domingo, 11 de septiembre de 2011

Zenobia Camprubí, mi tía Luisa y la burra Platera


Zenobia, esposa del poeta Juan Ramón Jiménez, como escribe don José Antonio Serrano Segura,”fue una mujer sencilla, ocupada en las tareas del hogar y muy atenta a todas las actividades culturales de su tiempo. Música, teatro, pintura, ballet….todo era del interés de Zenobia. Fue administradora, secretaria, enfermera, relaciones públicas, ama de casa. Fue la artesana del diseño de la vida del poeta. Si ella no hubiera organizado su vida, el poeta hubiera caído en una de sus crisis infernales. Y este mundo no se organiza sin un amor compartido”. Era el poeta de una sensibilidad muy delicada, ya que era melancólico, de sentimientos vagos, los colores que veía eran desvaídos, escuchaba música del mar, que le llamó la atención en el barco en que volvía de casarse en Nueva York. Como dice en el párrafo anterior “ si ella no hubiera organizado su vida”, Juan Ramón hubiera seguido sufriendo depresiones, como la que le llevó el año 1901, al Sanatorio de Burdeos.
En 1911, Juan Ramón era ya un poeta que encantaba a sus lectores con sus poesías y en la Residencia de Estudiantes, quedó enamorado al escuchar las alegres risas de Zenobia, de la que quedó enamorado, pero ella no se rindió enseguida al amor poético de tan gran poeta, pero sin embargo no pudo aguantar indiferente ante los acosos poéticos de Juan Ramón. En 1916 se casaron en la iglesia de St. Stephen en Nueva York. Volvieron a España y Zenobia traducía obras de Rabindranaht Tagore, que Juan Ramón convertía en obras de literatura  poética en castellano.
Juan Ramón Jiménez, nacido en 1881, fue un poeta que escribía con versos de oro y que no podía estar sólo porque le descomponían los nervios los hechos vulgares y continuos de la vida ordinaria, por ejemplo, el escuchar constantemente hablar en inglés e incluso las risas de las mujeres entre ellas. Y estos estímulos perjudiciales para sus ánimos, se acrecentaron, cuando tuvo que vivir con Zenobia en los Estados Unidos. Y Zenobia pensó primero por el bien de Juan Ramón Jiménez,  trasladarse a Puerto Rico, a cuyo país de sus antepasados,  tanto amaba. Al marchar a Puerto Rico, se sintió más a gusto al escuchar el dulce son del castellano portorriqueño.
En 1916 Zenobia se casó con Juan Ramón y añadió a sus actividades de escritora,  actividades sociales, la de escudero ayudante  de su marido, del que fue secretaria, economista, escritora en español y en inglés y traductora, por ejemplo de Rabindranath Tagore, que luego hacía más sensible el poeta Juan Ramón. Entre sus actividades sociales creó “La enfermera a domicilio” o durante la Guerra Civil, la ayuda humanitaria, entre otros a los niños españoles, que fueron víctimas de dicha lucha civil. En aquella época la mujer estaba discriminada por aquella sociedad y ella luchó por el acceso de la mujer a su presencia en todos los aspectos de la Sociedad. Apurada por la situación económica, llena de dificultades y de escasez, resolvió esos problemas, con pequeños negocios, que aliviaron el estado económico y de ánimo de su esposo. Al llegar la Guerra Civil, ella resolvió problemas como el de exiliarse de España y en el año 1936 inicio con su marido un ciclo por el que vivieron en Cuba, Estados Unidos, Argentina y Puerto Rico, donde tuvo que trabajar de profesora en la Universidad de Puerto Rico. Era la esposa de un delicado poeta y en uno de sus diarios escribe que Juan Ramón,  sin ella, sería “el pusilánime, hipocondriaco, depresivo y neurasténico  poeta se hubiera hundido en un pozo sin fondo…pero el día en que se juntó su destino con el mío, cambió ese fin….En esa empresa nuestra, yo siempre he sido Sancho”. Sancho fue el escudero de Don Quijote y Zenobia se declara el Sancho de Juan Ramón. El asno “Platero” y el yo de Juan Ramón”,  colaboraron entre ellos y con el “escudero Sancho”, es decir con Zenobia. Sancho Panza es un personaje ficticio y lleno de sabiduría popular, en tanto que Zenobia es una persona real, como Sancho llena de sabiduría, pero no sólo popular, sino para toda la sociedad, amante de la paz para los niños y para los mayores, para toda la humanidad, siendo en aquellos tiempos de principios del siglo XX, una gran feminista. Efectivamente se preocupó por el acceso de la mujer a una educación, que le permitiera acceder a ocupar cargos en la sociedad, dejando de ser servidoras del servicio doméstico y de la agricultura. Luchó contra el machismo para que se respetara la igualdad  sin discriminaciones entre el hombre y la mujer.
Y al escribir sobre las cualidades femeninas de Zenobia, me acuerdo de mi tía Luisa y de su amor a los niños,  a pesar de carecer de hijos suyos, aunque Zenobia amaba a Juan Ramón, además de cómo esposo, como si fuera hijo suyo, del que tendría que cuidar el porvenir. Tía Luisa, fue también sin hijos, la madre de todos los niños con los que Dios ponía en su camino, los amaba como amaba a su hermano José María, al que hizo feliz. Así como Juan Ramón hubiera caído en el pozo de la desesperación, José María, con su periódico diario, fue feliz con su hermana Luisa. Como dice Juan Ramón en su libro de “Platero y yo”, “las historias son reflexiones sobre la vida, enfermedad, muerte y la vida feliz de Platero y yo” y las historias que yo recuerdo de mi tía Luisa, eran como las de Juan Ramón y su esposa, con una burra platera. En mi artículo “La fuente y el río Guatizalema”, escribo : ”Y mi tía  Luisa, hermana de mi padre, vivía lo que la Naturaleza gobernaba y tenía un corazón de oro y al llegar el solsticio de primavera se le despertaba el deseo de llevarnos a la fuente de “mi tío Rafael”, para que nos bañásemos los niños y jugásemos con la arena de las orillas del Guatizalema y bebiéramos las aguas que surgían de la fuente que manaba a su lado”. El poeta “nos cuenta que los niños pasean encima de Platero y siempre él los asusta de manera que hiciera como que va a empezar a galopar y sólo está jugando, nos dice como hay una niña que adora a Platero y siempre está pendiente de él.  Nos habla del doctor, yo diría veterinario de Platero”. Porque mi tía Luisa mandaba “aparejar la burreta  torda-platera, a la que por detrás del cuello, colgaba tía Luisa las alforjas con pan y chocolate y nos montaba a los tres hermanos pequeños, a saber Luis, Jesús y yo mismo, mientras  mis hermanos mayores, Mariví, Manolo y María iban a alcanzar las aguas del río y de la fuente caminando y teniendo cuidado junto con la niñera de que no cayésemos de los lomos del asno al suelo”. “Las historias (que acabo de contar)son reflexiones sobre la vida feliz de Platero y  yo” ,dice Juan Ramón Jiménez y yo también participé en ellas y Zenobia y tía Luisa. Yo veo en Platero un hermano gemelo de Platera, la burra, que vivió más de veinte años en casa Almudévar de Siétamo. Tía Luisa, después de muerta, ha completado su labor social y humana, porque la Torre en que vivió, se convirtió en un Hospital de la Seguridad Social, a la que tanto amaban Zenobia Camprubí y Luisa Almudévar.

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