He presenciado y escuchado una
entrevista con el torero Rafael de Paula
y al serle preguntado cómo pudo alcanzar, allá en Sevilla, la perfección del
Arte de Cúchares, mediante pases calificados de sublimes, contestó que
siguiendo el compás, sencillamente.
Se acompasaba, ya al salir a dar el paseíllo por la arena; se acompasaba
con el toro mirándole a los ojos para obtener el ritmo, la cadencia y la medida
de los pases.
¿Quién marca a los toreros el
compás?. Tal vez exista un duende del toreo, mas yo creo que además de duendes
colectivos, cada torero tiene el suyo.
Madre Natura es el gran compás,
que marca ritmos a la Biología, a la Física y a los hombres. Las plantas se
visten al llegar la Primavera y se despojan en Otoño. Giran los planetas
alrededor del sol marcando los años, los
días y las noches. Ruedan y ruedan los electrones en torno a su núcleo, y a los
monjes les marcan las campanas, su ritmo espiritual, al soldado se lo marcan
marcialmente los tambores y, las Musas
al poeta.
Si el compás que rige el Mundo se
acelera, al punto surge el caos, estallando brutalmente desde el átomo a la
estrella. Igual ocurre con el toreo y Ortega Cano ha sido atravesado por los cuernos del toro, del que se había
desacompasado. El hombre es libre y puede acomodar su ritmo a aquel compás que,
en su interior, le parezca conveniente. Repasando la Historia, sin embargo, observaremos,
que siempre se ha marcado al hombre su compás, que ha llegado, en estos
tiempos, a marcarnos un ritmo insoportable.
No entraron los gitanos, como
Rafael de Paula, jamás en ese ritmo, y nosotros nos hallamos al borde del
infarto, que como nuevo cataclismo, enturbia nuestros cuerpos y al espíritu lo
mantiene esclavo.
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