Vamos
a Misa muchas veces por cumplir un mandamiento de la Iglesia. Cuando
acaba, nos vamos satisfechos por haber
cumplido una obligación y esperamos que vuelva otra ocasión, para testimoniar que queremos conservar nuestra fe en Jesucristo.
Pero no meditamos en su doctrina todos los que asistimos a Misa, en conjunto,
todos al mismo tiempo y sobre alguno de
los mensajes, que nos mandó Jesús
a través del Evangelio.
En
este mundo pasamos mucho tiempo sin hablar con nuestros vecinos, pero como dice
el Señor : Amarás a tu prójimo como a
ti mismo y en la Parroquia, cuando
asistimos a Misa, el Señor nos dice : “ite, misa est”, que quiere decir que el mensaje lo hemos recibido y una vez
recibido, ya no volvemos a dirigirnos la
palabra . Pero en esta Misa, a la que he asistido, parece una conversación del
pueblo con el Señor, por qué allí está el coro de cantores infantiles, que
están en período de aprendizaje y cantan, saludando al Señor: Hosana, hosanna,
hosanna-en el cielo-este es el sacramento de nuestra fe - te damos gracias. Y
como es el Domund, le pedimos: Acuérdate de la Iglesia, extendida por toda la
redondez de la Tierra. Cantan los niños con claridad y las palabras que
pronuncian se leen en el muro lateral del presbiterio y al escucharlas y
leerlas, al mismo tiempo, emocionan los corazones de los asistentes a Misa.
Se
siente la hermandad que debemos practicar los fieles, porque conmueven las
voces de los niños y la presencia, en
primera fila de los fieles que sufren, sentados en sus sillas móviles, algún
impedimento anatomo-físiológico. Llega
el Santo Evangelio y narra cómo los hermanos Zebedeo, que llegarían a ser
Santiago y San Juan, le piden a Jesús que cuando gobierne el Mundo, los ponga
uno a su derecha y otro a su izquierda. El
Párroco va de un lugar a otro, donde se encuentran los niños y les
pregunta: ¿qué os parece de esta petición?, entonces el niño que cree haber
entendido la ambición de los dos
hermanos, responde que los Zebedeos no
buscan el poder para favorecer a los
hombres como hermanos, sino lo que deseaban era el poder. Sigue el sacerdote
haciendo preguntas a los niños y niñas y al acabar la Misa, el sacerdote nos pide que nos acordemos de
poner limosna para el Domund, el próximo
Domingo. No se trata de recoger dinero para los misioneros y misioneras, sino
para levantar hospitales y escuelas, allá donde los niños y las niñas están pasando hambre en sus
cuerpos y falta amor en sus espíritus.Salimos de Misa y nos vamos con el
espíritu renovado, cumpliéndose la promesa
del Espíritu Santo, cuando en su oración dice: ”Envía,
Señor tu Espíritu y renovarás la faz de
la Tierra”.
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