sábado, 31 de mayo de 2025

A la una salta la Mula.......




Una de esas mañanas,  en que la Feria divertía al pueblo con sus diversos aparatos de entretenimiento  para los niños,  en  una garita aparecían  unas pequeñas  cañas de pescar, para que los niños entraran  en la aventura de hacerse pescadores.  Del extremo del cordón de la caña, pendía un imán en lugar de un anzuelo y el otro imán, que llevaba el pez artificial en el extremo de su boca, se atraían y los niños y niñas, sacaban a sus manos, el pescado artificial que habían pescado. No se podían comer el pez, pero el dueño de la garita, les compensaba con algún pequeño juguete, que los hacía felices.
Otros muchos puestos de la Feria, divertían a su manera a los niños y los mayores que los acompañaban. Yo mismo era feliz, viendo dar vueltas por las calles y la Plaza Mayor del pueblo, a unos burros auténticos, en los que se   había   montado un jinete en cada uno de ellos.  Yo me sentía feliz, como ellos, al recordar tiempos pasados, en que era yo mismo con mis amigos y hermanos, uno de los que  montábamos en aquella burra torda, que  estaba atada en su pesebre, en la cuadra de mi casa, antes de la Guerra Civil. Después de ella, apareció otra vez en mi casa y siempre estábamos jugando,  ella conmigo y yo con ella. Para poder montarme, la aparejaba  a cualquier hora y la dirigía al abrevadero de la fuente, y ella bebía, si tenía sed, pero como eran tantas las veces que la llevaba a beber, muchas veces se negaba  y empezaba el juego en que ella se divertía conmigo. Una vez en la fuente, se daba media vuelta y emprendía una rápida carrera, que nos llevaba a la era, donde había montones de trigo o de cebada, en los que se saciaba. Al morder hacía un ruido, como de molino,  deshaciendo con sus muelas, los granos de trigo. En una de esas carreras, en que  me llevaba galopando desde la fuente hasta la era, un día me tiró en la cuesta que sube de la fuente a la Plaza Mayor y me dejó una cicatriz, que el Señor Jorge, barbero y practicante durante largos años de  Siétamo, en su barbería, que era el único resto que quedaba de su casa, me curó la herida.  Después, siendo ya mayor,  tuve otra burra, también torda, con que fui por el monte, acompañado por un galgo, a intentar cazar alguna liebre. Por fin  le vendí la burra  a un muchacho de Bierge, que era pastor y que todavía encuentro por las calles de Huesca.
Una de estas mañanas, al levantarme,  me acordé de ambas burras y de aquellos cantos o gritos alegres que hacíamos sonar los niños de Siétamo, cuando jugábamos  a la Pidola o Salto del Burro o de la Mula. Y recordando, volvía a pronunciar algunas palabras, que me causan un respeto,  parecido al litúrgico, decía “A la una anda la mula- a las dos el reloj, a las tres San Andrés, a las cuatro brinco y salto” y por más que estrujaba mi memoria, no me salín más versos. Entonces bajé al Bar y allí le pregunté a Luis Mora, eterno hortelano y tampoco se acordaba de ninguno de aquellos versos que de niños cantábamos, cuando saltábamos el burro o la mula, pero de repente siguió con el verso número cinco y exclamó: “A las cinco el mayor brinco”. Le recordé a Joaquina lo que me pasaba con esas frases y ella, rápidamente me dijo : “ a  las cinco el tío Jacinto”. A las seis: abrevando un “güey”. Esta expresión la dijo con una palabra aragonesa. “A las siete, coge la bota y bebe”, pero ya no se acordó de nada más.  Me acordé,  del juego del Salto del Burro o de la Mula, a que jugábamos en aquellos viejos tiempos  los niños, porque era un juego colectivo,  en el que participábamos todos los del pueblo, no cómo ahora,en que unos se ponen a jugar como pescadores, otros a tirar al blanco con escopetas de aire comprimido. Y el que no tiene dinero, se queda sin jugar. Entonces había mucha pobreza, pero sentido de la justicia ya lo tenían aquellos niños , que sorteaban la plaza de burro o de mula.  Entonces, los niños sin dinero se divertían todos unidos en el mismo juego. El atractivo de aquellos saltos de mulas o de burros, todavía hace sentir la ilusión de los niños por la Naturaleza, porque no faltan jinetes que se monten en los simpáticos burros, que caminan por El Arrabal y por la Plaza Mayor. Seguí preguntando a algunos vecinos de Siétamo, entre otros a las hijas del señor Avelino y me recitaron algunos pasajes que se pronunciaban en el salto de la burra, y algunos ya no eran iguales que aquellos de los que yo recordaba. No me extrañaron aquellas mutaciones de los versos del Salto de la Burra, porque el tiempo fue el origen de aquel juego, tan antiguo. No nos hemos fijado en la belleza de aquellos juegos, como se  fijó, el gran pintor Goya, que pintó   un cuadro, en que unos niños realizan el salto, no sobre una burra, sino sobre otro muchacho, que le ha tocado hacer de burro. El tiempo se ha pasado desde Goya hasta nosotros, pero durante él, se ha saltado sobre el burro por muchos países de mundo y esto se ve, mirando sellos de Correos de Holanda, de Bélgica y de países africanos y americanos. Se ha considerado el juego de los niños, como una actividad  sin valor, pero,  uno siente en su espíritu el valor de aquellos versos improvisados, muchas veces, por los niños, que saltando, desarrollaban sus facultades físicas,  queriendo convertir ese juego en un concierto físico e intelectual, cuidando a los niños de las posibles patadas, que podían recibir en sus saltos.  Saltando y pronunciando  los versos, que en ocasiones ellos mismos pronunciaban, eran solidarios y se divertían.  A Goya, yo creo que le impresionaron la poesía, la sátira, el humor y el amor  de esos niños, que saltaban el Salto del Burro.
Me acuerdo, como antes de empezar nuestros saltos, se echaba  en suerte quien tendría que ejercer de burro. Una vez elegido el burro, que no era humillante, sino que estimulaba al niño a salir de esa situación de asno o de mula, para convertirse en un  caballero, que saltaba sobre las dificultades,  que el mundo nos presentaba. Para ejercer de asno,  tenía que perder su verticalidad, que le permitía contemplar el cielo, para adoptar una postura horizontal,  como la de los animales cuadrúpedos. El que se había de convertir en burro,  para aguantar la marcha de saltos,  unas veces poéticos, otras satíricos,  se inclinaba hacia delante apoyando su curvatura, con los codos en las rodillas, ocultando su cabeza, para evitar accidentes.  
El jugador que le tocó  hacer de asno, se inclinaba  y lo hacía,  para que por encima de él, saltasen  los otros compañeros de juego,  con las piernas abiertas en el aire. Y cada uno acompaña el salto con una corta canción.  El primero dice al saltar sobre su compañero: “A la una anda la mula”. El segundo,  “a las dos el reloj”, cantaba el de Siétamo , pero en otros lugares, gritaban: “ a las dos la coz”. El tercero,   gritaba : “ A las tres San Andrés” y el cuarto gritaba: “ a las cuatro brinco y salto”, mientras en otros pueblos : “tres saltitos de San Andrés, daré y no me quedaré” . El quinto saltarín,  como me dijo Luis Moreta, el hortelano de Siétamo: “ A las cinco el mayor brinco”, o  “a las cinco doy un brinco”, exclamaban, en otros lugares.  Este salto, lo califican de el mejor, porque no tiene que apoyar las manos. En el sexto salto el  saltador,  anunciaba : ”a las seis,  salto del rey”.
Durante todo el juego, se ve como los saltarines, quieren ejecutar varias habilidades  a la vez,  pues este salto han de hacerlo, apoyándose  con una sola mano, porque dice:  “A las siete coge la mula y vete”. Una mano ha de tenerla preparada para sujetar a la mula y la otra ha de atender el perfecto apoyo de su cuerpo, cuando salta. El octavo salto resulta más difícil todavía,  porque el saltador dice:  “a las ocho, comemos bizcocho”, porque después de saltar apoyado con las dos manos, ha de llevárselas a la boca. En el salto número nueve, exclama el niño:” a las nueve no te mueves”, “a las nueve, papas al nene”. En el último  salto  “a  las diez, echo a correr”, porque tenía que hacer una carrera larga.  
He aprendido estos días que a este juego recordado por mí, lo llamaban además del salto del burro o de la mula, con la palabra  castellana, Pidola, de origen latino.
Como hemos visto este juego es tradicional, que consiste en saltar los jugadores, por encima de un compañero que hace el papel de un burro o una mula. Este muchacho, que hace de sostén del peso de todos su compañeros,  ha de doblar la cintura y esconder su cabeza entre las manos. En tanto los que han de saltar, forman una fila para saltar por encima del que hace de potro. Cuando saltaban,  apoyaban sus manos en la espalda del jugador que hace de potro, y abrían ampliamente sus piernas, para que al pasar por encima de su compañero,  no le dieran golpes en su cabeza. La humillación  entre los que saltaban y el que hacía de potro, no se imponía, sino que se sorteaba. Antes de dicho potro, se trazaba una raya en el suelo, que no debían pisar los que se lanzasen a saltar. El que pisaba la raya, había perdido y tenía que sustituir al potro, que había cumplido su misión y el que quedaba liberado,  pasaba a la cola de los saltadores. Si nadie  faltaba a las normas del juego, se aumentaba la distancia de la raya. Este juego, no sólo existe de esta forma, sino que hay variedades, como una que recuerdo, en que se ponía un niño, con la cabeza frente a una pared y sobre él, saltando,  se colocaban otros, que sentían la necesidad de colocar un  potro más, detrás del primero, pero a veces se cargaban tanto los potros, que aquella muchedumbre de niños,  acababa en el suelo. ¿ No sería este juego un aviso a los niños, de las dificultades que les iba a traer la vida para vivir, sin caer  y encontrarse revolcados por el suelo?.

