Jose Maria Llanas Aguilaniedo
He asistido en el Palacio de los Duques de Villahermosa y Condes de Guara a la exposición de fotografías obtenidas por el padre de José Antonio Llanas Almudévar, Don Feliciano Llanas Aguilaniedo. He quedado admirado en primer lugar de la calidad de esas fotos, que dan la impresión, por ser fotografías en relieve, de que las personas que en ellas aparecen, semejan esculturas, que están ocupando puestos, unos más avanzados que otros, e incluso parece que una mujer va a salirse inmediatamente del lugar que ocupa, para caer en el suelo, fuera de la fotografía. Ahora dicen que el arte fotográfico, se ha separado de esa dirección estereoscópica o multidimensional. ¿Cómo en aquellos años de mil novecientos veinte, obtenían aquellos resultados espectaculares con unas máquinas, como aquella propiedad de Don Feliciano, con la que realizó las fotos que están expuestas en la sala del museo, acompañadas también con la exhibición de dicha máquina?.
Me parece que en la vida de la familia Llanas existió una lucha intelectual, sobre todo en aquellos años de mil novecientos quince hasta mil novecientos veintiuno, en la que intervendrían José María Llanas Aguilaniedo (1875-1921), y su hermano Feliciano, que murió en marzo de mil novecientos treinta y seis. Yo sabía que en casa de Llanas vivió un gran escritor, pero nadie me hablaba de él, hasta que un día le pregunté a mi primo José Antonio que no sólo me contestó, sino que me regaló uno de los libros originales del gran altoaragonés José María Llanas. Después, el Instituto de Estudios Altoaragoneses, ha ido publicando sus obras. La profesora Dra. Ana Suárez Miramón, en cierta ocasión, me preguntó si sabía algo del escritor José María Llanas y yo le contesté lo poco que sabía. En el Instituto de Estudios Altoaragoneses me dieron un ejemplar, titulado “El Modernismo: José María Llanas Aguilaniedo”, que la citada doctora les depositó para que me lo entregaran a mí. Este trabajo es de fecha Septiembre de 2004.
José María estudió en Barcelona y allí con su condición de superdotado, que se le reconoció en el Instituto de Huesca y su gran emotividad, intervino en la creación del Modernismo. En el Modernismo debía intervenir, además del yo, el arte, es decir que en la lucha por el progreso de los hombres y mujeres, además del cerebro pensante, debía entrar la contemplación del arte, que lleva consigo la inspiración, la belleza y el sentimiento de justicia, que nos tiene que dar igualdad de oportunidades a todos los seres humanos. Rubén Darío admirador de la obra de José María declaró su inclinación “al divino imperio de la música, música de las ideas, música del verbo”.
José María intervino en la escritura de novelas en las que sus protagonistas, aquejados por patologías psicológicas, que hacen ver como en el Modernismo intervienen la estética nueva, con su emotividad y los elementos científicos de los que padecen esas patologías psicológicas. Ya decía Goya esta frase, que está escrita en su monumento de la Plaza del Pilar de Zaragoza: ”La fantasía abandonada de la razón produce monstruos, pero unida a ella es la madre de las artes”.
La profesora Ana Suárez Miramón escribe: ” y para esa función por su preparación y estudio, estaba muy bien dotado Llanas”.
Coincide Llanas con Baroja, que era médico, porque ambos sentían curiosidad “por los planos y mecanismos de la irracionalidad”. De una manera parecida a la de Llanas, en 1899, escribía que “el arte actual nace de lo subconsciente. Nace sólo de la inspiración, estado no presidido por el yo, que consiste en el libre ejercicio del automatismo cerebral y produce cuando impresiona enérgicamente, un estado de contemplación; en el cual ni se atiende, ni se reflexiona, ni se deduce; en el cual el yo absolutamente perdido, está fuera de su centro”.
José María centró la redacción de sus novelas en el emotivismo y como dice la Doctora Ana Suárez: “intentó llevar al lector hacia el convencimiento y la necesidad estética que siente todo hombre, y que diferencia a uno de otros sólo por el grado.”
