jueves, 25 de abril de 2024

La razón y la sinrazón

 



La razón hace funcionar los ordenadores, no su propia razón de la que carecen esos maravillosos aparatos, descendientes de las simples plumas, primero de las aves y más tarde de las plumillas metálicas, sino de la razón de los hombres a los que devuelve el Espíritu Santo, los frutos de la oración a El dirigida:   “Envía,  Señor, tu Espíritu y todas las cosas serán creadas y renovarás la faz de la Tierra”.
Se agotó  el continente de tinta negra, en la que se mojaban, yo no sé si mi razón no conoce cómo el automático ordenador, hacía que esas letras salieran escritas sobre un folio. ¿Cómo iba a saber tales operaciones ,que a mi corta razón le parecían obras de brujas, después de ver ,simplemente mojar las plumillas  en los tinteros, para transcribirlas al papel, durante multitud de años?.
Mi razón me movió a buscar un nuevo aparato contenedor de tinta negra y fui al Almacén y Comercio, donde, mostré al buen joven que atendía amablemente a los clientes, dicho contenedor de tinta, ya vacío. El, siguiendo los impulsos de su razón, me sacó una cajita, en la que estaba escrito el mismo número que en el aparato que yo le llevaba. Yo contento como un niño corrí a colocarlo en el lugar que le correspondía en el Ordenador. Pero la razón del mismo le impidió, que la escritura se gravase sobre el folio. No hice más experimentos, tal vez por sentirme incapaz de comprender el adelanto que han dado los hombres en escribir con ordenadores en lugar de con plumas. Pero la razón de mi sinrazón se sublevó y corrí al Almacén a pedir explicaciones,  que yo no podía comprender. El joven vendedor tan razonable, comprendió que yo no había probado los distintos mecanismos por los que  podría haber conseguido conmover la razón del Ordenador. Pero allí hubo una confusión muy humana porque la razón de la sinrazón, que a su razón,  razón se le hacía, luchaba con mi sinrazón, que también quería convertir en razón, aquella razón tan simple que no podía convencer a la razón del Ordenador. ¿Cuál fue esa sinrazón ?.  Sencillamente, el peligro que vio el vendedor en que yo le pidiera la devolución del coste del contenedor de tinta   y yo me vi con mi orgullo caído, por negar la razón comercial del vendedor, que unía a la razón de conocer el Ordenador,  su profundo conocimiento de la técnica comercial, yo no sé si más razonable, pero desde luego más práctica.
Desde luego la vida moderna complica las cosas corrientes del convivir diario, pero, desde luego el vendedor tenía razón, porque al volver a mi casa, hice lo que me dijo, el que espero que sea mi amigo, y surgió triunfante la razón del Ordenador, al escribir con claridad, obedeciendo las órdenes del vendedor. 

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