domingo, 9 de febrero de 2025

BABIECA



En los pueblos, en aquellos años pasados hasta un poco más de la mitad del siglo XX, uno llegaba a conocer profundamente el alma de los campesinos de nuestra  Nación, pues viviendo con ellos unos días, por ejemplo para las fiestas patronales, tratabas con sus gentes, que te invitaban, tratando de  que tomaras alguno de los mejores bocados que podían ofrecerte y se enfadaban si no querías quedarte a dormir en sus casas. Todavía queda alguno que aún observa ese comportamiento, pero ¡quedan tan pocos habitantes en los pueblos!,  qué  es difícil comunicarse con ellos. Y es que la agricultura, principal actividad ejercida por los habitantes de los pueblos ha decaído de tal forma, que los jóvenes la han abandonado y buscan su trabajo  en otras actividades, lejos de su pueblo.

Este último verano estuve en uno de dichos pueblos, donde ya quedan pocos habitantes, pero que conservan aquellas viejas cualidades, como la de comunicarse entre ellos y ayudarse mutuamente. Les hablé de mis estancias en el pueblo ya pasadas hacía años y deseando comunicarse conmigo, me empezaron a contar un cuento, en el que la protagonista era una joven casadera que tenía  unos veinte años, allá  por los treinta del pasado siglo. Decían que el pueblo murmuraba de ella y añadían que estaba embarazada, porque cuando la veían en el lavadero, se fijaban con insistencia en su abultado vientre y no paraban de atribuirle un padre, que para unos era, simplemente  un funcionario y para otros un guapo mozo labrador.¡Pobres mozas, como tenían que sufrir, sin poder evitar sus embarazos, como ahora!.Vivía aterrorizada por su situación, que la iba a convertir en una  "mala mujer" cuando trajera al mundo un hermoso niño, sin recibir ninguna ayuda de la Sociedad. Por fin cuando dio a luz tal niño, según el que me lo contaba, "cometió un horroroso crimen".

¡Qué innecesarias vergüenzas tenían que pasar la moza y su familia!. Y  la pobre criatura, con su muerte y sin tener ninguna culpa, lo pagaba todo. Hoy la prensa es más discreta con estos casos.

Entonces no existía la televisión, pero los ciegos aprovechaban estos hechos para cantarlos y narrarlos, delante de un panel enrollable, lleno de viñetas alusivas a cada parte de la historia o cuento cantado y toda España se enteraba de lo que había pasado en cualquier provincia, por lejana que se encontrara.

Lo que me contaron había sucedido en el pueblo  que este último verano visité y un amigo mío, resulta que lo había escuchado a un ciego en la ciudad de Zamora, durante los años de la Guerra Civil. Su padre estaba en el frente y su madre con mi amigo, entonces niño, iban a Zamora capital a cobrar mensualmente la paga y le impresionó el hecho de ver y escuchar a un ciego, cuando cantaba la siguiente copla: "En la provincia de Jaca-pueblo llamado Babieca-una espantosa tragedia-a una moza ha sucedido", mientras un pequeño muchacho con un palo haciendo de indicador, señalaba las viñetas en que la moza lavaba, murmuraban las gentes, sufrían los supuestos padres y la protagonista era llevada al juzgado.

Hay un enorme contraste entre los medios por los que la gente se enteraba de los sucesos que ocurrían en la sociedad. Ahora la prensa y la televisión, el teléfono y los ordenadores nos comunican rápidamente los acontecimientos y antes los pobres ciegos tenían que recurrir a cantarlos y acompañados por alguno de sus hijos o por algún pequeño desgraciado, a mostrar los dibujos de la mujer en el lavadero, de las vecinas criticando, del padre viviendo cómodamente o del cuerpo del desgraciado niño. 

 

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