Nietzsche declaraba la estética supeditada a la ética o moral del “superhombre”; José María creería en la “supremacía de lo estético sobre lo ético”.
Después de cuarenta y siete años de practicar la profesión de farmacéutico, el padre de José María, Don Feliciano Llanas Susiac por su espíritu ético frente al estético de su hijo, los enemistó durante muchos años. En el Alma Contemporánea, habla José María de la niñez, de la edad adulta y de la vejez del hombre; su padre ya mayor no coincidiría con su hijo en el sentimentalismo, pero viendo la fotografía de la página veintisiete, se contempla a Don Feliciano Llanas Susiac, delante del retablo de madera arqueada, con pisos en los que estaban depositados los botes de porcelana, que contenían los productos naturales, a los que se reconocían efectos terapéuticos. Don Feliciano usaba de la razón y tenía sensaciones del arte.
José María escribe en su libro “Alba contemporánea”, de la vejez, de la edad adulta, de la juventud y de la niñez. De la vejez le vendrían a Don Feliciano Llanas Susiac los malos humores que le producían en su cerebro, las emociones de su hijo José María.
Le siguió en la Farmacia Feliciano Llanas Aguilaniedo, hombre maduro que sintió la llamada de la Naturaleza, de las cosas antiguas, como las procesiones de Semana Santa, el traslado de los restos de Alfonso el Batallador en 1920, otra vez el traslado de las reliquias de San Lorenzo, de las carrozas del Mayo Florido y retrató en relieve todos esos motivos y otros que le atarían, como la mecánica, con la que esperaba que aquellos niños mal vestidos, que aparecen en sus fotos, con “apaños” y remiendos cosidos en sus ropas, dejasen de sufrir en sus trabajos y pudiesen hacerlos más rentables, con aquellos tractores Ford, que superarían la fuerza de aquel par de mulas, una negra y otra blanca, que aparecen en el libro de la Diputación. Fotografió automóviles, en uno de los cuales se ve a Pepe Cardús y retrata aviones en el Saso de Loreto y retrató en relieve todos esos motivos y otros que le atraían, como las trilladoras y los automóviles, los ómnibus, como el de Antonio Almudévar, que aparece delante de casa Almudévar de Siétamo .Al llegar a la madurez, como dice su hermano José María “modérase la turbulencia de las ideas, entran en juego la reflexión y las facultades superiores del espíritu…y provisto de abundante material –conocimiento, ábrense camino las transcendentales y bien gestadas concepciones”. Si , Feliciano Llanas Aguilaniedo ( no níu, sino la aragonesa palabra niedo), soñaba con la Naturaleza e iba a Siétamo, donde le sacaron o tal vez se sacó a sí mismo una fotografía, sentado en una galería, desde la que se ven un paisaje hermoso y al fondo la Fábrica de Harinas, construída por mi abuelo en colaboración con su cuñado Bescós, padre del escritor Silvio Kosti y en Huesca creó un jardín en la Torre de Casaus, con sus paseos , a la sombra de verdes parras, que se agarraban a los arcos de hierro que los acompañaban; podían sentarse los paseantes en bancos de piedra, algunos de los cuales su hijo José Antonio llevó a l Ayuntamiento para ponerlos en Las Escaleretas de la Catedral. En ese jardín hizo una piscina, con un vestuario revestido de baldosas francesas y en la pared que daba a la carretera de Zaragoza, ponían sus nidos en la hiedra los ruiseñores, a los que mi tía Luisa observaba, con una contemplación casi mística.
Era humanitario, pues cuando se enteró de que su hermano José María estaba enfermo, fue a buscarlo y lo trajo a su casa de Huesca, donde vivió hasta el año 1921, respetado por todos y querido por Joaquín Santafé, que fue mancebo de la farmacia, donde le proporcionaron piso para él y más tarde para su familia; Cuando murieron los padres de sus sobrinos Pepe y Patrito Cardús Llanas, se los llevó a su casa con lo que aumentaba el número de hijos que ya le había dado el Señor. Su inteligencia, unida a la llamada de la Naturaleza y del arte fotográfico le hacían buscar en ellos la mejora de vida de aquellos niños, que en sus fotografías salían corriendo por las calles.
