A un amigo mío, que nació
donde empiezan a elevarse los Pirineos, se le apagó la luz del amor y su
ilusión, que expresaba con esta canción: ”Miruflí y Miruflá- se querían casar-
y querían vivir, a la orilla del mar”, le desapareció la letra de esta canción de
su espíritu y se subió en el corral de su casa, por unas escaleras de mano, y
allí se puso a esperar la muerte. Y yo describí la caída de su amor a la vida, diciendo: “Para los enamorados llegó el fin, cuando
quebraron el ciclo de su amor. El hombre vendió todos sus bienes, tomó los
billetes y los quemó en el Bar, delante de las gentes del pueblo. El no se
quemó, porque no era partidario de interrumpir los ciclos; a él se lo habían
interrumpido y simplemente se fue a esperar, en un corral de su familia, se
subió por una escalera de mano a un cañizo, clavado sobre unos maderos,
cubierto por teja vana, con el horizonte abierto por delante a las diarias
puestas del sol, que le producían cierta envidia, porque indefectiblemente, el
día cumplía su ocio y él tenía que esperar muchos ciclos, día tras día. Y, como
sabía que él tenía cortado su ciclo, esperaba y esperaba el fin del mismo”
La falta del amor, hizo
desgraciados a dos enamorados.
En cambio a Josán Rodríguez
Zamora, con su segundo apellido, que viene de la Sierra de Guara del pueblo de
Zamora, que ya ha desaparecido, pero que queda de segundo apellido en Josan
Rodriguez y en Ignacio Almudévar y en muchos más. En algunos de primero.
Al hijo del
pueblo, que vivió en un alto gallinero, le vino la parálisis de su espíritu,
pero a JOSÁN RODRÍGEZ ZAMORA, las heridas sobre su cuerpo, llenaron de espanto
a los que lo recogieron cerca de la Sala de Fiestas, en que el atropello de un
coche, quitó la vida a algunos de sus compañeros y dejó el cuerpo de JOSÁN, destrozado,
pero su espíritu conservó la fe en su vida. Quizá la sabiduría de sus Médicos, mantuvieron
su vida sosegada por un sopor, que le influyeron en su biología, que permitió
que aquella fe en su vida, se le
conservara. “Al hijo del pueblo, que vivió en un alto gallinero, la parálisis
de su espíritu, provocada por la pérdida de su amor, redujeron su espíritu a la
nada. En cambio a Josán, las heridas
terribles de su cuerpo, entre el sopor y el enamoramiento de las cosas de la
vida, se la prolongaron acompañadas
“por luces y sombras que iban con él”. “Prefirió siempre Josán ver las
cosas buenas que las malas”, que le llevaron al triunfo de su vida sobre la
muerte.
Nació Josán el
doce de Enero de 1976 en Huesca, capital, pero su familia vivía en Sesa y su
madre era de Nocito. Estaban ambos pueblos unidos por el río Guatizalema. Tenía
Nocito un territorio en contacto directo con la naturaleza. Tenía el pueblo de
Sesa, una parte alta, en que había un convento, en el que en viejos tiempos,
veraneaban los seminaristas de la Diócesis de Huesca. Muy cerca de él, se
jugaba en el Campo de Fútbol. Cuando se trabajaba en las operaciones de riego
del monte de Sesa, una niña, que conmovió a todas las personas de la provincia,
cayó en un profundo pozo, que se estaba profundizando y producía lágrimas
escuchar sus suaves quejas, con una voz angelical. Acudimos con la Doctora y
Diputada Provincial, Doña María Dolores Santamaría y yo mismo a tratar de
salvar a la niña, pero nuestro poder humano, era inútil para obtener su
salvación. Siempre que paso por Sesa, recuerdo a la niña y a sus padres, llenos
de carácter y de bondad.
Escribe Josán de
los animales que vivían en Sesa y yo no puedo olvidarme de unos galgos, propiedad
de unos labradores del pueblo, que llamaban la atención por su belleza y
elegancia. Yo fui en varias ocasiones a una casa- herrería en la que nació el
Canónigo Abizanda. Me bajaba desde Siétamo, a orillas del río Guatizalema, el
mismo que pasa por Nocito, por Siétamo y
por Sesa, Don José Bara Abizanda, Maestro Nacional de Siétamo. Allí vivía una
Maestra Jubilada, tía de Don José Bara.
Era Josán
inteligente, “pero dejó de estudiar pronto, porque pensaba que no era capaz. Más tarde, me
arrepentí muy rápidamente”.
