martes, 5 de abril de 2016

Las grullas en la Alberca de Marmoré de Montmesa.




En el pueblo de Montmesa, en sus orillas, se encuentra el Pantano de la Sotonera. Cuando yo estuve de  veterinario en Bolea, bajaba en ocasiones a Montmesa y contemplaba su iglesia  Mudéjar, de un bello y noble estilo árabe y a su alrededor se alzaban las casas de los agricultores, conocidos por mí. Vivían sus vecinos y cantaban, dicen que como unas doscientas especies de aves, que siempre permanecían  en aquellas tierras y otras,  como las grullas, descansaban en sus emigraciones en la Alberca de Alboré. Era un pueblo fecundo, pues no sólo criaban en él, las aves y los peces, sino que incluso existía una Parada de solípedos. Ahora no se ven recios caballos, y yeguas que llevaban a cubrirlas, porque  todo el cultivo es mecánico. En casa de Sarasa he visto fotografías de caballos y de yeguas. Al pasar por delante de una nave, donde depositan los labradores, la yerba y la paja, he visto dentro de ella un asno, que su  dueño conserva, como un recuerdo vivo de tiempos pasados.
Las personas con las que más nos hemos  tratado, eran Ernesto San Martín Campo, nacido el día cinco de Mayo de 1935, con el que estuvimos juntos en Huesca, haciendo el Servicio Militar, por el año de 1955. Somos además lejanos parientes, a través de los Vallés de Castilsabás.  Al llegar a Montmesa, te acuerdas de aquella época, en que hacíamos el Servicio Militar, hoy desaparecido, con Ernesto San Martín Campo y admirabas a su esposa María Teresa Reula, amiga de  Feli, mi esposa.  Siempre fue bella María Teresa y simpática con una sonrisa que hace felices a los que la rodean. Es hermana de Reula,  fuerte labrador y cosechador de ese medicamento sanitario,  al que muchos toman por placer, y que se llama manzanilla. Recuerdo también a Antonio Borderías Rasal,  que tenía un cuerpo grande y fuerte y un temperamento noble, y yo imaginaba  que esas cualidades provenían de alguna montaña, de las que se elevan  por allá arriba, por el Norte. Convivía toda la familia con la joven  María Pilar, que poseía una belleza singular, pero  que murió en plena juventud. ¡Qué recuerdos tan hermosos por un lado y tan tristes por el otro!.
Caminando desde casa de Ernesto, casado con Teresa Reula  pasaba por delante de la noble e infanzona casa de Omiste. Al llegar a ella, que se encuentra cerca de la casa  de Borderías, se ve uno admirado, porque el 27 de Marzo de 2016, me recordé de los padres del Veterinario Militar, Omiste, que amablemente me invitaron. Después de muchísimos años me acordé de mi compañero el Veterinario, que murió en accidente automovilístico, y tuve el triste recuerdo de un amigo desaparecido, no sólo de Montmesa, sino del mapa de los hombres vivos.
 Pero esta casa histórica de Fernando Omiste el día 27 de Marzo del año de 2016, exhibe al pasar por su fachada, medio pórtico, que descubrieron, pues estaba antes borrado por mezclas de yesos  que alguna construcción, hace poco tiempo y quedé sorprendido por su belleza y por aquellos casi olvidados recuerdos de los “lauburus” y otros diversos adornos de tres y de dos cabezas. Un “lauburu” es una palabra vasca, que significa “cuatro cabezas”. Se han encontrado “lauburus” en Aragón, sobre todo por la provincia de Huesca.  Por ejemplo yo los he visto en Coscullano, en Arbaniés, en Torres de Montes, en Velillas y en otros lugares de los que ahora, no recuerdo. Por ejemplo se exhibe uno en Casa Casalera en Pueyo de Broto. Se les ha dedicado más atención en el País Vasco, en su parte española y francesa, pero abundan en Aragón. Es un lauburu, una cruz de los brazos curvilíneos. Se han encontrado tetrasquetes  y trisquetes y otras variedades, como me quedé encantado cuando vi  que estaban algunas de ellas en la fachada de Casa Omiste. Omiste es una palabra vasco-aragonesa como puede verse en el antiguo libro de la familia de Omiste de Chimillas y  le dan al “lauburu” un origen vasco, que por su difusión por el Mundo, se ve que son de origen indo europeo. En latín identifican a los “lauburus” con los lábaros.
Recordé al veterinario Omiste, que siempre había tratado en aquellos primeros años de ejercitar mi carrera y agradecía al Señor, la unión de su defunción con los “tetrasquetes y trisquetes” de piedra que adornaban las puertas de su casa, haciendo una común unión entre el alma y la vida corporal  de los hombres.
