lunes, 27 de octubre de 2025

El reloj de pared



La Fortuna me dio la oportunidad de escuchar a dos amantes, que a pesar de amarse con sus tiernos corazones, daban a la razón la ocasión de crear opiniones y a sus lenguas la de expresar esas mismas opiniones y yo estaba atento a su discusión sobre los relojes de pared o de péndulo. Recordaban, sin duda los viejos relojes que marcaban el tiempo, en sus casas de los pueblos, donde nacieran el uno y el otro y afirmaba uno de ellos, que el armario o caja, que protegía la maquinaría y el péndulo era más delicado que los que ahora se fabrican y el otro exponía su opinión contraria, diciendo que aquellos relojes que traían de Olorón, tenían su nido más sólido que los que ahora les ofrecían en los grandes almacenes. Yo, entre tanto, pensaba que ninguno de los dos relojes, es decir el antiguo de Olorón o el moderno, que ahora nos ofrecen, tiene madera más fuerte que el otro, pues ambas son procedentes de nogales, de robles o de sabinas, en tanto que otras maderas eran simplemente de chopo y cortadas por el carpintero del lugar. Pero, independientemente de la calidad de las tablas, ahora su ensamblaje es más encajado, porque el ebanista que arma tales cajas, dispone, indudablemente, de técnicas más modernas, porque el relojero actual coloca sonerías que recuerdan la música de viejos carillones instalados en lo alto de edificios nobles que presiden grandes plazas, como la de San Marcos de Venecia. Las campanadas de nuestras viejas “fustarazas” son más sobrias y recuerdan en la paz de las casas campesinas el paso de las horas, que sin embargo en la ciudad, cuando queremos recordarlas, ya han pasado. No digamos nada de los segundos, que ya no cuentan en la vida humana, en tanto que en la “sala buena”del casal del pueblo, esos segundos cantan su monótono tic-tac, como si ese casal tuviera corazón. Los relojeros antiguos y modernos se dieron y se dan cuenta del paso del tiempo, pues en muchos relojes de péndulo está escrito: ”Tempus fugit”, el tiempo huye. Pero a pesar de su huida, si que tiene corazón el tiempo, por ejemplo el de un amor que muchos hombres y mujeres transmitieron a las paredes de la casa, con sus láminas de santos, de guerreros y guerrilleros, de antiguas fotos de bodas y bautizos, de fiestas populares y de bailes de jota y el del tic-tac, que como un cordial brota del reloj y que a lomos de mulas trajeron los ancestros de Olorón o de Pau. La viuda o el viudo recordaban al escuchar ese tic-tac, las ahora caricias ausentes y las luchas de sus hijos en las capitales, por vivir y por sacar a los nietos adelante. Aquellas tablas ya sufrieron la injuria del transporte y perdieron su equilibrio por carcomas, desajustes de los muros o alabeos de maderos y de vigas. A veces trajeron solamente la máquina y el carpintero de la aldea fabricó la caja, con aquellos pesados instrumentos o el albañil colocó en un hueco, a modo de alacena, en un rincón de la escalera la esfera, el péndulo y la rueda Catalina, haciéndole el carpintero una puerta, con una ventana esférica, para poder contemplar las saetas y las agujas, que marcaban las horas. Envejeció el reloj del mismo modo que envejecieron los sucesivos habitantes de la casa y hasta esta casa fue conociendo los achaques que el paso de las horas, que el reloj cantaba y contaba, de segundo tras segundo acompañados por su tic-tac sonoro, que parece mentira que tuviera el poder de acumular años y años, que pasan y que pesan y marchitan, como he dicho, a las personas, a las casas y al aparato mismo, que venido de Francia, se cuartea, se ladea y pierde su equilibrio, para, por fin, enmudecer. Yo recuerdo, como también ustedes lo harán, la canción que decía: ”Mi abuelito tenía un reloj de pared, que compró cuando él nació…pero un día el reloj, de tan viejo se paró y con él mi abuelito se murió”. “Tempus fugit” está escrito, como he dicho, en la esfera de numerosos relojes de péndulo y ese mismo reloj demuestra la verdad de tal axioma, porque aquellos relojes, al hacerlos, los pintaban con colores alegres y vivos, unas veces con flores, otras con caballeros y con damas, que soñaban en el amor y hoy sus colores se han vuelto oscuros y descoloridos. Hoy colorean los relojes con barnices, para dar la sensación de que el tiempo no corre y sin embargo, nuestros nietos los verán viejos y sin alegría. Esa huida del tiempo de los viejos, casi ha desaparecido porque están en el camposanto y ya casi nadie se acuerda de ellos, pero tal huída es más notoria para el hombre y la mujer actuales, en que el reloj los tiraniza y ni siquiera les permite dar una pausa a su correr; no damos tiempo al tiempo, no le dan tiempo al hombre, aunque a la gente joven se le da todo un tiempo, que no es acompañado por sones de relojes, sino por ruidos engañosos de máquinas de juego y del tin-tin nefasto resultante del choque del dinero. Todo lo traducimos a dinero por aquello de que el tiempo es oro. Aquellos relojes de pared, para encerrar el reloj de péndulo, se visten de muchas formas y son partidarios del amor. Tal vez, por eso, discutían sobre ellos los dos enamorados y es que fijándose en sus cajas, se da uno cuenta que las hay con unas curvas, que son iguales que las caderas de mujer, en cambio hay otras que poseen una forma rectilínea, como si de hombres se tratara y el ritmo que marcan con su péndulo, acompañado por ese ir y venir, se acompasa al ritmo de los corazones de los hombres y mujeres. ¡Oh Tempora, o mores!,¡oh tiempos, oh, costumbres!, porque en aquellos antiguos tiempos, las costumbres cultivaban el amor y hoy, en estos tiempos, en las calles de las ciudades grandes, los corazones van despendolados. Acompasemos nuestras vidas al ritmo que nos marca el tiempo y no pensemos que a la muerte nos conduce, porque no existiendo para Dios ni pasado ni futuro, porque para El, todo está presente, nos haremos presentes eternamente. Leyendo, conversando y meditando al compás de nuestros viejos relojes de pared, nos sentiremos acompañados en el camino que nos conduce a un presente inacabable.