 Pero en California , hacían las carreras más largas que se hacían en mi pueblo, pues un grupo de estudiantes, prolongaban el juego y hacía tan largas las carreras, que en una ocasión, estuvieron más de diez días, llegando a recorrer con sus carreras más de ciento seis kilómetros. No sé si este éxito deportivo fué hace años o ha tenido lugar uno de estos años, que me parece más creíble, porque el mundo se está lanzando a la conquista de la luna, que no logrará con el Juego de la Mula, pero, sin embargo la voluntad que ponen en correr kilómetros y kilómetros, les encienden su voluntad de alcanzar el espacio, con una poderosa Mula Mecánica.

viernes, 30 de mayo de 2025

FURTAPERAS


 



Migalón era de una aldea que estaba situada cerca de Graus. Se le había escapado una cabra, porque se la había espantado un perro y no sabía hacia donde había dirigido sus pasos. La cabra siempre tira al monte, pero al niño le gustaba ir hacia aquellos lugares donde podía encontrar personas.
Llegó a las afueras de un pequeño pueblo y sobre las tapias de un huerto, vio colgar de las ramas unas “peras de agua”, tan tentadoras para él, como las manzanas fueron para Eva. Tenía sed y subió a las bardas de la tapia, escalando por las juntas de las piedras y después de meterse bien las faldetas de la camisa de cáñamo, dejando holgura suficiente como para formar un poco de bolsa, se apretó la correa. Se soltó el botón de la tireta del cuello y el otro de más abajo y empezó a embolsar peras con una mano, mientras con la otra se llevaba una a la boca. De repente oyó el grito de una mujer que exclamaba ¡furtaperas! y vió como un hombre se dirigía rápido hacia él con una “forca” en la mano. Brincó de la pared, con la misma rapidez con que lo había hecho la cabra al ser atacada por el perro. Echó a correr y para poder hacerlo más deprisa, se iba sacando la faldeta de la camisa, con lo que iba sembrando de peras el camino y aligerando su peso. Ahora no era sólo la mujer la que gritaba, se habían añadido el hombre y los hijos, formando un coro que sonaba ¡furtaperas, furtaperas!.
A él le dolía este insulto y sintió no haber encontrado la cabra para compensar de algún modo las peras con un cuenco de leche para los niños de sus agresores. ¡Cuántas veces cuando cuidaba sus cabras había ofrecido un trago a los caminantes!. Porque Migalón no iba al escuela, sino que se dedicaba a cuidar cuatro cabras y algunos corderos, pues su padre estaba sirviendo y él no podía permitirse el lujo de estudiar.
Cuando estuvo lo bastante lejos del huerto como para considerarse libre de sus dueños, se le planteó el dilema de volver a su casa sin cabra o de seguir su odisea. Además  ¡cualquiera volvía a pasar por el pueblo de las peras!.Ante esta última reflexión, decidió seguir caminando hacia abajo. Al caer la noche se metió a dormir en una caseta de campo, aunque no pudo hacerlo a gusto porque una lechuza le estuvo chistando toda la noche. Al salir el sol los pájaros cantaban de alegría, pero a él se le saltaban las lágrimas de tristeza. Siguió caminando y desde un tozal, al que se subió a ver si localizaba la cabra, divisó un pueblo muy grande, del subían al cielo cohetes que causaban un gran estruendo. Era Graus. Allí se dirigió. Aquello no era un pueblo, era una pequeña ciudad, que ardía en fiestas en sus calles. El lo miraba todo con ojos atónitos y tal vez por verlo tan solo, unas mocetas le dieron un trago de vino. Esto lo reconfortó y recorrió todo Graus, vio los danzantes, la Virgen de la Peña etc., pero aquella Plaza con esos pórticos, le pareció la más  bella del mundo. Claro que él no había visto mundo y malamente podía haber visto otra mejor. Si que había tenido ocasión de observar pinturas murales románicas en algunas ermitas, pero al lado de esas alegorías neoclásicas le parecían monigotes.
Cuando más ensimismado y admirado deambulaba, vio un muñeco colgado al que hacían dar más vueltas que una reinadera, al mismo tiempo que gritaba la chiquillería ¡furtaperas,furtaperas!. No sabía si aquellos gritos se los dirigían al muñeco o a él. No tuvo tiempo de dilucidarlo, porque echó a correr y no paró hasta que habiendo pasado el puente de la carretera que va a Capella, estuvo ya lejos de Graus.
Se volvía a hacer de noche y sobre un altozano divisó una ermita con un porche delante. Allí  se dirigió. Atados a una carrascas que alrededor de la ermita les daban sombra, había cinco burros. Al llegar hasta ellos, apareció la dueña, mujer de aspecto tan rústico como una pastora de su pueblo con la que se juntaba algunas veces en el monte. El le daba media sardina y ella le daba olivas. Por eso no le causó miedo la dueña de los burros someros. ¿Qué haces por aquí?, le preguntó a Migalón que no había mentido nunca, pero en esta ocasión lo hizo, obligado por las circunstancias, diciendo: es que sabe, se murieron mis padres y como no tengo familia, voy solo por el mundo. Y ¿qué comes?, le volvió a preguntar la buena mujer. Pues mire, según el tiempo, ahora se encuentra peras por ahí. Al nombrar las peras se le hizo un nudo en la garganta. ¡Ala, pues vente conmigo! Y ahora come algo, pues te veo algo desvalido; al tiempo que lo decía, sacó de la alforja un pan, unas nueces y unos higos. Casca esas nueces, le dijo. Abrió los higos y metió dentro el fruto que Migalón había cascado. Cenaron tan frugal cena como los propios  ángeles; ella se echó un trago de cazalla y a él le dio un trago de vino. De repente, desde donde estaban los burros oyó el llanto, no sabía si de uno o de dos niños. Efectivamente, corrió la mujer y de unas “argaderas”, sacó dos angelicos iguales. ¡Vete a buscar agua!, le dijo a Migalón, mientras le daba un puchero de barro. Bajó al río, subió con el agua y aquella mujer y aquel niño se dieron cuenta de que se necesitaban. Encendieron fuego, prepararon unas sopas bien aceitadas para los gemelos y ¡a dormir!. Bien de mañanas, después de “reprensar” la reata con un poco de paja, la aparejaron y ¡en marcha!.Aquella mujer le contó que era viuda y que se dedicaba a subir aceite de la Ribagorza, donde se criaba el olivo, a la Ribagorza Alta, hasta Pont de Suert. Allí cobraba en dinero o en quesos y volvía a bajar. El pobre Migalón quedó más compenetrado con la Ramona, pues su manera de obrar coincidía con su criterio de cambiar peras por leche y sardinas por olivas. El no era un furtaperas.
Con tan buena maestra se hizo comerciante y se quedó en Francia. Es el tributo de la emigración que Ribagorza ha tenido que pagar siempre. No cuento la vida de Migalón hasta que se hizo rico, porque este cuento se convertiría en una novela.
Como la sangre no es agua, nuestro héroe ya mayor y con dinero, volvió a su pueblo. Conoció a sus cuñadas y a sus sobrinos y sobrinas. El no se hacía a aquella vida tan pobre y decidió marchar otra vez.
Y “cuan ya s’en iba,a su tío, le ba di la moceta, su sobrina :”Compreme una craba pa yo, que m’en iré a bendé la leche a Graus”. “Y su tío la i va bacomprá  el día que s’en iba.y como la moceta iba dicho en casa:”m’en iré a bendé la leche a Graus”, ban pensá  su padre y agüelo: ”la de totas las crabas podría i a bendé esta moceta, mos tocarían buenos dinés”. Y la moceta ba di entonces:”Y a yo,¨que me darán de llevala?”.
Marieta se llamaba la sobrina de Migalón. En un libro de Don Manuel Alvar está  su aventura, en ribagorzano. Han podido comprobar las cualidades para el comercio de Marieta, pero le pasó como a la lechera del cuento ¡qué fracasó!.
Su tío triunfó porque se fué de su tierra.
Los ribagorzanos son emprendedores, no “furtan” nada. A ellos es a quienes les “furtan” el agua. Esta siempre ha bajado de arriba abajo y a la Ribagorza no le sabe malo que la aprovechen los demás, pero piensan como Migalón, que quería compensar las peras con leche, las sardinas con olivas y las nueces de la arriera con trabajo. Piensan que según esa regla de tres,sus pantanos debían ser compensados con energía barata y con industrias cerca de las centrales. El pobre Migalón se fue a Francia por Pont de Suert y al volver a su pueblo hubiera deseado hacerlo por el túnel de Benasque .
¿A quien representa ese muñeco que en Graus llaman el “furtaperas”?.Desde luego que no a ningún ribagorzano.

