Blasón de los Cavero, localidadad de Sietamo ( Huesca ). Año 1800. |
Cuando voy por el monte de Las
Valles de Siétamo, al Sur-Este veo o más bien hace siglos que nos está mirando
al Somontano de la Sierra de Guara, un enorme Tozal Redondo. Se encuentra a
cincuenta kilómetros de Huesca y unos treinta y seis de Siétamo. Tozal en
aragonés, quiere decir Cabezal, porque aquella mole es como una enorme cabeza, que
también algunos la conocen como Gran Roca Redonda, que domina un dilatado paisaje, entre los ríos
Alcanadre, que pasa por el vecino pueblo de Pertusa y al oriente, el río Cinca,
que corre por Barbastro y por Monzón. No es el nombre de Tozal Redondo una
expresión nueva, pues existen varios entre otros, uno que se encuentra al lado mismo de la
carretera N-240, entre Huesca y Siétamo. Es más pequeño el Tozal de Siétamo que
el de Berbegal, porque éste es una cabeza histórica de las más importantes del
Reino de Aragón. Pero no sólo se encuentra esta definición de colinas, coronas,
cerros, montes en lenguas románicas, derivadas del latín, sino en lengua árabe.
Almudévar quiere decir “La
Redonda”, definiendo con este nombre la
Colina o la Corona Redonda, sobre la que se asienta la Virgen de la Corona en
la Villa de Almudévar. Llaman también a este accidente geográfico Cerro de Berbegal, de forma redonda, de unos 520
metros de altura en la Hoya de Huesca, muy próximo a Barbastro y a su lado pasa la Vía Romana
que iba de Caesar Augusta a Tarraco o Tarragona. Por este lugar tan original
pasa el Meridiano de Greennwich. Cuando te encuentras en lo alto de la circunferencia,
por la que se observa un enorme paisaje, desde el que se pueden contemplar, dicen
que más de setenta poblaciones y por arriba la Sierra de Guara y elevado como
Berbegal, el Monasterio del Pueyo de Barbastro, te entra en tu cerebro una
impresión de grandeza de Aragón. Los barbastrenses salvaron dicho Monasterio de
la Desamortización de Mendizabal y de su destrucción, como ocurrió en el Monasterio de Montearagón.
También estos monumentos, a saber el Pueyo de Barbastro y el Monasterio de Montearagón, están montados
sobre dos tozales o cerros redondos. En medio del desequilibrio que se apodera
de uno en los bordes superiores de la meseta de Berbegal, se siente un poder divino, que
influye sobre los hijos de Berbegal, pues parece que el Meridiano de Greenvich,
que pasa por dicho Cabezón Comarcal, le transmite una fuerza superior. Ahora
son cuatrocientos ochenta y seis los habitantes, que viven en esa
eminencia de quinientos doce metros de altura. Por el Oeste pasa por Pertusa, el río Alcanadre y por el Este, por
Barbastro y Monzón el río Cinca. El Peñón de Muyed es un menhir druídico, que
se encuentra muy próximo al gigantesco Tozal, mientras en sus bases hay
excavadas cuevas troglodíticas.
Berbegal tiene como Patrono al antiquísimo San
Victorián, que por más arriba, regía el Monasterio más antiguo de Aragón, pues
entre sus fieles está un grupo de Infanzones, ligados con la raza germánica de
los godos. Se emociona uno al ver la iglesia parroquial, empezada a construir
en el siglo XII presidida por la Virgen Blanca, que es un Monumento de Interés
Artístico Nacional. Pedro I cedería dicha iglesia a la Diócesis de Huesca. En 1571, pasó a Lérida y
en 1955, volvió a Huesca. Parece que en Berbegal, se abrazan las Virgenes del
Pueyo, que en 1099, ya estaba en manos cristianas, con la Virgen Blanca y al
notar la falta del Frontal de Berbegal, que se encuentra en el Obispado de
Lérida y dicho Frontal está relacionado con la Virgen de Sigena. Los hijos de
Berbegal están emocionados con la belleza del Frontal y están reclamando
siempre su devolción a Lérida, para que los proteja, desde la iglesia de Santa María la Blanca. En lo
alto de Berbegal se encuentran pozos, aljibes y bodegas para que sus primeros
pobladores pudieran suministrarse de agua y de vino. Y en aquel Tozal Redondo
vivieron, desde los hombres primitivos, que en ciertos años, llegaron a ser más
de mil hasta los cuatrocientos ochenta y seis, que sobre él gozan de la visión
de paisajes serranos y de montes de unos sesenta o setenta pueblos, entre los
que se encuentra Monzón.