domingo, 26 de octubre de 2025

El pelo



Caminaba yo por la calle y llevaba  en mi cabeza una pelambrera, en lugar de un buen pelo y al pasar por una peluquería pensé: más valdría que aprovechara la ocasión para esquilarme, ya que aquí hay un peluquero que es capaz de cortarle los pelos al diablo y si así sigo, luego me saldrán pelos en el corazón.
Entré en dicho establecimiento y el artista de los cabellos me saludó con gran amabilidad y cuando acabó de rasurar a un cliente, empezó a hacerlo conmigo, al mismo tiempo que preguntaba si yo había sido rubio o castaño. Por este detalle me di cuenta de que estaba ante un auténtico profesional, pues su conversación giraba en torno a los cabellos de sus clientes, que eran los que él, siempre se había dedicado a higienizarles. Total que con tal conversación, nos lo pasábamos los dos “al pelo”.
Yo le dije: por aquí te habrán pasado melenudos, como leones y otros de cabello crespo y rizado y algunos rubios de cabellos sedosos y finos. Asintió a mi observación, añadiendo: también he atendido a barbudos, a bigotudos, a calvos a los que hay que arreglar a unos sus barbas y a otros los bordes de pelo que se apoderan de sus cuellos. Hay personas que como los calvos no poseen pelos en la cabeza, pero no tienen un pelo de  tontos y algunos no tienen ni un pelo en la lengua. Hay algunos que lo hacen todo a pelo, como subir en su caballo o en su burra a pelo o a contrapelo. ¡Qué difícil debe de resultar  relucirle el pelo a quien lo tiene implantado en varias direcciones o a quien lo tiene como sí fuera pelusa  de melocotón!.
El peluquero o barbero tiene un ilustre nombre, pues se llama Augusto, como el César Augusto que inmortalizó a Zaragoza, capital de Aragón y en tal Autonomía nació, siendo hijo de otro peluquero  y barbero de Fraella, Tramaced y Marcén. No fue el famoso Barbero de Sevilla, pero ha sido y es todavía un augusto barbero y peluquero de la Urbs Victrix Osca. ¡Cómo atravesaba aquellas distancias unas veces andando y otras en bicicleta!,  aunque  al principio tenía que hacerlo sobre una burra, montándola a pelo.Cortaba el pelo a las mujeres a las que aplicaba el estilo “garsón” y a muchos hombres les cortaba el cabello a la parisién.
El pelo era sagrado, pues muchas jóvenes se dejaban una larga trenza, que sólo se cortaban cuando iban a casarse y luego la colgaban en el salón o en la “sala güena” de su casa, donde la guardaban para que sus descendientes la contemplaran y se acordaran de ellas en sus oraciones. Pero hace pocos días, encontré en un anticuario un cuadro con la fotografía de una pareja matrimonial, que a pesar de ser ya de cierta edad adulta, estaban manifestando su felicidad, pero entre el cristal y el marco y rodeando sus figuras, daba la vuelta al cuadro una trenza, que pertenecía a la esposa, que después de llevarla colgada durante muchos años, al cortársela, la enmarcó con su persona y la del ser amado. En alguno de esos cuadros que se hacían nuestros antepasados, aparece el matrimonio con su aspecto de felicidad y rodeados por una estela capilar o trenza de la señora en su juventud, que les da a ambos miembros de la pareja,  un nimbo que recuerda y que desea una vida de sacralidad. ¡Oh, inefables cabellos!.
Pero no sólo eran las mujeres las que hacían tan larga ceremonia con sus pelos, sino los toreros que se dejaban su coleta, que recogían en su nuca, debajo de la montera. Su tradición todavía no se ha perdido, porque ahora, aunque no llevan su coleta natural, se la ponen artificial cuando tienen que torear. Y los grandes toreros, cuando llegan a su retiro, si no han sido corneados y mandados a la gloria, en la corrida de toros que corren cuando celebran su jubilación, se cortan la coleta, no sé sí ellos mismos o por la actuación de algún famoso peluquero.
La fuerza no sólo la de los músculos, sino la de la inteligencia si no vienen de los pelos, con ellos están relacionadas. El famoso poeta gallego Don Ramón Del Valle-Inclán, llevaba colgada de su cara una larguísima barba, que era como una antena que le hacían captar la poesía y componer los ritmos literarios. En la enorme cabeza de Einstein brotaba una grandiosa melena, completada con su bigote y por aquellos cabellos entraban los cálculos matemáticos que le condujeron a emitir la Teoría de la Relatividad. Y las mujeres con sus melenas han dado pruebas de su fuerza física y del poder de su amor; hace unos días se vio en la televisión a una hermosa mujer, engancharlas en el tiro de un enorme autobús y ella agachada sobre una escalera, hacía presión con sus manos y sus pies sobre las escalas y lo arrastraba. Pero leyendo la Biblia, la bella Dalila, en el siglo VIII antes de Cristo, tenía unos cabellos prodigiosos no sólo para enamorar, sino para traicionar al gran Sansón, un hombre fornido, que triunfaba sobre los filisteos; éstos que se veían perdidos encargaron a Dalila que lo enamorase y se enterase del misterio de sus fuerzas. Y es que Sansón tenía una pelambrera descomunal, que le llevaba a vencer a cualquier enemigo que se le resistiese, por ejemplo dicen que cogió con sus manos un melenudo león y le descoyuntó sus mandíbulas. Pero con Dalila el problema era diferente, porque sus cabellos le encendían su corazón en amor, al entrar en contacto con los abundantes, bellos y perfumados de Dalila, que llegó a darse cuenta del misterio capilar de su enamorado y le cortó el cabello. Entonces Sansón perdió sus fuerzas y cayó en manos de los filisteos sus enemigos, que se ensañaron con él y le sacaron los ojos. Estuvo atado en una columna del gran salón donde ellos se reunían y no previeron que el pelo crece y que aunque aquellos “pelillos fueran a la mar”, volvían a desarrollarse, como lo tiene comprobado Augusto, cuando después de un mes o de dos, vuelven a sentarse en su sillón aquellos a los que había cortado el pelo. Y a Sansón le crecieron los pelos de su cabeza y cuando él mismo calculó que ya tenía bastantes energías para desarrollar sus fuerzas, se agarró a una de las columnas a las que estaba atado, la forzó e hizo caer el edificio sobre él mismo y sobre los numerosos filisteos que dentro de él estaban.
Estaba un calvo escuchando nuestra conversación y un poco mosqueado por nuestras alusiones a los calvos, exclamó: todos los burros tienen buenas pelambreras, porque yo no conozco ninguno calvo. Augusto le contestó: yo tampoco conozco ningún melón que tenga pelos.
Ser calvo, en estos días no supone ningún inconveniente, porque muchos que no lo son, se afeitan la cabeza y ya es raro ver a alguien que se ponga una peluca. Además, sin llevarla, muchos lo aparentan porque su pelo se lo pintan de vistosos colores, que no tienen nada que ver con la naturaleza humana y uno ya duda si la fuerza física y la fuerza de la inteligencia y del espíritu tienen que ver algo con los pelos.
Pero, leyendo a Antonio Machado, comprobé como también él, sentía la luz de los cabellos, cuando se expresa así: ”Quiso el poeta recordar a solas,- las ondas bien amadas, la luz de los cabellos- que él llamaba en sus rimas rubias olas”.