Josán tiene un
recuerdo de Nocito, el pueblo de su madre.”Al llegar a Nocito, lo primero era
echar la vista a la plaza de la iglesia. Allí siempre había gente, y a vedes te
encontrabas con las gallinas de Antonio, Martina y Vitoria, Aquellos tres
hermanos me parecían de la familia, ya que muchas veces acabábamos en su casa”.
Yo me acuerdo de esos tres benditos hermanos, porque cuando subía a Nocito a
vacunar los canes de sus habitantes, el señor Antonio que era el Alcalde del
pueblo, me mostraba sus ovejas, corderos y cabritos. Hice una gran amistad con
ellos, pero poco a poco, se fueron muriendo.”También comprobaba siempre que
bajo el puente, en los huecos de uno de sus ojos, siguieron guardados el cojín
y el jabón de mi abuela, esos que tantas veces habían usado cuando bajaba al
río a lavar”. El pueblo de Nocito, del que yo era Veterinario, era un paraíso
para Josán y lo recordó siempre, incluso cuando bajó a la Tierra Baja, a
ganarse la vida y a sufrir un terrible accidente.
Era un mozo
inteligente y no quiso estudiar, pero valía para todo, pues ejerció una enorme
cantidad de actividades. En el “Programa de fiestas de Nocito”, escibe: ”hará unos diez años, estaba cortando
el césped del jardín, cuando Segundo Nasarre entró a saludarme”. Este buen
pastor, entre otras cosas, estuvo en Siétamo, con las yerbas del pueblo
arrendadas y tuvimos con él, una gran amistad y Josán, a quien le gustaba tanto
escucharlo, porque le hacía reír. Llegó el pastor Marino, nacido en Nocito, que
fue amigo mío, porque lo conocí en Bandaliés, donde patoreaba sus ovejas. Como
dice Johan :”Marino era otra persona, como Segundo, digna de ser
escuchada…Segundo como Marino tenían sus formas de ver muy claras…y eran mis
maestros sin darse cuenta”. Ambos han muerto y Marino tiene en el Cementerio de
Nocito una Cruz de su familia, hermosa y que da fe.
Una noche,
volviendo de una reunión de amigos, entramos en una Discoteca, recién abierta. Estuvieron allí hasta que cerraron el establecimiento
“momento en el que salimos para casa. MIENTRAS LOS CLIENTES NOS DESPEDÍAMOS Y
ESPERÁBAMOS A QUE LLEGARAN LOS TAXIS,
UN COCHE SE ABALANZÓ SOBRE NOSOTROS, A MÁS DE CIEN KILÓMETROS POR HORA. EN ESTE MOMENTO MURIÓ MI AMIGO JAVI.
TAMBIÉN BENITO, UN CHICO JOVEN. VARIAS PERSONAS MÁS FUERON ATROPELLADAS, Y
ENTRE ELLAS, ESTABA YO”.
“Ese día supuso un antes y un
después en mi vida. ERA LA ENTRADA AL TÚNEL MÁS OSCURO QUE DEBÍA ATRAVESAR. ME
ESPERABA UN NUEVO CAMINO, PERO TAMBIÉN UNA NUEVA FORMA DE CAMINAR”.
Reconoce sus dolores, cuando
dice.”Ninguna de las lesiones que he sufrido, como la falta de piernas o la
ceguera, es comparable para mí con lo trágico y amargo que me resulta sufrir
por amor”. Josán reconoce que su mayor sufrimiento le viene por la falta de
amor, que él padeció en algún momento. Yo me acuerdo de aquel amigo mío de una
Sierra cercana a Nocito, al que se le prohibió el amor, como dice la canción: “Miruflí,
Miruflá se quería casar y quería vivir a la orilla del Mar”. Su “orilla de la
vida fue un gallinero al que se desterró y en él se puso a esperar la muerte.
¡Miruflí, Miruflá!, ¿qué pasará?.
Pero, para Josán el amor es la
solución de la vida en las personas, “y por eso se enamoran quienes son
naturales y ante todo sencillos y viven felices en medio de las catástrofes
diarias”.
Josán ama y es amado y es ciego
y carece de sus dos piernas, pero acompañado por el amor , es feliz. He de
adaptarme a “un cuerpo realmente nuevo, porque pienso que las únicas heridas
han estado en la parte externa de mi persona. Mi interior no ha sido dañado,
sino que ahora es mucho más fuerte. Me siento mejor al valorar todo lo que me
rodea, y agradezco el hecho de no necesitar nada.Todo está en mí para ser feliz
y disfrutar de cada instante, y lo mismo EN EL ÚLTIMO ALIENTO, DISFRUTARÉ DE LA
MUERTE”.
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