jueves, 9 de diciembre de 2010

Síntesis del mundo material con el mental o espiritual











El hombre en su evolución, ante la autointerrogación de su procedencia, intuyó que había sido creado por un Ser Supremo, es decir por Dios. Al principio no se aclaraba si el mundo era gobernado por un Dios o por una multitud de ellos, pero pronto empezó a levantar pagodas, los templos de Karnak y de Luxor, la acrópolis de Atenas, los templos de los dioses romanos y los de Méjico y de Perú, siguiendo por los templos monoteístas, como el de Jerusalén, las sinagogas que se encuentran en cualquier lugar de España, como yo he visto tres en Huesca capital, que serían construidas en el siglo XV, y ha seguido levantando sinagogas por el mundo, catedrales e iglesias en el mundo cristiano y más tarde las mezquitas en el musulmán.

La evolución es larga para el hombre, porque el tiempo y el espacio se conocen con el Big-Ban, ya que antes de la Creación, para el Señor, no había pasado ni futuro, sino que todo estaba presente. El químico Mendeleief decía que el petróleo se formó por la acción del agua, dentro de la tierra, donde estaban los carburos metálicos. El petróleo tiene propiedades comunes con la composición de los seres vivos, al formarse de un modo semejante al de la materia orgánica, con que se generaron esos seres vivos. El hombre se ha dado cuenta del paso que hace el Creador de la materia al espíritu. Y podemos contemplar el paso contrario, es decir del espíritu al cuerpo de Jesús, convertido en hombre material y espiritual, sin dejar de ser Hijo de Dios.

La mente humana se queda admirada de ver la materia y sentir el espíritu y yo no puedo menos que acordarme de la oración al Espíritu Santo, que reza así: “Envía Señor tu Espíritu y todas las cosas serán creadas y renovarás la faz de la Tierra”. Aquellos hombres que en esos tiempos en que se iban escribiendo los textos del Antiguo Testamento, levantaban templos al Creador y pensaban no sólo que Dios había creado el Cosmos, sino que tenían fe en que todas las cosas serían creadas. Y veían la necesidad de que se renovara la faz de la Tierra. Rezando esa oración, se da uno cuenta de que estamos los hombres en evolución.

El hombre está evolucionando, y si no ve todos los problemas claros, los intuye. Es el hombre la síntesis de la materia y del espíritu. Su cuerpo es material y es una situación evidente, pero el espíritu o el alma necesita una demostración para ser reconocida esa parte espiritual del hombre, que tiene la capacidad de razonar, de enjuiciar y de abstraer, pues la materia no es capaz de tales acciones. Se deduce claramente que el alma no es cuerpo, pero ambos forman al hombre. Hay una síntesis de alma y cuerpo. El alma es un principio o causa de vida.

En 1966, René Maheu, director general de la UNESCO, en el simposio titulado ”Ciencia y Síntesis”, dijo que la obra de Einstein y la de Teilhard, cada una en su forma, son los dos sistemas de conocimientos más densos y más extensos que se han realizado en la humanidad. Su capacidad de síntesis ha sido enorme en el campo de la ciencia, pues la síntesis jamás se ha hecho tan consciente como en la cabeza de estos dos investigadores. Los escritos de Teilhard de Chardin se difundieron de una forma sorprendente, pero en el año 1970, desaparecieron de las editoriales y librerías. A todas las discusiones contradictorias de las teorías de Teilhard, le han sucedido las observaciones sobre el fenómeno humano. Si la teoría de síntesis de Teilhard es una hipótesis, resulta que atrae las ideas del catolicismo, el capitalismo o el marxismo, haciendo de la teoría de la evolución, una “complementariedad y una convergencia”, que son atraídas y consideradas por todas las ideas citadas.

Renovar la faz de la Tierra ha sido la intención de aquellos hombres que han buscado la igualdad entre todos ellos y gocen de bienestar; han pasado por el mundo caudillos como Alejandro Magno, emperadores romanos, unos beneficiosos pero otros tiránicos. Y “vino Cristo al Mundo y los suyos no le conocieron”. El hombre se había dado cuenta de la necesidad de que se renovara la faz de la Tierra y el Señor, para alcanzar tal fin, envió a su Hijo, con lo que demostraba que amaba a los hombres creados por su poder y hemos visto como Cristo fue un hombre de dolores, que sufrió el insulto de sus verdugos, hasta que murió en la Cruz. El hombre va desarrollando su cuerpo y su mente por medio de la Evolución y Teilhard de Chardin, hizo la enorme reflexión de que es “Cristo el evolucionador, el Cristo motor de la evolución, es decir, el Cristo resucitado en su función cósmica”. “Vino Cristo al mundo y los suyos no le reconocieron”, igual que a Einstein cuando propuso prohibir las bombas atómicas, no le hicieron caso y cuando propuso ideas sobre un campo unificado, fueron criticadas por los científicos. O cuando Teilhard pretendió compaginar la educación para la evolución soñó con una administración, que favoreciera la cooperación internacional universal para humanizar, por medio de la evolución, la vida de los hombres, vio como se restringían sus ideas de desarrollo de la humanidad, simplemente por ser aristócrata y jesuita.

Teilhard basa sus teorías en la Síntesis y en la Hiperfísica. En “El fenómeno humano” sintetiza el mundo físico y material con el mundo mental y espiritual. Considera el pasado del hombre y aspira con la evolución, a desarrollar su futuro. La hiperfísica está basada en las ciencias naturales, pues se deriva de las teorías científicas conocidas por la ciencia, entre las que se encuentra la teoría de la evolución. Pero mira más adelante con la consciencia que le hace observar el interior de las cosas y la complejidad del exterior. Hace una síntesis científica y filosófica al mismo tiempo. Los problemas de la materia son más fáciles de comprender que los del espíritu e incluso es difícil separarlos uno de otro, como cuando se medita sobre la fórmula de Einstein E= m. v², parecen unirse la materia y la energía, que son de la misma naturaleza, de tal forma que algunos identifican el espíritu, con la síntesis de la materia y la energía. La materia y la energía ni se crean ni se destruyen, simplemente se transforman.

Estos primeros días del mes de diciembre de 2010, he estado meditando sobre Teilhard de Chardin y estas meditaciones se las he debido a mi compañero Veterinario Ignacio Escalona. Es éste un sabio, un hombre preocupado por la justicia y el bienestar de las personas, como ha demostrado en los años en que fue Alcalde de la Villa de Grañén. Me envió un escrito titulado “Antigüedad y Cristianismo”, que movió mi mente a pensar en la evolución. Es que este sabio Ignacio Escalona, siente como sentía Einstein que “la más bella y profunda emoción que nos es dado sentir es la sensación de lo místico. Ella es la que genera la verdadera ciencia. El hombre que desconoce esa emoción, que es incapaz de maravillarse y sentir el encanto y el asombro está prácticamente muerto. Saber aquello que para nosotros es impenetrable, realmente existe, que se manifiesta, como la más alta sabiduría y la más radiante belleza, sobre la cual nuestras embotadas facultades sólo pueden comprender en sus formas más primitivas”. Estos pensamientos nos religan con el Creador, es decir que confirman la verdadera religión.

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