Aquellos pelos estaban relacionados no sólo con la inteligencia y la poesía sino con la propia vida, porque en épocas que yo todavía he conocido, los barberos eran los practicantes de los pueblos y daban inyecciones a los enfermos y hacían sangrías y vendajes. Yo me acuerdo del señor Valeta, que en el Coso Alto de Huesca, se ocupaba de la higiene y de la belleza del pelo de sus clientes, al mismo tiempo que cuidaba su salud. Lo mismo hacía el Señor Jorge de Siétamo, que además de ser barbero, después de la Guerra y vestido con su blusa negra, igual que la que llevaban los tratantes, inyectaba a los habitantes de mi pueblo y a mí, me cosió una brecha que me hice en la cabeza, cuando sobre una burreta torda, subía montado de la fuente, a pelo sobre ella y me tiró al suelo. 

sábado, 25 de octubre de 2025

Sefarditas en Huesca

Siempre, desde niños, se nos han contado los actos malos que cometieron algunos individuos de otras religiones, como aquel, en que unos moriscos le robaron a la Virgen de Bureta, que se alza en el pueblo de Fañanás, un retablo, con el fin de cortar en una acequia el agua, que bajaba por ella. En aquellos tiempos en que la cultura era un bien escaso, era difícil que se entendieran cristianos, judíos y musulmanes. Mi padre Manuel Almudévar, me contaba hechos que ocurrieron en la historia, por ejemplo el de un altoaragonés, natural de un pueblo del Somontano y apellidado Palacio, que llegó a ser Diplomático y estando en el Líbano, se le acercó un joven muchacho, que vendía torta de Ayerbe, nombre tan español como su origen en algún horno, en este caso de Ayerbe. Era un judío sefardita ese que coincidió con Palacio de Berbegal y proveniente de Huesca. Ahora quedan pocos porque han sido perseguidos, refugiándose algunos en el estado de Israel. En 1492, fueron expulsados los judíos de España, pero aunque no nos hayamos dado cuenta, muchos emigraron a América, como españoles que eran, otros fueron a Portugal y muchos se convirtieron o lo simularon y la gente los llamaba conversos. La religión judaica es el origen de todas las confesiones fundadas en la Biblia, es decir el cristianismo y la religión musulmana, pero ello no impide que haya gente mala en todas las religiones, que impide su entendimiento. Pero los hombres unidos en la creencia en un Dios Único, debían pensar que “Las espadas se transformarán en rejas de arado; las lanzas, en podaderas, y no se enseñará ya más el arte de la guerra”. En cambio la gente influida por las enseñanzas que recibía, llamaba ‘judiada” a la acción realizada contra alguien, como por ejemplo el lucro excesivo de un dinero prestado. Quedaron muchos judíos en España y en Huesca, pues se encuentran apellidos como Salomón o Israel, que proceden de ellos. En nuestra capital bautizaron en 1106, en la Catedral, a un gran filósofo y escritor judío, nacido en Andalucía, que se convirtió al cristianismo y pasó de llamarse Moisés Sefardí a Pedro Alfonso de Huesca. El rey Alfonso lo tomó de su amigo el rey o emperador aragonés y gran oscense Alfonso el Batallador. Han pasado muchos siglos y todavía mi abuela materna Agustina Lafarga, me decía que en Barrio Nuevo, antiguamente la Judería, había una sinagoga, ya abandonada. Ahora en lugar distinto al que se creía, ha aparecido un local, en el que se trabaja haciendo fotocopias y se ven distintos capiteles, en los que se aprecian cepas de vid, con sus ramas y sus hojas. Pero en una calle que acaba en la plaza de la Catedral, hay una casa en la que está abierto un estanco y me enteré que en los bajos de dicha , casa, ha salido otra sinagoga. Le pregunté por ella a Jesús Benito, que era su dueño, y me dijo que había capiteles y otros aditamentos sagrados para hombres talmúdicos y me prometió que me mostraría dicho local. Me lo encontré otro día y se lo recordé y él, con gran generosidad me contestó que