domingo, 6 de agosto de 2023

Juana Coscujuela.- (1ªParte)

  


Juana Coscujuela nos ha regalado a los altoargoneses una narración autobiográfica necesaria para dar a conocer de forma amena como se vivía en nuestro medio rural desde hacía siglos, hasta hace unos pocos años, atreviéndome a añadir que todavía quedan gentes (muy pocas) que viven como ella nos describe. Los niños quizá sean una excepción, pues sus padres, para evitarles las miserias que pasa nuestra autora, procuran llevarlos a la escuela o los mandan a escuelas internados como el de Barbastro. Los hechos narrados se desarrollan en el Somontano y dentro de él en la zona concreta de Adahuesca, pero pueden hacerse extensibles a muchos niños de otras comarcas altoaragonesas y de otras regiones españolas.

Cuando uno acaba de leer esta obra, encuentra natural el éxodo que han sufrido nuestros pueblos y comprueba que las gentes no han huido por desamor a su tierra, sino por la encadenada sucesión de miserias que padecieron. ¡Cuántos  volverían si tuvieran medios de vida!

El padre de Juana ya ”s’eba prometíu” al venir de Cuba que nunca más saldría de casa más lejos de “Balbastro u Huesca”. Por mal que lo pasase en “o lugar, le sapeba más güena  una sardina allí que un pollo en otro “puesto”.

¡Cuántas veces arrojó el destino a Juana Coscujuela de su tierra natal!. Puedo hablar de su tierra prenatal, pues ya sus padres antes de nacer ella tuvieron que ir a Francia, donde nació en 1910.Tuvo que ir a vivir a Huerta de Vero, salió al Hospicio de Huesca y por fin a Barcelona.

Su obsesión, ya lo fue de su padre; fue volver, volver siempre. Fueron quedando las vidas de sus seres queridos en el empeño, pero Juana no ha vuelto; no ha vuelto a vivir en Adahuesca  con su cuerpo pequeño pero cereño, pero ha dejado escrito en la fabla de su tierra, un libro que describe la vida de las gentes de su pueblo. Y le ayuda a ser tan real lo que narra, el hecho de expresarse como lo hacían los protagonistas

Estamos haciendo exposiciones de fotografías de aquellos años, pretendiendo comprender a nuestros predecesores en el vivir sobre nuestro suelo, con solo mirar sus imágenes y hemos despreciado su fabla, su lengua que constituye el espíritu de un pueblo. Juana no ha vuelto en carne mortal a nuestros lares, pero ha vuelto de Barcelona, donde ha perdurado incontaminada, su identidad somontanesa,  con su fabla y más que con su fabla, con la descripción de la terrible lucha que por la vida llevaban entonces los hombres,las mujeres y sobre todo los niños y las niñas de nuestros pueblos, pero ha vuelto en forma de libro.¡Qué niñez tan triste la de aquellas criaturas!.Dicen que cualquier tiempo pasado fue mejor y que los primeros recuerdos son como ilusiones pasadas, como verdes hojas caídas del árbol del corazón, pero, ¿cómo sería la niñez de Juana cuando, como declara ella misma que la recuerda “con un cierto rencor y desagrado”?.Esta declaración podría hacer pensar a alguno que Juana es una persona rencorosa, pero nada más lejos de la realidad, pues a lo largo del relato deja entrever una sensibilidad exquisita e incluso dos veces dentro de sí, declara que en otras tantas ocasiones, al sentirse bien tratada, se comportó como una niña modosa y manifiesta la satisfacción de sentirse persona. Al leer esos pasajes me acordé del Cid cuando exclamaba ¡Dios que buen vasallo si obiera buen señor!. Además demuestra sentido del humor, riéndose de sí misma, cuando dice que al nacer  “yera una zagala fiera, negracha, gordota y tagüenca”.

Juana además de Juana es Coscujuela. Este apellido Coscujuela o Cosculluela es el diminutivo de coscojo en Castilla, coscollo en aragonés. Esta planta es como una carrasca pequeña, que se cría en tierras pobres y tiene sus hojas con aguijones, que la hacen arisca para que las cabras no se coman los brotes. Juana y el “coscullo”  o coscojo o la pequeña ”cosculluela”, se crían en tierra pobre y ambos recibían la agresión de cabras y de cabritos salvajes y a veces diabólicos. La Cosculluela con sus hojas abrasivas se defendía y Juaneta  se tuvo que hacer agresiva, respondona y terca como procedimiento defensivo contra un medio humano hostil, como lo es en todos los sistemas cuyo principal problema es la supervivencia. De no adoptar esa actitud hubiera muerto, como su hermana Auroreta y su tato Trebiñer.

