En
la parte norte de Aragón abundaban los rebaños de ovejas, casi siempre
acompañadas con ganado cabrío. En los Pirineos occidentales, en la comarca de
Nocito, proliferaban las cabras, que destrozaban la maleza, como rosales
silvestres, cardos y no dejaban crecer árboles pequeños que con su crecimiento
impedían el paso por las arboledas. También pastaban cabras en los Monegros,
pues, como dice Francisco, el señor Beltrán, en el Sisallar, tenía mil
trescientas cabezas. Añade el pastor monegrino Francisco, que una vez que
bajaba por Ayerbe en un autobús, vió cerca de este pueblo un rebaño de unas
doscientas cabras. El Estado prohibió el pastoreo de las cabras, con lo que
hizo desaparecer a las ovejas y el monte
de la comarca de Nocito, quedó
intransitable. Entre las ovejas dominaban las
ovejas ansotanas, redondas y bien lanadas, pues esa lana les cubría
incluso el vientre. El ganado ansotano proviene de Ansó, Echo, Campo de Jaca,
Canal de Verdún y de Las Cinco Villas
Altas. En el Valle de Tena tiene su origen la raza churra tensina, que vive
principalmente por Sallent de Gallego, en cuyos puertos de Formigal, se ven, en
determinados periodos, pastar las dichas
ovejas tensinas. Son de capa blanca, con manchas negras en general
alrededor de los ojos, por la boca, orejas y por la cara. También tienen
manchas por las extremidades. El vellón de lana, deja libre la cabeza, el cuello, el vientre y
las patas. La fibra de lana es gruesa, larga y poco ondulada. En la Sierra de Guara, por Rodellar y demás
pueblos, esas ovejas tensinas, habían disminuido de tamaño, pero criaban sus
corderos de maravilla, en medio de una vegetación áspera, más propia de cabras.
Un vecino de San Saturnino de Rodellar, aldea de tres casas, orientada al oeste
y desde donde se contemplan el Cabezo de Guara y el Cubilar, segunda cima de la
Sierra, me trajo a mí, unas treinta ovejas de esa clase, para
guardárselas todo el invierno. Eran churras como las tensinas, pero como hijas
de un monte de Sierra, no eran de tanto tamaño, pero criaban de maravilla. En la orilla derecha
del Alcanadre, muy cerca de San Saturnino, se encuentra el pueblo de Pedruel,
desde el que se ven los Pirineos por el Norte y enormes extensiones del Valle
del Ebro. Por todo ese terreno proliferaba el ganado lanar, acompañado de
ganado cabrío. Desde Pedruel se sube al
pico Cabezo de Guara de 1870 metros de altura y en este pueblo se pensaba
preparar un pantano, para echar las aguas del Alcanadre al inferior río
Formiga, por el que se regaría el Somontano de Huesca. Pero el río Alcanadre
separaba la raza ansotana y rasa en su orilla derecha de la tensina o churra,
en su orilla izquierda, como, como las que yo custodié, procedentes de San
Saturnino de Rodellar.
Siguiendo
el curso de este río, se llega a la aldea de San Román de Morrano y en ella
nació Adolfo Buil Aniés, guarda forestal e hijo de un señor, que fue encargado
provincial de todos los guardas forestales, hombre de una gran cultura, que con
Joaquín Costa, cultivó una gran amistad. No es extraño que a Joaquín Costa,
“profeta del agua en la provincia de Huesca”, le agradase conversar con un
hombre, que en su casa-palacio de San Román de Morrano, experimentaba con
ovejas navarras, cruzándolas con unos
grandes mardanos turolenses, haciendo en aquellos años la búsqueda de obtener
partos de las ovejas de dos o más corderos. De esto, hace ya muchos años,
porque él murió por los años treinta y nueve a cuarenta y su hijo Alfonso Buil,
ya tiene noventa años de edad. Este hombre, joven de espíritu, ya de niño subía
con los rebaños a las simas de la Sierra de Guara y corría hasta el Barranco de
Mascún, muy cerca de San Saturnino de Rodellar .
En el Somontano las ovejas eran una mezcla de
rasas y ansotanas y con ellas, como en todos los rebaños, convivían cabras que
daban paso por medio de las malezas, como aliagas, cardos, hojas de carrasca y
de robles, que producen bellotas.