subiera al estanco de la Catedral y se lo dijera a la dependienta. Esta, con gran amabilidad, preparó un foco de luz y me enseñó toda la sinagoga. A la altura de la calle se encuentra un arco de herradura y una columna con un capitel que no es cristiano ni pagano, es simplemente una columna con un capitel geométrico y más adentro hay una sala con dos arcos, también de herradura y en un lado hay una pila redonda de piedra. Bajando por una escalera, colocada en un hueco de la pared, se encuentra otra pila, pero ésta montada con varias piedras y tal vez puesta en la entrada de la parte baja de la sinagoga, tal vez para lavarse, como dice el salmo: “Lavaré mis manos entre los inocentes” o para tal vez depositar el Talmud, que se guardaba en lugares, como si fueran sagrarios, porque lo utilizaban para leer textos sagrados. Una vez abajo, contempla uno varias bóvedas con arcos ojivales, es decir como si sus puntas fuesen puntas de flecha. Hay cuatro pequeñas salas abovedadas y no se observan objetos judaicos, porque los judíos fueron expulsados en 1492, es decir ya hace cerca de quinientos años. Jesús Benito y su esposa Isabel Pertusa están orgullosos de su sinagoga y queman verla restaurada, próxima a la Cristiana Catedral y a la antigua mezquita, a la que dicen pertenecía parte de la torreta, donde están las tumbas de los hermanos Lastanosa y de Azara. No fue ésta, la primera vez que estuve en el estanco de la sinagoga, sino que hace ya muchos años, entré en él y le pedí un paquete de tabaco a la anciana madre de Jesús Benito, pero al mirar la cartera para pagarlo, no la llevaba; entonces le dije a la buena señora: “dejo aquí el tabaco y ya vengo con el dinero necesario para pagarlo”, pero ella, que no me conocía, me lo hizo llevar sin pagarlo y diciendo que ya lo pagaría cuando quisiera. La sinagoga me ha hecho recordar a aquella amable persona. Huesca, es un maravilloso museo, porque al lado de San Jorge se encuentran los restos de un cementerio judío y otro al que llamaban el Fosalé en Barrio Nuevo; además se pueden ver columnas y arcos de una sinagoga, pero en la parte alta de la ciudad de Huesca se concentran los restos históricos, que comprenden desde los vasco-ibéricos, en el solar de los Templarios, pasando por los romanos, con el mosaico del Ayuntamiento, siguiendo por los árabes con sus murallas y por los judíos, que conservan todavía, sin saberlo sus descendientes, una hermosa sinagoga. Todos estos restos se encuentran entre numerosos monumentos arquitectónicos cristianos como la Catedral o San Pedro el Viejo. Si un sefardita, de los que todavía quedan en Israel oyese la palabra Sefarad, equivalente a España y viese las fotos de las sinagogas de Huesca, sus ojos se llenarían de lágrimas, mientras nosotros estamos como olvidados de todos los monumentos que permanecen en Huesca.


viernes, 24 de octubre de 2025

EL CASTILLO DE SIETAMO



¿Por qué no arreglaron el castillo-palacio de Siétamo?.. El viernes pasado, pensé sobre el castillo-palacio de Siétamo. Pero mis recuerdos sobre el castillo –palacio íntegro, se desvanecieron cuando llegó la guerra civil que a unos nos hizo huir y otros se tuvieron que quedar. Más tarde algunos pudimos volver,  pero no a vivir,  porque las casas estaban, unas medio destruída,  como la nuestra en tanto otras quedaron deshechas totalmente, teniéndonos que acoger en la posada.

Y  el castillo me impresionó por su aspecto de ruina y porque me acuerdo de ver y de recoger con otros niños del pueblo, los balines del suelo, poniendo las dos manos tocando por su parte inferior la tierra y acercándolas, amontonando la metralla que llevábamos a guardar en no me acuerdo que misteriosos escondites. No entendíamos de las técnicas de la guerra, pero  clasifícábamos los dichosos balines en dos clases: unos eran de punta aguda y otros terminaban en redondo.

