En una Infanzonía del apellido Almudévar, se dice que sus portadores, fueron Señores de Aniés. Pero el señor Alfonso Buil Aniés, Calvo, Calvo, Villacampa, Pablo, Azlor y Blecua ya me dijo hace dos o tres años que él procedía del Señorío de Aniés, también llamado de los Calvo. Este Señorío, según él me contó, residía en un Castillo situado en el pueblo de San Román de Morrano, al que otros llamaban de los Calvo. Entre los numerosos apellidos de los que se acuerda, figura el de los Calvo, que luce dos veces seguidas. Me confiesa Alfonso que nació en ese Castillo, en el que también vino al mundo su hermana María Jesús Buil. Esta señora debía tener su mente y su corazón unidos a la historia de la Comarca, cuyo centro es el pueblo de Casbas, con su glorioso Monasterio, de tal forma que al iniciar sus estudios con las monjas, también ella acabó haciéndose monja en dicho Monasterio y llegó a ser Abadesa del mismo. Desde San Román se ven muy próximos los pueblos de Casbas y el de Sieso, donde la familia Almudévar, que provenía de la Villa del mismo nombre, se extendió por todo el Somontano. Ese Monasterio de Nuestra Señora de la Gloria, ha estado durante siglos, dirigido por Monjas Cistercienses, que lo han abandonado el año 2004. Sólo quedaba en el convento una monja, a la que acompañaban otras venidas de fuera. Una de las últimas Abadesas del Monasterio de Casbas, fue la Madre María Jesús Buil Aniés, hermana de Alfonso. Desde las ventanas de la cara Norte del convento se veía delante de la Sierra de Guara, el pequeño pueblo de San Román de Morrano. Y la Abadesa María Jesús Buil Aniés, se lo miraba, como en sus años de juventud, contemplaba desde su castillo, el antiguo Monasterio. Pero no sólo fue ella la que se miraba a Guara, sino que en el siglo XVII, Ana Francisca Abarca de Bolea, siendo también Abadesa de Casbas, (desde el año 1672 al de 1676), e hija del Barón de Siétamo y Marqués de Torres, compuso el poema titulado a la Sierra de Guara, vista desde Casbas y que entre otros versos, utilizó los siguientes.”Desperdicias por las peñas- las perlas de mil en mil,-que en lagartos escarchados –se ven brillar y lucir.- Osténtase en su grandeza- ya el topacio, ya el rubí,- la delicada amapola,- el sufridor alhelí”.
Estuve dando la vuelta al Monasterio y me di cuenta de su abandono, que se acompañaba por la soledad de aquellas tierras serranas y las de debajo de esa misma Sierra de Guara. Antes en aquella comarca se cultivaba la sabiduría de las Madres Cistercienses, que enseñaban a las niñas a leer, escribir, dibujar, a coser, a cantar y a hacer sonar instrumentos musicales y a preparar lienzos bordados. Alguna se quedaba de monja para toda su vida, pero en general se iban a casar a las casas infanzonas, donde se conservaban Árboles Genealógicos, como el que me dijo Alfonso que colgaba en el salón de su casa. En ese árbol se veían los diversos matrimonios, que se fueron sucediendo en el castillo de los Señores y los distintos herederos, que se responsabilizaban del cultivo de sus tierras y de alimentar el ganado. A éste lo subían a la Sierra de Guara y allí Alfonso se admiraba de ver y comprobar, que en ella estaban las simas de la Grallera, porque en cierta ocasión en que se refugió contra una fuerte lluvia, se encerró en una caseta de pastores y al salir de ella, no pudo contemplar ni un charco de agua, por qué toda se la había tragado el subsuelo. Con un compañero suyo se introdujo por uno de esos subtrráneos, que le hicieron contemplar las bellezas de las estalagtitas y las estalagmitas, que proliferaban en aquellas cuevas. Después Alfonso contempló cuevas parecidas a estas en Francia, pero no poseedoras de tanta belleza. Desde