Iglesia Santa María Inforis (Huesca). |
Este fraile agustino, escribió en
Huesca, el Libro de la “Conversión de la Magdalena”, en la actualmente restaurada iglesia de Santa María In Foris, al
Este del edificio que fue hace algunos
años, Hospicio y después Residencia de Niños, para alojar y educar a los niños
pobres y abandonados. Fue construido este templo en el siglo XIII. Dicen que a
su lado había una pequeña cárcel, para recluir a las brujas. En el siglo XVI,
los Padres Agustinos se hicieron cargo de la iglesia de Santa María de Foris,
para fundar un Convento de Agustinos, al que pusieron el nombre de San Agustín.
Fr. Pedro Malon de Echaide Santuario Virgen del Romero , Cascante (Navarra) |
Fray Malón de Chaide, nació en
Cascante (Navarra) en año de 1530 y murió el de 1589. Residió en Huesca en el
convento de la iglesia de Santa María de Foris o de San Agustín, desde 1578
hasta 1583, en la cual escribió su gran obra de la “Conversión de la Magdalena”
y editó años más tarde en Barcelona en 1588.
Al cerrarse el llamado Hospicio o Residencia
de Niños, el Gobierno de Aragón y la Diputación de Huesca, el año de 2003,
cedió este espacio a la Universidad de Zaragoza, para que hiciese uso académico.
Hoy este espacio universitario, comprende también la iglesia de San Agustín,
antigua iglesia de Santa María In Foris. En sus inmediaciones se hallan la
Plaza de la Constitución, las piscinas del Almériz y el entorno universitario
oscense.
Yo estuve en la Diputación Provincial,
de Vicepresidente, acompañando al
Presidente, Don Aurelio Bierge, y fuimos a visitar a la Religiosa Directora,
para hablar con ella, sobre el fin de la Diputación de Huesca en su actuación
educativa y en la enseñanza de artes y oficios a los jóvenes abandonados, pero
en realidad, lo que querían los opositores, era suprimir el Hospicio o
Residencia de Niños. Se suprimió dicha
Residencia y esa voluntad ejerció su
actividad, unas veces en la Imprenta, otras en la Carpintería e incluso, todavía algunos oscenses nos acordamos de un
hombre original y extraño, que con los mismos caballos que impulsaban los
vehículos funerarios, de diversas categorías, con los que se transportaban los
difuntos oscenses al Cementerio y cultivaban la huerta, en la que cultivaban
verduras y patatas. Había auténticas carrozas funerarias, arrastradas también
por caballos negros, más o menos adornadas, pero todas pintadas de color de
luto, es decir negro. Los carros negros, de categoría inferior, lo mismo que
las carrozas funerarias, iban desde las iglesias, donde se hacían los funerales hasta los
Porches, en compañía de los amigos y parientes de los difuntos. Allí se paraban
y reemprendían una velocidad ligera, hacia el Cementerio. Yo me acuerdo de ver dos entierros, que se detuvieron ambos en los
Porches de Galicia. Uno fue un entierro de lujo, en que se conducía al
Cementerio el cadáver de Don Pedro Sopena, dueño de la finca de secano
de Castejón, que se encuentra en la carretera de Jaca, desde Alerre,
hasta cerca de Esquedas. Paró el séquito funerario en los Porches de Galicia y
se hicieron sonar músicas funerarias, de sonido antiguo, pero saludando con
ellas, la llegada a su nueva vida, para unos o para su muerte, según otros.El segundo entierro que me impresionó, portaba
en un coche negro, sin ningún lujo, a un oscense, de cuyo nombre no me acuerdo.
Bajaba por el Coso Alto, lentamente sin sones musicales y lo acompañaban tres
jóvenes mujeres, a las que no pude resistir a preguntarles, porque iban detrás
del difunto, rezando y tratando de
vencer la vergüenza de acompañar a un pobre muerto, prácticamente desconocido
para el público.