¿Acaso gra parte de la violencia que hoy se genera en los barrios periféricos de las grandes ciudades, no tiene su origen en la lucha por la vida en un medio económico tan difícil, como en el Somontano en años de sequía y malas cosechas?

De cómo se vivía en aquellos pueblos tenemos noticia por nuestros mayores y por nosotros mismos. Aunque no todas las experiencias sean malas, si lo son la mayoría y los hechos nos lo demuestran, no basten mis palabras, cuando vemos tantos pueblos abandonados, tantos semipoblados y en conjunto comarcas enteras con unas pirámides de población en forma de seta, formando un delgado pedúnculo de niños y jóvenes y un sombrerillo ancho de adultos y viejos. Tenemos también noticia kpor nuestros escritores costumbristas López Allué y Salvador María de Ayerbe. El primero era de Barluenga, pueblo donde nació José Almudévar  Altabás y el segundo de Radiquero, pueblo al lado de Adahuesca, donde nació la madre de Juana. Los dos describen las formas de vida de nuestros antepasados con pluma magistral; los dos eran de “casa güena” y nos dan una visión real de aquella situación, pero un tanto nostálgica, folklórica y a veces idílica, porque ellos la sentían pero no la sufrían. Introducían en sus relatos frases en nuestra fabla, pero no sé hasta qué punto la consideraban como suya, cuando de hecho jamás la estudiaron, o la añadían a la narración para tratar de hacerla más real, usándola como un componente más de la escena en que aparecía el burro, en todas partes igual, el cacherulo, el chinebro, la carrasca, la “cavera” y el “m’en voy ta casa”.

No por lo expuesto trato de despreciarlos, sino de analizar su obra para después compararla con la Juana, obra de la que, por otra parte, soy un ferviente admirador. En López Allué se destaca la capacidad de narración amenizada con un gran sentido del humor y en Salvador María de Ayerbe el afán de perfeccionismo literario, su humanidad, su amor a la tierra y su fina sensibilidad. De ello dio pruebas al dejar herederos de su hacienda, más bien de su patrimonio, a los arrendadores que lo habían trabajado durante largos años,en lugar de transmitirlo a sus parientes.

No quiero dejar de mencionar a Arnal Cavero, que como buen maestro de escuela de aquellos tiempos vivía muy cerca del pueblo y describe como el hombre y el medio formaban un ciclo, en el que el hombre se daba a la tierra y ésta al hombre. De todas formas el hombre se daba todo y la tierra, al ser pobre, daba lo poco que podía dar. Arnal Cavero tuvo un interés especial por la fabla, que escribe con más corrección y más fidelidad que López Allué y Salvador María de Ayerbe. Se preocupó también de recoger un léxico que es totalmente fidedigno. Su profesión de maestro, como he dicho, influiría seguramente en su obra…

Del pueblo, también recibimos noticias por vía oral de aquel género de vida, pero el pueblo escribe poco, quizá porque lo considera cosa de oficiales y siente vergüenza de poner de manifiesto lo poco que escribe. El “Concello d’a Fabla Aragonesa” tiene el mérito de haber dado a la luz obras como la de José Gracia, de Cleto Torrodellas (ferrero de Estadilla ),ambos hombres sencillos.A ellos viene a añadirse hoy la obra de Juana Cosculluela,de la que tengo que manifestar e primer lugar que la he leído de un tirón, cosa que me ha ocurrido pocas veces.

Con esta afirmación no pretendo engañar a nadie, para que la compren, porque independientemente del valos intrínseco de esta obra, en mí ha revivido tal cúmulo de recuerdos y de vivencias que han sido como un reencuentro con mi Somontano y con sus gentes y ha constituido un motivo de reflexiones muy profundas sobre nuestra identidad aragonesa y española, sobre las causas de nuestra decadencia y sobre los modos, maneras y sistemas que hemos de emplear par que nuestra tierra no sea una madrastra, que nos arroje a la emigración. Esas impresiones han producido en mí y creo que la producirán en todos aquellos ,que como yo, conozcan por experiencia propia, nuestro Alto Aragón.


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