Máximo Larripa, es un oscense, a
los que también llamaban “fatos”. Para algunos ser fato era como ser un tanto
vacío de talento, pero los oscenses no hacían caso de tal insulto, sino que se
sentían humanos y honrados, al verse apodados por esa palabra, que ellos creían
en el fondo, que significaba una persona nacida en Huesca, de la que estaban
presumidos.
Ese apellido de Ripa es vasco y
frecuente en Navarra, en Huesca y en el País vasco-francés. Cuando le he
preguntado si su origen tenía un principio lejano geográficamente, se ha sentido
oscense de toda la vida por no decir de toda la Historia. El se puso a recordar
antepasados suyos, que iban alejando de la actualidad el origen de ese
apellido. En Jaca existe desde hace siglos el apellido Ripa, en Pamplona existe
la Farmacia de Ripa y en el País vasco-francés, que es muy frecuente en Huesca,
existen los Lapetra, Laborda, Laliena y una multitud de las mismas
características, como Larripa. Me dice que nació en la Calle Padre Huesca, en
el antiguo número 19. Ya desde muy niño tuvo que trabajar para ganarse la vida,
impidiéndole esa necesidad de trabajar, dedicar el tiempo para formarse como hombre. Sin embargo, con el escaso tiempo
que asistió a la Escuela, ha llegado a ser un hombre ya mayor, con una
educación modélica. Es un hombre trabajador, honrado y con una educación
extraordinaria
Con ocho años, cobró el primer
sueldo de su vida, que ahora no se lo creería nadie, a saber un “huevo diario”.
¿Quién le pagó su primer sueldo
diario?. Sencillamente, se lo pagó el
ahora ilustre Industrial, creador en aquellos viejos años, de un Matadero de
Aves.
El gran mérito de este oscense que llegó a
fundar un Matadero de Aves, fue que este hombre no fue en aquellos viejos años
un hombre rico, cuando de su “pobre generosidad”, como pagar a un aprendiz un
simple huevo, tardó muchos años en hacerse un industrial próspero. Llegó poco a
poco a crear una gran empresa, que sacrificaba pollos y enviaba a muchas
carnicerías de España.
Hubo en esta época varios
industriales en Huesca, como Porta, que hizo funcionar la Harinera Porta. Otro
Porta, es decir un pariente suyo creó
una Industria de Piensos Compuestos, que alimentó miles y miles de animales de
distintas especies en toda España. Los Hermanos Albajar, crearon una industria
que construyó cosechadoras de cereales en toda España. Yo mismo llegué a
utilizar dos de ellas. Luna creó una industria que construyó Grúas ,que por
toda España, trabajaron. Murieron aquellos héroes que convirtieron a Huesca en
una ciudad industrial, pero todavía permanece vivo el señor Chías, acompañado
por su esposa, y está feliz en su vivienda rústica y ajardinada, en la Cabañera
de la Cruz del Palmo.
Antonio Chías Dieste, otro de los industriales osenses, permanece
vivo, cuando muchos de los hombres de acción de Huesca, ya murieron. El todavía
vive, en una edad que rodea cerca de los
noventa años y hoy, el señor Máximo Larripa, me recuerda aquellos jóvenes años
de Antonio Chías, que luchó en sus primeros años para construir un Matadero de
Aves, en cuya construcción puso su propio trabajo infantil, cobrando por
primera vez, a sus ocho años, un simple huevo. Hoy, al conversar con Máximo, me
he dado cuenta de que con Don Antonlo,
que ha alcanzado ese grado de tratamiento de Don, trabajaron también muchos
oscenses, que impulsados por su inteligencia y su amor al trabajo, construyeron
entre todos, un Matadero de Aves. Recuerdo a Don Angel Escartín, que colaboró
con Chías y pienso en mí mismo, que fui nombrado Inspector Veterinario de dicho
Matadero.
Pero Antonio era un hombre sin
dinero, que quería que se acabase la pobreza entre el pueblo oscense y de la
nada, con la colaboración de muchos
hombres y mujeres, como el niño Máximo Larripa, con el que estuve
hablando en un velador del Bar Rugaca, empezó trabajando de la nada hasta la
Industria. Este Máximo me recordó la historia de Chías, diciéndome que “Al
principio era un comprador y vendedor, que recorría los pueblos sobre una pobre
bicicleta y más tarde, se compró un Isocarro de tres ruedas, y con productos
alimenticios, los cambiaba por huevos, gallinas y conejos. A veces alguna mujer
le daba huevos a cambio de chocolate, judías, garbanzos o lentejas o arroz”.
Máximo ya era en aquellos tiempos
amigo de Chías, porque era como un ayudante suyo. “Le pesaba las judías, los
garbanzos y en casa de la Mercería del Coso, dirigida por Don Guillermo, cogía
botones, hilos, lanas, agujas y alguna tijera”. En la calle Las Huertas, mataba
sus pollos y yo estuve con Don Angel Escartín, viendo aquel matadero primitivo,
donde mataban los pollos. Era un ambiente, lejos de las normas modernas, entre
otras razones porque el techo del matadero era muy bajo y la ventilación dejaba
algo que desear. “En esos pobres locales tuvo sus principios el Matadero de
Aves, que fue como un profeta del comercio aviar, que se ha extendido por toda
España”.
Maximé Larripa, con sus escasos
años ya repartía pollos por Huesca. Cuantas veces le decía la buena madre de
Maximé a Chías : “ No me mandes al crío a vender, que le quitarán las perras”.
Iba Máximé a repartir pollos por los comercios con su bicicleta, que llevaba en
un cesto de mimbres, en el portabultos de la misma.
Han pasado más de cincuenta años
y a Maximé te lo encuentras sonriente y amable, con una bondad enorme y a veces
sufriendo la escasez de dinero, por la pérdida de aquel viejo comercio, que le
daba trabajo por las calles de Huesca y por los pueblos. Pero siempre encuentra
algún trabajo, como la limpieza de yerba en los corrales de la Plaza de Toros.
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