El hombre del acordeón





El hombre, caballero en su caballo, se sentía más seguro de sí mismo y los hombres de a pié le admiraban; envidiaban la  figura compuesta de caballero y cuadrúpedo y aspiraban a escalar una montura por medio de un estribo. La figura del équite llegó a mitificarse por medio del centauro, formando de dos seres, completamente uno sólo.

Algo parecido ha ocurrido con los automóviles, que han emborrachado a los hombres de supuesto prestigio y velocidad. Este afán de celeridad lo plasmaron los clásicos en el caballo volador Pegaso, que llevaba alas en sus patas y por medio de los “comics” y de la televisión se idealiza, ahora, en los vehículos del espacio. De la misma forma que el centauro sintetiza al hombre y a la bestia, el superman se convierte en una síntesis de ¿hombre? y vehículo supersónico.

Hoy, al ver al hombre del acordeón, he reflexionado sobre la simbiosis y he llegado a la conclusión de que, la vida en común de un  hombre con su acordeón, no es supersónica, pero sí más bella, más humana y como sónica, más biensonante que la del automóvil o la motocicleta con su conductor.

La palabra simbiosis lleva aparejada la unión de dos seres vivios, en este caso el hombre y el acordeón, pero alguien dirá que este instrumento no es un ser vivo. Tiene razón el que en ello repara, pero atalajado y abrazado al pecho del hombre o de María Jesús, la de los pajaritos, oprimidas sus teclas “por la mano de nieve”, como diría Bécquer, que sabe arrancarle sus notas, se convierte en algo vivo.

A mí  contemplar al “hombre del acordeón” me producía tristeza. Era como la convivencia de dos personas que no se comprenden. Pulsaba las teclas el hombre y no surgían armoniosas las notas, no volaba los aires una melodía que hiciera pararse a los viandantes a escucharla. Les daba pena y seguían su camino, pero no todo era incomprensión porque había quien admiraba el amor del hombre a su acordeón, eternamente abrazada. Los camareros de un bar lo animaban y lo mimaban.

Seguían brotando torpes los aires del fuelle por las lengüetas sonoras, pero al “hombre del acordeón” le sonaban como aspergios de los pajaritos de María Jesús.

Hoy lo he visto sonreír,  más seguro de sí mismo, de la misma forma que al jinete, caballero en su caballo.

Ya no me suena plañidera el acordeón al contemplar la feliz y terapéutica fusión del instrumento con el hombre de las notas tristes.

Pero este año de 2004, se ha abrazado mi nieta a un acordeón y la hace sonar bellos sonidos. Al “hombre del acordeón” le han atacado desgracias y disgustos y se abrazó al acordeón buscando el diálogo con la música para consolarse de sus desgracias y recibir algún donativo, al hacer sonar la música en la calle. Mi nieta Belén interpreta las partituras musicales en  el Conservatorio de un modo simultáneo al estudio de las asignaturas en la Escuela. Se abraza al acordeón con su amor al arte y se acuerda de haber visto al “hombre del acordeón” en la calle y le dedica algún recuerdo con su acordeón sonoro.

miércoles, 28 de mayo de 2025

“Stabat Mater…”

 

                  


Yo tengo en mi casa heredada de mis antiguos viejos, una imagen de la Virgen Dolorosa y la prisa y la prosa de la vida han hecho que pasara a su vera muchas veces, sin mirarla.

Siete puñales clavados soportan su corazón y lágrimas que no salen de sus ojos por haber llorado tanto, los tiene rojizos, tristes, a punto de llorar sangre, por la sangre derramada de su Hijo, en su Pasión y en su muerte. Cuando vienen mis sobrinos y otros niños  a sus juegos infantiles con los míos, se impresionan y preguntan y se inquietan y al fin confiesan amor a la Virgen Dolorosa. Al ver la impresión que causa a los viejos y a los niños,  al llegar Semana Santa, le rezo un Ave María por las personas que sufren. Otras veces me pregunto si avanzado el siglo veinte, no resulta folklórico, tener esa triste imagen.

Pero hay hechos que a diario los padecen gentes buenas de las que nadie se acuerda y los que alcanzaron fama como Paquirri y Pantoja; pero sientes recordando que la vida sigue siendo como un valle de lágrimas. ¿No habéis visto la pasión que ha sufrido el gran torero,  que le ha llevado a la muerte?. Me he acordado de   Virgen cuando estaba “juxta crucem lacrimosa”, al ver a Isabel Pantoja junto a la tumba llorosa del hombre, que tanto amaba.

Dice el canto litúrgico de la Virgen Dolorosa: “atendite et videte si est dolor sicut dolor meus”  (atended y mirad si existe algún dolor, como el mío) , pero al ver a la Pantoja que a su boda con Paqurri fue llevada por  seis blanquísimas yeguas blancas como la nieve pura, al ver, digo a la Pantoja toda vestida de negro, transida por el dolor de multitud de puñales dentro de su corazón, he visto una nueva Pasión, con un dolor semejante al de la Virgen que tengo heredada de mis padres.

¿Es folklórica mi Virgen? Las escenas de la muerte de un torero tan sereno, de una mujer tan suficiente y de un pueblo, que vive en el siglo veinte, tal vez sean folklóricas como la Virgen que tengo. Sigue existiendo el dolor, sigue existiendo el toreo y sigue existiendo un pueblo, que siente como sintieron sus padres y sus abuelos. Voy a seguir conservando a mi Virgen Dolorosa, que ha actualizado la folklórica, la triste Isabel Pantoja.

martes, 27 de mayo de 2025

El Doctor Tordesillas y los caballos




En el mes de Agosto de 1978, en mi artículo “El ballet de los caballos”, antepuse el verso antiguo y bello, que así se expresa: “Ay, cuanto de dolor- Está presente - Al infante valiente,- a hombres y caballos – Juntamente”. El antiguo poeta vivió el dolor que pasaban, hombres y caballos, juntamente. Ahora, unas veces juntamente y otras separadamente, el Doctor Tordesillas, sufre los dolores de su caballo y los de sus clientes, pero no puede disimular el gozo que le produce, montar a su caballo, como escribo en mi artículo “El ballet de los Caballos”, en el que digo: “La compenetración entre dos seres vivos (caballo y caballero), para mí, constituye una amistad muchas veces superior a la que existe entre dos personas”. En la arena de la Plaza de Toros, el caballo con el caballero se unen para defenderse de las acometidas del toro bravo, que en un ballet trágico, puede provocarse una muerte, o del caballo, del caballero o del toro. Y digo: “Hasta el caballo tiene elegancia y coquetería, arqueando el cuello y la cola, con las crines trenzadas”.
Pero el Doctor Tordesillas  no amaba el trato que le dan en su pueblo de origen, a saber Tordesillas, en la provincia de Valladolid, a un toro,  que es sacrificado por el pueblo, porque respeta “El Juramento Hipocrático”. Este Juramento es un catecismo del ejercicio de la Medicina, que ha sido respetado por el Universo a través de cien generaciones En este Juramento, consideraba, ante todo, a su Maestro en el Arte y se comprometía a transmitirles las ordenanzas. Dice dicho Juramento: “Para el tratamiento me inspiraré en el bien de los enfermos, en lo que yo pueda y sepa, jamás en daño suyo ni con mala intención”. Y en el Capítulo 5, dice :”Pura y santamente viviré y ejerceré mi arte”. Este Juramento de Hipócrates en favor del tratamiento amoroso a las personas, el Doctor Tordesillas lo extendía a los caballos, que con su nombre, forman con el hombre la unidad de “los caballeros”.
Hoy día “van desapareciendo nuestros compañeros de vivencia cósmica, es decir los caballos y ya podemos poner nuestras barbas a remojar”.
Pero el Doctor Tordesillas trabaja por la mañana en un gran Hospital y por la tarde en su más pequeña clínica y escasamente dispone de tiempo para convivir con su caballo, pero los días de fiesta, jinete en su caballo, va recorriendo el mundo, acompañado por sus amigos los caballeros y los caballos, por las cabañas y caminos, donde retorna a los viejos tiempos cósmicos, en que retorna a la felicidad.
Hoy he tenido la dicha de ver y conversar con el Doctor Don Carlos Tordesillas, en mi pueblo, Siétamo, en la entrada del huerto de mi abuelo, que constituyó un retorno hacia un pasado, donde era posible la convivencia, ¡de hombres y caballos ¡juntamente!.