Los niños tendíamos a juntarnos y a recorrer las ruinas de las casas, acordándome de ver en un agujero de una pared ruinosa, unas abispas, a las que nos pusimos a expulsar, tirando con palos los bordes del agujero en el que habían construido su refugio y cuando llegamos al fondo encontramos una pistola, que por cierto no perteneció a la guerra civil, sino que era más antigua. Esta casa o más bien sus ruinas estaban en el hoy pequeño parque que se encuentra detrás del Ayuntamiento. No sé que se hizo con la famosa pistola.

¡Pobres niños!,que sumidos en la pobreza tenían que andar por aquel paisaje arruinado, lleno de subidas por las paredes a medio caer y de bajadas, como las bodegas abiertas a nivel del suelo por los cañonazos. En el castillo hay unos subterráneos que quedaron abiertos y por ellos bajaban los niños, a los que el Doctor Cardús hacía colaborar en sus investigaciones, para ver si había algún túnel que condujera a la huerta baja, que está  al otro lado de la carretera y subíamos por el castillo, donde me llamó la atención una enorme cuna; no sé de que material estaría fabricada, pero llamaba la atención la redondez de sus formas y estaba colgada muy alta, por lo que no podíamos alcanzarla. El suelo de la habitación en la que estaba guardada, había desaparecido y la contémplábamos desde un piso inferior.

Los niños vestían con un pantalón rajado por su parte infero-posterior, sostenido por un tirante cruzado por un hombro y algunos llevaban camisa y otros, al parecer, no podían llevarla, como tampoco podían llevar calzado bueno, ya que andaban con alpargatas viejas o con unas sandalias, parecidas a abarcas, hechas por sus padres con el material tirado de una rueda de coche o de camión. Abarcas llevaban los pobres niños, como hacía siglos llevaron los nobles Abarcas de la Montaña. He dicho de  las sandalias que estaban hechas por sus padres, pero algunos ya no lo tenían por haberse muerto o por haber sido ejecutado ya por unos, ya por otros.¿Quien tuvo la culpa de esas muertes y quien la tuvo de las ruinas que regían en todo el pueblo y en el castillo-palacio, que ahora nos preocupa?.Entonces les preocupaba a los niños el comer, pues si conseguían un trozo de pan se lo comían con avidez y si podían untarlo con un poco de chocolate, lo mordían y lo echaban con la boca por la superficie de la tajada de pan.

¡Pobres niños que se tuvieron que quedar allí donde la guerra se desarrolló y vieron como se luchó en Siétamo y como fue cayendo poco a poco!.Algunos no pudieron verlo porque la misma guerra los mató.

Ahora algunos preguntan que por qué no se arregló el castillo y yo me acuerdo de aquellos cuadros de miseria que había en el pueblo y en la escasez de casas que se construyeron a los vecinos de Siétamo.

jueves, 23 de octubre de 2025

LOS HORTELANOS DE HUESCA



Atanor (antiguo)


Los hortelanos de Huesca no necesitan maestros para cultivar sus huertas. Casi todos ellos están  concentrados en la zona de San Martín, antiguo barrio extramuros, habitado por los moriscos, que fueron tan hábiles para crear huertas y cultivarlas. Las palabras  árabes han pasado a nuestra lengua y las referentes al riego las usamos con profusión:"entre las flores el agua oculta corre, pasa y suena por acequias, regatas y atanores". (A. Machado). La palabra atanor que utiliza el poeta no nos resulta muy conocida, pero acequias, azud, alberca y azarbe nos son familiares.
Nuestros términos se llaman La Almunia, El Almériz, Algascar, y tenemos las albercas de Cortés y de Loreto, el azud del puente de San Miguel y el aljibe de Loreto. De aquellos moriscos han heredado su oficio nuestros hortelanos: Calasanz, Lairla,Garcés, Oliván, Andacá, Pisón, Venturis, Barbereta, Lacoma, Ezequiel "El Ruso" y otros. A sus conocimientos se fueron añadiendo los de Ferrando que vino de Barbastro, donde tan pulcramente exponen los hortelanos sus verduras en los porches de la Plaza, los de Tarradellas que vino de Lérida y los de Solanes, que vino de Fraga y emparentó con los hortelanos oscenses, de cuya rama procede Victorino el de la Torre del Gallo  que llegó a ser  Mayoral de los danzantes.
Tenía su casa Solanes y todavía vive en ella ,en la calle de la Campana y todos la llamaban la casa del Fragatino. Allí preparaban las cabezas, que recordaban ,a las que cortara Ramiro  el Monje, en las fiestas del barrio y contrastaban con las fragantes flores de la huerta que llevaban las mozas. ­Qué bien "fragaban" las fragantes flores de casa del fragatino!.Y dejo a Teresa Ramón vecina en su infancia de la calle de la Campana, describir el lugar preferido de toda la chiquillería de mi calle para jugar"."­Qué recovecos para practicar el escondite!.­Y qué bondad la de los moradores de la casa para soportarnos!”.
El pozo misterioso y atrayente debe seguir allí, impasible a los adelantos de los frigoríficos y de las aguas cloradas. En la calle, era de rigor ir con pozal o pozalico, según la estatura del crío portador, a sacar agua del fondo, para refrescar el botijo y el porrón de comidas y cenas veraniegas. Ten la seguridad de que el antiguo pozo ha hecho con su frígido contenido las delicias de casi todos los vecinos de la Calle de La Campana...En nuestra imaginación infantil, el pozo del Fragatino, era como una gran pila de agua, poco menos que bendecida".
Y doy la razón a Teresa en eso de los pozos misteriosos, porque: venas ocultas, más que las acequias, llevan el agua a los pozos y forman una pupila cristalina que refleja las verdes plantas asidas a las grietas de las piedras doveladas para un arco horizontal, no para un arco vertical. Es el pozo, ojo de mirada profunda que sólo mira hacia arriba, esperando que al brocal se asome la luna llena, los rubios rayos del sol, la cara de la hortelana, los ojos tristes del viejo o los curiosos y atónitos de los niños.
Por la carrucha, chirriando, subía y bajaba el pozal, que al desbordarse el agua, producía un sonido de cristal. Quedan pocos hortelanos, pero su sabiduría antigua debiera ser más consultada por la ciudad. En cierta ocasión Daniel Calasanz se quejaba al arquitecto de que las calles del ensanche no hubieran sido trazadas más rectas y al espetarle el técnico que como lo sabía, le contestó, en mi huerta puede usted comprobar la derechura de los caballones y para conseguirlo me basta con una cuerdeta.
La Campana y el pozo, el pozo y el pozal, el agua y la huerta, los vallos y la cuerda: Hotelanos de Huesca.

