Desde Siétamo, dirigiendo la mirada hacia el Norte, se
admira uno de la Sierra de Guara, que ofrece
la contemplación de dos gigantes muertos
o dormidos. El dios Guara, se ha convertido en la
escultura gigantesca de un muerto, que es ese dios
de Guara, que era un abuelo legendario, que progresaba a ser un dios,
adorándose con otros dioses, en los primitivos tempos, por los pobladores de la
Sierra de Guara, desde la que se ve, por el Norte, el río Guarga, que corre hacia el Oeste y el
Ara, que se dirige hacia el Este.
El tirano
Gabardón, otro dios de la Montaña, se enteró de que su hija Gabardiella se
amaba con el que dio su nombre al Tozal de Gratal y se llenó de odio. Desde
esta Sierra, Gabardón veía por el
Norte los Pirineos, con las Tres Sorores y al Sur, los Monegros con las tierras de Gabarda, hija también de
Gabardón, allá por debajo de Granén, en las que mis parientes los Almudévar, provenientes de Siétamo, cultivaron la tierra.
Gabardón era, tal vez, un dios
gigantesco, que desde la Sierra de Guara, compartía con otros dioses, como el mismo
Guara, la comunicación con los Pirineos por el Norte y la Tierra Plana, por el
Sur.
La leyenda dice que Gabardón, tenía otra hija,
llamada Gabardiella. Así como su padre estaba contento con el amor de Gabarda,
cuando se enteró de que su otra hija, Gabardiella, amaba al que dio su nombre al Tozal de Gratal,
se llenó de odio. Su padre era contrario a este amor, pues
pensaba que Gratal, era un monte feo, lleno de maleza, de carrascales y no
tenía flores, ni bosques, ni siquiera alguna gran cueva, como la que existe
debajo del actual Pantano de Arguis.
Gabardiella,
su hija, le contestaba que a ella le complacía su figura, tal como la veía y
por eso amaba a Gratal, sin darse cuenta
de que este Gratal era solamente un símbolo de lo más antiguo,de la vejez y de la
muerte. ¡Qué diosecillos eran aquellos, dueños de las montañas y de los valles, unos
dioses de tamaño gigantesco, como gigantesco
era su amor y su odio!. Su poder divino
era solamente el escaso poder de los diosecillos.
Gabardón, que era padre de la hermosa Gabardiella, no
tenía simpatía por la antigüedad y la vejez de Gratal, al que su hija
pretendía. Eran amigos los que identificaban las quiebras de la Naturaleza con
su irredento caminar de diosecillos a hombres o de hombres a diosecillos. Gabardón, dios y aspirante a hombre de las
montañas, corrió en busca del auxilio de otro de esos dioses, a saber de aquel
que tenía y sigue teniendo el nombre de Guara. Todavía hoy miramos a esa
montaña de dos mil setenta y siete metros de altura, que nos recuerda el valor
y la arrogancia de aquel dios, llamado Guara.
Gabardón acudió a pedir ayuda a su amigo el dios
elevado en la Punta de Guara y este Guara, para cumplir la voluntad de su
amigo, cogió una descomunal “tranca” y con ella por medio de un golpe propio de
un dios, sobre la montaña, quebró la tierra y dejó abierto el cauce del río Flumen,
nombre latino y semilitúrgico del río, como, más tarde lo bautizaron los romanos, que desde esa
brecha desciende desde el Pirineo a la Tierra Baja.
Al darse cuenta Gratal de que Guara había partido en
dos trozos la cadena montañosa, separándolo a él de la bella Gabardiella, gritó venganza y
aquella noche, cuando Guara dormía, alzó
un arma formidable, que dicen que fue la Punta del mismo monte de Gratal, y la
clavó en el corazón del gigante dormido o más bien muerto, hasta nuestros días.
Cuando pasas por Siétamo, desde el que se observa mejor la Sierra de Guara, divisas
el Cuerpo de Guara, formado por la Sierra del mismo nombre. Primero aparece la cabeza puntiaguda del
Fragineto, después sigue por el Pico de Guara, que representa el pecho con sus
manos posadas sobre él, a continuación se distingue su largo cuerpo, para
mostrar sus rodillas, y al otro extremo los pies del Corazón de Guara. Mirando
ese cadáver desde su cabeza o Punta de Fragineto, se ve el pecho que resalta en
el Pico de Guara, con sus manos apoyadas en su pecho y así se va siguiendo la
línea del Gigantesco cadáver, hasta los pies.
