque cuando, en alguna ocasión, lo acompañaba por las calles de Almudévar, con todos los que nos encontrábamos se saludaba y preguntaba sobre su salud y a algunos sobre como se le conservaba el vino procedente de aquella viña en la que él le ayudó a vendimiar. Todos lo felicitaban por haber llegado a ser abuelo de dos niños como él, guapos e inteligentes.
Tenía un temperamento que sentía la proximidad de unos hombres con otros, como pude comprobar en cierta ocasión en la que caminando por las bodegas de Almudévar, nos encontramos con uno de sus múltiples dueños, que nos hizo entrar en la suya y allí hablando el uno con el otro, recordaron su juventud y las ocasiones en qué celebraban sus fiestas públicas o particulares y todas estas conversaciones las acompañaba el señor que nos invitó a entrar en su templo particular del dios Baco, con algún vaso de buen vino y con torta. Hablando de este recuerdo con mi consuegra Aurita, de Albero Alto y casada en Coscullano con Lorenzo Zamora, me habló de que cuando ella era joven, además de atractivo era buen conversador, amigo de la tertulia, acompañada muchas veces en Almudévar por el canto de las jotas. En aquellas jotas en que se hacía oración a la Virgen de la Corona, se transmitían recuerdos históricos, sociales o recuerdos particulares, unas veces de amor y otras de luchas y de guerras; en ocasiones se ridiculizaba a algún vecino por ciertas costumbres unas veces ligadas al trabajo o al buen comportamiento, cuando otras eran vicios, como el de abusar de la bebida. Pero casi nunca se olvidaban del amor. El era feliz y cariñoso, porque, en cierta ocasión me acompañó a ver bajar a la Virgen de la Corona desde la iglesia situada en su corona al templo parroquial y pude observar como demostraba su amor a la Virgen y a sus propios paisanos que la acompañaban y la veneraban con sus ceremonias, con sus cantos e incluso con sus bailes. Se casó con Maruja y recibió la alegría de ver como su hija, casada con mi hijo Manolo, dio a luz dos niños, uno llamado Ignacio y otro Luis. Había llegado a una edad muy avanzada y al mismo tiempo había sido abuelo de dos nietos. Estos al ver a su abuelo enfermo, preguntaban que donde iba a ir y todos les contestaban que iba a subir al cielo. Lo creían, pero Luis, con sus tres años y medio, parece ser que se resistía a la falta de unión con su abuelo Rafael y decía que si alguna vez se caía del cielo, ¿cómo iba a llegar aquí libre de todo mal?, por que decía que de allá arriba podían caer piedras, que harían muchos ruidos. Yo le hice ver que todo lo que cae de lo alto no hace daño, como pasa con la lluvia y con la nieve. Al nombrarle la nieve decía que con ella hacían pelotas aplastándola con sus manos y también hablaba de los muñecos que formaban, a los que le ponían unas narices de zanahoria. Mientras él seguía pensando, en la forma en que se juntaría con su abuelo, yo hacía lo mismo, pero a mí se me representaban las ideas de un niño tan pequeño, como una necesidad que tenemos los hombres de estar unidos y de amarnos unos a otros, como nos amaba y según la teoría del pequeño Luis, nos sigue amando, el abuelo Rafael.

lunes, 15 de diciembre de 2025

Curas y labradores


 



