En el pueblo de Montmesa, en
sus orillas, se encuentra el Pantano de la Sotonera. Cuando yo estuve de veterinario en Bolea, bajaba en ocasiones a
Montmesa y contemplaba su iglesia Mudéjar, de un bello y noble estilo árabe y a
su alrededor se alzaban las casas de los agricultores, conocidos por mí. Vivían
sus vecinos y cantaban, dicen que como unas doscientas especies de aves, que
siempre permanecían en aquellas tierras
y otras, como las grullas, descansaban
en sus emigraciones en la Alberca de Alboré. Era un pueblo fecundo, pues no
sólo criaban en él, las aves y los peces, sino que incluso existía una Parada
de solípedos. Ahora no se ven recios caballos, y yeguas que llevaban a
cubrirlas, porque todo el cultivo es
mecánico. En casa de Sarasa he visto fotografías de caballos y de yeguas. Al
pasar por delante de una nave, donde depositan los labradores, la yerba y la
paja, he visto dentro de ella un asno, que su dueño conserva, como un recuerdo vivo de
tiempos pasados.
Las personas con las que más nos
hemos tratado, eran Ernesto San Martín
Campo, nacido el día cinco de Mayo de 1935, con el que estuvimos juntos en
Huesca, haciendo el Servicio Militar, por el año de 1955. Somos además lejanos
parientes, a través de los Vallés de Castilsabás. Al llegar a Montmesa, te acuerdas de aquella
época, en que hacíamos el Servicio Militar, hoy desaparecido, con Ernesto San
Martín Campo y admirabas a su esposa María Teresa Reula, amiga de Feli, mi esposa. Siempre fue bella María Teresa y simpática con
una sonrisa que hace felices a los que la rodean. Es hermana de Reula, fuerte labrador y cosechador de ese medicamento
sanitario, al que muchos toman por
placer, y que se llama manzanilla. Recuerdo también a Antonio Borderías Rasal, que tenía un cuerpo grande y fuerte y un
temperamento noble, y yo imaginaba que
esas cualidades provenían de alguna montaña, de las que se elevan por allá arriba, por el Norte. Convivía toda
la familia con la joven María Pilar, que
poseía una belleza singular, pero que
murió en plena juventud. ¡Qué recuerdos tan hermosos por un lado y tan tristes
por el otro!.
Caminando desde casa de
Ernesto, casado con Teresa Reula pasaba
por delante de la noble e infanzona casa de Omiste. Al llegar a ella, que se
encuentra cerca de la casa de Borderías,
se ve uno admirado, porque el 27 de Marzo de 2016, me recordé de los padres del
Veterinario Militar, Omiste, que amablemente me invitaron. Después de
muchísimos años me acordé de mi compañero el Veterinario, que murió en
accidente automovilístico, y tuve el triste recuerdo de un amigo desaparecido,
no sólo de Montmesa, sino del mapa de los hombres vivos.
Pero esta casa histórica de Fernando Omiste el
día 27 de Marzo del año de 2016, exhibe al pasar por su fachada, medio pórtico,
que descubrieron, pues estaba antes borrado por mezclas de yesos que alguna construcción, hace poco tiempo y
quedé sorprendido por su belleza y por aquellos casi olvidados recuerdos de los
“lauburus” y otros diversos adornos de tres y de dos cabezas. Un “lauburu” es
una palabra vasca, que significa “cuatro cabezas”. Se han encontrado “lauburus”
en Aragón, sobre todo por la provincia de Huesca. Por ejemplo yo los he visto en Coscullano, en
Arbaniés, en Torres de Montes, en Velillas y en otros lugares de los que ahora,
no recuerdo. Por ejemplo se exhibe uno en Casa Casalera en Pueyo de Broto. Se
les ha dedicado más atención en el País Vasco, en su parte española y francesa,
pero abundan en Aragón. Es un lauburu, una cruz de los brazos curvilíneos. Se
han encontrado tetrasquetes y trisquetes
y otras variedades, como me quedé encantado cuando vi que estaban algunas de ellas en la fachada de
Casa Omiste. Omiste es una palabra vasco-aragonesa como puede verse en el antiguo
libro de la familia de Omiste de Chimillas y le dan al “lauburu” un origen vasco, que por
su difusión por el Mundo, se ve que son de origen indo europeo. En latín
identifican a los “lauburus” con los lábaros.
