jueves, 5 de enero de 2012

José María Castán, marino de secano


No es que José María Castán sea un marino de secano, sino un marinero de la Marina Mercante. De la misma forma que muchos grausinos, viajaron por el Mundo, empezando por la Ribagorza y siguiendo unos por los Pirineos hacia Francia y otros por Barcelona a las Américas, José María estudió la carrera de Marino Mercante y más que correr por el mundo, navegó por los mares y desembarcó en los puertos, unos grandiosos como el de Londres y otros modestos como el del Sahara Español o el de la también española Guinea. Pero aquellos viajes lo separaban del arte, que tanto reinaba por Graus, capital de la Ribagorza. Aquella Plaza, formada por Palacios, como el de los Bardají, uno de ellos casado con una Azara, hermana de los ilustres Azaras de Barbuñales, le hacía recordar como el Naturalista Félix de Azara, que navegando fue a permanecer años enteros en Paraguay, para volver a su pueblo de Barbuñales, donde murió. Este recuerdo le vino a su cabeza y lo sintió en su corazón y volvió al Alto Aragón, donde conoció a su amor, natural de Almudévar, que tanto ha trabajado en Huesca en la enseñanza y en la educación de los niños, pues es Maestra Nacional. De estos motivos vino el deseo de abandonar las aguas marinas y de volver a su tierra altoaragonesa, casi toda de secano puro, lo que alguno ha visto la oportunidad de llamarlo, marino de Secano.Con mi hermano el Marino Luis Almudévar tuvo una buena amistad, como otros Marinos, que al alejarse de la costa, les aumenta el recuerdo de sus amigos y al encontrarse en los puertos, se alegran mutuamente,
El abuelo de José María fue farmacéutico en Comillas, donde conoció a su abuela Cándida de Zuloaga, hermana del gran pintor Ignacio de Zuloaga, que murió en 1945.Este famoso pintor no necesita alabanzas de nadie, pues contemplado sus cuadros, se elevan los espíritus de quienes los contemplan. Vivió cuarenta años en París, pero su corazón español estaba influido por la huella del Greco, de Velázquez y de Goya, fundida dicha huella en un estilo particular. Se le ha criticado por su pintura de gitanos y toreros, que eran una señal de la verdadera España trágica y triste de esos toreros al mismo tiempo triste y alegre de los gitanos. Creó los cuadros de “Los hijos de San Millán”, “La victoria de la fiesta” y “El Cristo de la sangre”. José María se siente emocionado y alegre al contemplar el cuadro de “Mi prima Cándida”. A José María le pasaba como a Zuloaga, porque éste, viviendo cuarenta años en París, no paraba de acordarse de su España trágica, triste y alegre, no pudo evitar volver a su Patria y a José María cuando navegaba por el Mundo le pasaba lo mismo, que le hizo volver a “esta España nuestra”.
De la misma forma que tuvo afición por los gitanos y los pintó, era muy amigo en Sevilla de los toreros, que incluso lo introdujeron en la faena  del toreo, llegando a ponerle como sobrenombre “El Pintor”.
Así como pintó a su prima Cándida, pintó a sus hermanos, uno de cuyos retratos,  el de su  abuelo José María Castán, lo ha recordado durante toda su vida. Pintó cuadros de Graus, que José María tuvo la dicha de contemplar, pues uno de ellos se expuso en Zaragoza, en una  Exposición dedicada a Joaquín Costa. José María no pudo menos que ir a contemplar el cuadro, que le recordó su infancia en Graus, su comunidad sanguínea con Zuloaga y la gran amistad y parentesco que tuvo su abuelo con Joaquín Costa.
Joaquín Costa el Profeta del Alto Aragón, que muchos han olvidado y algunos lo han hecho olvidar y han causado lágrimas, por ejemplo, al pasar por la Calle Mayor o carretera N_240 de Angüés, que le pusieron su nombre, para despertar la esperanza en las aguas dulces, distintas de las amargas por las que navegó José María Castán y mi difunto hermano Luis Almudévar. Esperaron los que por allí pasaban, ver regadas las tierras del Somontano y de la Hoya de Huesca, pero no se cumplió la profecía de que las aguas regaran Sieso, Cabas, Junzano, Angüés, Torres de Montes, las de la Villa de Siétamo, donde nacimos mi hermano Luis y yo. Tampoco llegaron las aguas a la Hoya de Huesca. Ahora, al pasar por esa calle y ver el cartel que exhibe el nombre del Profeta, que contrasta con la esperanza en el riego, atrae lágrimas a los ojos.
Joaquín Costa vivió en una época en que todavía se daban los retos entre caballeros, por su honor y tenía también su navaja. Esta la ha tenido en sus manos José María y recuerda como al abrir el corte, se escuchaban los sonidos cricrocricro.
En cierta ocasión Costa, ofendido por desprecio por las palabras de un individuo que políticamente desdeñaba el papel que el reparto del agua de los ríos, en las tierras del  Altoaragón, se retaron ambos y gracias al señor, no pasó nada. Costa al recobrar su equilibrio psíquico, estaba como arrepentido de haber despedido los duelos de un pasado antiguo. Pero quedaron los motivos de tal duelo cuando al pasar por Angúes ves el nombre de Costa erigido en la calle Mayor y la sequia de las tierras que se contemplan desde la carretera.
José María rodeado de amor por su esposa y por sus hijas, contrastó las aguas amargas y saladas del mar con las dulces del Altoaragón y consuela su pesar, por no haber recuperado los pantanos, después de haber abandonado los mares, cantando como tenor una lengua universal, que es el canto musical. Que con un grupo de amigos dirigidos por un gran músico de Alerre, canta por los pueblos a los que llena de esperanza

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