Un
día de Septiembre del año 2011, conocí al pastor jubilado, Francisco Elcacho,
nacido en los Monegros, en el pueblo de
Ontiñena en 1933 y criado en Villanueva de Sigena, es decir hace ya setenta y
ocho años. No pudo ir a la Escuela, porque se murió su padre y tuvo que
trabajar ¡ya desde niño!, para poder
comer. Hasta los once años llevaba vacas a consumir broza por los sotos del
río. Después lo incorporaron de “repatán “
o rabadán en un ganado de ovejas.
Poco tiempo ejerció tal actividad, pues como el amo lo vio activo, éste que era
Francisco Naya, lo incorporó de pastor. Este señor, era carnicero y poseía unas quinientas cabezas de ganado
lanar. Pero al poco tiempo entró con los hermanos Murillo, naturales de
Villanueva, que llegaron a tener unas cinco mil ovejas con varios pastores, que
a veces se emborrachaban y se trataban “ a baqueta”, es decir violentamente.
Francisco era pacífico y procuraba ir sólo con el rebaño y no juntarse con los
demás pastores, lo que le permitió alcanzar una personalidad señorial, como si
fuese un auténtico señor, sin saber ni siquiera leer y escribir. Sus “amos”,
como se llamaba a los empresarios, eran los tres hermanos Murillo y su madre, a
veces lo trataban bien y otras lo trataban mal, aunque Francisco con espíritu
señorial, sin saber leer ni escribir, procuraba no darles motivos para que le
riñeran, pero aún así, a veces le gritaban
y Francisco no les hacía caso ni les aguantaba los malos tratos y tenían
que callarse.
Para
la Guerra Civil tenía catorce años y estaba en Ontiñena y no se acuerda de ver
arder el Monasterio de Sigena, pero al acabar la Guerra, lo vio y le
produjo una impresión desagradable,
porque dice “que estaba aquello que daba pena”.
Se
casó en Villanueva y tuvo seis hijos y cinco hijas, habiendo muerto
alguno, pero los demás todos tienen
trabajo. Ahora vive en Huesca con su hija mayor. Y yo le digo, que usted no sé si tiene algo que agradecer a la
sociedad española y él me contesta que “agradecer al Estado, nada”, pero a
pesar de eso no le ha faltado faena y pan para él y para sus hijos.
Este
pastor monegrino, con su fe en el
trabajo y su comportamiento siempre honesto,
me hace recordar a otros pastores, que como Francisco, han sido un
ejemplo en la vida. En mi artículo “Los pastores”, escribi lo siguiente: “Yo tengo un recuerdo sagrado
de los pastores con los que he convivido y es que Silvestre Bara (que descanse
en paz), que estuvo de pastor en mi casa, antes de la Guerra Civil, y durante
la misma, tuvo que separarse del dueño del ganado. Aunque separado del dueño,
no se separó del rebaño, para que una vez acabada la trágica lucha, pudieran
reunirse otra vez, en Siétamo, el dueño,
el pastor y las ovejas……¿Qué hizo a Silvestre volver, después de una
guerra, a la antigua “tiña” o paridera de su amo, rodeado de ovejas?. ¡Qué
fidelidad le tenía a su “amo” y qué amor a sus ovejas, pues siempre tenía una
oveja “panicera”, a la que cada vez que
él comía, sentado debajo de una carrasca, le daba algún trozo de pan!. He
conocido a otros pastores y todos ellos eran unos auténticos caballeros, no
ricos en dinero pero sí, en virtudes.
Por ejemplo a Segundo Trallero de Nocito, a Antonié de Rafaeler y a tantos
otros.
Francisco
en casa de Naya estuvo un año, pero con los hermanos Murillo, estuvo veintiséis
años de pastor. Naya era carnicero y tenía quinientas ovejas y sesenta cabras y
dice que a los cabritos los sacaba pronto porque se subían por los “comederos”
de las ovejas se cagaban y se meaban por la alfalfa que les echaba para que
comieran. Francisco era todavía un niño,
pero ya sabía que un choto tiene ocho dientes en la mandíbula inferior.
Francisco iba adquiriendo experiencia del “amo” Naya, porque éste era capaz de contar el número de
ovejas y de cabras, cuando ya estaban sueltas por el monte. Francisco en casa
de Naya estuvo un año, pero en casa de los hermanos Murillo, estuvo veintiséis
años, desde el año mil novecientos
sesenta y dos hasta el año mil novecientos noventa y dos. Siendo ya mayor la
columna vertebral le fallaba, porque resultaba perjudicial pasar tantos años
cogiendo cabras y ovejas, muchas veces para esquilar. El último año ya no le
dejaron cogerlas. Vacaciones no tuvo ninguna. Se arregló el día cuatro de
Agosto, se tomó cuatro días de permiso y ya no volvió a gozar de vacaciones. De
los hermanos Murillo, que llegaron a tener siete mil ovejas, se fue a trabajar
a una cerámica, pero le dejaron de pagar un millón ochocientas mil pesetas.
