sábado, 16 de octubre de 2010

José María Javierre, siendo Cura de pueblo, en la Diócesis de Huesca




El sacerdote, llamado por muchos como “Cura progre”, fue un gran periodista y escritor, que nació en Lanaja (Huesca), el año de 1924, para morir el mes de Diciembre del año 2009.Era hermano del Cardenal Javierre, que aparece en la fotografía de la Escuela de Siétamo el año 1935, al lado de su Maestro Don José Bispe y José María está dos lugares más hacia la izquierda del grupo de alumnos de dicha Escuela. Ha dirigido periódicos y programas de Televisión y fundó revistas, como “Vida Nueva”. Fue enorme su prestigio de demócrata y de defensor de las libertades. Dirigió El Correo de Andalucía y escribió treinta y seis libros. Comenzó sus estudios en el Seminario de Huesca y se marchó a Andalucía el año 1954. Pero hay gente sencilla que se acuerda de él, pues, sin preguntarles nada, me hablaron de José María Javierre. El primero fue don José Bara Escartín, nacido en Tabernas de Isuela en 1930. Va a cumplir ochenta años y se marchó muy joven a Brasil, a Panamá y a otros estados americanos. Recordaba que estudió en el Seminario de Huesca, en el que coincidió con José María Javierre, que estudiaba Teología. Me recordó la amistad que tenía con él y admira su inteligencia, que ha recordado con admiración toda su vida. Me aseguraba que tenía un gran carisma. Le parecía raro que se quedara sencillamente en sacerdote, cuando podía haber llegado a obispo, o, como su hermano, a Cardenal. Quiere volver a acabar su vida en Huesca y a mí me admira como prefirió exponerme su recuerdo de José María Javierre, antes que contarme los trabajos y aventuras que vivió por América. A los pocos días Segundo Nasarre, nacido en Nocito, me confirmó el carisma que llevaba consigo, don José María; no recuerdo si fue en el año 1941, el 42 o en el 45,convocaron unas rogativas a San Urbez de Nocito, porque la sequía era grave. En el Somontano reinaba tal “sequero”, que no podían abrevar los ganados de ovejas ni siquiera las caballerías. En el mes de Julio, no podían plantar en los huertos. Don Vicente Opi era el párroco o prior de Nocito. Empezaron a venir vecinos de Bentué, de Used ,de Bara, de Angúés,de Rodellar y de Bierge. Estaba el cielo raso, pero aparecieron en la punta de Guara “as boireta llovederas” y empezó a llover de tal forma, que muchos se tuvieron que quedar en Nocito. Unos se tuvieron que refugiar en los pajares, otros en las cuadras, en casas y en el Santuario durmieron muchos. Don José María Javierre, que por entonces estaba de párroco en Angüés o en otro pueblo cercano, dijo la misa y predicó. Un amigo mío, que ha acudido a todas las rogativas que se han celebrado en San Urbez, me confirmó el carisma que me comunicó José Bara Escartín, que tenía Javierre. Tiene mi amigo Nasarre ochenta y dos años y no puede olvidar el sermón que escuchó, pues hizo llorar a todas las mujeres asistentes a la misa y a muchos de los hombres. Empezó a llover cuando volvía la procesión y estaba entrando en la iglesia. Cuando Javierre predicaba, ya lloraba todo el ambiente de la Sierra con una lluvia espesa, que coincidía con el brotar de las lágrimas de los ojos de los fieles. El cura de Nocito cogió “un poco de pelusilla”, porque él no llegaba ni a descalzar a José María Javierre, de las palabras que pronunció en el sermón. Es que José María Javierre llegó a Nocito, con una expresión abierta que explicaba que era posible que San Urbez hiciera milagros y beneficiara el trabajo en la tierra de toda aquella multitud de montañeses y somontaneses, que allí habían acudido a pedir el agua. El cura de Aineto, estaba emocionado después de escuchar tan fecundo sermón y se puso a dar gloria a Dios con su guitarra. Ya he dicho que el cura de Nocito estaba “embotado” y al escuchar la guitarra y las canciones al cura de Aineto, se puso a discutir y le dijo que allí no se podía tocar la guitarra. Uno de Bara, que sentía vergüenza de ver y de escuchar tal discusión, dijo :¡fíjate qué ejemplo nos dan los ministros del Señor!. No sé si José María se enteraría de aquella queja, porque se marchó del Alto Aragón y ya no volvió.

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