miércoles, 22 de octubre de 2025

La Gioconda y sus hermanas


El hombre es una copia de la realidad divina. Parece imitar las obras del Eterno, que desde el Cosmos inmenso creó al hombre en la Tierra. Y el hombre lo imita, desplazándose a la Luna    y está preparando su viaje a Marte.
El Mundo está creado y el hombre en esta vida está siempre buscando, desde niño, como mi nieto Luis, que no pierde de su boca, la interrogación del ¿por qué?, ¿por qué?... Van, desde su niñez hasta su madurez, los hombres, como Leonardo Da Vinci (1452-1519), preguntando el porqué de las cosas, que domaba lagartos, para convertirlos en dragones. Y con el arte,  y el estudio de tantos temas, como la anatomía entre un lagarto y un irreal dragón, quiere dar un sentido literal a las reacciones psicofísicas del hombre, en el que está representada la imagen de Dios y del bruto sin alma. Y la materia y el espíritu, el Bien y el Mal, hacen luchas encarnizadas, que Leonardo “representa en una batalla”, en la que, como escribía Piero de Cosimo,  “habían vomitado algunos, imaginando batallas entre jinetes, extrañas ciudades y los paisajes más extensos, nunca vistos”. Con el estudio de tantos temas, las  reacciones psicofísicas, aparecen en el retrato que hizo a Mona Lisa, donde se adivinan o al menos se sospechan síntomas androides y sonrisas que se adivinan,  pero que no se ven y miradas que hacen dudar en si te amo, me amas o eres el porvenir en polvo de nuestra Naturaleza. Vasari en 1550, escribió:  ”Por tal motivo formó en su alma un concepto tan herético, que no se acercaba a ninguna religión, acaso porque prefería ser filósofo que cristiano”. Esta opinión la siento cuando miro el retrato de Mona Lisa, desde abajo y muevo mi cabeza hacia la derecha o hacia la izquierda. De un rostro hermoso, me salen situaciones “heréticas”, como ojos con párpados caídos y un rostro, que no sé que extraña “herejía”, trata de transformarlo de femenino, en el de un hombre. En el Tomo V de Historia del Arte de J. Pijoan,  pone:  “En 1962 se logró una radiografía de esta tela (más bien acebo), que reveló la única e indiscutible firma del maestro. Inquietante como la Gioconda, es la imagen de un ser que oscila entre la feminidad varonil y una virilidad de sutiles languideces”. Al observar directamente la sonrisa de la Gioconda, ésta desaparece, pero vuelve a aparecer cuando uno se fija en distintas partes del cuerpo. Después de mi experiencia en mirar de distintas formas la Gioconda, me quedó la duda de si es una sonrisa la que sale de sus labios o no lo es,  pues reparte amargura. Yo pensé unir la belleza producida por Leonardo Da Vinci, con la ¿fea o bella? ingenuidad, que me causó la impresión de no ser fea, con los ¿feos o bellos? dragones del artista de Bolea. ¿Por qué Leonardo busca extraños animales, cuyo aspecto  terrorífico  contiende con la belleza de Mona Lisa?. Hay que mirarla en mi pequeño cuadro, con toda su belleza misteriosa, rodeada por Dragones, que me regaló mi amigo, hace cincuenta años, cuando yo ejercía en Bolea de Veterinario y  él  era un Músico, que esculpía sonidos y tallaba en la madera, un marco rodeado de Dragones, en cuyo interior yo expuse un retrato de la Gioconda.  Me causaba Ingenuidad, el aspecto  de los dragones del artista de Bolea, hasta que aprendí a  mirar el retrato de Mona Lisa, que me dio la impresión, al ver la figura  boca abajo,  de ser un hombre en lugar de una mujer.
 Y el agudo pintor Duchamp el año 1919, sacó otra Gioconda o Mona Lisa, mujer de Francesco dl Giocondo, con bigotes y barba. ¿Quiso aclarar los tenebrosos problemas de Leonardo Da Vinci, aclarándolos?; para unos con “cachondeo” y para otros con realismo. ¿No le pasaba lo mismo a Leonardo,  en proporciones inmensas?. Porque Leonardo resultaba un hombre raro en su manera de vestir  y de ser. Se sentía a veces sólo y melancólico y en una homosexualidad,  que le originaba conflictos. Siempre estaba buscando contestación a los ¿por qué?, al presentarse problemas en su cerebro.
Estaba impregnado por los problemas de la Naturaleza y fue arquitecto, escultor y pintor. Y se preguntaba ¿por qué no podemos volar los hombres como las aves?, convirtiéndose en un precoz ingeniero de la aviación, pensando en las alas con plumas de la aves y en las láminas epiteliales de los murciélagos. Pero ahora me pregunto yo ¿por qué pensó,  al principio volar con las plumas?, porqué siendo niño y estando acostado, un ave tocó sus labios con la cola y a partir de ese contacto, el niño Leonardo soñó con poder volar. ¿Viene de esta aventura, su condición de androide?, porque no se casó y sin embargo tuvo amores con Mona Lisa. ¿Es  que cambió las plumas por alas cutáneas?. Es inmensa  su ”belleza y la rodean múltiples misterios en los  ¿por qué?,  los hombres se preguntan si la Gioconda es una mujer , un hombre o las dos cosas a la vez. El mismo Leonardo escribió: ”Si tenéis un compañero, sois dueño de la mitad de vuestra persona”.
 Es el cuadro más famoso del Mundo. Se expone en el Museo del Louvre, ya que lo adquirió Francisco I de Francia. 
Tuvo el cuadro de la Gioconda otros hermanos, como el que antes he citado del pintor Duchamp, que realizó en 1919, en que la dama o caballero o mezcla entre ambos, aparece con barba y con bigotes.
En el Museo del Prado se ha redescubierto una copia de la Gioconda, que parece haber sido realizada en el mismo taller de Leonardo, por Francisco Melzi.
En este cuadro no he mirado “si la sonrisa desaparece al mirarla directamente y reaparece cuando la vista se fija en otras partes del cuerpo”.