Iban dominando su vergüenza por
acompañar a un pobre, y se abrazaban unas a otras, para romper su debilidad,
por acompañar a un pobre difunto.¡Oh, iglesia de Santa María In Foris, que desde el siglo XIII, se ocupó de las
brujas y cuidó el Convento de Santa María IN FORIS, donde Fray Malón de Chaide,
recibió acogimiento, es decir un lugar apropiado para el vivir de los
escritores religiosos. Sobre los años de 1578 y 1583, escribió Menéndez y
Pelayo, sobre “El Libro de la Conversión de la Magdalena”, del que dijo que fue
un “halago ponderable de los ojos”. Menéndez Pelayo sintió su corazón sensible
y escuchaba los valores populares, la devoción de sus oraciones en lengua
castellana y su devoción, viendo estos valores populares, opuestos a esos
otros, como los de Boscán y Garcilaso, que parecían frívolos y perniciosos, oyéndoles
cantar los salmos en lengua latina. Pero Malón de Chaide, “escribió sus poesías
en castellano, amenizando su fina prosa con las galanuras de la poesía”. Vencía
Fray Malón de Chaide, el apuro de escribir en castellano puro, olvidando la
lengua latina. ”Igualaba a Fray Luis de León, tanto por su estilo que por su
manera”. Desde 1589, en que Fray Malón de Chaide, se fue a Barcelona, se
publicó en Castellano su obra, tardándose varios años en defender las
dificultades que la impresión presentaba a serlo en Castellano.
La obra de la Magdalena, la hace toda ella
sensible, pues Fray Malón, que pintaba
tres situaciones de la Magdalena, describiéndola
en cada uno de sus tres estados, uno de pecadora…otro de penitente ,,, y otro
de gracia y amistad de Dios. El autor del libro de “La Conversión de la
Magdalena” nació en Cascante (Navarra) en 1530 y murió en Barcelona en 1589. En
Huesca residió en el convento de Santa María In Foris, es decir fuera de la
muralla. En 1585, tomó parte en la fundación del Monasterio de Santa María de
Loreto, donde en época romana, entonces una casa de campo, vivió San Lorenzo. En
Santa María de Foris escribió en castellano el libro de la Magdalena, “que
expone los aspectos de la vida espiritual de las almas cristianas, a saber: inocencia,
pecado, arrepentimiento y estado de Gracia”. En la Universidad de Huesca obtuvo
el grado de Teólogo en 1562. Adornó su escritura, con salmos latinos e incluso
con obras de antiguos escritores latinos, como Virgilio.
En cambio “critica los libros de
caballería y de los profetas profanos, sin excluir a Boscán y a Garcilaso”. Para
combatir los “libros lascivos y profanos”, escribió en castellano sus obras
“amenizando su fina prosa con las galanuras de la poesía”. Fue discípulo de
Fray Luis de León, lo que se manifiesta en sus escritos. Menéndez y Pelayo,
manifestó que “el más brillante, compuesto, el más alegre y pintoresco de
nuestra literatura devota, libro es todo colores vivos y pompas orientales, halago
perdurable para los ojos”. El tono general del libro es “de un empaque y de una
majestad
auténticamente clásicas y del mejor metal literario”, encontrándose
cerca de los escritos de San Juan de la Cruz o de Santa Teresa de Jesús.
Es el libro de religión cristiana
y ascetismo, mejor de la Literatura Española.
Fuera de la zona oscense de la
Muralla de Huesca o en sus espacios colaterales, se encuentra la iglesia de Santo
Domingo; dentro de la Muralla estuvo una capilla, y en ella, antes, un Teatro
Romano; sigue la Muralla hacia arriba o hacia el Norte y a su lado se encuentra
la iglesia del Convento de Santa María Magdalena, del siglo XIII. En esta misma
iglesia escribió Fray Malón de Chaide “El libro de la conversión de la
Magdalena”, en 1580, a cuya santa proclamaron, como patrona del Convento de Santa
Rosa y del Monasterio de Santa María in Foris.