Aquel Tozal o Cabezal ha
albergado cabezas y vidas de muchos hijos suyos. Estuve invitado a contemplar
la casa natal del que fue Presidente del Servicio Nacional del Trigo, es decir
del Señor Cavero. Y al contemplar su vivienda, vi en una biblioteca una
colección de libros con tapas de cuero amarillo y con letras entre sus páginas,
impresas por antiguas imprentas. Sobre el Portal de su Casa, se exhibe el
escudo de Cavero, con sus campanas sin badajo y dentro de la casa se goza de
salones, con sus paredes adornadas por cuadros, que representan unas veces Vírgenes
y Santos y en otras, caballos de lujo, de tiempos posteriores. En lo más alto
de la casa, se encuentra un enorme salón,
construido hace muy poco tiempo al estilo clásico, desde cuyas ventanas
se goza con amplitud del elevado paisaje de Berbegal.
Son muchas las obras de arte,
conservadas en la casa, pero me impresionó el recuerdo de un cuadro, en que dos
cabezas de caballo, me emocionaron ya hace unos dos o tres años, en que visité
esa noble casona y que al volverlos a ver en este mes de Agosto de 2014, me
pareció que sus ojos me reconocieron por su mirada.
La dueña de la Casa de Cavero de Berbegal, Gloria
Cavero, hija del antiguo Jefe del Servicio Nacional del Trigo, que contribuyó a
la alimentación del pueblo español después de la Guerra Civil, nos mostró hasta
el último rincón de esa Casa noble y de personas trabajadoras, con una
amabilidad extraordinaria y una
educación recibida en el Capital de España. Los dos hijos que la acompañaban
con su sobrina Carla, estaban impregnados de la belleza de Berbegal. De la Casa
con el escudo, basado en el del Conde de Sobradiel, salimos a la calle y
justamente enfrente de su noble puerta, entramos por otra, en un espacio amplio
de paredes muy altas, revestidas todas ellas por verde yedra, que llegaba hasta
las alturas de la pared. En algunos espacios estaban rodeadas por arbustos que
mostraban sus flores de variados colores. ¿Qué misión tendría en tiempos
pasados este espacio?. No lo sé, pero había un cubierto, donde tal vez se
encerrara alguna máquina de uso agrícola. Ese día se acogía a su techo un
automóvil descapotable, que había venido de Madrid, conducido por un señor de pulso fuerte, que era amigo y
pariente de la familia Cavero. Salimos de este gran jardín y a escasos metros
penetramos en un lugar asombroso, donde en tiempos se encontraron las cuadras
de caballerías, que se empleaban para hacer labores agrícolas. Hoy por su parte
posterior se alzan edificios, pero su parte anterior, es un mirador
maravilloso, al cual yo tenía miedo de aproximarme, porque me parecía que perdía el equilibrio.
Al ver este cielo aragonés, que parece
identificarse con el auténtico cielo, por ejemplo al contemplar el Monasterio
del Pueyo de Barbastro, uno piensa que aquí en este pueblo, ha tenido que haber personas que se han intelectualizado y que han adquirido un
espíritu nuevo. Y se acuerda uno de Jaime Callén, de Romualdo Doz y Porras, de
Francisco Guarga, de Joaquín Escartín y
Carrera y de Loenzo y de Miguel Cavero. Pero al contemplar todo ese paisaje, en
el que se ven pequeños pantanos, llanuras y montañas, que invitan a pasear por
ese mundo maravilloso, me acuerdo de Mariano Bielsa y Latre, conocido como “Chistavin de Berbegal”, que fue
un famoso andarín aragonés, que se hizo famoso por sus andanzas. El veía los
pueblos desde los bordes del Tozal de
Berbegal y desde aquellas alturas, se
lanzaba a recorrerlos.
En este día se me hace
especialmente sensible el recuerdo de Cavero, el del Servicio Nacional del Trigo, al que
conocí, someramente, a través de mi amigo y pariente Ramonito Felipe Cavero.
Igualmente conocí a través de Cavero de Siétamo a su pariente Cavero de La
Perdiguera, de donde procedían Cavero de
Berbegal y Cavero de Siétamo. En la visita que hicimos a Cavero de Berbegal, ya
hace unos años, nos acompañaron a ver la fabulosa casa de Cavero de La
Perdiguera, que no pudimos ver por dentro, porque sus dueños vivían en
Zaragoza.