martes, 21 de octubre de 2025

Minotauro y los centauros




Los atenienses introdujeron la palabra democracia, con la que pretendían definir un pensamiento de libertad, como el que soñaron griegos y romanos. No sólo buscaron la libertad, sino que trataron de encontrar a Dios, pero aquella imaginación fantástica de los griegos, no lo encontró y creó multitud de dioses, diosas, héroes  y animales muchas veces monstruosos. Hubo, sin embargo, hombres como Esopo, que con el conejo y la tortuga, trató de moralizar a la juventud, con animales sencillos, de comportamiento lejano al de los  monstruos. El genio poético y racional de Rubén Darío escribe “que cada hoja de cada árbol canta un propio cantar y hay un alma en cada una de las gotas del mar”. Si cada hoja de árbol canta su propio cantar, en cada sencillo conejo hay “un enigma” y en cada tortuga “hay un alma”, de la misma forma, que también “hay un alma en cada una de las gotas del mar”. Este poeta nicaragüense, al que  han llegado a llamar “el príncipe de las letras castellanas”, escribe no ya con claridad, sino con una luminosidad inmensa, como cuando dice: ”Yo sé de la hembra humana la original infamia-Venus anima entera sus máquinas fatales;- tras sus radiantes ojos ríen traidores males; de su floral perfume se exhala sutil daño,-su cráneo extraño obscuro alberga brutalidad y engaño”. De la misma forma que Esopo se abre lleno de moralidad en sus cuentos, mientras que otros escritores  proclaman amores no naturales, ahora es el mismo verso de Rubén Darío, el que escribe: “mejores son el águila, la yegua y la leona”. Rubén Darío habla de la recién citada fauna mansa y buena, pero insiste en sus versos, en los que Venus repite  que “antiguos ritos paganos-se renovaron. La estrella- de Venus brilló más brillante- y diamantina. Las fresas –del bosque dieron su sangre”. Sangre abundante derramó el Toro de Creta, atravesando la Argólide, llegando a matar al héroe ateniense Teseo cerca de Atenas. Teseo, según la mitología griega,  fue el mayor héroe de Atenas  y quiso liberar a los jóvenes atenienses de ser el alimento, que el rey Minos de la Isla, había impuesto para dar de comer al Minotauro. Este era un monstruo con la cabeza de toro y el cuerpo de hombre. Era un auténtico monstruo, que era hijo de Parsifae, reina de Creta y de un toro blanco, dicen que como la nieve. ¡Cómo se mezclan, en esa mitología griega, los buenos sentimientos de Teseo, que quiso liberar de la muerte a los jóvenes atenienses y la monstruosidad de los orígenes del Minotauro, hijo de la reina de Creta y de un toro blanco!. Corren por el cerebro y el corazón de Rubén Darío los relatos míticos de Grecia,  de Roma y de Egipto, igual que de los dioses de los Andes, de  la mítica de España, en que coinciden el Minotauro con el toro bravo y los caballos con los Centauros. Y ante estos relatos, escribe: “Yo comprendo el secreto de la bestia. Malignos-  seres hay y benignos. Entre ellos se hacen signos- de Bien y Mal, de odio o de amor, o de pena- o gozo: el  cuervo es malo y la torcaz es buena”. Rubén Darío comprendía el secreto de la bestia y así como en el mundo de la cultura griega no se comprendía el secreto del Minotauro,  tampoco, en el mudo de los toros de lidia, se comprende el misterio de haber convertido su vidas, en un mundo de arte y de amor,  por un lado y de odio por otro. Y si en Grecia se pasaba desde ese punto de amor a otro de odio, como causaba el Toro de Creta o Minotauro, en el ambiente ibérico, ocurre lo mismo. El rey de la isla de Creta era Minos, hijo de Zeus y de Europa y el Minotauro fue el fruto del amor de Parsifae.. En cada novilunio, le daban de comer un hombre para saciar su hambre, como cada año en las fiestas de los pueblos y ciudades de España, comen carne de toro y los toros se comen las vidas de toreros, pastores  y aficionados. ¡Cuántos caballos murieron montados por los picadores?. Si el Minotauro no recibía su alimento maldito, producía la muerte y el desastre por la comarca, igual que en Huesca, cuando bajaban los novillos bravos de la Sierra de Guara a la estación de ferrocarril. Se lanzaban un año por la Plaza de San Lorenzo, atacando a los oscenses, metiéndose, rompiendo con sus astas las lunas de cristal, en los comercios. Minos, Rey de Creta mandó construir al arquitecto Dédalo, un laberinto, del que fuera imposible salir de él,  para encerrar al Minotauro.  