Pertusa ( Huesca ). |
Maruja Palacio del pueblo de
Pertusa, es una mujer de profundos sentimientos cristianos y por tanto amiga de
todos los que con ella han tratado. Con Feli, mi mujer se trató ya hace muchos
años en el Colegio de Santa Rosa, donde ambas estudiaban. Al enterarse Feli de
que su amiga Maruja estaba pasando unos días en su casa de Pertusa, decidimos
bajar a verla para recordar tiempos pasados. La llamamos Maruja, pero su
auténtico nombre es el de Ana María y al vernos se inició una conversación en
la que hablamos de cuando venía con su marido el bilbaíno Joaquín a Siétamo,
donde gozaban de las flores de los
huertos y de los jardines, que estaban al lado de la carretera y admiraban la
torre de la muralla del Castillo- Palacio del Conde de Aranda. En cambio, otras
veces como el día dieciocho de Abril de este año de dos mil nueve, fuimos
nosotros, a saber mi esposa Feli y yo,
los que nos acercábamos a casa Palacio de Pertusa y al venir por la carretera
que pasa por Antillón para llegar a Pertusa, quedamos admirados al ver la
corriente del río Alcanadre, la piscina sobre el cauce del mismo río, las casas
que parecían estar tomando el sol, que desde el Oeste las calentaba y las
iluminaba. Al fondo se alzaban altas arboledas de chopos que infundían
esperanza en el porvenir de Pertusa. Mi esposa más animosa que yo, estuvo en
Bilbao, donde fueron felices Ana María y Joaquín.
Sobre todo se alzaba el templo
del arquitecto Herrera, en cuyo tejado descansaban varias palomas blancas, que
parecían destinadas a resaltar la belleza de la torre.
Pero lo que no podré olvidar
nunca será el pequeño piso con su jardín al lado, del que Ana María goza en
Pertusa y donde pasó con Joaquín los
días más felices de su vida.
El día dieciocho de Abril de este
año, salí al jardín y éste en plena primavera, había acrecentado su belleza,
porque las enredaderas subían por las paredes y los tejos de eterna hoja, con
su serenidad y aristocracia, parecía que me pedían que acariciase sus hojas,
con mis manos. ¡Qué amante de la
Naturaleza es nuestra amiga Maruja!, porque ha colocado
conejos, de los que uno duda si son de cerámica, de escayola o de mármol. A
ella no le importa el problema material sino la vida natural de esos conejos,
lo contrario que ocurrió con un bilbaino, que habiendo sufrido una rotura ósea,
al escuchar al médico que sería necesario colocar escayola, esclamó: ¡oiga, a
mí me tienen que poner mármol, porque soy de Bilbao!. A ella le impresionaba mucho,
además de la Naturaleza ,
el mundo espiritual, pues además de los conejos tenía colocada una estatua de
Santiago de Compostela, que igual que guiaba a los conejos por los montes, la
conduciría en sus numerosos viajes por el mundo. Quizá tuvo influencia en sus
sentimientos el dibujo precioso de Juan de Latorre, que representa una casa
aragonesa, con sus arcos superiores, done nació su querida madre, en Peralta de
la Sal.
Al ver dicha casa aragonesa, me
fijé en el libro que tenía sobre la mesa, titulado “Razones para la Esperanza ” y me acordé
de los esfuerzos de Maruja para ayudar a otras personas y observé en el
capítulo sesenta y uno, lo siguiente:”Yo aprendí esto del truco, de mi madre, que
cuando le pedían recomendaciones, iba y rezaba un rosario por las
recomendados”.
No puedo olvidarme de su padre
don Enrique Palacio, al que yo iba a visitar a Pertusa, como él siendo cazador,
venía a Siétamo y acudía a visitar a mi padre y a mí. Enrique
se casó con Asunción Val, que parecía que su madre le había preparado para que Maruja lograra alcanzar su gran
bondad y su caridad cristiana.
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