entonces se lamenta de la oportunidad turística que se ha perdido en la Sierra de Guara y en su pueblo natal, en cuyo Señorío él había nacido. Su padre se llamaba Ramón Buil Calvo y era conocido por el cultivador moderno. Influído, tal vez, por la sabiduría del Monasterio, llegó a ser Guarda Mayor de los Forestales de Huesca. Entonces era gran amigo de Joaquín Costa, con el que cada vez que se veían hablaban del progreso de la Agricultura y de la Ganadería en el Alto Aragón. Me dice su hijo Alfonso, que ya tiene noventa años, que a su padre y a otro altoaragonés los recibía, cada vez que lo llamaban. Joaquín Costa confiaba en aquellos hombres buenos y trabajadores, para desarrollar el progreso en Aragón y se lamentaba de que Aragón, en lugar de prosperar, llegaría a un estado de pobreza intelectual, como da la impresión de ver tantos pueblos vacíos. Acordarme del Castillo de San Román de Morrano, hace acudir a mis ojos tristes lágrimas. Este Ramón Buil Calvo, fue un adelantado en la cría de corderos por sus ovejas, a las que hacía que se quedasen preñadas en una época en que pariesen cuando hiciese buen tiempo, con lo que lograba que criasen dos corderos al año, cada una. Entonces no se les daba a estos animales cebada ni maíz, aunque en la parte alta de la Sierra, cuidaban los “fenales”, rodeados de por piedras y cortaban el heno para guardarlo en pajares para dar de comer en invierno. Alfonso aprendió de su padre a preparar unos licores extraordinarios con varias plantas aromáticas o frutos, porque todavía Alfonso elabora licor de rosas e incluso de “minglanas”.
Beber es un placer, siempre que no se convierta en un vicio y un método para celebrar las fiestas de los pueblos, las bodas o para invitar a los visitantes. Por eso también preparaban licores en el Monasterio, con el que invitaban a los peregrinos a venerar a la Virgen de la Gloria. ¿De qué tiempos vendrían aquellas formas de preparar tales licores, cuando La Condesa de Pallars, fundadora del Monasterio, lo hizo en el año 1172?. Sólo se sabe que dicha actividad todavía se realiza y que sus realizadores son, uno el hermano de la Abadesa, Alfonso y su sobrino del Batán de Los Molinos, Joselín. Al ser forestales, se ha aumentado su afición y sus conocimientos de las plantas, con las que tratan de endulzar esta dura vida.
Pero hay otro aspecto que me hace añorar el Monasterio y es que las Madres cistercienses, preparaban un vino de un sabor, tal vez como el que Cristo mandó preparar en uno de sus milagros. ¿En qué detalles intervendrían las Madres en la elaboración de vinos de tal categoría?. Según Alfonso se marchó la última monja y se perdió el misterio, que hubiera podido ayudar a los altoaragoneses dirigidos por Joaquín Costa, a conservar la sabiduría y la belleza de la Sierra, del Castillo y del Monasterio. Así como en la misa se consume el vino o sangre de Cristo, en el pie de la Sierra de Guara, se bebería el vino de las Monjas de Casbas.
Pero en el artículo sobre el Batán, hablo de un sobrino de Alfonso Buil Aniés y de su hermana la Abadesa de Casbas, siendo su nombre Joselín Buil Bentué. Este hombre que desde niño iba al Monasterio a ayudar a sus religiosas, en sus tareas ordinarias, como por ejemplo la de preparar los “lacos y pisaderas”, utilizadas en la elaboración del vino, tiene que saber algo sobre el misterio del vino de las Madres Cistercienses. ¿Por qué pues?, sencillamente porque además de fabricar exquisitos licores, como los que fabrica Alfonso, elabora un vino, que al beberlo te llena de felicidad, trayéndote el recuerdo de la Sierra, del Castillo y del Monasterio de La Virgen de la Gloria.
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