“Cien años de amor y Cien años de soledad” de García Márquez.-




Estoy leyendo “Cien años de soledad” del hispano-americano Gabriel García Márquez, que habla de la soledad inmensa que pasó José Arcadio Buendía en el pueblo de Macondo, por él fundado. Hoy, día 7 de marzo del año 2007, he ido a visitar a Emilio Castelar a la Residencia  de Ancianos en que se ha retirado y allí recuerda y piensa en todos los acontecimientos de su vida. ¡Dios mío, qué vida tan larga! y vivida unas veces en medio de luchas y de guerras, otras acompañada por la paz y siempre luchando por ganarse la vida por medio del trabajo. Gozó y sufrió, pero ahora que ha cumplido noventa y seis años, se acuerda de la felicidad que le produjo el amor que compartió con Isabel Cativiela, con la que se casó el año de mil novecientos cuarenta y seis.

Es un hombre de una gran cultura y de una memoria extraordinaria, como demuestra recitando en latín y sin leerlos, varios textos clásicos de autores del Imperio Romano, que aprendió estudiando en el Seminario de Huesca, en compañía, entre otros  del cura de Siétamo, Don Alejandro Tricas, muerto hace poco tiempo con cerca de cien años de vida. Se acuerda de aquel Seminario Tridentino o de Trento, como él lo llamaba, diciéndome que se levantaban a las seis de la mañana. Su padre, según él mismo cuenta tenía algunas  ideas  volterianas y su madre era profundamente religiosa. Al dejar la carrera eclesiástica, se hizo Maestro Nacional y todavía yo me acuerdo de cuando estuvo ejerciendo como tal en el vecino pueblo de Siétamo, Alcalá del Obispo.

En el pueblo de Macondo, el Coronel Aureliano Buendía “como le había ocurrido durante la guerra con la muerte de sus mejores amigos, no experimentaba un sentimiento de pesar, sino una rabia ciega y sin dirección, una extenuante impotencia” y también había sacerdote en el pueblo de Macondo, porque como escribe García Márquez: ”llegó hasta denunciar la complicidad del Padre Antonio Isabel, por haber marcado a sus hijos con ceniza indeleble para que fueran sacrificados por sus enemigos. El decrépito sacerdote…apareció una tarde en la  casa con el tazón donde preparaba las cenizas del Miércoles…para demostrar que se quitaban con agua”.

Emilio Castelar tuvo un hermano militar,  al que conocí en el despacho de Don José Porta en su Fábrica de Harinas, pero también a él le llegaron las fechas de la Guerra Civil y por la ventana de su habitación, señalaba el Salto de Roldán, donde murió un amigo suyo, que no sé si estaba con unos o con otros. Es que en la guerra, a las personas les ocurre lo que le pasaba al Coronel Aureliano Buendía, que “no experimentaba un sentimiento de pesar, sino una rabia ciega y sin dirección, una extenuante impotencia”

Otro amigo suyo, como José María Trisán de Fañanás, en aquellos días de lucha, rescató de mi casa los viejos papeles, de bodas y de infanzonías.

Había más cultura, aunque no generalizada en España que en el Pueblo de Macondo, donde a causa de esa falta de cultura, todavía siguen luchando los pobres hispano americanos por alcanzar la Justicia. Aquí Emilio además de conocer el latín, se hizo Maestro y estableció una Academia, en la entrada del Campo de Fútbol de Villa Isabel, campo que fue de su esposa Isabel Cativiela. La conoció viéndola caminar por la calle y le escribió una carta pidiéndole su mano, que ella al ver las cualidades de su futuro esposo, aceptó.

Así como la esposa de Aureliano Buendía, llamada Ursula :”desafía el Tiempo por su longevidad”, pues parece ser que su vida pasó de los cien años, la esposa de Emilio Castelar  vivió muchos años , pero no tantos como Úrsula y se murió hace muy poco tiempo ,dejándolo sólo. Y ¡cómo lo siente el viudo! , que siempre que lo veo, se lamenta de su ausencia, pues  no solo estaba enamorado ,sino que lo sigue estando, porque al contemplar su habitación,  la ves presidida por  un cuadro de considerable tamaño, en el que se encuentran el padre de Isabel y  su madre; él está sentado con un gran sombrero y un abrigo levítico, en tanto que la madre viste un hermoso vestido oscuro que le llega hasta el suelo y sobre su cabeza luce un sombrero con grandes plumas, que se inclinan hacia los lados. Su madre fue Maestra Nacional en Siétamo, donde Isabel conoció a mi difunta hermana Mariví, con la que se bañaba en el entonces chalet de la Huerta del Conde, en una bañera interior de cinc y que calentaba el agua en el exterior, en una pila de piedra. El padre con aspecto de conquistador español de las Américas, se marchó a Buenos Aires a los catorce años de edad y estuvo de aprendiz en un gran comercio, en el que dormía por las noches, igual que Don Pablo Artero, me dijo que lo hacía en el más tarde comercio de su propiedad, como acabó siendo del señor Cativiela el comercio de Buenos Aires.

 Su amor le dura, porque todos los días, por la tarde se va con una sobrina que lo quiere mucho, a ver en la Residencia de Chimillas a una hermana de Isabel y en sus conversaciones la recuerda y la sigue amando. Hoy al mirar por la ventana de su habitación,  además de verse el Salto de Roldán, se veía la Sierra de Guara toda blanca, porque ayer cayó la nieve sobre ella. Al verla Emilio,  le parecía que Isabel había estado en la Sierra, atraída por el color blanco que marcó todos los días de su vida.       

Macondo vivió cien años de soledad y me parece que Emilio Castelar va a vivir más de cien años, acordándose del amor que se profesaban con  Isabel  Cativiela.

domingo, 25 de mayo de 2025

Cados

 

                             


                                         

Acabo de mirar en el diccionario manual de la lengua castellana, la palabra cado. No la encuentro y si usted la pronuncia, fuera de Aragón, no sabrán lo que quiere decir. Si la miramos en otros diccionarios, la encontraremos con el significado de madriguera y en alguno especifica que cado es aragonesismo.

Nosotros llamamos cado a la madriguera de los conejos, donde acuden los  huronadores  con “o forín”, para hacerlos salir, esperándolos con una red que los aprisiona y enreda o con la escopeta, los mata. Yo encuentro cruel esta práctica, aunque me parece justificada cuando los conejos se convierten en plaga para el campo, como lo son los franceses para la Sierra de Guara (según dice alguno) y cuando los conejos se unen para repoblar estos lugares.

Pero con la palabra cado no se acaba nuestro léxico aragonés, relativo a los refugios cunícolas, porque tenemos la palabra doliquera. ¿Qué diferencia existe entre ambas denominaciones?. El cado es la madriguera de otros animales, como tejones o un conjunto de grietas en las rocas areniscas, que aprovecha el conejo para encadarse. La doliquera  se la construye el mismo conejo en la tierra y consiste en un pasillo en cuyo término hay una zona más ancha y redonda donde pare la coneja y cría sus gazapos. El hecho de encadarse no es propio, únicamente de los conejos.