No puede uno marchar indiferente
de Berbegal, sin sentir tocado su corazón y su memoria por el templo románico
de Santa María la Blanca, y por las ermitas de San Gregorio y de Santa Elena.
No puede uno marchar sin recordar aquellos pensadores y guerreros del Temple,
porque allí se ven las ruinas de un edifico, que dicen perteneció a la Orden
del Temple. Tiene uno que recordar los problemas que ha padecido la tierra
aragonesa, buscando el agua, que da vida, al beber en la fuente de San
Gregorio, con su lavadero y abrevadero del siglo XVI .Siente uno el dolor de
este pueblo, unido hace ya siglos desde Huesca con Ilerda, hoy con una separación del Frontal de Santa
María La Blanca, que en lugar de unir, separa. Han sido varias las razas de
hombres que se han unido a lo largo de los siglos, pero no podremos olvidar el
pueblo ibero de “Las Coronas”.
Al llegar a Berbegal, aparcamos
muy próximos al árbol que en primavera, todos años plantan los mozos en la
Plaza. Cada primavera, con una
constancia secular los jóvenes van cambiando cada año el chopo viejo por un
esperanzador chopo joven. Es que tiene la juventud esperanza en el futuro. Es
curioso como el último árbol plantado está exhibiendo hojas verdes en sus
alturas. Hay una fe en el pueblo en el futuro de Berbegal, porque quieren que
la producción agrícola y ganadera se complemente con la industrial, que por el
oriente, hacia Barbastro, Monzón y Binéfar se va desarrollando. Nos falta en
Aragón que el Gobierno Central, se preocupe
de traspasar los Pirineos, pues las Regiones vecinas de Cataluña y
Vascongadas, los pasan por Irún y por Gerona y esta tierra que mira al cielo
desde Berbegal, está casi incomunicada con Europa.
Había en Siétamo dos escudos de Cavero
iguales, uno en casa de Domingo Cavero,
el descendiente directo de Casa Cavero de La Perdiguera y otro en la Casa de
Cavero de la Calle Alta, en que se quedó a vivir uno de los hermanos Cavero,
que vinieron de La Perdiguera. Ramón o Ramonito, como todavía lo llaman algunos amigos, que
vivió en Casa Cavero de la Calle Alta, me confirmó la llegada a Siétamo del
heredero de Casa de Cavero de la Perdiguera, que venía a Siétamo a saludar a su pariente Domingo
Cavero. Los mismos habitantes de Casa Cavero de Bergegal, me llevaron a
contemplar la de Laperdiguera, donde en aquellos momentos, no estaba nadie. El escudo de Siétamo, fechado
en 1806, es muy completo y según Ramón
de Casa Felipe Cavero, los que colocaron dichos escudos, pidieron permiso al
Conde de Sobradiel y de Gabarda.
Estos días del mes de Agosto de
2014, invitados los Almudévar de Siétamo por Carmen Cavero, a la que se
encontró en Huesca mi hijo Mariano, fuimos a visitar por segunda vez la Casa y
la familia del Cavero, que hace años trabajó por los españoles con el Servicio
Nacional del Trigo. Igual que los Cavero se emocionaron hace unos años ante la
presencia del escudo de Cavero, los miembros de mi familia, que llevamos en el interior el apellido de
Cavero, nos emocionamos desde la alturas de Berbegal, con aquel territorio
aragonés, que gracias, entre otros a
Joaquín Costa, se ven extensiones de tierra regadas por el agua del río Cinca
que pasa cerca de él.
Queda poca población en esas
históricas y bellas tierras, pero se nota la proximidad de la industria, a
través de Binéfar, de Monzón y de Barbastro. Y esto es lo que debemos tratar de
conseguir para nuestra tierra, que
contemplamos desde la corona de Berbegal.
Por el Oriente sale el sol y por
el oriente se ve que puede llegar la Industria a nuestras tierras, pero hace falta
un Gobierno Central, que una mediante ferrocarriles y autovías a Zaragoza con
Francia , a través del Alto Aragón.Hace ya muchos siglos que el Emperador
Carlomagno, estuvo a punto de conquistar Zaragoza. Si ahora se unieran con
Tolosa, se crearía un importante núcleo industrial europeo. Que Cataluña siga
con Port Bou y Vascongadas con Irún, pero que a Aragón, acordándonos de Carlomagno,
le abran puertas en el Pirineo.
La familia de Cavero, tenéis un
lugar cerca del cielo, que mira a la Virgen del Pueyo, pero os haría todavía
más felices la comunicación con Francia,
para que penetrara en Aragón una industria moderna.
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