Escuela Siétamo ( Huesca ) |
El edificio que levantaron en
Siétamo, para escolarizar a sus niños y niñas, es de piedra y fue construido
durante la Dictadura de Primo de Ribera. En él se ha desarrollado durante
muchos años la educación de los hijos del pueblo. Llama la atención su aspecto
arquitectónico, que presenta su fachada principal al Este y en su cara
posterior, se extendían sus patios de
recreo, hoy, ambos convertidos en uno. En su fachada, sobre dos puertas de entrada,
se exhiben dos letreros, ya antiguos, en
los que en uno pone Escuela de Niños, en tanto que en el otro, se lee Escuela
de Niñas. Entre ambas entradas, hay otra por la que se accedía, a los pisos en
que vivían el Maestro y la Maestra. En uno de ellos se alojaba el Maestro don
José Bispe, acompañado por su familia y en el otro la Maestra doña Justina Ayerbe, natural de Adahuesca. Vivió varios años antes de la Guerra Civil y
volvió de nuevo después de acabada, a
cuyas clases acudieron mi hija Elena y sus amigas María Jesús Arnal y Ana María
Grasa. Antes de la Guerra Civil, asistimos a las clases de Don José Bispe, nada
menos que el que llegó a ser Cardenal Javierre, con su hermano José María, sacerdote,
periodista y gran escritor. En una fotografía, se ven a los lados de Don
José Bispe, un hijo suyo, además de los citados, pasando
por diversas edades todos los alumnos, hasta los más pequeños, como mí hermano Manolo, para acabar con el amigo mío,
Rafael de Lasierra. En el recreo, con este ingenuo Rafael, nos recreábamos
cultivando huertos, a los que regábamos
haciéndonos pis en las acequias, que con la tierra formábamos. A la Escuela de
niñas, acudían antes de Guerra Civil, mis hermanas Mariví y María y sus
compañeras de Siétamo. Las dos clases, la de los niños y la de las niñas, todavía
son extensas y recuerdo, antes de la Guerra Civil, como se utilizaba la clase
de los niños, como sala en la que se celebraban las elecciones democráticas. El
amigo Graseta, escalaba por la columna férrea y redonda, que todavía se
encuentra en el local, intentando subir en la vida, hacia arriba, cosa que no
lograba, en aquellos crueles tiempos, ni sobre la columna redonda ni sobre la
vida real, que llevó a los niños de Siétamo a la Guerra Civil. El niño de casa
Sipán, que asistía a la Escuela, en un bombardeo, trató de esconderse con sus
compañeros en el Valdecán, próximo a la Escuela y allí murió a causa de la
metralla.
Hoy la clase de niños, donde se hacían las votaciones, está
convertida en biblioteca, que yo creo que dará a los niños y niñas, una cultura
más humana.
Esa cultura humana es la que
buscaban don José Bispe y doña Justina
Ayerbe, para los niños y las niñas.
Yo escribí a mi primer Maestro Don José Bispe,
la siguiente poesía: “Yo tuve en mi niñez un maestro poeta, vestido con
prosaico guardapolvo, que guardaba su modesta ropa de ese polvo y de lodo
pueblerino y vivía un poético vivir, que expandía poesía a los niños
campesinos.”
Pero el día catorce de Octubre de
este año de dos mil catorce, me descubrió un niño de diez años, llamado Marcos Guallar Rodríguez, que aquella poesía,
que aprendí de mi primer Maestro Don José Bispe, todavía ilusiona la vida de los hombres. Cierto día
pasando por el Parque de Siétamo, vi a varios alumnos de la Escuela hacer deporte.
Me acerqué a la Maestra y le leí una poesía. Ella se emocionó y me invitó a que
al día siguiente, pasara por la Escuela y les recitara a los niños algún relato
poético. Acudí a la clase y encontré a todos los niños y niñas, sentados frente
a sus mesas y mirando al frente, donde se encontraba la señora Maestra.
Les recité alguna poesía, como la
siguiente:”El hombre, ¡cómo goza!, viendo verdes sus cultivos y fragosos sus árboles. El
campesino afirma desde hace siglos, ¡qué verde es el agua!...Pero cuando
gruesas gotas empiezan a caer, la tierra desprende un agradable olor a búcaro,
el color de las sedientas plantas que se tornaba pardo, verdea como la “mantis
religiosa”, al metamorfosearse cuando pasa de la paja al césped y ¡qué
agradable sabor el del rocío para el ruiseñor, que lo toma de una flor, por la
mañana!”. Estaban los alumnos haciendo trabajos manuales y en aquella ocasión,
se trataba de una “mantis religiosa”, ¡Cómo se movía su sensibilidad al comparar la dulzura de la poesía con la
crueldad de la “mantis religiosa”, que sacrificaba la vida de su compañero!.
Pero el día treinta de Octubre de
esta año de 2014, el alumno de diez años de edad, Marcos Guallar Rodríguez, me trajo a casa, la impresión que en su alma produce la
poesía. Se explicaba de la siguiente forma : ”El señor Almudévar es un hombre
muy sobrio. El se dedica a escribir y es escritor. A mi edad, el señor Ignacio
Almudévar tiene varios escritos
perfectos, ya me alegraría yo de saber escribir así de bien. Da gusto verlo
pasear por el pueblo. Él es un héroe de Siétamo. Parece un niño, ¿cómo puede andar tanto rato, sin
cansarse nada,¡ si será porque los héroes no se cansan!. Seguro que nadie
logrará ser como el señor Ignacio Almudévar.
Bueno , pero ahora usted se preguntará ¿ pero por qué me ha hecho
un escrito este niño?. Pues la
razón es por qué
ahora, me he enterado de que usted se va a Huesca.
¿ Quién pasearía así, sin cansarse?. ¿Quién nos dará escritos?. ¿Quién nos enseñará tantas cosas?, pues yo
tomé ejemplo de su escrito sobre “La Caseta de los Pobres”.
Desapareció ya la Caseta de los
pobres, como desapareció de esta mundo el niño de Casa Sipán, cerca de ella,
cuando huía de la Escuela, que estaba siendo bombardeada y que fue una de las
víctimas de aquella cruel Guerra.
Pero al niño Marcos Guallart,
actual alumno de la vieja Escuela de Siétamo, siente en su mente y en su
corazón, la poesía y yo le contesto a él , que dice que soy escritor,con las
palabras de Gustavo Adolfo Bécquer: ”¿Qué es poesía, me preguntas, mientras
calvas en mi pupila, tu pupila azul ?. ¿ Qué es poesía, me preguntas?. Y tú me
lo preguntas, y yo te digo: “poesía eres
tú”.
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