El bebedor se encada en el bar, el delincuente tiene cados que algunos llaman pisos francos  y hay mujeriegos que conocen pisos francos y hay mujeriegos que conocen magníficos cados de bellas mujeres, unos más ocultos que otros. Hay cados para todos como Vds. Habrán oído de boca de los campesinos, que dicen : esa casa es un cado de ratas, aquella es un cado de alcahuetas y ¿por qué no decirlo?. Hay casas que son un cado de m…..

A mí, me dan pena las doliqueras porque al estar excavadas en tierra deleznable son atacadas por los jabalíes, que se comen a los pobres gazapos. Donde aumenta el jabalí, disminuyen los conejos.

Entre los hombres hay jabalíes, qué sin colmillos, navajas o “cartirons”, que también atacan a los niños metiéndolos en el mudo de la droga, de la que existen tantos cados.

sábado, 24 de mayo de 2025

La zurriaga, las mulas y el vino.


                                                       

Me regaló mi amigo y vecino de Siétamo, Fernando Bruis, ya difunto, la fotografía de un carromatero de Junzano, que con “a zurriaga” colgada de su cuello, conducía, no un coche, sino un carro tirado por una mula, un caballo y un enorme burro como delantero, Aquel carromatero lo conocí en Alcalá del Obispo y al recordarle su actividad, se sintió feliz, pensando en los kilómetros de carretera que recorría con el carro arrastrado por mulas ,asnos y caballos, donde tenía que echar algún trago de vino, de aquel que llevaba en unos toneles , desde Torres de Montes a la República francesa.

El hecho de que estas escenas se estaban acabando en esta tierra y que precisamente la foto estaba tomada en la carretera N-240, que pasa por Siétamo, en la parte conocida como Avenida de San José, delante del Mesón de Casa Calvo, me movió a enmarcar dicha fotografía y a colgarla en una pared de la escalera de mi casa. Lo mismo hizo el comerciante, hijo de Borau de Torres, que era el vinatero, que a Francia le vendía el vino del Somontano, pues colgó un periódico con la foto del carro con su conductor de Junzano, en el Restaurante que inauguró en el citado Mesón.

Antes del invento de la rueda, las mercancías se transportaban a carga sobre los lomos de las caballerías, luego se depositaban en una especie de trineo, que se arrastraba directamente por el suelo y este hecho que suena a tiempos prehistóricos, ha sido contemplado por vecinos de Siétamo, e incluso usado por algunos de ellos, cuando enganchaban el “estirazo”, sobre el que sacaban piedras de los campos para limpiarlos de ellas, o, de las canteras para que los “piqueros” tallasen las dovelas de los arcos de las portales de las casas, las piedras que convertían en forma de cruces de las plazas o caminos, los bancos, los altares, los escudos, las pilas de piedra para comer y a veces beber las caballerías, las ovejas y “os tocinos”, las piletas para las gallinas y las piedras de sillería para las fachadas y para los pilares, entre los cuales se levantaban paredes de tierra roja y paja. Yo tuve un estirazo, pero se rompió y ya no lo hevisto más, aunque no puedo olvidarlo.

Yo creo que la aparición del carro, comparado con el estirazo, supuso un mayor adelanto que el que han traído los vehículos de motor con respecto al carro. De la misma forma que hay muchos modelos de coches y camiones, era grande el número de los modelos de carro. Las tartanas eran, con su toldo arqueado, como carros coquetos en los que se exhibía la vanidad de sus dueños,  de la misma forma que hoy se “farda” con últimos modelos de automóviles. El motor siempre era delantero y de la misma forma que hoy puede ser de gasolina o de gasóleo, entonces podía ser de caballo trotón o de mula templada. La canción popular dice o canta: ”Doce cascabeles lleva mi caballo , por la carretera…” y ¡cómo se acuerdan nuestros mayores del sonido de los cascabeles, que les cuelgan del cuello a las caballerías! y que ahora, guardan, llenos de polvo, en las falsas de sus casas. Sería conveniente que alguno de nuestros organismos administrativos, por ejemplo la Diputación Provincial, recogiera para la posteridad y expusiera con dignidad, antes de que sea demasiado tarde, una diligencia, de aquellas que iban a Barbastro o a Panticosa, una galera con ”pugones” y todo, un carro de bueyes, un volquete,  una tartana y uno de cada clase de  aquellos medios de transporte, que los mayores de Siétamo, recuerdan mejor que yo, entre otras razones por haberlos usado, como los usó mi pariente Narbona Almudévar, que en Zaragoza, se le soltó la rueda del carro y lo mató. Yo todavía me acuerdo del carromatero de Junzano, que conducía el carro para llevar vino a Francia, envasado en toneles, colgados en la estructura del vehículo y cuando llegaba a Francia, antes de entrar en  ella, se lo rechazaban en algunas ocasiones por tener un exceso de grados. Claro, que mi amigo de Junzano, hombre inteligente, se los rebajaba echándole agua al vino.  

viernes, 23 de mayo de 2025

Valle del Ara, por Jánovas, hasta Ainsa.-

                  


El río Ara, que corre por el Noreste de España, por el Sobrarbe, de la provincia de Huesca, convierte el Valle por el que pasa, en una de las zonas más bellas del Pirineo. ¡Qué vistas más maravillosas ofrece al que tiene la curiosidad de contemplarlo!. Nace en la vertiente Sur del monte  francés de Vignemale, que alcanza los tres mil doscientos noventa y ocho metros de altura. Se une con el río Arazas, que viene de las Tres Sorores y corre por el Parque Nacional de Ordesa. Pasa por el destruido pueblo de Jánovas, por Lacort y Lavelilla, cuya visión hace llorar,  a veces, a los viajeros, porque esos hermosos pueblos, han sido destruidos  por el hombre. Quisieron crear un pantano a la entrada del Cañón de Jánovas, con el deseo de aprovechar el agua para regar los secanos de la Tierra Baja y para obtener energía eléctrica, pero no pensaron, que había que respetar el Pirineo, para que por su belleza, diera vida a aquellos pueblos,  que serían visitados por los españoles y los europeos, desde su Unión Europea. Los Pirineos son y han sido y tienen que volver a ser un gran País, pues hasta ahora, sólo  han sido víctimas de la separación y del contrabando, al privar a estos terrenos montañosos,  de  un comercio libre, entre ambas vertientes de la Cordillera.

Como escribí en mi artículo “El Pantano de Jánovas”: “en otros tiempos (1950), quisieron levantar dicho Pantano, pero pasaron aquellos tiempos y dicho embalse está, ni siquiera comenzado”. ”¿Devolverán las casas o más bien sus ruinas y las tierras que expropiaron a  aquellas buenas gentes?”. Este verano pasado subí a Lanuza, donde también acabaron con el pueblo, pero han hecho felices a los hijos de Lanuza,  ”que no han perdido tiempo en restaurar sus casas y en convertir el lugar en un centro turístico”. En mi artículo “La reversión de Jánovas”, afirmo: “ En este Valle del Ara, diez pueblos quedaron casi despoblados,  desapareciendo la identidad de aquellas gentes, que habitaban estas zonas, con el escudo de Aragón , erigiendo el Arbol de Sobrarbe, con su identidad, nacida hacía siglos, de los navarro-aragoneses. Se dejaron casi de escuchar jotas, de recordar a Lucien Briet, con las bellas fotografías, que obtuvo en Lavelilla, sus bailes folklóricos, los rituales del Carnaval, llevando figuras de viejos en los hombros, procesión carnavalesca, igual que la siguen haciendo en Torres de Montes, en el Somontano.



Mal trato recibieron los vecinos de esos tres pueblos, pues a la Maestra la sacaron de la Escuela agarrándola por los pelos, en tanto que a los niños los hicieron salir a patadas”. Contaba el valiente Emilio Garcés, que murió el día 17 de Septiembre del año de 2001, como bajaban los maderos, formando las “navatas”, hasta Tortosa. ¿Qué gente!, los del Valle del Ara, que estando limitando con Francia, tenía que llevar, las “navatas”, hasta el Mar Mediterráneo”. Y el año 1950, estuvieron a punto de hacerlos desaparecer.

Los vecinos de Jánovas,  Lacort y Lavelilla,  pintaron en la paredes de sus edificios, ”Jánovas no rebla”, pero la ronda de Boltaña cantaba: “Y aunque han pasado muchos años-no podré nunca olvidar, aquella mañana en que cantaba:”A Jánovas digo adiós,-a Laveliila y Lacort; adiós barquitos hundidos, adiós; mi pobre País, adiós”.”Mi pobre País,  adiós”.

