Tomás Castán Malo, de apellidos
altoaragoneses, nació hace ya unos noventa y tres años, en el pueblo de Arguis.
¡Arguis!, pueblo de la Montaña, a escasamente a escasamente doce kilómetros de
Nueno, ya asomado a la Tierra Baja. En este pueblo se acumulan las aguas en el
pantano más antiguo de la provincia de Huesca. A Tomás le llamaba la atención
ese pantano, levantado en el siglo XVII, del que bajaba agua a la capital y
hoy, gracias a Dios y al que lo planteó, el señor Artigas, catedrático de la
Universidad Sertoriana, sigue bajando. Así como el agua descendía por la fuerza
de la gravedad, a él, ya muy niño, le atraía la Tierra Baja. El agua, que le
llamaba la atención por sus deseos de bajar, se acumulaba al lado de su casa, que
llamaban Mesón de Foz y que ahora ha ascendido a la categoría de Restaurante de
Foz. Cerca está la Peña, al lado de una tremenda Foz, como si sus rocas
hubiesen sido cortadas con una enorme hoz, para dar paso a las aguas del río
Isuela. De niño iba a la Escuela y vivió en Arguis unos treinta y pico años.
Pero esta vida feliz, a pesara de la escasez de medios que en aquellos tiempos
se daban en Arguis, como en cualquier otro pueblo de la provincia, la vio
interrumpida por la Guerra Civil del año de 1936. En el pueblo, a pesar de que
unos eran de derechas y otros de izquierdas, no querían la Guerra y además los
alcaldes, uno conservador, llamado Matías y otro de izquierdas, llamado Miguel,
eran buenas personas y no querían la violencia. La prueba es que en Arguis, no
mataron a nadie, ni unos ni otros, pero en el frente murieron tres, que
seguramente no irían gustosos a la Guerra. Cierto día llegaron al pueblo
algunos vecinos de Nueno y de Apiés y colocaron una bandera de color rojo en la
Torre de la Iglesia, cambiándola más tarde por otra de color más oscuro, de la
C.N.T. Entonces llevaron a los jóvenes del pueblo, para ingresarlos en el
Ejército Republicano, a Barbastro. De allí los pasaron, parece ser que con poca
preparación, a enfrentarse con los nacionales al frente de Madrid, cerca de la
Ciudad Universitaria. Allí exclamó Tomás que ¡mataban a la gente como moscas! Y
“no la sabe usted bien como era aquello!”. En Alcalá de Henares había campo de
concentración, cárcel y penal.
Por lo visto, algunos regresaron,
después de cierto tiempo, a Barbastro y al poco tiempo, se oía por todas partes
esclamar: ¡vienen los fascistas y nos van a matar a todos!. Unos se escaparon a
Francia y los jóvenes como Tomás y Jesús Banzo de Banastás, se fueron por el
monte. Tomás estuvo con otros compañeros en una caseta, pasando hambre y Jesús,
en otra caseta en Lascuarre, donde le dio de comer, una señora de este pueblo. Tomás
y compañía decidieron bajar a Barbastro y en el camino los pararon unos
requetés, les pidieron declaración y los acompañaron al nombrado Barbastro, juntándose
en la Plaza de Toros, más de mil jóvenes milicianos. Los subieron en camiones a
Huesca, al Cuartel de San Juan y allí les dijeron que el que tuviera alguna
persona de prestigio conocida, que los llamaran para reconocerlos. En seguida
vinieron unos para unos y otros para otros, se abrazaron al encontrarse y
soltaron a casi todos. Al poco tiempo de estar en su casa, los volvieron a
llamar, para ir a cumplir el Servicio Militar, que a Tomás le duró unos
dieciocho meses, por ser hijo de viuda, pero a Jesús lo retuvieron durante
siete años. De Huesca, antes de ingresar en el Ejército, los llevaron al Campo de Concentración de Zamora, donde
estuvieron, según Tomás, dieciocho días y según Jesús, un mes aproximadamente.
Aquello, según expresión de Tomás, era un “zurriburri”, lleno de moros,
alemanes, rusos, etcétera, que dormán apretados unos junto a otros por falta de
mantas y “con más piojos que lleva un perro de gallinero”.
Así como de Arguis, murieron tres
mozos en la Guerra, de Banastás de nueve, fueron ocho los muertos, y así como
Tomás estuvo dieciocho meses en el Ejército, Jesús tuvo que estar siete años.
Jesús y Tomás se encuentran en el
Parque Municipal,con sus más de noventa años, recuerdan aquellas penalidades de
la Guerra, aunque por su alrededor no hay jóvenes que escuchan esas aventuras,
que los escarmentarían de empezar otra Guerra.
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