Convento Carmelitas Descalzas de Huesca. |
domingo, 31 de agosto de 2025
Conventos de Santa Teresa de Jesús en Huesca
sábado, 30 de agosto de 2025
Los pastores.-
Yo tengo un recuerdo sagrado de los pastores con los que he convivido y es que Silvestre Bara, que estuvo de pastor en mi casa antes de la Guerra Civil, y durante la misma, tuvo que separarse del dueño del ganado. Aunque apartado del dueño, no se separó del rebaño, para que una vez acabada la trágica lucha, pudieran reunirse otra vez, en Siétamo el dueño, el pastor y las ovejas. Pero en aquellos tiempos en que las vidas humanas peligraban, las de los animales desaparecían rápidamente por el hambre que envolvía las tristes vidas de los ciudadanos. ¿Qué hizo a Silvestre volver, después de una guerra, a la antigua “tiña” o paridera de su amo, rodeado de ovejas?. Tenía Silvestre un gran sentido de la responsabilidad, una gran fidelidad a su “amo”, que tenía que demostrar cuidando sus ovejas, a las que amaba enormemente, llegando a identificarse con ellas, que formaban un cuerpo colectivo o un rebaño y él se constituía en su cabeza, para buscarles alimento, cuidarlas, esquilándolas en su momento y apartándolas del peligro de ser robadas y sacrificadas por los que apetecían sus carnes. En nuestra era quemaron todos los pajares y cuando estaba pasando el fuego a través de un grueso madero a la paridera, Silvestre se dio cuenta y en lugar de huir, apagó el fuego echando cubos o pozales de agua. Todos los pastores tenían alguna oveja preferida, con la que se entendían hasta casi identificarse, pues cuando ellos comían sentados debajo de una carrasca, le daban a su amiga algún trozo de su pan. Como he dicho, a las ovejas les combatía las pulgas y les quitaba las “caparras” o garrapatas, que chupaban su sangre. Cuando llegabas a hablar con el pastor Silvestre, junto a él se encontraba alguna oveja “panicera”. Esto de mimar a las ovejas, me recuerda a un señor de Huesca, que llegó a fabricar alimentos para millones de animales, ya que siendo todavía un niño que vivía en un molino al lado del río, donde poseían una docena de ovejas, escuchaba las palabras que su padre y su madre, que le decían al pastor, que él, como todos sus compañeros, siempre tendrían un pan encima de la mesa. Tal vez ese pan no sea siempre tierno, pero no les faltará, decían los abuelos. El pastor pasaba todos los días por nuestra casa o nuestro molino(como decía mi amigo), junto al río Isuela, para integrarlas en el rebaño colectivo de todo el pueblo. Pero las ovejas, por la ya obscura tarde, volvían solas al molino, y el amo, es decir su padre, salía a recibirlas para echarles alfalfa en aquellos días invernales en los que en el monte ya no salía yerba. Cuando ya se había disuelto el rebaño por las casas del pueblo, el pastor se daba una vuelta por el molino; entonces hablaba con el molinero y éste le solía dar pan o algún bocado de carne del cerdo que habían matado o algún trozo de torteta o algún gancho de morcilla, igual que el pastor había regalado con su pan de cada día, durante todo el día a sus ovejas “paniceras”, que le ayudaban a dirigir la marcha colectiva del rebaño. No sólo era el pan y la morcilla lo que querían el “amo” y el pastor, sino que tenían necesidad de comunicarse ente ellos y hablaban, unas veces del tiempo, al que el pastor seguía su curso, cuando en el monte ojeaba el horizonte, miraba la Sierra y las nubes del cielo. Algunas veces pronosticaba que las boiras iban a echar el agua sobre los campos, porque veía como se movían las nubes en la Sierra y los aires que soplaban por allá arriba, les proporcionaban humedad El pastor demostraba su inteligencia cuando, después de pronosticada, la lluvia mojaba los campos y las casas y refrescaba los rostros de las personas y la lana de las ovejas, que no dejaban pasar el agua hasta su piel, porque se sacudían la lana y el agua caía. El molinero y sus hijos admiraban el poder de observación del pastor y de tanto hacerlo se convirtió, como dice mi amigo, en un sabio. Mi amigo sigue pensando y tiene inquietudes en su cabeza, que le hacen a uno reflexionar sobre el porvenir de la humanidad. No quedan ya casi pastores ni ovejas, lo que hace pensar de donde en España se sacará la carne de cordero. Está claro que habrá que comprarla en el extranjero y cara. Algo veremos.