Son las ocho y media de la mañana del último día de Agosto de este caluroso verano del año 2003. Aparco en la subida que está frente al jardín que hoy ocupa el solar en el que se encontraba edificado el cuartel, que estaba debajo del actual museo y frente a la parte lateral del Seminario. En ese cuartel cumplió el servicio militar de alférez, mi hermano Manolo, que atendió a mi amigo y paisano Cabrero, cuando le cayó un rayo en el Campamento de Igriés. Yo estuve con mi hermano, que fue a visitar a un soldado enfermo y me acuerdo del aprovechamiento de las antiguas construcciones, que hoy día  muchas de ellas se han derribado. Fui andando a la Catedral y al pasar por el seminario vi a Don José María, párroco de Coscullano, que por lo visto había madrugado, para ir a decir misa en diversos lugares, porque ahora son escasos los sacerdotes. No me vio, pero yo miré hacia la pequeña plaza, que está al lado de la puerta del Seminario, donde está el busto de Ramón y Cajal, que parece seguir meditando. Entra por dicha plaza el sol que brilla intensamente, a pesar de haber cambiado enormemente el tiempo, porque el calor ha cedido y el sol, a estas horas parece que me llama y me atrae, para que goce de sus rayos, mientras contemplo la ilustre cabeza de nuestro sabio y después me miro hacia el Monasterio de Montearagón, que parece estar paralelo a nuestra ciudad, a la que mira como la miró en los años de mil noventa y cinco y noventa y seis, con deseos de poseerla, pero los tiempos avanzan y todavía mira a Huesca, en la que ya no contempla el convento de San Bernardo ni el Cuartel ni tantos monumentos, pero que sin embargo la ve crecer. En cambio Huesca se mira a Montearagón con indiferencia porque se ha convertido en una ruina. Sigo por la puerta del Museo y entro por la calle de San Bernardo, oigo la cerradura de una puerta falsa y me parece que por ella, como otras veces, va a salir un labrador oscense, que vive en la calle del Suspiro. Sale por fin el esperado Claraco, saca su bicicleta y nos ponemos a hablar el uno con el otro. Tiene un año más que yo y a pesar de encontrarnos tantas veces, no hablamos de la Agricultura hasta el día de hoy, en que me dice que se va al huerto, porque ya no labra sino que tiene la tierra dada a cultivar por algún otro; es que se van envejeciendo los labradores y como los curas quedan ya muy pocos y pasa con los labradores que están abandonando el cultivo de la tierra y los sacerdotes al morir  no son sustituidos por otros que se dediquen al culto divino. ¡Qué dedicación la de los curas y de los labradores al culto divino del pueblo de la vecina Sierra y al cultivo de la tierra oscense!. Claraco conserva el apodo que, con gran honor, llevaba su familia desde siglos, como todas las casa de labranza de Huesca llevaban el suyo!, ya que su auténtico apellido es el de Sauqué.  Llego por la calle de Dormer a la Catedral y allí observo la cultura del hombre, por ejemplo en el arte del altar mayor, esculpido por Damián Forment y por su hija, cuyos bustos, como el de Cajal en el Seminario, se exponen a la contemplación de los visitantes  y de los fieles, que se quedan admirados por la belleza de la hija escultora. Al marchar, otra vez al lado del Seminario me encuentro a un anciano sacerdote, que casi siempre va sólo, como meditando. Me pongo a hablar con él y me llena de frases sagradas, como la siguiente: la Naturaleza inferior de los animales se rige por las leyes de esa Naturaleza, pero a los hombres Dios nos ha hecho libres y la libertad nos hace a unos, creer en Dios y a otros, como a Ramón y Cajal, dudar de El. El Señor nos dio la libertad.