Gabardón, como he escrito tenía dos hijas, una
Gabarda que fue feliz en la Tierra Baja, cerca de Grañén, pero con su hija
Gabardiella tuvo que pasar grandes catástrofes. Esta bella diosa estaba
enamorada del dios Gratal. Hablaban los distintos miembros del
Pirineo de la fealdad de su monte, pero el amor los hacía felices. El padre de
Gabardiella, a saber Gabardón, se llevó un enorme disgusto al darse cuenta del
amor de su hija Gabardiella con el dios Gratal y para evitar el desarrollo de
tal amor, encargó al dios más gigantesco, a saber a Guara, que acabara con
Gratal. Guara descargó un tremendo golpe sobre la Sierra y abrió un tajo en las
montañas. Separó en dos el Salto de Roldán, con lo que al mismo tiempo, separó
a los dos enamorados para siempre, creando la salida de las aguas de la Montaña
desde el cauce del río Flumen, que separaron a Gratal y a Gabardiella. Ésta,
entristecida, no paró de llorar hasta que hizo crecer el río Guatizalema.
El dios Gratal
se quedó al Oeste del Mallo Occidental del Salto de Roldán y Gabardiella
permaneció en su parte oriental.
Haciendo caso al dios Gratal, el dios más poderoso, es
decir Guara, partió en dos la rocosa montaña y el Flumen comenzó a correr con
sus aguas por la Foz de Salto Roldán, nuevas aguas que se precipitaron hacia la
Tierra Baja, entre las Peñas de Man y de San Miguel.
Gratal y Gabardiella, que ardían en amor, fueron
separados por las aguas frías de encima de la Sierra de Guara, como si hubieran
sido condenados a permanecer eternamente
condenados, a mirarse a lo lejos con una mirada eterna, pero sin poderse besar
en toda la eternidad.
Al principio Gratal, sufría silenciosamente, pero
aumentaba en él un deseo de venganza, temible porque aunque era un dios más
pequeño que los otros, su deseo de venganza, aumentaba su impulso de gran
luchador. A consecuencia de este odio, una noche, llegó al lado del dios Guara
y le clavó su “picacho”, es decir, el pico de Gatal en sus paredes de roca, que
saltaron y formaron las Pedreras. Hizo vibrar todo el Pirineo y dejó a Guara
yacente, como un muerto.
Gabardiella se quedó aislada de su amor, entre
Fragineto, que hace de cabeza de Guara y de la Peña de San Miguel, que fue
separada de su papel de un pie unido al
de la Peña de Man y dio paso a las aguas de la Sierra por el río abierto
del Flumen.
Viniendo de
Barbastro y pasando por el Llano de Quinto, se ve la “cabeza del Fragineto”, y
hacia el Oeste, se observa un “gigante dormido”, todo él de piedra, que desde
el oeste de Fragineto, por el picón de Medio Día, ese gigante yacente se lanza,
con las manos contra su pecho, ofreciendo su figura a la Hoya de Huesca.
En tiempos pasados, por esos terrenos pedregosos,
vivían osos pirenaicos. Poco más arriba, cerca de San Julián de Banzo, en la
Bal d’Onsera, donde vivió San Urbez, vivían también esos osos, como se cuenta y
se ve en la iglesia de San Urbez, cercana al río Ara, la escultura de uno de
ellos.
Estas leyendas misteriosas de los diosecillos pirenaicos,
hacen trabajar la imaginación, porque de la memoria de algunos abuelos, que vivían
en la Sierra, contaban que un “Home Grandizo”, circulaba acompañado de un oso.
¿Sería alguno de los habitantes de la cercana Val d’Onsera o más bien sería del
“Gigante Fotronero”, que hasta hace muy poco tiempo, dicen que se escondía para
esperar que bajaran los “repatanes” en la Cueva de San Climent en Arguis.
¿Será ese gigante
dormido, que recorría desde el Flumen hasta el Mallo de San Miguel, de Salto
Roldán, algún dios, como el “Home Grandizo”, que caminaba siempre con un oso?