Una chispa en
unos casos enciende un placentero cigarro y en otros un incendio. Pero para que
haya humor tiene que saltar la chispa de ese humor. Si no hay chispa no
funciona, como le pasó al alcalde de Albero, que estaba frente al Correos, dale
que te pego, al pedal de la moto y no se ponía en marcha. Al preguntarle un
guasón que le pasaba a la moto, le contestó el de Albero: ¡qué ha de pasar, que
no "espurnia"!.
En el humor
salta la chispa del roce o contraste entre lo serio y lo ridículo y el buen
observador ve saltar la chispa, simplemente, mirando el contraste. En la
vida, entre el sentido común y el humor, tantas veces irracional, absurdo o
ridículo, se goza del humor vital.
Una de las
definiciones del humor, dice que consiste en presentar de un modo serio a
alguien o a algo ridículo, como hacía aquel sacristán que de una mujer “pintarrojeada”,
super acicalada y super ataviada, vestida con ropas que pretendían ser
originales, cuando en realidad parecía un espantapájaros, decía : !parece una
madama!.
Una madama en
nuestros pueblos era una señora vestida elegantemente.
Ese fijarse,
con sus redondos ojos, aparentemente ridículo de la lechuza que anidaba en La
Compañía, lo cambiamos por esos ojos escrutadores de Unamuno y habremos hecho
humor, como cuando a este señor lo caricaturizaron de lechuza, pero con su
sentimiento y resentimiento trágico de la vida dijo: "Eso que se llama por
ahí humorismo, el legítimo ni ha prendido en España apenas, ni es fácil que en
ella prenda".
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