Qué maravilloso es el Valle de Ara, ya que por su parte superior aparece el cielo de Sobrarbe, con los Parques Naturales de Posets-Maladeta, el Parque Natural de Ordesa y el Monte Perdido, y por abajo limita con la Sierra de Guara.”El río Ara de nombre vasco-ibérico, nace en la frontera con Francia, recibe en su orilla derecha el río Arazas, desciende por Bujaruelo, pasa por los pueblos de Torla y de Broto, sigue por Fiscal, Lacort, Lavelilla, Jánovas y Boltaña y desemboca por L´Ainsa en el río Cinca”.

Durante los primeros días de Febrero de esta año de 2012, me han mostrado la Urbe, más antigua y más bella, a orillas del río Ara, donde ese río besa al Cinca. L’Ainsa es el contraste entre Jánovas, Lacort y Lavelilla, porque en la Urbe de L’Ainsa, no podemos hacer otra cosa que acordarnos de la  destrucción de los pueblos, bañados por el río Ara. Al llegar a L’Ainsa, se aparca en una enorme llanura y al bajar hacia el Castillo, los fosos, las murallas, la Iglesia y la Plaza arqueada, mi nieto Luis, halló un coche Ferrarari, y se posó, ante él y le hicieron una fotografía. ¿De quién  era ese soberbio coche?, tal vez de un andorrano, pero más probablemente de un hijo de la Fueva, que se fue al Pirineo Andorrano a buscar el progreso, que habían matado en el Valle del Ara. En aquel paisaje urbano, tan seductor, estaban las gallinas y los gallos  de la Fueva, las vacas rubias y en  pequeños puestos, se servían sabrosos bocadillos, apañados con trufas de color negro, y sabor que encanta al que las consume. Estas trufas las cosechan valiéndose de perros, a los que ya tenían  acostumbrados a cazar liebres y conejos. En los fosos se veían líneas repartidas con material de plástico, para hacer ejercicios caninos. En la pintoresca Plaza, vendían de todo, en puestos repartidos por ella. Allí se exhibían chorizos y longanizas de distintas zonas de la Península, igual que variedades inmensas de quesos .

Me paré en un mostrador, donde un hombre  pequeño de estatura y largo en simpatía, vendía vino y que allí vivía en el número 21. Me empezó hablar  él y yo no pude menos que recordarle la Pasión y casi muerte de Jánovas, Lacort y Lavelilla y él reaccionó con un salto en su interior, porque me dijo “espere, porque le bajo una poesía de Jánovas”. Me dejó allí , sólo, gobernado las garrafas de vino y por cierto, que llegaron unos posibles compradores y estuvimos hablando de sus cualidades, porque era un vino producido en L’Ainsa, No tardó mucho en volver y dejó ante mis ojos, el recuerdo de cincuenta años de dolor y de retraso en Jánovas, Lacort y Lavelilla. Sentí en mí un disgusto enorme y un juramento en trabajar por qué  esa gente del Valle del Ara, en medio de los Montes Pirineos, por los que bajan  los ríos que llenan los pantanos, estaban demostrando una capacidad de creación, que volverán sus paisajes pirenáicos,  en Andorra. Yo he leído mucho sobre el Pantano de Jánovas,pero lo que no podía esperar,que cincuenta años más tarde, en una Feria de L’Ainsa, MANUEL ONCINS BUIL, en la Plaza Mayor, me recitara su poesía ”Jánovas”, que así se expresa:” ¿Qué tendrá este pueblo-que va tan de boca en boca?.¿Què tendrá este pueblo-que vuelve a la gente loca?.Toda España lo conoce- y lo quiere como el agua, para su boca. Aunque lo hayan  derruido, sus gentes sois como rocas. Por el maldito Pantano- las casas dinamitaron  a arrojaron de su pueblo- a quienes tanto lo amaron. –Pueblo de verdes praderas,-y con su colgante puente,- dio cobijo y vida- a su trabajadora gente. De la ribera del Ara- tu fuiste siempre el primero,-y aunque os rompieran las casas-en vuestro corazón leo,-todo el amor que sentís y que apoya el mundo entero.-¡Cuánto me gustan sus gentes!.- ¡Cuánto me gusta este pueblo!.- Las Fiestas que allí se hacían- no se pueden comparar.-Con los borricos, los pollos se ganaban a trotar.-En una percha colgados los guardaba el mayoral- y había que subir a ella-por lo alto el animal.

Antes de llegar aquí,-de a cien metros se salía,-con la albarda del revés- y sin atarle la cincha.-Corriendo iban los borricos con quienes los cabalgaban,- y en un pequeño descuido-en el suelo los tiraban, -luego al reemprender la marcha,-un par  de coces les daban.

Esto era como un Teatro,-siendo actor el animal.- Nacisteis tras de la roca,-gran ejemplo al mundo dais- del amor a vuestro  pueblo–que en el corazón lleváis.-Yo os admiro con mi alma y todo mi corazón,- por luchar como luchais,- al estilo de Aragón.

Dios quiera que pronto vea,- por qué mis día se acaban—ver reconquistado al pueblo,- por quienes tanto lo amaban.-Se espera un día de gloria,- y la tormenta domada,-para volver a Jánovas,- por toda la eternidad.-

Los que perdieron su vida,- por qué al otro mundo fueron,- -un poquito de Jánovas,- se llevaron hasta el cielo.

Con todo cariño: Manel Oncins Buil.

Siempre se ha tenido  a Aragón, fuera de los Pirineos y Cataluña y País  Vasco han sido privilegiadas en su industrialización. ¡Ya vale de que a Aragón se le mantenga separado de Francia y de España!.  Es preciso que Europa se dé cuenta del trato que ha recibido y que por Aragón entre el Tercer Paso desde Africa a Europa, desde Portugal por Madrid  y que desde Valencia a París, se transporten las naranjas y limones, que comuniquen a Europa, la sangre española, con la fuerza que le transmite la Vitamina C.

jueves, 22 de mayo de 2025

Junzano


Junzano, está situado, al lado derecho, mirando al Este, de la carretera que sube de Angüés a Casbas, el pueblo donde ha estado abierto el Monasterio de Nuestra Señora de la Gloria desde el año 1170 al 2004. Su separación de esta ruta, hace que sean pocos los que paren en Junzano a conocerlo. Tiene tan sólo treinta y ocho habitantes, que han poseído las mismas viejas costumbres que los demás pueblos que se asientan por debajo de la Sierra de Guara. Se ha cerrado el Monasterio de Casbas, donde compuso sus poesías Ana Francisca Abarca de Bolea y describió la Venerable y amada Sierra. Ya se encargó el tiempo de cerrar la ermita del siglo XII, en Junzano, de Nuestra Señora de Saliellas, a la que los de Junzano, también llaman la Iglesieta de los Moros. El pueblo no conoce en que época estuvieron cohabitando con los cristianos y les atribuyen la iglesieta, que construyeron, cuando los moros fueron derrotados. Ellos seguían su historia y su vida más o menos dolorosa. No veían, los de Junzano, ningún santo en la iglesieta, pero encontraban sepulturas primitivas, prehistóricas con formas antropológicas y sacaban huesos que creían ser de moros, pero que eran mucho más antiguas. Era igual para sus vidas, porque sólo sabían que el hombre nace y muere. Como mueren también las obras arquitectónicas, lo mismo da que sean romanas o que sean iglesietas románicas. Y esta iglesuela se iba muriendo y los habitantes del pueblo tenían que vivir y diviertirse, jugando a la pelota, pues eran vasco-ibéricos. Para hacer vivir el frontón del pueblo aceleraron la muerte del templo y sacaron las piedras y las transportaron a la Plaza Mayor para levantar el frontón. Lo hicieron y jugaban con gran entusiasmo, pues me dijo ayer, uno de Mayo del 2011, que un amigo suyo llevaba sus manos hinchadas de lanzar y relanzar la pelota contra la pared del frontón. No se ha muerto el frontón, pero en el Alto Aragón se está muriendo el juego de pelota, como ha ocurrido en Junzano. Por desgracia con sus treinta y ocho habitantes está el frontón sin usar.Tienen los junzanenses otra ermita, dedicada a Nuestra Señora de Torrulluala. Aman a esa Virgen con todo su corazón y me cuenta José que en la fachada de la Ermita había un banco de piedra. En ese porche se refugiaban cuando llovía y lo llenaban de gente, además entraron en el grupo una cabra con dos cabritos, un burro y dos perros. Cayó un rayo y murieron todos los animales y ninguna persona. La señora Marieta estaba dentro de la iglesia y contempló a todos los animales muertos y a todas las personas vivas. La señora Marieta murió hace unos cuarenta años largos, pues el que me cuenta este caso, que se llama José Paul, tiene ahora setenta y dos años y decía :me recuerdo de ver a Marieta, unas veces cogiendo almendras y otras trabajar en el huerto. De la Virgen dicen que hay una fuente, a casi un kilómetro, que descubrió un pastor ya antiguo, al que se le moría el ganado de sed. El pastor le pidió de rodillas a la Virgen que le proporcionara agua y esta se le apareció, y le dijo: levanta una piedra, que te saldrá agua, la levantó pero no le salió nada, pero le dijo la Virgen, que después de levantada la tercera piedra, le saldría mucha agua. Así fue y me dijo José Paul, que se ha puesto a beber agua varias veces y nunca le ha hecho ningún daño ni a él ni a nadie. Hay gente que tiene fe y cuando van a la fuente, llenan las garrafas de agua para combatir las enfermedades en la ciudad y dicen que les va muy bien