jueves, 28 de agosto de 2025
Luis Grasa, ganadero-pastor de ovejas en Siétamo.-
Ha muerto a sus sesenta años de vida, un pastor de ovejas, que pastoreó en el Monte de Siétamo, en el que desde hace muchos años su padre, un hombre trabajador, se cuidó de esa faena. Su hijo Luis era un amante de las ovejas, que encerraba por las noches en una Paridera, al lado de la era de Almudévar de Siétamo. Era un hombre fiel a su rebaño y conocía el monte de Siétamo hasta el Saso, que está situado al lado del monte de Tierz, pues en una paridera de el señor Montori de Tierz, en el monte de Siétamo, encerraba con cierta frecuencia sus ovejas.
Tenía un cuidado enorme de la salud de sus ovejas, a las que cuidaba con gran cariño y él gozaba de los campos en que pastaban. Amaba a esas ovejas y a sus corderos, pero no se olvidaba de ayudarme a mí, entonces como ganadero, pues en cierta ocasión que yo me quedé sin pastor de mis ovejas, que yo criaba en la era, él no dudó ni un minuto en apacentarlas en compañía de las suyas. Y sin embargo, cuando acabé de ser objeto de su ayuda, jamás utilizó ocasión de pedirme un solo favor.
Era un hombre que jamás me recordó el favor que me hizo de cuidar mis ovejas, abandonadas por su pastor. Pero nunca dejó de conversar conmigo, que le debía favores y siempre que podíamos echarnos un café con leche en el Bar de la Gasolinera, me invitaba con un gran cariño. Yo que conocía sus costumbres, siempre que podía, me encontraba con él y allí me contaba sus alegrías y sus tristezas. El cuidaba su ganado por los montes, pero no tenía a las ovejas como un sentimiento único. Recuerdo como en aquel tiempo en que cuidaba sus ovejas por el monte, en cierta ocasión en que estaban haciendo la Autovía, lo encontré en lo alto del Camino que iba desde Siétamo a Fañanás, sentado en lo más alto, contemplando la profunda fosa que las máquinas excavaban para dar paso a la Autovía. Me senté junto a él y observé como admiraba esas labores modernas de las máquinas industriales y allí sentados en la altura de la tierra que estaban excavando, comentábamos el contraste entre el cuidado natural de los pastores y la excavación profunda de la tierra, que realizaban aquellos nuevos creadores de vías de comunicación.
Luis Grasa se interesaba por el progreso de la comunicación entre unas ciudades y otras, pero también estaba preocupado por los adelantos de la ganadería y atendía a los veterinarios que acudían a su Paridera, para aumentar la salud y el progreso cárnico de las ovejas. En el portalón de su paridera, estaban muchas veces parados los coches de los veterinarios que trabajaban para mejorar la salud y el rendimiento del ganado lanar. Pero su rostro estaba siempre pleno de sonrisas y nunca lo podía ver de mal temple. Tal vez por eso me ha extrañado mucho esta breve y cruel enfermedad que le ha quitado su vida y ha dejado a su rebaño casi solitario. Pero esa soledad fue combatida por sus dos jóvenes vecinos de Casa Gabardilla, que se aplicaron a combatir la soledad de las ovejas, avisando a los hermanos y hermanas de que había entrado un gran peligro en el rebaño de su gran amigo Luis Grasa.
Nació Luis en Matidero y su padre en Torrolluela de la Plana, en tanto que su madre nacía en Bagüeste. Una vez casados bajaron a Castilsabás y Luis fue el heredero de las ovejas en Siétamo.
Antes de morirse su padre, éste por su avanzada edad, lo dejó solo y tuvo que cuidarse del ganado lanar en un espacio enorme, hasta que su continuado trabajo le produjo el mal traicionero que lo ha despedido del mundo.
Hoy día de su entierro a la hora de las cuatro de la tarde, después de depositar alguna moneda en la iglesia de Siétamo, hemos caminado con mi esposa Feli hasta la “paridera” de las ovejas de Luis y allí nos han recibido dos perros pastores que le han ayudado a cuidar sus ovejas. Nos han ladrado para que su dueño desde el cielo se enterara de que acompañado por mi esposa, habíamos acudido a su refugio diario a desearle un descanso eterno.