Recordé al veterinario Omiste,
que siempre había tratado en aquellos primeros años de ejercitar mi carrera y
agradecía al Señor, la unión de su defunción con los “tetrasquetes y
trisquetes” de piedra que adornaban las puertas de su casa, haciendo una común
unión entre el alma y la vida corporal
de los hombres.
El actual Fernando Omiste tiene
un origen histórico, y sigue con él, pues es Alcalde del Ayuntamiento y además
su apellido viene de varios lugares de la provincia de Huesca. Por ejemplo de
Omiste, encima de Guara, como escribió Durán Gudiol, al que coloca a mitad del
camino, en línea recta entre Anzánigo y Rasal. Le da el sabio Durán Gudiol una fecha en la que
estuvo vivo dicho pueblo, que es el siglo XII. Así mismo hay un despoblado,
convertido en una explotación ganadera, en los términos de Montmesa. Hay una
paridera, que fue un poblado a 462 metros de altura. Se encuentra el despoblado
de Omiste, que conserva un oratorio, hoy ocupado por una explotación
agropecuaria, integrada en los términos de Montmesa y Biscarrués.
Pero no sólo tiene un pasado
histórico, sino que cultiva el futuro de Montmesa, porque ha construido un
centro de interpretación ornitológica por la gran abundancia de grullas y otras
especies, que visitan Montmesa, cada año. Fernando Omiste quiere evitar por
procedimientos, que no perjudiquen a las grullas, los perjuicios que cada año
hacen en algún lugar, en que duermen las aves. Y sigue Fernando Omiste
trabajando por el desarrollo de las emigraciones de las grullas, por las
orillas de Montmesa, apoyado por Ernesto San Martín, Presidente de la Sociedad
de Alboré.
Al bajar al centro del pueblo,
hemos ido a visitar a los dueños de Casa Sarasa de Montmesa. Han sido sus amos
una familia, con la que siempre nos hemos tratado, porque el hermano mayor de
su actual dueño, estudió en Huesca y en Zaragoza, acompañado por mi hermano
Manolo, para ser Médicos. Tenía el médico Sarasa una gran amistad con mi
hermano mayor. Manolo, que al akcabar la carrera, después de especializarse en
Psiquiatría, marchó a los Estados Unidos. Pero su amigo Sarasa, se escribía con
él y le preparó el camino para que cruzara también el Océano y trabajara en los
Estados Unidos. Mi hermano desde América, quiso que antes de marchar a tal
lugar, aprendiera inglés, pero no lo hizo, pero al poco tiempo, aprendió el
inglés. Varias veces, cuando ha venido a España, hemos conversado y en cierta
ocasión, el Médico Sarasa vino a Siétamo,
a darnos el pésame, cuando mi hermano Manolo, murió. Como he escrito más arriba, ¡qué recuerdos tan
hermosos por un lado y tan tristes por otro!. El tiempo va pasando, pasando y
mientras viva, me podré acordar de mis amigos, todavía vivos y de los amigos y
hermanos, que ya se fueron de este mundo.
He salido impresionado del viaje,
que me ha dado mi esposa, hasta Montmesa,
porque los campos, casi llanos,
con las montañas que corren por el Norte, son de un intenso color verde y de
una gran extensión; yo creo que esta
impresión ha sido producida por la Concentración Parcelaria, que se ha
realizado, estos años anteriores.
La casa de Ernesto y de su esposa
es de gruesas paredes, como son las casas antiguas de los pueblos, que
defienden su interior del calor y del frío. El día de los últimos del mes de
Marzo era caluroso y en el interior de la casa, se estaba fresco.
Se queda uno impresionado por una
casa, que ha visto transformarse sus cuadras para alojar y cuidar a los machos y mulas, con los que se labraban
aquellas tierras, en que se unía la belleza de las aguas que las rodeaban y el cielo
y las orillas de Alboré, donde millares de aves, volaban y cantaban. Eran y
ahora son más grandes aquellas casas, con la transformación de las cuadras en
salones, donde cuelgan instrumentos de los antiguos labradores, desde cabestros
de cuero, adornados con clavos dorados, con los que escriben las iniciales de
los nombres de los dueños de aquellas caballerías. Se llena uno de optimismo al contemplar los
viejos carteles que anunciaban las fiestas del pueblo y otros de las corridas de toros en Huesca,
capital.
