viernes, 4 de marzo de 2016

A Ramón Acín y a su hija Katia



He leído que en un folleto que “en época en que Huesca vivía un tanto de espaldas al arte, su nombre, a saber el de Ramón Acín, tácitamente omitido durante los años y las circunstancias políticas, han hecho que la figura de Acín, esta interesante figura, no solamente se haya valorado en su verdadera dimensión, sino que más bien sea totalmente desconocida, para la mayoría de los oscenses que no peinan canas”. Yo, que las peino, tengo que reconocer que mi conocimiento de Ramóm Acín, como artista, se limita a su obra “Las Pajaritas del Parque” y sólo tardíamente me enteré que tal monumento era producto de su arte, pero aunque luego he conocido lo polifacético de su talento, sólo las Pajaritas bastaron para que Ramón Acín, hiciera gran mella en mi sensibilidad , tanto que en cierta ocasión escribí : “ Aquí en Huesca, no podemos enseñar la Sirena Varada de Copenhague, pero cuando iba al Parque, me fijaba en las Pajaritas Paradas. ¡Qué difícil es ver a un niño o a una niña parados!. Mal augurio si esto sucede, porque están enfermos o muertos. Coquetas las Pajaritas, eligieron un lugar visible al fondo de la plaza, donde juegan los niños, como sintiéndose “mairalesas”   de la ilusión de ellos o grandes “vedettes” de un teatro infantil, al aire libre.
No sé si las pajaritas eran una o dos. Hay dos figuras idénticas, tanto que parecen una, que trata de conocerse a sí misma en eterna interrogación. La líneas curvas de la biología pajaril, se  han vuelto de una rectitud geométrica.
Unamuno en el Café, en sus ratos de ocio se entretenía haciendo pajaritas de papel y quizá por este azar, las Pajaritas, perdido su vitalismo, se ponen a pensar. Parece como si estuvieran en un largo diálogo racionalista. Las ideas suben por sus líneas verticales, bajan por las inclinadas y reposan en las líneas horizontales. La evolución va cambiando el aspecto de los seres vivos, pero parece como si el hombre quisiera acelerar esa transformación hasta convertir la vida en muerte; porque muerte es la sustitución de los pies en ruedas, de las plumas de los pájaros cambiarlas por alas metálicas, de las laringes de las personas y de las siringes de los pájaros por discos y casetes y para colmo los cerebros por computadoras.
¿No quiso tal vez Ramón Acín o tal vez Fray Acín, como gustaba llamarse a sí mismo, hacer crítica irónica del escamoteo de los derechos  y del encorsetamiento de las libertades?. Pero si tal era su intención, lo hizo al estilo de otro “Fraile”, San Francisco de Asís, con pajaritas metálicas, que siguen siendo poéticas y que posadas en el ambiente natural del Parque, siempre tendrán ocasión de renacer ellas y las libertades que representan, no sus cenizas como las del Ave Fénix, sino las de su pedestal, rodeado de follaje seco del Otoño y verde en Primavera. Pero no sólo era escultor, sino que uno se queda pensativo ante un óleo de la Feria, en el que sólo se contempla un conjunto luminoso, sino que se percibe un mensaje a un pueblo iluminado, individualizado por personas, que visten de múltiples formas y que hacen su papel ante  aparatos inmensos, como si fueran “aparatos oficiales”, de los que bajan todos en posiciones desairadas. ¿Cuántos monumentos a la chatarra se encuentran repartidos por las ciudades?. Parecen homenajes a los vehículos que,  de repente, se tornan chatarra en accidente. Es fácil con la chatarra hacer monumentos a hierros viejos. La Piedad del Crucificado se talló en madera y mármol, pero la del Vil Agarrotado la hizo Ramón con chapa metálica. Hay quien del hierro hace chatarra y quien a ésta la eleva a la categoría donde está el arte.

¿No has ido Katia, alguna noche de verano acompañada por alguno de tus nietos a ver si se ponían  las Pajaritas a cantar en la glorieta de tu pader Ramón?. Las puso en el Parque porque las quería libres, porque amaba la libertad y un detalle en la fotografía del matrimonio Acín lo denota, pues en la jaula que a su lado aparece, hay un pájaro de papel, como si le repugnara encerrar un pájaro vivo.

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