Ha sido una despedida no esperada, pero mi esposa y yo hemos subido a despedirlo a su “paridera”, para que desde el Cielo se acuerde de nosotros.
Pedro Saputo, el Quijote aragonés
miércoles, 27 de agosto de 2025
Villalangua ,su Teatro Natural y San Urbez
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Portillon de la Osqueta. |
lunes, 25 de agosto de 2025
Música
Para todo hay que tener cualidades. Yo, de pequeño estudié música y fracasé. Pido perdón, ¿a quien? a mí mismo, porque pensando correctamente, yo no tenía cualidades para cantar ni para tocar armonios ni pianos. Sin embargo escuchar música me produce un gozo infinito. Ahora se escuchan muchos discos, pero de música popular, ¡qué poca!. Me acuerdo de oír el canto llano gregoriano, que ha volado, cuando la humanidad más necesidad tiene de escucharlo, aunque sólo fuese para compensar los ruidos y "ruideras" que produce la música moderna y los artefactos industriales. Quedan rincones monásticos a los que sería necesario ir a pasar algunos días, sobre todo a los ejecutivos para que no se les produjese el infarto y para luchar contra las agonías que lleve consigo el "mundanal ruido".¡Oh, si estuviese vivo el monasterio de Montearagón con sus antiguos frailes agustinos!.Se podría subir a escucharlos y de paso echar un traguito del licor, parecido al "benedictine" que ellos fabricaban. Conocía a unos muchachos que se compraron un "casette" de Solesmes, para escucharlo, en tanto fumaban "codetes". Hasta a los drogadictos les gusta el gregoriano. Este canto da un cambio al canto popular. Sus frailes cantaban unidos, todos igual, no subía la voz de uno de ellos más alta que otra voz: "un fraile, dos frailes, tres frailes en un coro, hacen la misma voz que un fraile sólo". Los cantantes de los lugares, en un entierro, cantaban como diablos el "Dies irae", mejor dicho como ángeles. Parecía que estabas escuchando "radio moros", pero pensando me pareció que lo que estaba escuchando era música mozárabe. Mi hermana María escuchó en Monreal unas canciones folklóricas sefarditas y me dijo que sonaban como cuando escuchaba a los señores Andrés de Lobateras y a Mariano Cabrero, hijos de Siétamo. ¡Qué sentimiento ponían en sus cantos!.Yo me puse una vez a cantar con ellos y Marianer de Cabrero me hizo callar porque yo no daba las notas improvisadas como los negros las dan en su música de Jazz. Hoy Mariano canta en la Coral oscense y yo soy un fracasado, no tengo perdón. ¡Hoy estudiamos la música y hay gente preparada para recibir esta música!.¡Por favor, haced un disco, un casette o lo que sea, en algún pueblo donde se cante así, si es que queda!.Yo no tengo perdón, ya lo he dicho, ¡pero mira que por decreto destruir la música que durante siglos ha cantado la gente!. El pueblo no entendió este destrozo, pero no he escuchado comentarios sobre la música destruida; el pueblo no subió más al coro de la iglesia y en paz. Pero cuando a los santos (que mientras no se demuestre lo contrario, fueron muy cristianetes) los echaron de las iglesias, escuchas alguna "dijenda". Un mosen puesto al día, destruyó en la lonja de la iglesia un santo de yeso de poco valor artístico a fuerza de "mallazos". Un hombre que por ahí pasaba, dijo: ¡qué vueltas da el mundo!, mi padre las pasó canutas por hacer lo mismo. Y se marchó con su jada al hombro y con sus pensamientos.Yo creo que aún se puede rescatar para la posteridad la música del pueblo. ¿Quien será su salvador?. Creo que los aragoneses le deberán respeto, admiración y ¡ música celestial!.
