domingo, 18 de septiembre de 2011

La Cruz de la Paul, aparecida en Siétamo





Manolo Calvo tiene cincuenta y ocho años y pasó gran parte de su niñez en Siétamo, desde los cuatro años hasta los nueve, cuando a su padre, guadia civil, lo destinaron a Huesca. Su padre era rubio en su edad juvenil y Manolo Calvo salió rubio platino, aunque ahora, después de haberse tornado moreno, le aparece la parte de la cabeza,  plateada, porque su enorme calva recuerda una pista por la que resbalan las ideas. Su voz recuerda el sonido, como grave, que  producen los oradores, unos cuando predican y los políticos cuando lanzan sus consignas al pueblo. Saliendo de clase, un profesor lo cogió por el hombro y le dijo: tienes una voz muy fuerte, pero un poco venenosa. Manolo no se calla nunca, le gusta decir verdades, aunque con esa actitud le aumentan los problemas. Su madre ya le decía: el que dice las verdades, pierde las  amistades. Es Manolo muy hablador y en una ocasión se puso a hablar en un bar y entró en él, el alcalde de Huesca, pero él siguió hablando. Entonces alguien le dijo que callase y él exclamó: ¡los bares son un foro de opiniones!. El comprobó, como le decía su madre, que el que dice las verdades, pierde las amistades, porque lo echaron del bar. 
Tiene muchos recuerdos de su niñez, pasada en Siétamo y esta niñez le ha dado recuerdos para pasar la vida en la capital oscense.
Su recuerdo más impresionante,  le viene de una vez, que iba en una procesión por la Paul, entonces un simple camino sin pavimento, formando con los monaguillos parte de una procesión, presidida por el cura, don Alejandro y secundada por  el sacristán Antonio Bescós, conocido como Trabuco. De pronto Trabuco se paró y  se quedó extasiado mirando al cielo y los fieles pensaban si miraba a la luna, cuando se dieron cuenta que su atención la dirigía a una gran Cruz de ángulos rectos, de color un poco más oscuro que la luna. Y entonces los fieles con tal visión, se quedaron extasiados mirando al cielo para  contemplarla,  pero continuaron dando sus breves pasos procesionales, por la Paul, que ahora llaman la Arboleda. Me dice Manolo que entre otros testigos está el vecino mío de Siétamo Rafael Ciria Bruis, que iba en la procesión de compañero, de compañero de Manolo  y vestido como él, de monaguillo.
Cuando terminó la procesión, su padre y su madre, se retiraron al cuartel de la Guardia Civil, donde, estaba en aquella fecha, de puertas, un joven Guardia Civil, llamado Rafael Campos Martínez, que durante la procesión también había visto la Cruz de ángulos rectos, sobre la luna. Se estaba preparando para ingresar en la academia General Militar de Zaragoza. Ingresó en la Academia y llegó a ser General de la Guardia Civil. Algunos dicen que su fe en la Cruz, le dio la ocasión de llegar a ser General.
Al día siguiente el Observatorio Meteorológico de Monflorite, dijo que aquella Cruz estaba formada por gases. Manolo impulsado por su continua afirmación de verdades  dijo que los gases no hacen ángulos rectos. Manolo ante aquella experiencia mística de la aparición de la Cruz, se decidió a ingresar en el Seminario de Huesca.
Este caso recuerda lo que ocurrió en la guerra entre los romanos Constantino y Majencio, el año 312 d.C.,  cuando el emperador  Constantino, iba a luchar en una batalla en que se jugaba el porvenir del Imperio Romano. En aquella batalla apareció una gran Cruz blanca sobre fondo de púrpura, en el cielo, con una leyenda que decía. In hoc signum, vincis, que quiere decir “con este signo vencerás”. Estaba Magencio acorralado en el puente Milvio, sobre el río Tiber el 27 de Octubre del año 312.Miró al cielo y vio la señal de la Cruz, con su leyenda “In hoc signum vincis”. Se acabó la batalla y empezó a extenderse  el cristianismo por el Imperio Romano. Majencio fue arrastrado por el río Tiber y Constantino recibió cuando iba a morir, el bautismo. “Constantino fue advertido en sueños para que grabase en los escudos de sus soldados, el signo de la Cruz y grabó el nombre de Cristo en los escudos”. Siétamo hizo lo mismo, colocó una Cruz camino de Castejón, otra en el centro del pueblo, en la Plaza Mayor y una tercera la Cruz de San Pedro.
El emperador  Constantino y la Villa de Siétamo fueron premiados con la aparición en el cielo de una hermosa Cruz.

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