Encierros en Huesca





“Unos Decían que sí y otros decían que no”, pero ¿de qué hablaban?. Y yo respondo en este caso que, de los toros. Es natural porque el toro bravo es tan original, es tan entrañable para los españoles y tan exótico para casi todo el resto del mundo, que las polémicas sobre él y sobre las distintas formas de torearlo, como la lidia a pié, a caballo o las vaquillas, el toro de fuego, el toro ensogado y los encierros, han estado presentes entre nosotros, desde hace muchos años.
En un ejemplar de El Diario de Huesca de Agosto de 1877, se lee: ”Al mágico grito de ¡a los toros!, el  pueblo español se enardece, y unos por lujo, otros por compromiso, algunos por entusiasmo digno de mejor causa, los más empujados por la corriente, todos van, o por mejor decir, todos vamos a la plaza, y con repugnancia o sin ella, contribuimos a sostener los toros, en el íntimo convencimiento de que nada bueno ni útil ha enseñado, enseña ni enseñará el arte de los Pepe Hillo, los Costillares y Montes”.
Pero la polémica da la impresión de que se daba en el mismo corresponsal, pues luego pasa a describir el ambiente de la plaza y el curso de la corrida, cuya belleza parece haber hecho suya.
Aquel 1887 las gentes de Huesca acogieron los toros con más entusiasmo que en otras ocasiones, pues en el año 1886, no se celebraron fiestas profanas por falta de dinero.
En 1912 se derribó la Plaza, que estaba situada en el solar del antiguo convento de San Juan de Jerusalén y hasta 1939 no se edificó la actual.
Huesca se quedó sin coso taurino, pero no podía quedarse sin toros; López Allué nos lo pone en evidencia en su libro”Coplas y más coplas”, sección de El Diario de Huesca, en que comentaba los problemas de la ciudad. López  Allué vivió los toros en la Plaza Vieja que se derribó en 1912 y describe la escena del pueblo acudiendo a la corrida: ”El Coso no era una calle a la hora de la corrida, era un río caudaloso desbordado de alegría”. Nosotros  vivimos cada año esa alegría, pero a través del Coso Bajo, porque el río laurentino que describe el Triso, discurría por el Coso Alto hacia ¨San  Juan, debajo del Actual Museo. En cambio nosotros vamos a los toros por el Coso Bajo, que al terminarse, nos deja frente a frente con la actual Plaza.
Nos cuenta también que “In illo tempore, hoy (refiriéndose al día de San Martín) había vaca ensogada”, pero no sólo “in illo tempore “ se corrieron vacas ensogadas, sino mucho más tarde y leyendo “Coplas y más coplas”, le parece a uno vivir un encierro:”Ante el peligro y el miedo unos y otros se apiñaban y entremezclados corrían y por las rejas trepaban o entraban en los zaguanes o saltaban a las tapias”.
Estas escenas se repitieron en Huesca durante mucho años, pero no sólo con vacas sino también con toros bravos, como hacía constar Mur Ventura en sus “Efemérides oscenses” y como testimonia el  Señor Ferrer del gremio de Carniceros y lleno de vida.
Venía la tradición de tan lejos que el mismo autor cuenta como en 1647 “un día que se corrían toros por las calles de Huesca, se encontró Ruiz de Castilla con un bravo animal que por haber roto la cuerda le persiguió hasta la iglesia de San Pedro el Viejo, tras cuya pila bautismal logró esconderse. A consecuencia del susto contrajo una enfermedad, que le ocasionó la muerte”.
El señor Ruiz de Castilla era catedrático de la Uiversidad, más preparado en su cerebro que en sus piernas, que sí tendrían mejor preparadas sus alumnos.
Preparados para el salto, la escalada por balcones y carreras ante el toro, están  los mozos actuales cuando piden que resurjan los encierros, de los  que algunos dicen que nunca existieron en la capital de Huesca, pero cuando lees las obras de Juan del Triso, parece que está viviendo un encierro de verdad: ”Dichosos tiempos aquellos –que al empezar la “tardada”-subían por San Francisco-corriendo a la desbandada-matracos y señoritos perseguidos por la vaca-elegida entre las “furas” –de Pompién o de Lascasas”.
“¿Y qué solera taurina había en la “redolada”, pues las “dulas “ de los pueblos contaban con vacas bravas y en mi memoria estoy  viendo esas vacas con “tanganas “, que como si fueran galgos en el tiempo de la veda, les colgaban del pescuezo para impedirles correr detrás de niños y abuelos”