Al otro lado de casa, se
encuentra un huerto, del que están restaurando sus paredes de piedra, alguna
tallada a mano y se levantan orgullosas unas acelgas verdes y altas, que se
guardan en plena naturaleza, para el consumo de Ernesto y de Marité.
Al salir de su casa, se encuentra
un edificio, que refleja el optimismo de aquellos hijos de Montmesa, que levantaron, hace ya una multitud de años. En su fachada pone: “Fábrica de caramelos”.
Hoy da tristeza ese afán por alcanzar un dulce porvenir, que se pasó y no
volverá.
En una mesa de nogal y rodeados
de antiguas rejas artísticas de hierro forjado, Marite Vitalla, esposa de
Ernesto, nos hizo dar un delicioso bocado y un trago de buen vino, que duerme
desde hace una multitud de años, en aquellos toneles, que hacen recordar a sus
antepasados.
Salimos de su casa para
dirigirnos a la de Sarasa y al pasar por la casa muchas veces cerrada de
Omiste, descubrí aquellos “lauburus”
antiquísimos, que proclaman, aunque casi
nadie les hace caso, el paso de los eternos tiempos, en que el hombre buscaba y
sigue buscando sus orígenes. Pero yo, fijándome en estos “lauburus”, en la
desaparición de las cuadras, en la concentración parcelaria de los campos, y su
color verde por el riego de sus cereales, los toneles de vino rancio, las
acelgas del huerto, y en la que fue Escuela de Montmesa, donde se muestra un
Centro de Interpretación de la Naturaleza y el deseo ardiente de los hijos de
Montmesa, de conservar su iglesia Parroquial de estilo Mozárabe, me voy dando
también cuenta de la disminución de la población, que vivía en Montmesa, pero
me alegro enormemente de la presencia de
Sarasa con su esposa Pili y de Ernesto con la suya, Tere, que el año pasado nos
juntamos en la Playa de Comarruga y este
año, volveremos a hacerlo..
Nos encontramos delante de la
casa de los Sarasas y ante tal edificio, se me fue el recuerdo de la playa de
Comarruga, al entrar en dicha casa, que era simplemente un gran palacio. Estaban
salones enormes, en uno de los cuales, en su centro, estaba una gran mesa
redonda, sobre cuyo tablero, y unos centímetros más alto, daba vueltas uno de
menor tamaño. Era una obra de la imaginación humana, en la que no sabía uno si
pensar en una mesa de algún juego, o de una mesa secundaria, sobre la cual
darían vueltas con el impulso de los
invitados, los ricos platos de ternasco y las múltiples botellas y botellines
de licores. Era tan inmensa la riqueza
de lo que en tal casa se guardaba, que al querer el dueño Sarasa de esta
casa-palacio, seguir mostrándome otros muchos tesoros de la artesanía y del arte,
yo le dije, que me quedaba muy agradecido a su interés por que yo conociera
tanta obra del hombre, paro que ya no me sentía capaz de admirar más objetos,
unos útiles y otros bellos.
Ernesto, al salir de la casa de
Sarasa, abrió la antigua Escuela, convertida en un kauténtico Museo de un mundo
de la Naturaleza del pueblo de Montmesa, con sus cielos, en ocasiones, llenos
de grullas y generalmente, de pájaros cantores en número de unas doscientas
especies, de aves, algunas tan sencillas y de tantos colores con la cardelina o
jilguero.
Al montar en el coche, para volver a nuestra casa, quedé enamorado de
la torre mudéjar de la iglesia, que recibió desde hace siglos los recuerdos de
paz y de guerra de otros tiempos y ahora parecía que nos saludaba amorosamente,
diciéndonos que volvamos en alguna otra ocasión.
Pero aparte de recibir la
bendición de una torre tan bella, sentimos en nuestros corazones, la alegría de
habernos encontrado con la feliz pareja dueña de casa Sarasa, que cada vez que
los veo, me acuerdo de mi difunto
hermano Manolo. También nos llenó de alegría el recuerdos de aquellos años, en
que hicimos el Servicio Militar con Ernesto, en esos momentos acompañado por su
alegre esposa María Teresa.
¡Luego estaremos juntos en
Comarruga, recordando desde el Mediterráneo, la Alberca de Marmoré!.
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