A esta Virgen parece ser que en otros tiempos se la llevaron, desde algún otro pueblo, pero ella se las arregló para volver a la ermita de Torrolluala. Cuando se ponía a “apedregar”, acudía la gente a pedirle ayuda a la Virgen y ésta, detenía las pedreadas. Otras veces la sacaban para pedirle agua de lluvia, que siempre caía. La llevaban en sus hombros y cantaban:”Virgen de Torrolluala-esperamos que mande agua –para amparo de los trigos- de lo contrario los “agüelos” de hambre se morirían- y los niños, sin culpa lo pagarían”. Una tal Juanita escribía estos versos, los repartía y los iban cantando, en las procesiones, por la calle.

Erminio, un vecino de Siétamo, nacido en Junzano, vivió feliz en este pueblo, donde ha dejado dos hijos, uno de los cuales tiene un niño pequeño y rubio como su madre. Me dijo mi amigo José Buil, de Junzano, que Erminio prometió el regalo de su huerto, a aquel que le proporcionara una buena novia, para casarse. Lo consiguió, se casó con la buena sietamense y le dio el huerto al que le buscó la novia. Ahora, me comunicó José, que más tarde se vendió el huerto que le regaló Erminio.

miércoles, 21 de mayo de 2025

El vino del Monasterio de Casbas








El vino es una bebida sagrada, obtenida por la fermentación del jugo fresco de la uva. Hay que aprender a oler, a mirar y a saborear el vino, incluso no sólo a sentirlo con los sentidos, sino con el espíritu, pues como acabo de decir, con ese vino identificó Cristo su propia sangre. Para respetarnos a nosotros mismos, hemos de respetar al vino, para que su uso nos haga felices. Admiremos su color blanco, rosado, tinto y consideremos si se trata de un vino joven de crianza o un vino viejo para guardar. Pero ese ojo mirando sobre el color del vino, no se debe convertir en un ojo codicioso, un ojo con gran deseo o avidez, que conduce a la borrachera. Ya dice el Eclesiastés: “el vino es como la vida para el hombre, si se le bebiese con medida”. “Con la falta del vino, ¿qué es la vida?; pues él ha sido creado para alegría desde el principio”.”Gozo del corazón y alegría del alma es el vino bebido a su tiempo y proporcionalmente”. Y las monjas del Monasterio de Casbas, leyeron en la Biblia:”Salud es para el alma y para el cuerpo el beber sobrio” y a lo largo del año de su fundación por la Condesa catalana de Pallars, en 1172 y de su cierre, en el año 2004, han procedido las monjas cistercienses a elaborar esa bebida, que les ayudaba a alimentar sus cuerpos y sus espíritus, con la sagrada Comunión. Hace ya años que elaboraban el vino, pero no es extraño porque en Sumeria, en Mesopotamia seis mil o siete mil años antes de Cristo, ya comenzaron a obtenerlo. En Ur de Caldea, se han encontrado unas tablillas de barro, que describen la elaboración del vino, dos mil años antes de Cristo. Las monjas vivían felices consumiendo el vino convertido en la sangre de Cristo y en estimulante para sus cuerpos. Pero, el Señor, después del Diluvio, teniendo a Noé como organizador del Arca, como dice el Génesis, estableció un pacto con los hombres, en que dice “las aguas no servirán más de diluvio para destruir todo mortal; pues aparecerá el arco en las nubes (que debe ser el Arcoiris) y lo veré, recordando el pacto eterno entre Dios y todos los seres vivos, en todo lo animado que existe sobre la tierra”. Y en ese pacto entre el Señor y todos los seres vivos, podrían esos seres vivos faltar al pacto y Noé, dada la debilidad de su naturaleza humana o la ignorancia de lo que era el vino de la viña que empezó a plantar, ”bebiendo el vino se embriagó y quedose desnudo en medio de su tienda”, detalle éste que demuestra como el hombre debe empezar a conocer el vino, oliéndolo, saboreándolo y limitándose a guardar el respeto a las cantidades que se pueden tomar. Pero el Señor no lo castigó por emborracharse, pues esa borrachera fue debida al desconocimiento de Noé de los misterios del vino. No dice nada la Biblia del castigo que el Señor podría haber aplicado a Noé, pero cita la maldición de Noé contra su nieto Canaán, que parece ser no respetó a su antepasado como hicieron Sem y Jafet, que “tomaron el manto y, echándoselo sobre los hombros, caminaron hacia atrás y cubrieron las vergüenzas paternas”. La falta de respeto a la materialidad del vino y a su espiritualidad, unida al poco respeto de los hombres hacia sus cuerpos y hacia sus espíritus, ha creado el malestar de los hombres entre ellos. Noé vivió mejor que nosotros, porque “vivió Noé después del diluvio trescientos cincuenta años y ”luego murió”.

Tucídides, historiador griego, afirmó que “los pueblos del Mediterráneo, empezaron a salir de la barbarie, cuando acudieron a cultivar la aceituna y la uva”. Hace ya unos dos mil setecientos años, los griegos traían el vino a la península ibérica, en ánforas de terracota. Pero después fueron los vinos elaborados en nuestra península y exportados a Roma, también en ánforas. En la Vía Romana, que desde Huesca llevaba a los viajeros a Alquézar, se encuentra el miliar tercero, donde se encuentra el pueblo de Tierz, luego en el Llano Quinto, se encuentran las ruinas del pueblo romano, también llamado Quinto, como el miliar en que se encuentra; en ellas encontré un trozo de ánfora romana, que no sé dónde ha ido a parar. Por esta vía se caminaba con destino a Alquézar, pasando por Siétamo, Angués, Foces, Bacuas y después por Casbas. En el Monasterio se instaló muy primitivamente un lagar, que es el cubo, donde se acumula el zumo fresco de las uvas, introducidas por una ventana y pisándolas sobre las pisaderas, a través de las cuales se filtra el mosto. En ese cubo o lagar debe fermentar ese zumo y al hacerlo, se saca por el laco, que se encuentra en la parte más baja del Lagar. Ya se murieron las viñas conventuales y el lagar se llenó de “enrruenas”, que ahora van limpiando, poco a poco. Pero Joselín Buil, sobrino de la Abadesa del Monasterio de Casbas, Madre María Jesús Buil Aniés, se acuerda de ir a preparar el lagar, a limpiarlo y a colocar las pisaderas. Esto ocurría cuando todavía Joselín era un niño. Ahora tiene unos sesenta y seis años. Ese vino era de una calidad extraordinaria y no se sabe si era por las uvas, cosechadas en sus viñas o por alguna fórmula que se aplicaba al zumo de las uvas. Joselín no se acuerda, pero algo tiene que saber, porque en la casa de la que procede, de San Román de Morrano, siempre han vivido guardas forestales, grandes conocedores de las plantas y de la elaboración de licores a partir de ellas. Yo he conocido el jugo de limón y el de las granadas o minglanas. Saben además elaborar vermuts con plantas que recogen en el monte del Somontano y sus vinos tienen un sabor sagrado. Escribo en el artículo “Señorío de Aniés en San Román de Morrano” ,”que hay otro aspecto que me hace añorar el Monasterio y es que las Madres Cistercienses, preparaban un vino de un sabor, tal vez como el que Cristo mandó preparar en uno de sus milagros. ¿En qué detalles intervendrían las Madres en la elaboración de vinos de tal categoría?. Según Alfonso, con sus ochenta y siete años, hermano de la Madre Abadesa y tío de Joselín, se llevaron el año 2004, la última monja y se perdió el misterio, que hubiera podido ayudar a los altoaragoneses dirigidos por Joaquín Costa, a conservar la sabiduría y la belleza de la Sierra, del Castillo de los señores de Aniés y del Monasterio. Así como en la misa se consume el vino o sangre de Cristo, en el pie de la Sierra de Guara, se bebería el vino de las Monjas de Casbas”.

