lunes, 21 de agosto de 2023

Artista de figuras humanas y animales.-

 


                   

Hoy he tenido la suerte de acompañar a un señor a su taller o más bien laboratorio de artes, propiedad de  Paco Giral, que tiene encendida una afición al arte, en su mente, en su espíritu y en sus dedos, creados por el Señor solamente para uso de los seres libres, que son los hombres; los animales, en cambio, alaban a Dios con la belleza de sus figuras, pero viven exclusivamente obedeciendo a sus instintos. El hombre, sin embargo, como los propios ángeles es libre y puede decir sí al bien o al mal y darse al arte de la belleza o a la fealdad de  dibujos o de esculturas, en las que manifiesta su amor o el odio a las cosas, con las que representa la infravida o los sueños nefastos de la droga o sus aspiraciones a una inmortalidad negra y aburrida como la de los demonios.

Giral se ha entregado, con su libertad a representar el arte de las figuras animales y del cuerpo humano, con su inteligente espíritu, que se asoma en el retrato, que se hizo a sí mismo y que parece hecho para presidir alguna exposición de sus obras. Allí estaba, como presidiendo su local donde tiene su laboratorio o estudio artístico. Luego salimos de él  y se marchó a observar tal vez alguna figura de la que enamorarse, para perpetuarla, como está la suya, invariable al tiempo, pero haciendo, no eternamente duradera  su figura, pero que durará tal vez  siglos y siglos y cuando éstos se acaben, su alma que creó su figura, vivirá eternamente.

Sí, su vida es la vida de los hombres, de toda la humanidad, pues no sólo da que pensar en el futuro, sino que indudablemente está comulgando con el pasado, cuando los antiguos íberos, celtas, etc. , vivían en aquellas enormes extensiones, que luego se convirtieron en alquerías y cortijos y admiraban la belleza de aquellos caballos, con los que hicieron rápidamente su amistad, se montaron en ellos y cabalgaban y separaban a los toros y festejaban su bravura, en faenas laboriosas, que luego se convirtieron en las faenas placenteras y a veces trágicas de los que torean a caballo. En cambio con los toros, tuvieron más dificultades en su trato, porque eran bravos y sin embargo de una belleza sin igual y que a pesar de amarlos tanto y de querer educarlos, no pudieron. Ahora, que los hombres se han masificado y viven multitudinariamente en las grandes urbes, se apaga en ellos el atractivo de los toros y no quieren algunos, que se toree a los cornúpetas.

Yo no sé, si a    Paco     Giral le gusta o no la Fiesta de los toros, pero está enamorado de ellos y de los caballos y de la misma forma que se realizó a sí mismo sobre el lienzo, siente la necesidad de plasmar tanto a caballos y a caballeros, como a toros en sus cuadros. Y es que el arte,  la belleza y el progreso tienen sus raíces en lejanos tiempos pasados.

Y se ve como los ama, pues conoce el color de las capas en los caballos, ya que dice que unos son alazanes, otros castaños, otros pintos y algunos negros y de los toros habla de los que son negros como el carbón, otros casi berrendos, habiendo incluso alguno blanco. Y en sus cuadros los identifica  con sus colores y con sus formas, unas longilíneas  como el caballo inglés, con su cola colgante y otros, como el árabe con su cola en trompa, en tanto que el caballo español ha extendido su belleza por las praderas americanas. Y entre los toros son los únicos los españoles que conservan su bravura, que se adivina y se ve con claridad en aquellos que Giral ha pintado y parece que te miran.

Y ahora, como escribo en mi libro Retablo del Alto Aragón: “Se llenó el mundo de caballos de vapor asexuados, ruidosos, criminales, metálicos, que van pudriendo el aire con sus negros humos; han desplazado a los caballos auténticos y a las yeguas ruanas, alazanas, overas y castañas que adornaban sus frentes con estrellas y luceros. Pero parece ser que se da un retorno a la belleza, porque “se han rebelado caballeros y amazonas amantes de la vida y la belleza contra esa situación y cabalgan por el Somontano”, mil gracias derramando por esos sotos y laderas”.y  dando  “el toque de elegancia y armonía que fusionando al hombre y al caballo, los convirtió en centauros”.

Y tu   Paco     Giral engarzas al hombre, al caballo y al toro en un cuadro de rejoneo, en el que se ve la grandeza de la inteligencia de los hombres con la belleza sumisa del caballo y la brava e independiente hermosura del toro. Parecen tres seres que vienen de lejanos tiempos y que se conservan en esa faena mixta humana, caballar y cornúpeta en estos tiempos modernos, en que algunos han cambiado las normas de lo bello y confunden a los inocentes en distinguir lo sublime de lo despreciable. Y en este caso del amor a los caballos y a los toros se ve claramente, que todo lo nuevo viene de lo antiguo  

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