lunes, 20 de marzo de 2017

Máximo Larripa, desde antes de la Guerra, hasta ahora




Máximo Larripa, es un oscense, a los que también llamaban “fatos”. Para algunos ser fato era como ser un tanto vacío de talento, pero los oscenses no hacían caso de tal insulto, sino que se sentían humanos y honrados, al verse apodados por esa palabra, que ellos creían en el fondo, que significaba una persona nacida en Huesca, de la que estaban presumidos.

Ese apellido de Ripa es vasco y frecuente en Navarra, en Huesca y en el País vasco-francés. Cuando le he preguntado si su origen tenía un principio lejano geográficamente, se ha sentido oscense de toda la vida por no decir de toda la Historia. El se puso a recordar antepasados suyos, que iban alejando de la actualidad el origen de ese apellido. En Jaca existe desde hace siglos el apellido Ripa, en Pamplona existe la Farmacia de Ripa y en el País vasco-francés, que es muy frecuente en Huesca, existen los Lapetra, Laborda, Laliena y una multitud de las mismas características, como Larripa. Me dice que nació en la Calle Padre Huesca, en el antiguo número 19. Ya desde muy niño tuvo que trabajar para ganarse la vida, impidiéndole esa necesidad de trabajar, dedicar el tiempo para formarse  como hombre. Sin embargo, con el escaso tiempo que asistió a la Escuela, ha llegado a ser un hombre ya mayor, con una educación modélica. Es un hombre trabajador, honrado y con una educación extraordinaria

Con ocho años, cobró el primer sueldo de su vida, que ahora no se lo creería nadie, a saber un “huevo diario”.  ¿Quién le pagó su primer sueldo diario?.  Sencillamente, se lo pagó el ahora ilustre Industrial, creador en aquellos viejos años, de un Matadero de Aves.

 El gran mérito de este oscense que llegó a fundar un Matadero de Aves, fue que este hombre no fue en aquellos viejos años un hombre rico, cuando de su “pobre generosidad”, como pagar a un aprendiz un simple huevo, tardó muchos años en hacerse un industrial próspero. Llegó poco a poco a crear una gran empresa, que sacrificaba pollos y enviaba a muchas carnicerías de España.

Hubo en esta época varios industriales en Huesca, como Porta, que hizo funcionar la Harinera Porta. Otro Porta, es decir  un pariente suyo creó una Industria de Piensos Compuestos, que alimentó miles y miles de animales de distintas especies en toda España. Los Hermanos Albajar, crearon una industria que construyó cosechadoras de cereales en toda España. Yo mismo llegué a utilizar dos de ellas. Luna creó una industria que construyó Grúas ,que por toda España, trabajaron. Murieron aquellos héroes que convirtieron a Huesca en una ciudad industrial, pero todavía permanece vivo el señor Chías, acompañado por su esposa, y está feliz en su vivienda rústica y ajardinada, en la Cabañera de la Cruz del Palmo.

Antonio Chías Dieste,  otro de los industriales osenses, permanece vivo, cuando muchos de los hombres de acción de Huesca, ya murieron. El todavía vive, en una edad que rodea  cerca de los noventa años y hoy, el señor Máximo Larripa, me recuerda aquellos jóvenes años de Antonio Chías, que luchó en sus primeros años para construir un Matadero de Aves, en cuya construcción puso su propio trabajo infantil, cobrando por primera vez, a sus ocho años, un simple huevo. Hoy, al conversar con Máximo, me he dado cuenta de que  con Don Antonlo, que ha alcanzado ese grado de tratamiento de Don, trabajaron también muchos oscenses, que impulsados por su inteligencia y su amor al trabajo, construyeron entre todos, un Matadero de Aves. Recuerdo a Don Angel Escartín, que colaboró con Chías y pienso en mí mismo, que fui nombrado Inspector Veterinario de dicho Matadero. 

Pero Antonio era un hombre sin dinero, que quería que se acabase la pobreza entre el pueblo oscense y de la nada, con la colaboración de muchos  hombres y mujeres, como el niño Máximo Larripa, con el que estuve hablando en un velador del Bar Rugaca, empezó trabajando de la nada hasta la Industria. Este Máximo me recordó la historia de Chías, diciéndome que “Al principio era un comprador y vendedor, que recorría los pueblos sobre una pobre bicicleta y más tarde, se compró un Isocarro de tres ruedas, y con productos alimenticios, los cambiaba por huevos, gallinas y conejos. A veces alguna mujer le daba huevos a cambio de chocolate, judías, garbanzos o lentejas o arroz”.

Máximo ya era en aquellos tiempos amigo de Chías, porque era como un ayudante suyo. “Le pesaba las judías, los garbanzos y en casa de la Mercería del Coso, dirigida por Don Guillermo, cogía botones, hilos, lanas, agujas y alguna tijera”. En la calle Las Huertas, mataba sus pollos y yo estuve con Don Angel Escartín, viendo aquel matadero primitivo, donde mataban los pollos. Era un ambiente, lejos de las normas modernas, entre otras razones porque el techo del matadero era muy bajo y la ventilación dejaba algo que desear. “En esos pobres locales tuvo sus principios el Matadero de Aves, que fue como un profeta del comercio aviar, que se ha extendido por toda España”.

Maximé Larripa, con sus escasos años ya repartía pollos por Huesca. Cuantas veces le decía la buena madre de Maximé a Chías : “ No me mandes al crío a vender, que le quitarán las perras”. Iba Máximé a repartir pollos por los comercios con su bicicleta, que llevaba en un cesto de mimbres, en el portabultos de la misma.

Han pasado más de cincuenta años y a Maximé te lo encuentras sonriente y amable, con una bondad enorme y a veces sufriendo la escasez de dinero, por la pérdida de aquel viejo comercio, que le daba trabajo por las calles de Huesca y por los pueblos. Pero siempre encuentra algún trabajo, como la limpieza de yerba en los corrales de la Plaza de Toros.

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