Cuando murieron su hermano José María y la esposa de Feliciano Llanas Aguilaniedo, a saber doña Pilar Almudévar Casaus volvió a casarse con su hermana Teresina, para que no faltaran los cuidados a sus hijos y sobrinos Pepe Cardús y su hermana Patrito, pero perdió la ilusión por sacar fotografías el año mil novecientos veinte.
Iba Don Feliciano a pescar a la balsa de la huerta y al río Guatizalema, mientras sus hijos el pequeño Feliciano, Pablo, Lorenzo, Lurdes, Pepe y Patrito, se lo pasaban en grande en Siétamo. Allí había sacado gran número de fotografías, pero, a pesar de lo bien que lo pasaban todos los Llanas, él seguía pescando, de lo que yo todavía me acuerdo de verlo en la balsa de la huerta y dejar los peces en un terrizo en la despensa de la cocina. Iban en coche, en unos tiempos en que casi no existían. Allí se juntaban con amigos, como se ve en una fotografía en que Pablo está en el corral de casa con un joven pastor cuidando unos corderos. En otra foto se ve a Pepe Cardús montado en un caballo, mientras su primo Feliciané lo hace en un asno, como si fueran imitadores de Don Quijote y Sancho Panza. Hace escasos días estuve con Isabel Cativiela, cuyo nombre le pusieron al Campo de fútbol, llamándolo Villa Isabel. Ella era hija de una maestra de Siétamo y cuando venían los Llanas, se unía con Patrito, con mi hermana Mariví y con mi prima Lurdes y bajaban a la huerta, en cuya casa, en su fachada sur, había y todavía dura una pila de piedra, que llenaban de agua, que con el sol se calentaba, luego abrían un grifo y pasaba a una bañera de zinc en el interior de la casa, y allí se bañaban y lo pasaban alegremente. Murió en Marzo del año 1936.
Después de morir José María y Pilar, llegaba una generación de jóvenes, pero murió el mayor de los hermanos, llamado también Feliciané, y llegó la Guerra Civil, en la que José Antonio, con quince años y un físico débil y escasa visión, fue al frente y su mando lo envió a su casa. Estudió Farmacia con su hermano Lorenzo en Santiago de Compostela y el pobre Lorenzo, cuando estaba acabando su carrera, murió también, más tarde murieron su hermano Pablo y su hermana Lurdes.
Con las continuas muertes de los suyos y la angustia que producen las guerras, José Antonio no se quejaba de nada ni de nadie, pero se interesaba por todo lo divino y lo humano. Cuando era niño se subía a una de las habitaciones altas, allá en Siétamo y se revestía con prendas sagradas hechas para los niños y jugaba a decir misa; todo el mundo se acuerda de verlo en la Catedral y en San Pedro el Viejo, donde se sentaba con los beneficiados en los sillones del coro y cantaba gregoriano, afición que practicó toda su vida. Pero no sólo amaba el gregoriano sino que escuchaba la música clásica. Amaba también la fotografía, como yo mismo comprobé al verlo en la Torre Casaus trabajar en lugares bellos como el jardín, con su máquina sobre un trípode. Observaba a todas las personas y escuchaba sus dichos, que aprendía y repetía con frecuencia, conociendo a todo el mundo, acordándose de sus nombres y de sus apodos. Conocía las costumbres de las ciudades y de los pueblos, componiendo multitud de artículos costumbristas, en los que con una literatura divertida, agradable y con una gran ironía, tocaba todos los temas de lo que pasaba en Huesca, en su provincia, en Zaragoza y en los pueblos. Amaba la Naturaleza y se acordaba de los paisajes de Siétamo en su niñez, en su juventud del jardín de la Torre y en su madurez creó otro jardín en Huerrios y aumentó el horizonte del Parque Municipal, en el que plantó, con la colaboración del Ejército un enorme pinar. Pensaba en el progreso la maquinaria, como su padre Feliciano, cuando escribe: ”Por meses no cabe a Huesca la gloria de haber descubierto el dirigible…Un montón de chatarra, hierros retorcidos y engranajes olvidados en los desvanes de casa de mi prima María Cruz Bescós fueron hasta hace poco el único testimonio de esta gran proeza ”. Basta recordar la crónica que sale en La Ilustración Española y Americana sobre el accidente que en Siétamo tuvieron con un avión. Pero después de pensar, sintió la necesidad de rebautizar la Escuela Santos Dumond, dándole “el nombre de Bescós, Bosque y Vilas o simplemente el de Pepito Lasierra, que los cuatro hicieron por la aeronáutica en Huesca bastante más de lo que pudiera hacer mister Dumond”.
