Me
he encontrado con mi amigo el herrero del pueblo y me ha dicho que en su lugar
de origen, Tamarite, dicen de la luna, cuando tiene a su alrededor un
halo:“cuan la luna fa redol… siñal segura de aigua”. Pasa lo mismo en Siétamo,
que cuando ese cerco es muy pronunciado, los campesinos, que siempre se lo
miran, dicen que va a llover. Observo, muchas veces, a Selene, desde el mirador
de mi casa campesina, que mira hacia el río y me acuerdo de haber leído la
impresión, que en el año 1936 le produjo a un catalán que venía del Este, la
luz de la luna reflejándose en el río Guatizalema. Presenté el día 26 de
Octubre, un libro de la periodista zaragozana Rosario Parada, que se titula
“Entre dos fuegos” y entre dos fuegos se pasa la vida, porque el año 36, el reflejo
de los rayos de la luna en el río, anunciaban una guerra y en 1995, la falta de
esos rayos en el agua del río que ya no baja, nos producen los tiros de la
sequía. Si, la luna dicen que influye en el tiempo atmosférico, en las
siembras, en la fermentación de los vinos y en las mareas. El mes lunar también
afecta a las mujeres y hombres en su comportamiento. Habitualmente, la luna
está allá arriba muy formal, observando atentamente a los enamorados, a las
ginetas, a los buhos, a todos esos animales de vida nocturna, cuya visión es un
privilegio de la luna o de aquellos otros animales domésticos, a los que nos
llamaban a visitar, a los veterinarios, por la noche y que los humanos, en
general, difícilmente pueden ver. He dicho en general, porque el panadero de
Alcalá del Obispo, cuando por la noche iba con su furgoneta a repartir el pan
por aquellos pueblos de la ribera del río Guatizalema, veía a las nutrias,
cruzando la carretera. Me llamaron cierta noche, a Bolea, desde Esquedas y fui
en la moto, bajo una luna que iluminaba a los caminantes campesinos, a los
noctívagos ciudadanos, que salían de los cabarets y a mí, que gozaba de sus
rayos. Llegué a la cuadra, donde estaba malpariendo una vaca y se me pidió que
salvara, por lo menos, a la madre. Una señora encendió una lámpara de aceite
ante un cuadro de San Antón, patrono de los animales. Me acordé de que, en
Huesca, en casa de Güerri (conocida también por sus amigos como casa del
Medianero), la víspera del santo, se quema una hoguera, en cuyas brasas se asan
patatas y pasan parte de la noche bajo la luna, cantando “Antón, Antón
pirulero, cada cual, cada cual que aprenda su juego”. Traté de aprender el mío,
es decir mi juego y entre San Antón, que jugaba conmigo y yo mismo, salvamos la
vaca y el ternero. Pero la otra noche, pródiga en nubes sueltas, aceleradas por
el viento, parecía que la luna estaba alunada, traviesa. Corrían o mejor dicho
volaban las nubes y daba la sensación de que lo que volaba era la luna, que al
ser ocultada o semitapada por las boiras, hacía guiños picarescos y jugaba al
escondite como una odalisca que bailara una danza de múltiples velos nubosos. Hace muchos años que San Antón y la luna
hacen discutir a los hombres, pues ya en 1781, Don Francisco Dieste y Buil,
vecino de la Villa de Lanaja y Apoderado General del Cuerpo de Ganaderos de las
Montañas y Tierra Llana del Reyno de Aragón, ya escribió un ”Tratado
económico”, dividido en tres discursos de los que el primero trataba de la
“Crianza de gallinas y considerables
utilidades, que producen a su dueño”, en el segundo hablaba de la “Compra de
Primales para venderlos al año siguiente por carneros” y en el tercero
explicaba el “Modo de procurar la extinción de Fieras perjudiciales al ganado y
aves domésticas y que las de rapiña sean menos”, que le inspiró la siguiente
frase: “El ministrar en el invierno la tercera comida a las diez u once de la
noche, aunque parece hora incómoda, es muy útil, a causa de que en lo posible
se deben repartir las veinte y cuatro horas del día en tercios iguales, poco
más o menos”. En el tercer apartado también explica, “que si el corral está
plantado de árboles, es muy bueno para la defensión contra los milanos y otras
aves de rapiña que se abaten a las gallinas; porque que se harán mucha sombra,
que en verano será provechosa para que se defiendan del ardor del sol las
gallinas”. Y añade lo que se le dice a San Antón, con el siguiente refrán, ”Pa
San Antón la gallina pon”. Por esta fecha del día diecisiete de enero, se
alarga el día y la luna con su luz y las teas, encendidas por la noche, daban
visión a las gallinas, para que consumieran el trigo que les echaban. ¡Cómo
busca el señor Díeste, en 1781, contemporáneo del Conde de Aranda, natural de
Siétamo, que el todopoderoso sol reduzca sus rayos sobre las aves productoras y
cómo busca el suministro de pienso, con la modesta luz de unas teas, para
comerlo a los rayos de la luna!. Pero, para acabar, diré que la luna, ya no es
la misma, pues ha sido desvirgada por americanos y rusos, que quieren extender
su imperio (como el sol) más allá de las estrellas. Yo viví mi profesión llena
de salud, en los pueblos, donde se considera a la luna y la acabo en la ciudad,
donde no es conocida y se me apoderó la enfermedad. Ahora después de profanado
su encanto, todos dicen que es estéril. Yo no les creo y es que quizá esté un
poco alunado, ya que soy interino, como la luna y por eso me despido con esta
copla del Cancionero de Upsala, que dice así:
“¡Ay!,luna
que reluces, ¡toda la noche me alumbras!
¡Ay!,luna
tan bella Alúmbresme a la sierra,
Por
do vaya y venga, ¡Toda la noche me alumbres!.
¡Ay
luna lunera, cascabelera!.
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