El Convento de Santa Rosa, fue
fundado por las monjas dominicas María Lay, Sor Victoria de Leza y acabado de
fundar, murió la Madre Berride. Fray Malón de Chaide, murió en Barcelona en
1589 y el Colegio de Santa Rosa, se fundó en 1725.
Al desaparecer los Agustinos de
Huesca, siempre se destinó el tiempo, a darle gracias a Dios y cuando se creó
el Hospicio de Huesca, se dedicó su destino
a colaborar con el templo de Santa María
In Foris. La Historia de esta iglesia de Santa María In Foris, desde el
siglo XIII, hasta el actual siglo XXI, está llena de personas y personajes. Fray
Malón de Chaide, el más poético, celestial y mejor escritor en poesía religiosa
de España, en esa iglesia, compuso el ”Libro de la conversión de la Magdalena”.
Es impresionante como Huesca
representaba el paso de la vida a la muerte, en sus parroquias, en sus calles y
cómo se despedía de los ciudadanos que morían. Fray Malón de Chaide, amaba el
espíritu y procuraba separarlo de la materia, con textos escritos en su libro
de la “Conversión de la Magdalena”, como el siguiente: ”Arrebátase en espíritu,
y como si ya fuera vecina del cielo, y como si se desnudara su cuerpo mortal,
de que estaba vestida, así tan libremente dejando la tierra, se subía donde
vive su amado….Resonaba por aquellos ricos palacios una música que su dulzura
desmaya, causada de la suavidad de las voces angélicas, que alaban al gran
príncipe del mundo, sin cesar un punto”.
Pero después de los cantos
poéticos sobre el espíritu, escritos por Fray Malón de Chaide, me acuerdo de
Pascual Montenegro, cuyo rostro era el color oscuro de su piel, que rimaba con
el negro de la muerte. Es que Pascual Montenegro, pasaba a los oscenses de la
vida a la muerte. Fue él, el último enterrador de Huesca, como “era Simón en el
pueblo, el último enterrador”.
En mi artículo: “Pascual Montenegro y sus
caballos negros”, escribo:” Así como Simón era en el pueblo era el único
enterrador, Pascual fue en Huesca el último que condujo a los difuntos en un
coche de caballos mortuorio, como una carroza en la que se hacía el último
viaje y no triunfal precisamente. Era tirada esa carroza por un tronco de
caballos negros con un penacho blanco entre sus negras orejas. Pascual iba
revestido de negra librea, con alamares dorados, que concordaba con su rostro
macerado y taciturno”.
Así como la pecadora María
Magdalena convirtió su espíritu y lo convirtió en un espíritu, amigo de Dios y
protector de los humanos, el moreno Pascual Montenegro, era amigo de sus
caballos, a los que guardaba el azúcar de los cafés que se tomaba por los bares
y de su perro tuerto, “que se entrecruzaba entre las patas de en movimiento de
los caballos y nunca las rozaba”. Dormía, como los ermitaños, debajo de las
patas de los caballos, que nunca le rozaron su cuerpo. María Magdalena amaba a
los seres humanos y Pascual Montenegro quería los caballos y a su perro tuerto.
Pero existían otros hombres y mujeres, que en aquellos entierros clasistas, en
que a los más desgraciados, “los introducían en cajas de chopo, desnudas y
agrietadas, que no conducían en Carrozas, sino en el Trum-Trum, carro negro y desvencijado,
que sólo hacía ruido por la noche, y rodaba sin ningún cortejo”.”Bien se vale
que mosen Santa María, con esa humanidad y humildad que le caracterizaba, los
esperaba en el Cementerio, para rezarles un responso y darles la postrera
bendición. “El pobre Montenegro se confesó con un sacerdote humilde y santo,
Don Benito Torrellas y “dio” el salto a la Eternidad”. ¡Pocos pecados tendría
que perdonarles el buen Dios!.
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