El actual Fernando Omiste tiene un origen histórico, y sigue con él, pues es Alcalde del Ayuntamiento y además su apellido viene de varios lugares de la provincia de Huesca. Por ejemplo de Omiste, encima de Guara, como escribió Durán Gudiol, al que coloca a mitad del camino, en línea recta entre Anzánigo y Rasal. Le da  el sabio Durán Gudiol una fecha en la que estuvo vivo dicho pueblo, que es el siglo XII. Así mismo hay un despoblado, convertido en una explotación ganadera, en los términos de Montmesa. Hay una paridera, que fue un poblado a 462 metros de altura. Se encuentra el despoblado de Omiste, que conserva un oratorio, hoy ocupado por una explotación agropecuaria, integrada en los términos de Montmesa y Biscarrués.
Pero no sólo tiene un pasado histórico, sino que cultiva el futuro de Montmesa, porque ha construido un centro de interpretación ornitológica por la gran abundancia de grullas y otras especies, que visitan Montmesa, cada año. Fernando Omiste quiere evitar por procedimientos, que no perjudiquen a las grullas, los perjuicios que cada año hacen en algún lugar, en que duermen las aves. Y sigue Fernando Omiste trabajando por el desarrollo de las emigraciones de las grullas, por las orillas de Montmesa, apoyado por Ernesto San Martín, Presidente de la Sociedad de Alboré.
Al bajar al centro del pueblo, hemos ido a visitar a los dueños de Casa Sarasa de Montmesa. Han sido sus amos una familia, con la que siempre nos hemos tratado, porque el hermano mayor de su actual dueño, estudió en Huesca y en Zaragoza, acompañado por mi hermano Manolo, para ser Médicos. Tenía el médico Sarasa una gran amistad con mi hermano mayor. Manolo, que al akcabar la carrera, después de especializarse en Psiquiatría, marchó a los Estados Unidos. Pero su amigo Sarasa, se escribía con él y le preparó el camino para que cruzara también el Océano y trabajara en los Estados Unidos. Mi hermano desde América, quiso que antes de marchar a tal lugar, aprendiera inglés, pero no lo hizo, pero al poco tiempo, aprendió el inglés. Varias veces, cuando ha venido a España, hemos conversado y en cierta ocasión, el Médico Sarasa  vino a Siétamo, a darnos el pésame, cuando mi hermano Manolo, murió.  Como he escrito más arriba, ¡qué recuerdos tan hermosos por un lado y tan tristes por otro!. El tiempo va pasando, pasando y mientras viva, me podré acordar de mis amigos, todavía vivos y de los amigos y hermanos, que ya se fueron de este mundo.
He salido impresionado del viaje, que me ha dado mi esposa, hasta Montmesa,  porque  los campos, casi llanos, con las montañas que corren por el Norte, son de un intenso color verde y de una gran extensión;  yo creo que esta impresión ha sido producida por la Concentración Parcelaria, que se ha realizado, estos años anteriores.
La casa de Ernesto y de su esposa es de gruesas paredes, como son las casas antiguas de los pueblos, que defienden su interior del calor y del frío. El día de los últimos del mes de Marzo era caluroso y en el interior de la casa, se estaba fresco.
Se queda uno impresionado por una casa, que ha visto transformarse sus cuadras para alojar y cuidar a  los machos y mulas, con los que se labraban aquellas tierras, en que se unía la belleza de las aguas que las rodeaban y el cielo y las orillas de Alboré, donde millares de aves, volaban y cantaban. Eran y ahora son más grandes aquellas casas, con la transformación de las cuadras en salones, donde cuelgan instrumentos de los antiguos labradores, desde cabestros de cuero, adornados con clavos dorados, con los que escriben las iniciales de los nombres de los dueños de aquellas caballerías.  Se llena uno de optimismo al contemplar los viejos carteles que anunciaban las fiestas del pueblo  y otros de las corridas de toros en Huesca, capital.
Al otro lado de casa, se encuentra un huerto, del que están restaurando sus paredes de piedra, alguna tallada a mano y se levantan orgullosas unas acelgas verdes y altas, que se guardan en plena naturaleza, para el consumo de Ernesto y de Marité.
Al salir de su casa, se encuentra un edificio, que refleja el optimismo de aquellos hijos de Montmesa,  que levantaron,  hace ya una multitud de años.  En su fachada pone: “Fábrica de caramelos”. Hoy da tristeza ese afán por alcanzar un dulce porvenir, que se pasó y no volverá.
En una mesa de nogal y rodeados de antiguas rejas artísticas de hierro forjado, Marite Vitalla, esposa de Ernesto, nos hizo dar un delicioso bocado y un trago de buen vino, que duerme desde hace una multitud de años, en aquellos toneles, que hacen recordar a sus antepasados.