Los
Monegros, la tierra donde pasó su vida Francisco, nos recuerda a muchos la
sequía y la falta de árboles, pero Francisco me replicó que en los
Monegros abundan los pinos, de los que
una señora presente en nuestra conversación, exclamó ¡ y muy bonitos!.Pero
además existen las sabinas en los Sisallares, monte de Villanueva de Sigena,
árboles que conoce muy bien Francisco, que dice que en los Sisallares, las
sabinas tienen la corteza de color ceniza y algunas, si son jóvenes la tienen blanca, pero al llegar
a viejas destaca el color más rojo de su corteza. La sabina dice que tiene la
hoja parecida a la albahaca y aguanta la sequía. En Villanueva, en “la valle”
Juan Ana, hay una sabina que tiene más
de doscientos años y Francisco quería a esa sabina, y ésta le contestaba con su
noble presencia, ofreciéndole su sombra,
pero sin palabras. Esta sabina se conserva muy bien, pero muchas sufren por las
labores de los tractores, que cuando pasan cerca de ellas, cortan con los
arados sus raíces y al fin, mueren. Pero
el que casi acabó con las sabinas fue la Escuadra Española, que luchó en
la Batalla de Lepanto, pues con su fuerte poder, sacó
de los Monegros, multitud de ellas, para combatir a los turcos.
Francisco
tenía ganas de hablar de las ovejas y de las cabras, en cuya compañía pasó
tantos años y me explicó que las ovejas que él cuidaba, fueron casi siempre de raza monegrina, una
variedad de la raza rasa aragonesa, que carece de lana en el vientre y son
recias y grandes de cuerpo. En los
partos, un amplio número parían dos
corderos. En cierta ocasión una oveja parió cuatro corderos, uno de ellos negro
y los otros tres blancos, pero esta oveja era de raza ansotana y no monegrina.
Tenían varias parideras, una en el monte de Villanueva, arrendado y llamado “El Moro”, pero tenía otro debajo de Lanaja y
otro en el monte de “Los Negros”, que era de la señora Bastaresa, a la que así
llamaban por derivación de su apellido Bastaras
de Lanaja, poseedora del gran Monasterio, que tiene una fresca fuente y
dentro cuadros de Goya, que Francisco preocupado por el ganado, no entró nunca
a verlos, aunque pasaba muchas veces por sus lados. Ese Monasterio, según había
oído decir Francisco, lo tenía reservado para ella misma.
Arrendaban
pastos de Colonización, porque el número de ovejas era enorme. Esquilaban a fin
de Abril o a primeros de Mayo. En aquellos tiempos acudían esquiladores de
Teruel, que ataban tres patas a las ovejas, aunque después llegaron los
esquiladores polacos, que sin atarlas, casi no se movían y esquilaban con más
rapidez que los esquiladores de Teruel. A veces le hacían algún corte a la piel
de alguna oveja, pero les echaban polvos de carbón mineral y se curaban
rápidamente. Lo peor era que se “cagase la mosca” en la herida, como les ponían
huevos a los mardanos, a los cuales Francisco siempre les miraba la “guía”,
para echarles Zotal rebajado. En las carnicerías, si no se les mataban las
larvas que había puesto la “mosca”, se tiraban trozos de carne porque los
mardanos se habían arrascado la “guía” y su zona, a causa de los parásitos. La
vacunación se la administraban en la primavera contra la basquilla y otras
contra el carbunco, que era la más eficaz, sobre todo para el ganado cabrío. En
ocasiones se reunían tres o cuatro pastores para comer juntos y preparaban una
caldereta, para almorzar y para cenar. Cocían en la caldereta patatas con pan,
trozos de carne y algo que traían cada uno de los comensales.
Cuando voy por los montes, ahora ya casi no se ven rebaños de ovejas y de cabras. Se las han vendido porque ya los “amos” no encuentran pastores como Francisco. Alguien les decía que no iba a quedar carne y ¿qué íbamos a comer?. Le contestaban: ¡ya compraremos!, pero ahora para comprar carne en el mundo, hace falta mucho dinero y éste, ¿dónde está?.
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