Recuerdo
cómo, cuando era un niño, subía en el viejo tren de vapor, a Canfranc,
acompañado por las nubes de humo, que desprendía su locomotora. Otras veces me
quedaba en Ayerbe, durante el verano, para gozar con el baño en las aguas del
río Gállego. Los bancos en que nos sentábamos eran de dura madera, pero sin
embargo me producían placer, en la compañía de los amigos que conmigo viajaban
y de los compañeros de viaje, con los que enseguida entablábamos conversación.
Aquellos humos tenían el inconveniente de introducirte en el ojo, alguna carbonilla, que te molestaba en sus
mucosas. Aquel ruido monótono, pero
agradable te hacía olvidar de la carbonilla, para acompañar con nuestros juegos
infantiles, la monótona música del cha-cha- cha, que producían las bielas del
tren. En verano, cuando subía a la Villa de Ayerbe para bañarme en compañía de
mis amigos, en el río Gállego, a veces
dejábamos los cristales de las ventanas abiertos, para que pasara el aire y nos
aliviara del calor. En invierno, cuando desde las ventanillas se contemplaba el
paisaje blanco pintado por la nieve, nos tapábamos con abrigos y bufandas y las
ancianas y ancianos, se envolvían en mantillas, mantones y mantas. ¡Qué bello
resulta el elevado paso del tren,
cuando baja desde la altura de Murillo
de Gállego, a la inferior altura del Pantano de la Peña!. Y dicen que por los
Pirineos que nos separan, en lugar de unirnos con Francia, la instalación del
Tercer Paso del Ferrocarril Europeo, que subiría de Marruecos a Toulouse,
afearía el paisaje. Mis recuerdos de los viajes que hice por esos montes, son
románticos y me acuerdo de las conversaciones que intercambiaban los viajeros y
la ilusión que inundaba a los niños y niñas, viajando por aquellos precipicios.
Pero
no son sólo los viajes que hice por el Sur de los Pirineos, sino los que he
recorrido por el Norte de los mismos, como los que me que han hecho, estos días, contemplar el
“tren enano” de Laruns, que se observa como asciende a lo alto del
pico de Laruns, lo mismo desde Fuenterabía u Ondarribía, como desde
Hendaya. Admira la belleza de este pequeño
tren escalando a lo alto de la Montaña, pero más hace su ascensión gozar a sus
viajeros, al contemplar como las alturas
pirenaicas bajan a mojarse en el mar Cantábrico.
Hace
unos pocos años, subimos con mi nieto Pablo, desde el Formigal, pasando por el
Puerto de Portalet, para llegar a la cola del Lago de Artouste, al que se le
hizo una presa de granito en 1924, a dos mil metros de altura. Produce energía
eléctrica y para construirla elevaban los materiales con el “petit train”, que
en lugar de desarmarlo al acabar las obras, lo modernizaron para aprovecharlo
con fines turísticos. Se sube al tren en esta parte próxima a Portalet y se
hace el recorrido. Para llegar a la entrada, que utilizan los franceses, desde
Pau y Lescun, se llega al lago de
Fabréges y por una telecabina se
sube a la estación del tren de Artouste. Este pequeño tren de Artouste dicen
que es el que más alto que circula por Europa, porque lo hace por una montaña
glaciar, es decir de hielos eternos, a unos dos mil metros de altura. Desde
aquellas alturas se divisan todavía más elevados el Pico del Midi d´Ossau de
2884 metros de altura o el de Balaitous de 3.144. En aquel paisaje que
aproximan las mentes a lugares más altos, propios del espíritu, se ven aves de
rapiña, marmotas y animales que recuerdan a los sarrios.
Ahora
se dice que pasar el ferrocarril que unirá a Africa con Europa, a través de los
Pirineos, que afearía tales montes, pero
los mismos franceses, buscando la energía eléctrica pusieron un presa al lago
de Artouste. Fueron inteligentes, porque, al acabarla, hicieron de su obra un
complejo turístico envidiado por el mundo.
¿Por
qué han de oponerse hora a la construcción del Tercer Paso Pirenaico, del
ferrocarril, cuando ellos siempre han buscado el comunicarse a través de la
ciudad de Toulouse con Zaragoza?. En Huesca y en otros puntos del Alto Aragón y
de Navarra, el nombre del Conde Roldán, está expuesto a la vista de los
viajeros, como por ejemplo con el Salto de Roldán. Ese nombre que entra en la
historia del Pirineo, que separa a España de Francia, debe continuar dando su
nombre al gran túnel, que se piensa que atraviese esa cordillera. Si en Francia
la construcción de la presa del lago Artouste, dio como consecuencia el gozo
turístico del pueblo, el Tercer Paso en ferrocarril por los Pirineos, dará un
progreso comercial e industrial a toda Europa. Toulouse y Zaragoza podrán unir
sus zonas industriales, conservar sus relaciones históricas y aumentar sus
relaciones humanas. Mi amigo Eliseo Carrera, me mandó unas fotografías de
trenes circulando por lugares de un paisaje maravilloso, sonando al mismo
tiempo una música que nos recuerda que los viajes en tren constituyen un
reflejo de nuestro paso por la vida.
Dice este trabajo delicioso que nunca sabremos en que estación nos apearemos ni
en cual desaparecerán nuestros hijos y amigos. Nació Eliseo Carrera en
Villanueva de Sigena, donde también vino
al mundo un “viejo europeo”, llamado Miguel Servet. Nosotros nos apearemos del
tren de la vida, pero siempre trataremos de vivir unidos y con amor y amistad
con todos los miembros de género humano. En la estación de la eternidad veremos
satisfechos, como los hombres cruzan los Pirineos por el Tercer Paso Central,
sentados y satisfechos de viajar juntos, desde el Africa hasta Europa.
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