sábado, 13 de diciembre de 2025

Huesca y Andalucía









Yo no soy andaluz, soy aragonés, pero sin embargo, me gusta Andalucía y repasando la Historia de Aragón de Juan Utrilla, leo que un geógrafo árabe, a saber el famoso Aludir, describe a Wasqa como “una ciudad de Alandalús, rodeada por dos murallas de piedra y describe a Zaragoza, como la Saracusta árabe, de sobrenombre Albayda o la Blanca, porque sus murallas eran de mármoles blanquísimos que brillaban como la sal gema, siendo la capital de la frontera superior de Alandalús”.
Y esta afirmación se demuestra con la existencia, todavía hoy en día, de la monumental Aljafería, donde se desarrolló una Escuela de Filosofía Islámica, más relacionada con el Islam Oriental que con el de Córdoba. En Huesca todavía se conserva una puerta de herradura, de la antigua Mezquita, convertida en Catedral tras la conquista por los cristianos. Esa puerta de herradura se encuentra en la parte baja de los terrenos catedralicios, cerca de la calle Forment. Don Federico Balaguer me dijo que cerca del claustro viejo, se encontraban bastantes restos arquitectónicos árabes, añadiéndome coloquialmente, que no sabía si quedaban más, porque no había pasado por allí, desde hacía “un siglo”. Añadió que se podría reparar algún resto árabe, como en la Seo de Zaragoza, donde tantos restos musulmanes se han reconstruido. Don Antonio Durán Gudiol decía que poniéndose uno frente a la Catedral, a la derecha vería una torre, que suponía que sería un minarete árabe de la antigua Mezquita de Huesca. También se encuentran monedas árabes y en casa de Escar (Torre Justo), se encontraron vasijas de barro, para atarlas al círculo de una noria, que al girar, las sacaba llenas de agua, que entre otras cosas utilizaban para regar; igualmente se encontraron jarras para servir agua en las comidas, típicamente morunas. En la Catedral de Roda se conservan prendas de tejidos netamente árabes. Los cristianos tenían en Huesca su iglesia mozárabe, donde actualmente se encuentra la de San Pedro el Viejo. Más tarde construyeron una iglesia románica, en cuyo estilo la Provincia de Huesca es muy rica. Huesca estaba en el Norte de la frontera cristiana y la musulmana y así como es muy rica en el estilo románico, Teruel y Zaragoza, lo son en el estilo mudéjar. El arte mudéjar lo practicaban los moriscos, que eran musulmanes y en 1613 fueron expulsados de España. Así como Zaragoza y Teruel están llenas de iglesias y de cubiertas de madera de estilo mudéjar, cuando en otras zonas europeas se desarrollaba el estilo gótico, en Huesca tenemos la participación arquitectónica árabe en la parte alta de la torre del pueblo de Nueno, en la iglesia de Alcubierre, en la de Torralba de Aragón, en la de Montmesa, etc.,etc. En la ermita de la puebla de Castro, hay una techumbre mudéjar y en la Catedral de Barbastro, dicen que salió una de esas pinturas mudéjares.
A lo largo de la Historia se van dando coincidencias entre Andalucía y Aragón, y leyendo al gran aragonés Joaquín Costa, vemos como escribe románticamente que los nombres toponímicos subieron desde Andalucía a Huesca y a Barbastro. ¿Escribía de broma o quería aproximarnos con el parecido entre diversos nombres?.
Huesca y Huescar tienen sus nombres casi iguales, pero además entre los que repoblaron la ciudad granadina, se encontraban numerosos navarros, de tal manera que todavía hoy se escucha en dicha ciudad, a veces, cantar jotas. En Huescar hay una gran devoción a las Santas Nunila y Alodia,nacidas en Adahuesca y martirizadas en Huesca por sus parientes moros. Por los años 824-826 los Banu-Qasi, gobernaban la Barbotania y Huesca, estando emparentados con la estirpe vascona de los Iñiguez, siendo amigos políticos de los Reyes de Pamplona. Echaron los cadáveres en un pozo y como la zona de Navarra y la de Huesca eran una misma región vascongada, luchando juntas por conseguir la independencia, cuando los navarros se enteraron del martirio, fueron rápidamente a buscar al pozo las reliquias, que estaban en una zona dominada por los musulmanes, es decir encima del Mercado de Huesca. Llevaron las reliquias a Leyre, al lado del pueblo aragonés de Tiermas y allí siguen en su mayoría, porque además de llevar restos a Adahuesca, “el conde de Lerín, que era navarro recibió en donación la villa de Huescar, repoblada mayoritariamente por navarros y al tomar posesión, llevó del monasterio de Leire una reliquia de las santas, poniendo bajo su advocación la iglesia reconquistada”. Escribe el padre Tomás Moral: “El apasionamiento y afán de apropiarse las santas para su calendario local, había llevado a los modernos historiadores andaluces a situar el martirio en la propia región andaluza”. Ya el Padre Huesca rechazó la tesis con argumentos convincentes e históricamente comprobables. Don Antonio Durán encontró en el Archivo de la Catedral de Huesca documentos que prueban de un modo irrefutable que las Santas Nunila y Alodia nacieron en Adahuesca y fueron martirizadas en Huesca. El Monasterio de Leyre mantuvo la devoción a dichas santas. No puedo olvidarme de la Ermita de las Mártires, que se encuentra en esta ciudad de Huesca, que habría que arreglar para que los oscenses sigamos yendo todos los días veintiuno de Octubre a venerar y recordar a Nunila y a Alodia. También sería necesario arreglar nuestra colina, donde se encuentran la Ermita y el Cementerio Histórico, donde