jueves, 11 de octubre de 2018

El diez de octubre cayó una negra tormenta





Comenzó el día nuboso, con un tiempo correspondiente al Otoño. Sin embargo el día parecía estar lleno de misterio, porque las calles del pueblo, las recorrían unas negras hormigas. Era una situación extraña porque no se veían estos insectos con una misión útil para su colectividad, sino  qué  se  desplazaban  individualmente, sin “decirse nada unas a otras”, corriendo ambas sin acercarse entre ellas, cuando son insectos de gran capacidad de trabajo colectivo. Algo debían estar esperando del otoño esos “despistados insectos”.
A medida que iban individualmente caminando por las calles y por los montes, esas hormigas, el cielo se iba obscureciendo y en lugar de vestirse con simpáticas nubes, prometedoras de lluvia, se iban  vistiendo  de  un  luto,  qué  sin  llegar a ser totalmente negro, era oscuro y parecía que pronosticaba alguna catástrofe, con sus oscuras nubes, en la tierra. ¿Iban esas boiras a repartir agua  por  el monte  o  a  proporcionar un  trato  bárbaro  a  los  montes  de  mi  pueblo?.  Ambos acontecimientos tuvieron lugar, en poco espacio de tiempo, pues sobre mi pueblo cayeron unas lluvias beneficiosas, en tanto en la parte norte de Siétamo, desde la que se divisa el Castillo- Monasterio de Montearagón, por Loporzano y Bandaliés, cayó una mala tormenta de granizo, que dejó toda la superficie de su tierra de un color maldito, que no era el blanco de la nieve, sino el maldito del helado granizo.
En Siétamo cayó una fuerte lluvia, que me hizo dar cuenta de la casi total desaparición de los insectos citados, pero no me enteré de la  pedreada  o “pedregada”, que cayó en la parte alta de su término municipal. Y fue el joven Vicentico Benedé el que me vino a contar lo que les había pasado a él y sus ovejas, soportando el peligro de la situación en que los había colocado, la terrible tormenta a él y a sus ovejas, en la Partida de Valdeona. Estaba el joven pastoreando sus ovejas, bajo un cielo morado y dispuesto a descargar sus boiras, sobre los pastos en que estaban él y su ganado, cuando, de repente, empezaron las moradas nubes a descargar sobre Valdeona, una terrible pedregada. Le fue útil encontrar un carrascal, en que entraron sus ovejas y él mismo, cuyas ramas les salvaron de sufrir una “pedrea de bolas de hielo”, que les hubieran hecho sufrir a sus ovejas y a él una pedrea o “pedregada cruel “, que les hubiera hecho a algunas ovejas morir en el mismo lugar de pastoreo o quedar lesionadas.
Yo no sé si las pobres ovejas sufrieron síquicamente, por aquella batalla ambiental, pero Vicentico, se sintió aterrado por la oscuridad,  que se apoderó del ambiente, con la supresión de la luz del cielo, por las nubes de color morado oscuro y su propia desintegración.
Sufrió un terror terrible proporcionado por la oscuridad, que le causaba terror, por la humedad del ambiente y por la “pedreada que le amenazaba” constantemente.
Cuando paró de apedrear, se  vio  sorprendido por el ambiente que le rodeaba, de un blanco terrible, que brotaba de los hielos que habían caído y que ocupaban todo el terreno que se podía observar desde el lugar en que se encontraba y lo único que pensó fue en huir de Valdeona a la paridera, donde tenía que encerrar su ganado.
Apoderado del terror que pasó, bajó enseguida con su coche a buscar a mi hijo Manolo y a mí mismo, para enseñarnos el terreno apedreado, que era terrible.
Recuerdo como antes de la maldita tormenta, proliferaban por todas las calles del pueblo, las “formigas”, pero al acabar su labor destructora, casi desaparecieron todas, menos un escaso número de ellas, unas hembras con alas y otras, como si fueran hormigas musculadas que , he recogido. Mi hijo Manolo sacó una fotografía del horrible ambiente, de Valdeona, que le proporcionó la tormenta.
Estas escenas se pudieron contemplar, en Valdeona, desde donde se contempla el Castillo- Monasterio de Montearagón, pero el pueblo, antes de la tronada, contempló la invasión de “formigas”, aterrorizadas por ella, que estaba llegando y yo creo que hizo desaparecer muchas de ellas.
Vicentico, que sufrió esa batalla entre la Naturaleza y las hormigas, se acordará siempre de estas escenas.           


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