domingo, 24 de agosto de 2025
La crisis, una después de otra
viernes, 22 de agosto de 2025
Los pastores.-
Yo tengo un recuerdo sagrado de los pastores con los que he convivido y es que Silvestre Bara, que estuvo de pastor en mi casa antes de la Guerra Civil, y durante la misma, tuvo que separarse del dueño del ganado. Aunque apartado del dueño, no se separó del rebaño, para que una vez acabada la trágica lucha, pudieran reunirse otra vez, en Siétamo el dueño, el pastor y las ovejas. Pero en aquellos tiempos en que las vidas humanas peligraban, las de los animales desaparecían rápidamente por el hambre que envolvía las tristes vidas de los ciudadanos. ¿Qué hizo a Silvestre volver, después de una guerra, a la antigua “tiña” o paridera de su amo, rodeado de ovejas?. Tenía Silvestre un gran sentido de la responsabilidad, una gran fidelidad a su “amo”, que tenía que demostrar cuidando sus ovejas, a las que amaba enormemente, llegando a identificarse con ellas, que formaban un cuerpo colectivo o un rebaño y él se constituía en su cabeza, para buscarles alimento, cuidarlas, esquilándolas en su momento y apartándolas del peligro de ser robadas y sacrificadas por los que apetecían sus carnes. En nuestra era quemaron todos los pajares y cuando estaba pasando el fuego a través de un grueso madero a la paridera, Silvestre se dio cuenta y en lugar de huir, apagó el fuego echando cubos o pozales de agua. Todos los pastores tenían alguna oveja preferida, con la que se entendían hasta casi identificarse, pues cuando ellos comían sentados debajo de una carrasca, le daban a su amiga algún trozo de su pan. Como he dicho, a las ovejas les combatía las pulgas y les quitaba las “caparras” o garrapatas, que chupaban su sangre. Cuando llegabas a hablar con el pastor Silvestre, junto a él se encontraba alguna oveja “panicera”. Esto de mimar a las ovejas, me recuerda a un señor de Huesca, que llegó a fabricar alimentos para millones de animales, ya que siendo todavía un niño que vivía en un molino al lado del río, donde poseían una docena de ovejas, escuchaba las palabras que su padre y su madre, que le decían al pastor, que él, como todos sus compañeros, siempre tendrían un pan encima de la mesa. Tal vez ese pan no sea siempre tierno, pero no les faltará, decían los abuelos. El pastor pasaba todos los días por nuestra casa o nuestro molino(como decía mi amigo), junto al río Isuela, para integrarlas en el rebaño colectivo de todo el pueblo. Pero las ovejas, por la ya obscura tarde, volvían solas al molino, y el amo, es decir su padre, salía a recibirlas para echarles alfalfa en aquellos días invernales en los que en el monte ya no salía yerba. Cuando ya se había disuelto el rebaño por las casas del pueblo, el pastor se daba una vuelta por el molino; entonces hablaba con el molinero y éste le solía dar pan o algún bocado de carne del cerdo que habían matado o algún trozo de torteta o algún gancho de morcilla, igual que el pastor había regalado con su pan de cada día, durante todo el día a sus ovejas “paniceras”, que le ayudaban a dirigir la marcha colectiva del rebaño. No sólo era el pan y la morcilla lo que querían el “amo” y el pastor, sino que tenían necesidad de comunicarse ente ellos y hablaban, unas veces del tiempo, al que el pastor seguía su curso, cuando en el monte ojeaba el horizonte, miraba la Sierra y las nubes del cielo. Algunas veces pronosticaba que las boiras iban a echar el agua sobre los campos, porque veía como se movían las nubes en la Sierra y los aires que soplaban por allá arriba, les proporcionaban humedad El pastor demostraba su inteligencia cuando, después de pronosticada, la lluvia mojaba los campos y las casas y refrescaba los rostros de las personas y la lana de las ovejas, que no dejaban pasar el agua hasta su piel, porque se sacudían la lana y el agua caía. El molinero y sus hijos admiraban el poder de observación del pastor y de tanto hacerlo se convirtió, como dice mi amigo, en un sabio. Mi amigo sigue pensando y tiene inquietudes en su cabeza, que le hacen a uno reflexionar sobre el porvenir de la humanidad. No quedan ya casi pastores ni ovejas, lo que hace pensar de donde en España se sacará la carne de cordero. Está claro que habrá que comprarla en el extranjero y cara. Algo veremos.
jueves, 21 de agosto de 2025
El ballet de los caballos
Ay, cuanto de dolor- está presente- al infante valiente,-a hombres y caballos-juntamente.
Venta de Ballerías
Siempre me ha llamado la atención la aldea de Venta de Ballerías, que se encuentra, próxima a la carretera, que baja a Sariñena desde Huesca...

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Arnal es un apellido aragonés de origen vasco-ibérico; Arnal en aragonés es el nombre que se da a una colmena. En el escudo,...