viernes, 12 de noviembre de 2010

Vadiello con sus cabras, recuerda su pasado




Este verano pasado del año 2008, subimos cuando ya se acababa el mes de Agosto a Vadiello, para que contemplaran el Pantano mi hija, su marido y los dos nietos, que viven en Pamplona. Pero no sólo contemplaron las aguas del pantano, sino que se encontraron en un panorama todo él creado con piedras y rocas, formando una ciudad de paredes unas veces verticales y otras redondeadas y todas ellas con cuevas o abrigos, unos enormes, que albergan a veces, ermitas como la de San Cosme y San Damián, y en otras ocasiones parideras, mientras en otros refugios, duermen o pasan la noche las cabras y en otras cavidades menores, acomodan sus arnales, las abejas. Esas masas de piedra, las llamamos en Aragón “Mallos”, entre los que se encuentran el “Puro” y el “Huevo” de San Cosme y San Damián. Para ir a la ermita de dichos santos, cruzamos el río Guatizalema por la presa, subimos por un camino y en unos veinte minutos encontramos un desvío y después de cuarenta y cinco minutos más, llegamos a la Ermita de San Cosme y San Damián. Allí recordé a mi familia los catorce años que pasó de Capellán en la Ermita el tío de mi abuelo materno, Carmelita del Convento, que estaba en la Plaza dela Cárcel y que la Desarmortización de Mendizábal lo cerró como a tantos otros. Les hablé de la proximidad del pueblo vasco-ibérico de Isarre, despoblado ya hace muchos años, como la aldea de Vadiello, cuyos restos fueron inundados por las aguas del pantano. No era una zona muy poblada pero en ella se vivía la ruta hacia Nocito del vino y del aceite y se vivía un ambiente espiritual a la sombra de San Cosme y San Damián. Ahora nos encontramos con un paisaje maravilloso, pero que recuerda los desiertos de la Montañas Rocosas. Pero no estábamos solos, porque había cambiado la población humana por la de las cabras, a las que veíamos vivir salvajes en lo alto de aquellas rocas, haciendo equilibrios por una senda inclinada, por la que se dirigían a una cueva, en la qué parecía les apetecía ir a pasar la noche. Igual que estas “peñaceras” iban por las alturas, otras “esberrecaban” al lado mismo de las aguas del pantano. Estas cabras se tornaron salvajes en poco tiempo, pues sus dueños, uno de los cuales era el amo de Casa Sánchez de Santolaria, además de Calvo, Vallés de Castilsabás, no las pudieron recoger. En cierta ocasión iba mi hijo acompañado por un muchacho de Siétamo, que conoce su “fabla” y tiene parientes en Nocito, por aquellos parajes y cerca del Huevo de San Cosme, el joven le hizo ver a mi hijo que allí cerca había unos cabritos pequeños y podrían coger alguno. Pero mi hijo sintió respeto, al ver sobre una roca un “buco lambreño” o macho cabrío de color negro por arriba y royo por debajo, que recordaba los que tenía Anselmo, el tío de José Luis Grasa de Siétamo. Verdaderamente era un espectáculo fuerte el ver al buco con sus pelos erizados, como se les ponen a los gatos cuando les estiran la cola, subido en lo alto de una roca y amenazando con sus enormes cuernos, y con su barba mostrando una señal de su poder. Con sus patas escarbando, tiraba piedras por la ladera y a veces se escuchaban sus voces dirigidas a las hembras, con sonidos como ese”pro-po-pro –po” con el fin de seducirlas. Ignacio cuando lo oyó o “sintió” “buquir” y soplar, con un marcado cerro de pelos erizados sobre el espinazo, se quiso marchar, mientras su amigo se reía del ciudadano, valiente para conducir tractores y automóviles de los que era amigo, como él demostró serlo de los bucos, cabras y cabritos. Contó que en aquellos rebaños de cabras había un buco, que era el gran jefe, pero acompañado de uno más por cada diez cabras. Esos bucos peleaban y se hacían daño, poniéndoles huevos o “cagandóseles” las moscas en las heridas y acabando muchos de ellos muertos en el monte, donde abundaban los buitres. En el fondo del pantano, dicen que existía un pequeño poblado, que se llamaba Vadiello y yo no sé si al rellenarlo de agua, después de terminada la presa, sacarían antes los difuntos de su viejo cementerio o fosal, pero aún muertos, si allí siguen algunos de sus antiguos pobladores, gozarán de ver aquellas cabras, que son felices, como lo fueron ellos en el pantano y en las rocas de alrededor.

1 comentario:

  1. Estimado Sr Almudevar
    Navegando por la red, he dado con su interesante blog. Me ha parecido muy humano, cercano, hablando de la historia pequeña, que es la,que esta cerca de las personas.
    Ya que usted recorre incansable las tierras de Huesca, con buen ojo y mejor pluma,me gustaria poder enviarle un mensaje privado, para solicitarle cierta ayuda.
    Le felicito por este blog, que ya me lo he indexado en "Favoritos".
    Un saludo cordial
    Hugo
    depiston@yahoo.com

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