En el enorme edificio cultural
que se encuentra en Huesca, al lado del camino por el que se hace el Vía Crucis
a la Ermita de Salas, entré a tomar un café y me atendió una simpática mujer,
llamada Claudia. No nació por el Norte de Bolivia, a una altura enorme, donde
viven los indios y mestizos. Estos se ponen unos pantalones de todos los
colores y cubren su tórax, con camisas con aguacayos, que son de tejidos hechos
con el pelo de las llamas, cubriendo sus cabezas, con sombreros, que en viejos
tiempos procedían de otros sombreros, de los que eran portadores los conquistadores
o colonos españoles. Ahora, en España, no se ven sombreros de este estilo, pero
en Bolivia los lucen los mestizos con orgullo y como buscando el calor, que en
aquellas mesetas que se alzan a más de mil metros, calientan sus vidas y les
ayudan a pensar en organizar unos bailes, que a veces recuerdan romerías y
alabanzas a Cristo, a la Virgen o a algún Santo. En ocasiones danzan con palos
que golpean o con espadas, con las que
simulan sus luchas; todo aquello va acompañado con música que hacen sonar con
zampoñas, que son como flautas, acompañadas por golpes que golpean en los
tambores.
Viven de la agricultura, que es
pobre, pero les dan mucha utilidad los chuños, que son una especie de patatas,
que las congela el hielo, pero que las recogen y las conservan secas y duras y
que tienen un sabor delicioso, y las mezclan con todos sus alimentos en
distintos guisos. Son un poco oscuras, pero dan un claro sabor a esos guisos. También
se valen de las vicuñas, de las alpacas y de las llamas, que todas ellas
producen una especie de lana para tejer sus ropas y consumen su carne, que es
sabrosísima. Pero Claudia no es de la Meseta, sino que nació en el Valle de la
Tierra de los Ríos y del Amazonas, en el Centro del País. Nació en Cochabamba,
que la conocen como la Ciudad Jardín, en cuyos campos se producen rosas de todo tipo, las frutas de todas clases, más
las tropicales y se elevan ante los ojos del visitante, elevados árboles. Se dedican a la agricultura
y la ganadería, donde no nieva nunca y no sufren el frío ni las quema el calor
sus rostros. Allí hay escuelas a las que
acuden todos los niños. Pero dentro de la enorme extensión de su País, resultan
diferentes todas las zonas, porque en ella se recuerda haber aprendido las
diversas características de Bolivia, en la televisión y en las escuelas, que en
Cochabamba no faltan. Coinciden sus relatos en cada zona, porque dicen que en
la Andina, son indios, aymarás, quechúas y de otras razas y visten con ropas
originales, de las que he escrito, que además están elaboradas para guardarse
del frío. Llevan, lo mismo las mujeres que los hombres e incluso los niños,
unos sombreros, heredada su forma, de los antiguos colonos españoles, cubren su
cuerpo y encima de todas sus ropas, se colocan unas mantas, con una apertura por la que introducen
sus cabezas y las mujeres llevan multitud de sayas para evitar el frío. Como he
dicho, viven de la agricultura y de la ganadería y sacan de la primera una
especie de patatas, a las que llaman los chuños, de color oscuro, que se congelan,
pero los recogen y los guardan, como aquí guardamos las patatas. Tienen un
sabor delicioso, me dice Claudia y los mezclan con toda clase de guisos. De la
ganadería obtienen vicuñas, alpacas y llamas, que todas ellas producen una
especie de lana, con las que fabrican telas, aprovechadas para combatir el
frío. Comen carne de las llamas, que como me dijo la chica, es deliciosa. Como
me ha explicado viven indios en los Andes, mestizos en Cochabamba, como ella
misma, porque al preguntarle por sus apellidos, me dijo que son Salvatierra y
Pérez. En la zona de los Valles del río Paraguay, dice que habitan algunos
individuos de raza morena, que los trajeron en otros tiempos como esclavos.
El Conde de Aranda, nacido como
yo, en Siétamo, pero en el siglo XVIII, al lado de la ciudad de Huesca, pidió
al gobierno que les diera la independencia a estos países, pero se les negó. Si
España hubiera intervenido en una independencia pacífica de estos países, en
lugar de revolucionaria, hubieran podido darle a Bolivia, un trozo de mar, para
poder hacer sus importaciones y exportaciones, que hubieran causado un mayor
desarrollo en el País.
Claudia se diferencia de los
españoles actuales por su color aceitunado con unos bellos ojos, pero su lengua
es igual que la nuestra, quizá más sonora y sueña ir con sus padres a
Cochabamba a visitar a la Virgen de Oscupina, que se apareció en una roca,
igual que a mí me entran ganas de ir a ver a la virgen del Pilar, cuando voy a
Zaragoza.
Como he dicho, al hacer aquellos
países su independencia revolucionaria, se quedó Bolivia sin puerto. Al no tener
puerto, se creó el Estado Plurinacional
de Bolivia, que es un país mediterráneo, situado en el centro-oeste del Sur de América con capitales como Sucre, la
Paz, Santa Cruz de la Sierra, etc. Son tres las lenguas americanas principales,
que se hablan, el aimará, el guaraní y el quechua y el castellano es el idioma
oficial del País. Pero en su historia española, llaman la atención, entre otras, las Misiones
Jesuíticas, que se construyeron entre los años de 1691 y 1720.
En aquel País, se construyeron
misiones o poblaciones, con una plaza en el centro, y a sus alrededores se
alzaban las iglesias, las escuelas, los
talleres, las viviendas y el cementerio. Se cuidó la arquitectura y se hizo sonar
la música con un estilo barroco mestizo. En cuanto arquitectura se usó la
madera para levantar columnas labradas, se empleó el yeso para imitar decorados
barrocos como revoques planos y ondulados. Se hizo uso de la piedra volcánica
para destacar algunos espacios.
Se cultivó la música barroca,
pues se han encontrado seis mil partituras de música de los siglos XVII y
XVIII, en varios lugares, llegando en San Xavier a alcanzar diez mil
partituras.
Es Bolivia un País maravilloso
donde se admira el pasado primitivo y el de los colonos españoles, impulsado
por los Jesuitas y otras órdenes religiosas. Yo he hablado con bolivianos, que
vinieron a España a buscar un porvenir y uno de ellos, me dio un dibujo, que
ahora no encuentro. El decía que si no encontraba porvenir, volvería a Bolivia
y yo espero,volver á encontrar el dibujo boliviano, que me regaló.
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