martes, 28 de diciembre de 2010

Cuento post-navídad














En estos días de Navidad, me acuerdo cada año de mi hermano Luis Almudévar, Capitán de la Marina Mercante y de su esposa, María Pilar Arnal, que tuvieron a su hijo Luis Manuel y a sus hijas Marina y Natalia, a los que educaron y que son los tres felices en este mundo. Natalia continúa el espíritu de su padre, con el niño Teo, que ha tenido con Juanma, y que es inteligente y se mira al mar. Su madre le leerá el cuento de post-Navidad y él se acordará toda su vida de su abuelo.

Este cuento, que viene a continuación es el que escribió mi hermano Luis en las Navidades del año 1980, mientras navegaba desde la Guinea a España.

-Cuento post-navídad

En recuerdo de un cuentista navideño: mi padre.

Veinticuatro de diciembre. -Nochebuena de un año cualquiera,

en el Atlántico Sur. Un barco navega, rumbo a España,

con 19 hombres a bordo. Sol de justicia y cuarenta grados a la sombra.

El cocinero da los últimos toques a una sabrosa cena. Al crepúsculo,

los pilotos hacen sus cálculos de situación observando las estrellas.

Los navegantes tienen algo de Reyes Magos ,ya que después de

veinte siglos siguen las estrellas para llegar a su destino.

Todo- está a punto. El “viejo”- (irónica, cariñosa y tradicionalmente

al capitán se le llama el ’viejo’, independientemente de su edad),

preside la mesa, toma un aperitivo y se dirige al puente de mando

haciéndose ‘cargo de la navegación y dejando a sus 18 hombres

enfrentados con la cena.

El barco no debe detenerse -en su camino y el “viejo” pasará toda

la noche de guardia para que los tripulantes puedan disfrutar

tranquilos, de su fiesta.

La noche es larga y en la soledad del puente va recordando

lejanas Navidades familiares. La radio le acompaña y, según

va bajando el nivel de las botellas, va aumentando la alegría

en el comedor. Pronto llegan al puente los ecos de canciones

de casi todas las tierras de España: hay vascos, gallegos, asturianos,

andaluces, catalanes, canarios y, alguno, de secano, como el “viejo”.

Cada uno las canta como sabe y puede. Al final todos se

ponen de acuerdo y entonan el “Noche de paz”

y el “Asturias, patria querida”. A la madrugada va apagándose

el bullicio hasta que, al fin, se hace el silencio. La gente está

cansada y tienen que enfrentarse, al día siguiente, con su dura

jornada de trabajo.

Pasan los días y, en febrero, el buque llega a su destino.

El “viejo” es recibido por su familia con los brazos abiertos,

prepara un sencillo Nacimiento, adorna su casa con motivos

navideños, compra provisiones para una buena cena, villancicos,

los regalos comprados en exóticas tierras en sus envoltorios,

al pie del Belén...

A pesar de todas las tradiciones, aquel año de gracia cualquiera,

en el hogar del capitán, Jesús nació en febrero.

Luis ALMUDEVAR ZAMORA.

(En la mar, Navidad de 1980).

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