De esta forma el que fuera arrojado al laberinto para alimentarlo, jamás podría escapar del mismo. El Rey de Atenas Teseo, quiso evitar la muerte de los jóvenes arrojados al Minotauro.  Su amante Ariadna le dio un ovillo, del que al entrar en el laberinto clavó un extremo en la puerta. Anduvo hasta que encontró al Minotauro, y lo mató. Después rebobinó el hilo y salió. En España han creado un laberinto para acabar con la lucha entre el hombre y el toro, pero en él no pueden entrar los Minotauros, sino las dos partes que lo componen, que son cuerpos humanos y cabezas de toros  astados. ¿Cómo saldrán los taurinos del laberinto?. No se sabe pero Dédalo con su hijo Icaro, una vez encerrados en el Laberinto de Creta, compusieron unas alas de cera y volando escaparon de él. Si entonces tenían imaginación para volar, hoy puede ser que los taurinos salgan del Laberinto. ¿Cómo?, ¿volando o apuntándose al paro? …En España, escribo,  que para salvarse del ataque de los toros: “profiriendo gritos salvajes, como bramidos, la gente los veía defenderse con sus falsas capas, para acabar muriendo” y así el pueblo sencillo tuvo que aprender a torearlos con sus capas, creando la profesión artística de  torero. En las mismas, siguen apareciendo figuras que recuerdan a los Centauros, que para Rubén Darío “son cuadrúpedos divinos”, y son los rejoneadores, centauros. El rejoneador montado en su caballo, despierta como el Centauro-monstruo “un ansia del corazón del orbe”, pues en medio de la Plaza de los toros, parece cuando cabalga el rejoneador que “en el Centauro, el bruto la vida humana absorbe…. Y cuando tiende al hombre la gran Naturaleza,-el monstruo,  siendo el símbolo, se viste de belleza”. Tiene el Centauro un aspecto, por un lado de animalidad de la naturaleza y otro de humanidad, que busca la cultura. Y esta es la obra de unas estudiantes de un colegio americano, dedicado a   San Juan Bosco. Escribieron “El elfo y  la centauro”, en que las jóvenes introducen en la Mitología a los elfos, de la cultura nórdica y  germánica, de aspecto de hombres y mujeres jóvenes y de gran belleza, que se encuentran al lado de los bosques, cuevas y fuentes. Es como el cultivo de Rubén Darío del toro bravo, representante del Toro de Creta y del Minotauro o  del caballo con su jinete, que no pueden ser más semejantes al Centauro. Proclaman las alumnas del Colegio San Juan Bosco, que “el amor era el sentimiento más extraordinario que existía, aquel que derrumbaba los muros más estables, aquel que atravesaba  las cortinas de humo más espesas, aquel que todo lo podía, aquel que alegraba al más triste, aquel que hacía creer al más incrédulo, aquel que desorientaba al más orientado, aquel por el cual los unicornios rendían grandes cultos y eran considerados elegantes y bellos y además era la causa de su alegría y su ternura”. Rubén Darío pone en la boca de Quirón,  los siguientes versos: “la virgen de las vírgenes es inviolable y pura.-nadie su cuerpo tendrá en la alcoba obscura,-ni beberá en sus labios el grito de la victoria,-ni arrancará a su frente las rosas de su gloria…”. Pensaba Darío en la Suprema fuerza del Universo, pues decía.”¡Padre y Maestro excelso!. Eres la fuente sana-de la verdad que busca la triste raza humana”. Y Rubén Darío en su poesía dedicada a los Reyes Magos, parece aprobar la teoría de Theillard de Chardin sobre Cristo el Evolucionador, cuando escribe: ”Yo soy Gaspar. Aquí traigo el incienso.-Vengo a decir la Vida es pura y bella.- Existe Dios. El amor es inmenso.- ¡Todo lo sé por la divina Estrella!.-…..Gaspar, Melchor y Baltasar, callaron.- Triunfó el amor, y a su fiesta os convida.- ¡Cristo resurge, hace la luz de caos- y tiene la corona de la Vida”.

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