domingo, 28 de noviembre de 2010

Las fuentes de Marcelo y Jara


Hace un tiempo, en la antigua Plaza del Mercado, me encontré con un joven oscense, de unos
treinta y tantos años, y lo vi con síntomas de catarro,que le hacían, entre otras cosas, presentar una
nariz completamente roja. Se lo dije y él exclamó:¡Sí, igual que un payaso! Trató de explicarme los
motivos de su catarro, cuando yo le dije: “¡Ya lo habráscogido en Jara!”, porque con mucha frecuencia va a visitar esa bella ermita. Y me contestó: “Sí,el sábado a las ocho y media de la mañana, hacía frío y yo con sólo la camisa, me dirigí a la ermita que has nombrado y por la tarde, como creo que soy buen oscense, me fui a la fuente de Marcelo, debajo del Kilómetro Tres”. Se puede ir a dicha fuente por la carretera de Arguis, pero también se puede ir por el Pedregal, que está señalado con estacas, la fuente de Marcelo. Este Pedregal se coge por debajo de las Miguelas, cerca del huerto de Gambau. Pero él no fue por ninguno de estos dos caminos, sino que marchó caminando por la orilla del río y se entretenía en levantar algunos ladrillos del agua, les tapaba los agujeros y sacudiéndolos, salían dos o tres cangrejos, que según él eran “entreveraus”, es decir que ya habían perdido la antigua raza de los cangrejos autóctonos. Luego él, como no es amigo de “fartase”, los volvía a soltar, porque además tiene un gran sentido de la Ecología, que le hace respetar hasta a los cangrejos, porque se acordaba de que, cuando era niño, iba con otros a pescarlos al río. Me dijo que estaba enamorado de las perdices, a las que contempla cuando hacen sus escapadas, unas veces andando, otras corriendo y algunas volando y le gusta escuchar sus cantos que lo vuelven loco. Me habló de una pequeña liebre, que había cogido en un hueco que estaba en el tronco de una olivera, y al mirarme hacía él, vi que llevaba colgada de su chaqueta una pequeña figura de liebre que creí era para acordarse de aquélla que cogió en sus años infantiles.
Al llegar a Marcelo, se mojó la cabeza con el agua tan fresca que sale por sus caños y se echó
unos tragos descomunales y cuando hubo gozado de la frescura del agua, de la belleza del paisaje,
que él dice que es precioso y para confirmarlo me añadió: “¡Nunilo también te lo puede decir!”; allá a las siete de la tarde se volvió hacia Huesca, andando otra vez por el río. Allá a las siete y media llegó a su casa y no notó nada, pero el domingo, al levantarse, le dolía la cabeza y tosía.
¡Había cogido un catarro oscense, que por ser tal es mejor que el actual y grave catarro, que los
chinos, tan viejos, han traído a este mundo! Me dijo que él tenía la culpa de haber cogido la
gripe, pues se podía caminar por la orilla del río, sin mojarse los pies, pues hay dos pequeños puentes, uno al principio del camino y otro en la misma fuente, que es una obra de ingeniería de hijos del pueblo, como Berdié, que arregló el camino y las fuentes de Marcelo y Jara, con su dinero. El puente de Marcelo, cambia su posición cuando baja una iada, pero se hace girar sobre un eje y se vuelve a su posición anterior. ¿Qué clase de puente es éste? ¿Por qué no es colgante, no es fijo, sino giratorio? Es un puente de Marcelo, es de Huesca. Después de contarme estas cosas, me llevó a
ver la fuente de Marcelo, que yo había conocido de niño, pero ahora está transformada porque el río se ensucia más abajo, ya que allí tiene las aguas puras y limpias, llenas de madrillas y de “zapateros”. Las aguas bajan por cuatro caños, tres casi juntos y otro el del Gallo, que está un poco más alejado. La primera fuente se llama la del Pez, la segunda la del Toro y la tercera la de Marcelo y sus aguas se van al río, donde antes iba todo Huesca a bañarse en sus badinas y a su alrededor hay mesas con sus bancos, en los que se puede merendar, comer y pasar el día;
es un lugar limpio, con zonas de sol y de sombra producida esta última por los árboles, como los
chopos y los robles o cagicos. Presidiendo el paisaje estaba levantado un cubierto, rodeado en su interior de cómodos bancos, en los que estaban sentados varios veteranos de Huesca, como el “ingeniero” Berdié, que parece que goza allí de su vida, con numerosos otros oscenses, presididos todos por Pascual Ascaso, que igual que distrae en el periódico a los oscenses con sus artículos, lo hace en la fuente de Marcelo, con su conversación.

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