La literatura fue una manifestación del pensamiento y de los sentimientos de José Antonio y querida por los oscenses, que agotaron la edición de su libro “La pequeña historia de Huesca”, de tal forma que ahora hay muchos que esperan que se sigan publicando sus artículos, en libros. La música era una de las aficiones de José Antonio y se preocupaba por los órganos, por ejemplo el de la Catedral y procuraba que sus hijos tuvieran armonios, pianos, acordeones e incluso en una habitación, donde hacían sonar la música, tenían un jazz-band. Pero no sólo amaba la música, sino también la pintura.
Emilio Castelar, que tiene la mente clara, dice: ” Tenía José Antonio una filosofía, que era una maravilla. Hasta para morir, lo demostró, diciéndole a su esposa ,que se preocupaba de su salud : déjame morir en paz”.Añadía que sabía de Huesca más que ninguno, cuando decía: “ conservad la ciudad haciendo todo lo viejo nuevo”. He dicho que consultaba con todo el mundo, pero era muy frecuente sorprenderlo cuando hablaba con Don Federico Balaguer.
Fueron seis los hijos e hijas de José Antonio con su esposa María Antonia Vazquez y seis también hijos e hijas los de María Lurdes Llanas y de Manuel Martínez Sapiña, de los cuales Pepe sigue viviendo en Huesca.
La hija mayor de José Antonio y María Antonia es María Teresa, que según todos hemos podido comprobar hablando con ella, hemos podido ver una persona con una gran inteligencia y un humor envidiable. José Antonio es profesor en Madrid y hace sonar los armonios y pianos en su casa y la acordeón por todos los lugares que recorre. Lorenzo gran aficionado a los coches antiguos ejerce, como sus antepasados de farmacéutico en Huesca, Pablo, que como su padre está repitiendo con frecuencia las palabras y las expresiones, que le llaman la atención, reside en Fraga y practica la equitación, Feliciano reside en Madrid, donde no puede olvidar a Huesca y a Siétamo y dirige una asociación del Conde de Aranda; es un buen escritor, como puede verse en el libro que ha publicado la Diputación Provincial. La hermana pequeña ama a su madre y a su hermana, igual que a su hijo y a todos los acoge en su casa y me ha dicho que su abuelo dejó cuentos escritos en “fabla” aragonesa.
Todos los hijos e hijas están unidos en el bienestar de su hermana María Teresa.
Como dice José María Llanas Aguilaniedo sobre la juventud, en su libro “Alma Contemporánea” : “A medida que los años van transcurriendo, la inteligencia adquiere mayor seguridad, los hechos de experimentación observados y la ilustración adquirida por el estudio constituyen un campo de relativa amplitud para el ejercicio de las facultades del alma y las ideas propias comienzan a hacer su aparición”. Con estas palabras, parece que José María describe a los jóvenes hermanos Llanas y todavía añade: “ la juventud época de expansión violenta de sentimientos y de viva efervescencia de ideas, es un período parecido al de las grandezas…se piensa con ardor y con fiebre, se discute, se planea mucho, se columbran soluciones de problemas imposibles…los ojos deslumbrados disfrutan por anticipado del espectáculo hermoso de la vida”, la vida como aparece en la imaginación de los jóvenes, que hacen sonar la música, en Huerrios, en su casa o en Siétamo, entre ellos José Antonio con el acordeón.