yace el gran héroe republicano oscense y sus compañeros de Egea de los Caballeros. Todo esto lo cuenta la Historia, pero también lo canta la poesía de Lorca, que dice así: ”Los cien enamorados-duermen para siempre-bajo la tierra seca” y en esta tierra de Huesca, también seca, además de dormir el héroe republicano, hay en Siétamo “un cementerio moruno, sin pared, que nadie sabía que allí estaba, con la única señal de estar rodeado de carrascas, pero sin ningún árbol dentro de él, sin ninguna cruz, pero con las tumbas mirando al sol saliente, como ocurre en el cementerio, también descubierto en Avila, hace poco tiempo”. En 1610 fueron expulsados los moriscos, pero “el rey Don Alfonso el Batallador, en 1125 había ya instalado en Zaragoza y en en San Miguel de Huesca a numerosos mozárabes, traídos por él mismo, en su expedición a tierras levantinas y andaluzas, de la misma forma en que más tarde, a medida que Andalucía iba siendo reconquistada, se iba poblando por aragoneses, navarros y otros, como hemos visto con Huescar. Es curioso como en tal población se cantan todavía jotas, cuyo origen es navarro-aragonés. No somos, por tanto los aragoneses y los andaluces extraños entre nosotros, sino españoles. La mitad de la población hispano-romana-visigoda profesaba ya la religión islámica. Estos musulmanes de origen autóctono y muladíes por tanto, fueron mayoría en la sociedad andalusí. El valenciano Doctor Lliso Genovés afirma “que los convertidos al Islam dieron origen a toda la población musulmana de Huesca”. Por ejemplo Iñigo Arista, navarro-aragonés, tenía un hermanastro que fue rey moro.
Los aragoneses que somos procedentes de la Montaña Pirenáica, somos más lentos en el pensar, somos observadores, vamos con la cabeza baja, pensando y meditando. El andaluz también es filósofo, pero tiene más retórica y más gracia y más larga conversación. Aquí las procesiones son mucho más silenciosas que las andaluzas. Y uno se explica fácilmente la reacción de Blas Infante como contestación a la miseria(ya superada), cuando dijo de Andalucía que era” la tierra más alegre de los hombres más tristes”. La poesía aragonesa no es como la andaluza, sino más triste, pues si se moría una persona, sus familiares se ponían de luto, que algunas veces llevaban hasta el fin de sus días. Eso de poesía triste se explica, en parte, por las letras populares de la Jota, tan cortas, de sólo cuatro versos de ocho sílabas solamente, pero con sentido, como aquella que ya tendrá cerca de cien años y que dice así: ”Para que ponen leones –en la puerta del Congreso- si para robar a España-sobra con los que hay adentro”. Don Antonio Machado decía del cante jondo, que esas coplas “se cantan y se sienten, nacen del corazón, no de la inteligencia, y están más hechas de gritos que de palabras…”
En un diario de Aragón, escribía Don José Manuel Blecua sobre “la ausencia de lirismo y de imaginación en el aragonés, pero con el didactismo, el amor a la norma, a la exactitud, lo ejemplar, lo ético y la claridad” El poeta Rosendo Tello “admite como características de la poesía aragonesa una especial tosquedad en el verso, una ocultación sistemática del sentimiento, descuido formal y un cierto desgarro afectivo”. Para Manuel Pinillos la poesía aragonesa apenas si existe. Es una poesía descriptiva, pero llena de sentimientos encubiertos y como dice Rosendo Tello “con un cierto desgarro afectivo” Así es la poesía, escrita por un hombre de pueblo, llamado Antonio Larraz Barraca, nacido en Loarre, pero que vivió en Siétamo, casado con Joaquina Latre Rodrigo: “El oficio del boyero-es un oficio muy chulo,- toda la semana labran- y el domingo lo primero-lo primero es ir misa-lo segundo es almorzar – y lo tercero es pensar, donde hay que ir-para hacer mal.- Allá en la huerta del Piojo. Hay un alto panizar, - ¡entra royo, entra moreno, que allí os vais a fartar!.-Nos sacamos la baraja- y nos ponemos a jugar. Mora se juega su duro,- pero Labarta un real- y Moreta el pan de alforja-por no llevar capital!.La podemos comparar con otra poesía andaluza: ”Yo iba de peregrina-y me cogiste de la mano-fuimos cortando las flores-que crecen nuevas en Mayo- y me di cuenta enseguida- que ya estaba enamorada”. Después de leer estos versos se comprueba la teoría de Don Antonio Machado, que dice así: ”Es el sabor popular, -que encierra todo el saber:- que es saber sufrir, amar,- morirse y aborrecer”.
Yo tuve una amiga (¿se puede tener un amigo o amiga que no sean humanos?, que era una burreta, del mismo color que tenía Platero, al que Juan Ramón “sacó por el ronzal hasta las puertas de la vida”. Vivía Platera en mi casa ya antes de la Guerra Civil y después de ella. Yo, le ponía con exagerada frecuencia su ronzal, porque con el fin de montarme sobre sus lomos, la llevaba al abrevadero a beber agua; ella bajaba la cuesta despacio, pero cuando la volvía hacia mi casa, emprendía un galope veloz, tanto que en cierta ocasión me caí al suelo, dejándome una señal en mi cabeza y ella se escapó a la era de casa, para comer trigo abundante.
No soy andaluz, pero acaso ¿no siento en mí, como una influencia antigua del medio ambiente de Huesca, que me lleva a identificarme con Al-Andalus?.

Sonaban las campanas de San Pedro el Viejo.-

La víspera de San José, a las siete y media de la tarde, me encaminé a escuchar las Completas gregorianas, que desde hace siglos, los carpin...