¿ Se ha perdido el misterioso procedimiento que usaban las Monjas Cistercienses de Casbas, para elaborar ese vino que mantenía la alegría en el Monasterio y en la Comarca de Casbas?. La historia va pasando poco a poco, pues basta leer, lo que más arriba he escrito sobre Noé, que acaba así : “ luego se murió”. El misterio del vino no ha muerto todavía, aunque da tristeza ver el Monasterio abandonado y desde él, se alza sobre un tozal el pueblo donde residía el Señorío de Aniés, pero el vino sigue dando la alegría en algunos corazones de Alfonso Buil Aniés y de su sobrino Joselín Buil, que siempre sonrientes, siguen elaborando vino y licores maravillosos. ¿De dónde sacaron las fórmulas para fabricarlos? ; pensando en la historia del Monasterio, aquellas monjas fabricaban tales bebidas desde hacía siglos y en el pueblo de San Román de Morrano, en la casa donde residieron los Señores de Aniés y nacieron la Abadesa de Casbas Madre María Jesús Buil Aniés y su hermano don Alfonso Buil y también Aniés, tuvieron una vocación por las plantas del Somontano, perteneciendo varios de ellos, al Cuerpo Forestal. El padre de don Alfonso era conocido, ya hará unos cien años, como el “labrador moderno” y conversaba con Joaquín Costa sobre la cría del ganado lanar, de la que consiguió que las ovejas criaran dos corderos. Hace de esto muchos años, pues Alfonso tiene en la actualidad noventa años. Y ¡qué licores elaboran estos apellidados Buil! , pues mantienen la alegría de sus personas y de sus familiares, pues en el desaparecido pueblo de Secorún, en 1880 en la casa de López de Ara, de donde es la esposa de Joselín y de su hermana mayor , casada con el señor Gil, reinaba por la noche la alegría ante la visita de un señor francés, que se intuye traía saludos de un antiguo pariente, es decir del Conde del Bearn. Allí reinaba la alegría, cultivada con la música de guitarras, durante gran parte de la noche. El vino lo subían sobre los lomos de las caballerías, desde San Román de Morrano y desde Bierge. Aquel pueblo desapareció, pero sigue la alegría de la familia de López de Ara, unida a la de los que tienen el apellido francés de los Buil. Estos siguen produciendo sus gustosas bebidas, pues a mí, en mi última visita a la Torre de López de Secorún, me obsequiaron con un vermut, creado por Joselín, que unido a un trozo de queso de Alquézar, me inspiró para escribir estos recuerdos. No queda la vida activa del Monasterio, pero quedan los parientes de la Abadesa María Jesús Buil Aniés, El Señor de Aniés don Alfonso y Joselín , el ayudante hace ya muchos años de su tía la Abadesa, servidor de Dios, eternamente sonriente y que participa en los ritos de la Ermita de la Virgen del Viñedo, a donde a cualquier hora sube, desde Los Molinos de Sipán, incluso a colocar algunas bombillas fundidas por el uso. Alfonso con sus numerosos años, registra constantemente inventos modernos para la Industria, e incluso viaja a Francia. Es también un escritor sentimental, pues narra la despedida de su casa de un viejo matrimonio somontanés. Joselín en su casa natal de Los molinos, llamada Casa del Batán, se acuerda del enorme tamaño de los martillos que golpeaban sobre las telas, movidos por el agua. Dice que tendrían aproximadamente unos sesenta centímetros, en los lados del cubo. Se fueron Alfonso y el padre de Joselín del pie de la Sierra de Guara y su esposa con su hermana y su cuñado Gil, abandonaron obligados por el poder el pueblo de Secorún. A esta familia se le podían dedicar los versos que compuso don Alfonso, pero que no han abandonado del todo, pues han subido a él, a celebrar la beatificación de su tío mártir durante la Guerra Civil. Está ahora situada toda la familia en la Torre de López de Secorún, al lado del camino paralelo a la carretera de Jaca.

Así como los hijos de la ciudad de Ur, en Caldea poseían piezas de barro relatando la obtención del vino, Joselín en la bodega de la Torre de López de Secorún, en Huesca, tiene colgado un mosáico en el que pone: ”Yo sólo bebo de este divino licor,-que da al hombre fuerza y valor.-Y ahora, repetid conmigo: “Señor mío Jesucristo, yo no soy digno de beber agua, habiendo vino”. El último día que acudí a la hermosa Torre de López, me encontré a un hermano del señor Gil, que cortó un bello ramo de flores, para su difunta madre. Pero la Gran Madre de la Historia de Casbas y de Secorún, también parece morirse.

Belleza y salud de los Minerales, que equilibran al hombre



El hombre pertenece a la vida orgánica, pero está influido por  los  minerales,  sin vida móvil  ni  pensativa, ni gozan del placer ni sufren con el dolor. Pero el Creador ha unido, en cierto modo, al hombre dotado de un espíritu,  al que comunica el gozo de las amatistas, de la selenita, del cuarzo blanco y de tantos materiales que  exhiben su belleza.  Esos minerales son adornos de la Naturaleza, a la que embellecen, para gozo de los hombres y mujeres, que se recrean con su contemplación y con  la habilidad y buen gusto de hacer con esos materiales, amuletos no supersticiosos,  sino que adornan la vida de los seres humanos con su estética. Pero no sólo les consuelan con esa estética, sino también  les ayudan a conservar y gozar de la salud, con procedimientos éticos o morales, que impiden el uso de drogas que arrastran esa salud a una catástrofe de la humanidad.  Estoy contemplando el material inorgánico en el puesto que han colocado los dos zaragozanos, en la Plaza Mayor de Siétamo  y me doy cuenta del entusiasmo que manifiesta el público ante  los pedazos de ágata, de calcedonia, de jaspe verde, de selenita, y de tantos otros cuerpos simples, cuyo espíritu está formado por el  sílice. Preguntan a los dos zaragozanos de la misión que el Señor ha dado a cada  producto,  allí expuesto y escucho el agradable sonido de sus palabras, que informan sobre la finalidad equilibrada por su color morado, que tranquiliza  y da equilibrio, paz y sosiego a los usuarios. Y al ver estas escenas y escuchar sus sonidos, me doy cuenta de los efectos positivos de esos falsos amuletos, sobre el zaragozano, conductor de camiones y sobre la zaragozana, que conduce autobuses. Y al escuchar sus palabras de felicidad y de esperanza, dirigidas a los clientes, te das cuenta de la labor tan positiva, que están haciendo en la sociedad. 
Me sitúo en un lado de la garita, donde se exponen tantos amuletos, que equilibran al ser humano; ante mis ojos se exhiben amuletos de ágata, especie de cuarzo, que tienen  la finalidad de equilibrar  con su color morado, tranquilizar, dar paz y sosiego, al que usa tal amuleto. A su lado se encuentra, un llavero de calcedonia, de color azul y de forma redondeada y esta piedra potencia la hermandad y la buena voluntad. El tercer amuleto es de jaspe, que con su ayuda a pensar con rapidez, estimulando la imaginación, para transformar las ideas en acción. ¡Cómo conmueven sus impulsos de la sugilita!, pues redondeada y opaca, ayuda a quienes sufren dolores de cáncer y aleja los impulsos desesperados y presta apoyo amoroso y da energía para curar el cuerpo, la mente y el espíritu. A muchos de estos amuletos se les puede dar diversas formas y algunos pueden ser de variados colores.
Frente a estos amuletos y subidos un poco hacia arriba se ven cuellos o collares de diversas clases de minerales, como de amatista, que es un tranquilizante natural, potenciando la conciencia espiritual. Se llevó puesto este collar contra las tentaciones del alcohol, e incluso contra las de las pasiones físicas. Esisten también los collares de jaspe, que ayudan a pensar con rapidez y facilita el funcionamiento de los órganos digestivos y sexuales.
Estos zaragozanos reparten el bienestar físico y la honradez entre los clientes, que seducidos por la belleza de sus minerales de distintas formas y de muy variados coloridos, acuden a buscar ayuda, que se la dan con gran amabilidad, pues ellos están influidos por la virtudes de los amuletos,  collares y pulseras magnéticas y reparten consejos útiles, que dan felicidad a sus clientes. ¡Cómo obedecen estos zaragozanos la orden de “Amarás a tu prójimo como a tí mismo”.

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