sábado, 19 de marzo de 2016

¡Ay!, cuanto de dolor



¡Ay!, cuanto de dolor
está presente
al infante valiente, a hombres y caballos juntamente.
                                                  (Del Romancero)

He tenido ocasión de contemplar en el Campo de San Jorge las pruebas hípicas organizadas por el Ayuntamiento. Me gustaría  que este deporte se hiciera o lo hicieran popular, poniéndolo al alcance de la gente, porque personalmente creo que la equitación es el mejor de los espectáculos que nos es dado ver, porque el caballero lo es en cuanto cabalga en su caballo, formando una simbiosis que la misma mitología ha consagrado, creando la figura del centauro. El caballero ,como cerebro pensante, ha de procurar por todos los medios dominar al noble bruto, pues si éste lo apea lo reduce a la condición de peatón ; mas el caballo bien domado se compenetra con su jinete de tal manera que dos seres vivos de distinta especie parecen llegar a una amistad, que muchas veces logra mayor fidelidad que la que se consigue entre dos personas. 
¡Que unidos y atentos están el caballero y el caballo para defenderse de las embestidas del toro de astas afiladas!. ¡Que concentración la de ambos antes de saltar un obstáculo! Puede surgir la tragedia, pero entre tanto estamos en presencia de un ballet de elegancia difícilmente superable. Hasta el caballo hace alarde de orgullo y coquetería, arqueando el cuello y colocando la cola en trompa.
Nunca la máquina podrá superar al caballo en belleza, aunque aquella tenga ganada la batalla, porque en cierto modo, ha hecho difícil la convivencia del hombre con los animales. Por eso quiero resaltar el mérito de estos équites militares y civiles, que a pesar de las dificultades de la vida moderna, son defensores de la Naturaleza o de la Biología ,como se dice ahora.

Por esas razones, dedico un recuerdo al Bucéfalo de Alejandro, a la Babieca de nuestro Cid Campeador y a estos caballeros que siguen haciendo posible todavía en este mundo, la convivencia de ¡hombres y animales juntamente!.    

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