Salimos de su casa para dirigirnos a la de Sarasa y al pasar por la casa muchas veces cerrada de Omiste, descubrí  aquellos “lauburus” antiquísimos, que proclaman,  aunque casi nadie les hace caso, el paso de los eternos tiempos, en que el hombre buscaba y sigue buscando sus orígenes. Pero yo, fijándome en estos “lauburus”, en la desaparición de las cuadras, en la concentración parcelaria de los campos, y su color verde por el riego de sus cereales, los toneles de vino rancio, las acelgas del huerto, y en la que fue Escuela de Montmesa, donde se muestra un Centro de Interpretación de la Naturaleza y el deseo ardiente de los hijos de Montmesa, de conservar su iglesia Parroquial de estilo Mozárabe, me voy dando también cuenta de la disminución de la población, que vivía en Montmesa, pero me alegro enormemente de la  presencia de Sarasa con su esposa Pili y de Ernesto con la suya, Tere, que el año pasado nos juntamos en la Playa de Comarruga  y este año, volveremos a hacerlo..
Nos encontramos delante de la casa de los Sarasas y ante tal edificio, se me fue el recuerdo de la playa de Comarruga, al entrar en dicha casa, que era simplemente un gran palacio. Estaban salones enormes, en uno de los cuales, en su centro, estaba una gran mesa redonda, sobre cuyo tablero, y unos centímetros más alto, daba vueltas uno de menor tamaño. Era una obra de la imaginación humana, en la que no sabía uno si pensar en una mesa de algún juego, o de una mesa secundaria, sobre la cual darían vueltas con el  impulso de los invitados, los ricos platos de ternasco y las múltiples botellas y botellines de licores.  Era tan inmensa la riqueza de lo que en tal casa se guardaba, que al querer el dueño Sarasa de esta casa-palacio, seguir mostrándome otros muchos tesoros de la artesanía y del arte, yo le dije, que me quedaba muy agradecido a su interés por que yo conociera tanta obra del hombre, paro que ya no me sentía capaz de admirar más objetos, unos útiles y otros bellos.
Ernesto, al salir de la casa de Sarasa, abrió la antigua Escuela, convertida en un kauténtico Museo de un mundo de la Naturaleza del pueblo de Montmesa, con sus cielos, en ocasiones, llenos de grullas y generalmente, de pájaros cantores en número de unas doscientas especies, de aves, algunas tan sencillas y de tantos colores con la cardelina o jilguero.
Al montar en el coche,  para volver a nuestra casa, quedé enamorado de la torre mudéjar de la iglesia, que recibió desde hace siglos los recuerdos de paz y de guerra de otros tiempos y ahora parecía que nos saludaba amorosamente, diciéndonos que volvamos en alguna otra ocasión.
Pero aparte de recibir la bendición de una torre tan bella, sentimos en nuestros corazones, la alegría de habernos encontrado con la feliz pareja dueña de casa Sarasa, que cada vez que los veo,  me acuerdo de mi difunto hermano Manolo. También nos llenó de alegría el recuerdos de aquellos años, en que hicimos el Servicio Militar con Ernesto, en esos momentos acompañado por su alegre esposa María Teresa.

¡Luego estaremos juntos en Comarruga, recordando desde el Mediterráneo, la Alberca de Marmoré!.

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