Lo auténtico perdura.
De la misma forma que antes de llegar la democracia decían que “ley es lo que manda el rey” y de la costumbre aseguraban que era lo que hacía la muchedumbre. Y, ¿qué es moda?, me preguntan y tengo que improvisar una respuesta diciendo: moda es algo que pasa en una hora. Aunque parece que la definición está hecha un poco a la ligera, se basa en que el tiempo huye (tempus fugit) y es ese tiempo el que hace que las leyes se queden obsoletas, que las modas, a pesar de ser efímeras, a veces se conviertan en usos y éstos en costumbres. Ahora que se vive más deprisa, las modas vuelan, cuando al fin del siglo XIX y hasta los años 30 del XX duraban más; recuerden las cadenas del reloj, los gemelos o los cuellos duros, por ejemplo. Si recordamos, mirando fotografías de los pueblos esos mismos años, vemos como hay personas que van vestidas con cacherulo, chaleco, camisa de tirilla, calzones, marinetas y peales, otras que llevan chaleco y camisa de la misma guisa y sin embargo ya van con pantalones que solían ser de pana; se ven incluso hombres con cacherulo como única prenda antigua; yo no he tenido que recurrir a las fotografías para ver gentes con cacherulos y faja a la antigua y las demás prendas del día.
¿Dónde está la transición de la moda al uso y de éste a la costumbre?. A medida que nos retrotraemos a tiempos pasados, en que muy pocos tenían reloj, las transiciones eran más lentas. Mi referencia más antigua al imperio de la moda es del siglo pasado, pero para que ese imperio se impusiera con facilidad era necesario el dinero que escaseaba y el poco que había rodaba, en tanto que ahora vuela.
El imperio de la moda impone un dulce yugo porque, aunque el emperador lo que busca es el dinero, el adicto a la moda mira la estética y por esta causa hay modas poco aceptadas, en tanto que otras, como el pantalón vaquero ha pasado a uso y ha devenido en costumbre. Las que se ponen minifalda buscan la estética y no que les metan mano, pero las que tienen las piernas feas aunque sigan el móvil estético caen en lo contrario, pero el gusto es libre.
Cuando alguna moda llega a convertirse en costumbre es más fácil de desarraigar porque su móvil, es más pragmático, más moral, en el sentido de referirse a las “mores” ,que es como llaman a las costumbres en latín. Hubo un tiempo en que los hombres llevaban barba; llegó la moda del afeitado y aunque costó mucho tiempo, se puso en boga no llevarla.
Hace años los señores y señoritos se cubrían con sombreros y el pueblo se ponía el de Sástago, la boina o el cacherulo; llegó la moda del “sinsombrerismo” y ¡todos a pelo!. El sombrero de Sástago lo conocemos por los dos o tres ansotanos que todavía lo llevan; también hay quien recuerda habérselo visto en la cabeza a los de Agüero y de Ayerbe y en mi pueblo cuentan que atraparon a un ladrón de corderos porque al saltar la tapia del corral perdió su sombrero y por él sacaron la cabeza que lo portaba.
Ahora el pueblo se rebela contra las modas, que son formas de imponer el consumismo y viste de un modo más informal, buscando generalmente, la comodidad y unos llevan barba y sombrero, en tanto que otros se dejan melena y se ponen una cinta en el pelo.
Asó como hay personas esclavas de la moda, hay gentes que no admiten sus imposiciones ni a tiros. Entre los primeros se debía encontrar aquella mujer de la que otra decía: esa es capaz de ponerse una coliflor en la pechera si se lo manda la moda. Entre los segundos estaban los madrileños que llevaban capa española, larga, amplia, para poderse embozar cuando iban de juerga y no ser conocidos; cuando impusieron un modelo más corto, tuvo lugar el motín de Esquilache que hizo correr la sangre, aunque a última hora a todos los esquilaron o caparon (más bien descaparon), su capa